Entre sus galardones más destacados se encuentran el primer premio en la IV Bienal Iberoamericana de Lima en el 2004 por su obra 'Parque de Diversiones' ubicado en el Parque de la Independencia de Rosario, el diploma de honor en la XIII Bienal de Arquitectura de Santiago de Chile en el 2002, o el segundo premio Mies van der Rohe de Arquitectura latinoamericana de Barcelona por su obra 'Casa en la barranca' en el año 2000.
Realizó la Casa de pasillo, Casa de Haro, Quincha y piscina Cochcrane, Edificio Altamira, vestuarios y guardería náutica M&M, Centro Integral Cardiovascular, Panteón del Centro Asturiano, Centro comercial Paseo Luzuriaga, Produmet Planta industrial, casa calle Juana Azurduy, Parque Irigoyen. Muchas de ellas fueron publicadas en exposiciones internacionales recibiendo numerosos premios, como el Cubo de Acero Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires 1989, Medalla de Plata en la Bienal Internacional de Arquitectura de Buenos Aires 1991 y The Excellence Award Designtope Design Competition (Japón, 2006). Premio Konex de Platino 2002: Arquitectura: Quinquenio 1997 - 2001. En mayo pasado fue distinguido con el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Asunción, Paraguay.
Si me preguntara cómo habrá de ser la ciudad del siglo XXI, la primera respuesta sería una serie de nuevas preguntas. ¿Habrá ciudad en este siglo? ¿Seguirá siendo éste el ámbito preferido por el hombre? Ya hay algunos indicios que nos permiten inferir que el crecimiento que hasta hoy ha experimentado la ciudad será, por lo menos, distinto. Tal vez no desaparezca, pero creo que se transformará en otra cosa, especialmente en Latinoamérica, donde la polarización entre la riqueza y la pobreza hace imposible la convivencia de todos bajo el mismo techo. Y el hecho de no tener contención social hace ver el nuevo modelo en su forma más descarnada.
Este ya no es el mundo que vio surgir las máquinas y el obrero, un mundo en el cual la arquitectura techó y cosificó un medio diverso. Ella, que hasta el momento se dedicaba a manifestar el poder, la fuerza, los Dioses, cambió su mirada para ocuparse, por medio de la forma, de convocar, conducir y organizar los grandes espacios de encierro que contienen las actividades del hombre. El nuevo modelo encuentra en la arquitectura como técnica del estar, la principal herramienta. De la mano de la sociedad industrial hace su entrada la democracia moderna y con ella surge un nuevo personaje: el ciudadano, quien es el único capaz de provocar manifestaciones urbanas y lo que entendemos como espacio público.
Con la aparición de la máquina algunas necesidades cambian; la seguridad, por ejemplo, deja de ser un bien personal para erigirse en un bien común (se comprende -lo que no es poco que la única manera de obtenerla es dándola). La lección de la peste es por fin aprendida: el poderoso aislado, preocupado por su propio bienestar, no puede evitar su inclusión en la lista de hombres muertos.
La fábrica es la forma de la vida. Unida a la figura de la fábrica, la gran metáfora de la época es la recta ya que, al ser el camino más corto entre dos puntos, supone la concreción del sueño de la era industrial: ahorrar energía.
Pero hoy ya no somos los que éramos: las utopías fracasaron y resultó que el progreso no estaba al servicio del hombre. Sin embargo, ante circunstancias tan diferentes, seguimos produciendo con ideologías fundadas hace más de un siglo. Ahora sabemos que la máquina sólo reemplazó al músculo. Hoy de lo que se trata es de trasmitir información, con lo cual la recta ya no asegura los mismos resultados. Entramos en estructuras laberínticas donde dos puntos vecinos pueden estar muy cerca o muy lejos. Otros espacios, otros tiempos; ya no otro mundo: estamos frente a otra cosa.
Si hasta el momento la máquina permitió modificar la realidad, hoy las nuevas tecnologías crean la realidad. En síntesis: esta transformación de los modos de producción ocasionada por las nuevas tecnologías, implicará cambios profundos en los contextos de interpretación simbólica y una total redistribución de los espacios geográficos, políticos, sociales, económicos.
Lo que está sucediendo hoy se opone radicalmente a los principios constructivos en los que se fundó el mundo moderno. Es evidente que asistimos a su deconstrucción. Se terminaron el capitalismo de bienestar, los socialismos justos, la idea de progreso. Y aún más importante: el trabajo ya no le agrega valor al producto, perdiendo con ello una herramienta importante en la construcción del ser social.
Las consecuencias espaciales que provocará esta irrupción tecnológica son difíciles de prever, aunque ya se manifiestan algunos cambios. Sin duda, ésta afectará no sólo el hábitat sino también los grandes espacios donde hoy funcionan los individuos. Las actividades del hombre se alejan de las estructuras jerárquicas que actúan por función y se incorporan a la red multimedia que se conecta punto a punto sin respetar jerarquías. El ciudadano deja de ser tal para convertirse en un nómade virtual que cabalga en las redes de Internet.
Si resultara que en un futuro próximo no fueran necesarios espacios específicos para el desarrollo de las actividades del hombre, éstas desaparecerán como visibilidad, como espectáculo, perdiendo sentido la estructura urbana que hasta el momento ha sido su gran escenario.
Un creciente fenómeno de difusión pone en peligro la centralidad, y sin centralidad no hay ciudad (algo que ya estamos padeciendo por aquí). Habrá que buscar nuevas respuestas porque los problemas son otros. O bien, hay que plantear de nuevo el problema. En este modelo sólo sobrevivirán aquellas ciudades que tengan gran centralidad. Hoy asistimos al vaciamiento de los centros de las ciudades latinoamericanas por diversos factores. Si miramos a nuestro alrededor notaremos que se está vaciando el centro. Diferentes actividades -la bancaria, por ejemplo-, se alejan caminando rumbo a Internet, dejando abandonados importantes edificios y empleados desamparados.
Los grandes complejos comerciales eliminaron los pequeños negocios que son los que revitalizan la calle, el primer espacio público. Por esto hoy la localización de actividades es más importante que en otras épocas. Los barrios cerrados, que algunos ingenuamente adoptan por seguridad (pensando que cuando el barco se hunda se van a salvar porque viajan en primera), atentan contra el hecho urbano (en el mejor de los casos), instalando una práctica medieval. Nuestra disciplina no puede, por sí sola, aportar respuestas a este nuevo mundo. Las pistas para encontrarlas habrá que buscarlas en la economía, en los modos de producción y en una política capaz de contener el modelo y hacerlo viable para la mayor cantidad de gente posible, tal como la democracia supo hacerlo con la Revolución Industrial. Sólo así recuperaremos los valores de Igualdad, Fraternidad y Libertad que iniciaron esta gran aventura que nos convirtió en ciudadanos. Éste creo que es el punto. El gran reto hoy es crear ciudadanía.
Como arquitecto, me siento como aquel herrero que a principios del siglo pasado hacía lo que sabía hacer: mortificar el yunque para optimizar las herraduras de los caballos, reforzar los rayos para mejorar el rendimiento de las ruedas del carruaje, sobar los arneses. Lo que no sabía este hombre es que en alguna parte ya había nacido Henry Ford. A diferencia de nuestro pobre herrero, tenemos una ventaja: hoy sabemos que Bill Gates ya está entre nosotros. Y vino para quedarse.
Rafael Iglesia, noviembre de 2003
Si tuviese que empezar de nuevo yo sería escritor, estudiaría filosofía, literatura, o algo así. Porque la arquitectura me parece que es una profesión bastante intrascendente. Lo que hacemos nosotros es intrascendente. Por eso me hubiera gustado dedicar mi vida a otra cosa".
De manera casi desafiante expresó Rafael Iglesia.
Los reconocimientos y los viajes caracterizaron la última etapa de la carrera del arquitecto rosarino, quién llevó durante este año sus pensamientos y obras a facultades de arquitectura de México, Ecuador, Perú, Colombia, Noruega y los EE.UU.
"Tuve 20 vuelos internacionales en 40 días y terminé muy estresado. Lo que me pasó es que estaba aceptando todo lo que me ofrecían, y me pasé de revoluciones. Ahora voy a seleccionar más detenidamente los viajes", explicó en un momento de la entrevista.
El extendido reconocimiento que se viene gestando en torno a la producción de Iglesia, es en los últimos años. "Todo lo que me está pasando debería haberme sucedido diez años antes", reconoció, y agregó: "pero en realidad yo empecé tarde. Recién a los cuarenta años comencé a hacer cosas diferentes, a pensar de otra manera".
"Uno de los problemas que tenemos los arquitectos es que nos estamos mirando demasiado entre nosotros y de esa manera todo es igual. Quizás por eso, cuando hago algo parece novedoso o una genialidad. Pero en realidad es una cosa primitiva que hace mucho que no se hace, nada más".
¿Porqué considera que la arquitectura es intrascendente?
"Es que no cambiamos nada. Fue trascendente en el siglo veinte cuando cumplió un rol social, pero en el medioevo era como ser un pintor, el pintor de la foto, como la prostituta de la corte. Y creo que vamos hacia eso, a satisfacer un cliente. No a plantear problemas", sentenció el arquitecto de Rosario.
"Hoy el edificio es secundario, por eso en los nuevos paradigmas digo que la arquitectura es intrascendente. Se agotó el modelo del siglo pasado, y no hay nada superador, ninguno va más allá que la segunda línea del movimiento moderno. Se llegó a un punto límite. Por eso yo voy para atrás buscando alguna cosa diferente como para seguir avanzando".
Agregó además que "lo mejor ya pasó en arquitectura, por ahí queda alguna rendija que es lo que yo estoy buscando, incluso lo que hago no sé si es arquitectura. Quizá está más cerca de la escultura o de cualquier otra cosa. Voy tratando deliberadamente de no cumplir con las leyes de la arquitectura. Cuando hago una mesa con cuñas, lo que hago es hacer pesado lo liviano y viceversa, o sea lo contrario de lo que hace la arquitectura".
"Pero por otro lado estoy haciendo una mesa que es una palanca, y entonces digo que no hay nada más modernista que una máquina. Pero lo mío es un trabajo de contradicciones, que me parece es lo que me permite crecer".
"Yo empecé tarde. No sé como sigue esto. No sería descabellado que el año que viene me dedique a otra cosa. Me gustaría vender autos, que sé yo. Pero quizá también lo digo como ese tipo que se queja de la mujer, y no puede vivir sin ella".
"Está en realidad faltando una teoría filosófica que contenga al modelo actual, que conviva con la nueva tecnología, así como la democracia sostuvo a la revolución industrial.
En cambio ahora no está ese acuerdo entre los hombres para saber como contener a la tecnología.
Por ejemplo, se puede clonar a una persona y tenerla en un depósito para usarla cuando haga falta.
Pero eso está bien o está mal, todavía no lo tenemos definido.
Ahí es donde yo digo que está faltando ese nuevo cuerpo de ideas que le de sustento a lo que está pasando", señaló Rafael Iglesia.
Buenos Aires está sufriendo la falta de buenos arquitectos, porque ellos vivieron el movimiento moderno como una cosa estética, como un estilo, de la ética ni se acordaron.
En Brasil, por ejemplo es diferente, ellos ideológicamente son comunistas y encontraron relación entre la ética y la estética".
Por otra parte confesó "leo mucho a Borges, para mí es el mejor arquitecto.
Da unas nociones espaciales impresionantes. Construyo conceptos a partir de él, aunque parezca increíble. Agarro una frase de él y la trabajo".
Centralidad
"Cuando un avión para en Rosario bajan 15 personas, en cambio en Neuquén bajan 100. Una ciudad tiene atracción y centralidad cuando pasa esto: una importante cantidad de gente que entra y que sale".
A pesar de que trasciende en los medios nacionales el gran momento de la primera ciudad santafesina, Iglesia, fiel a su estilo irreverente, afirmó: "Rosario no tiene nada de esto. Tucumán, por ejemplo, tiene más centralidad que nosotros".
En otro momento el reconocido arquitecto señaló que "el grupo R tuvo mucho que ver en el desarrollo que tuvieron los arquitectos en Rosario, pero además entiendo que las cosas más importantes están pasando en las ciudades más chicas, porque hay más tiempo para pensar. Tiempo y la perspectiva. Es mejor analizar las cosas desde afuera".
Sin influencias
Consultado sobre su relación con el otro arquitecto Rafael Iglesia, el profesional del Grupo R explicó su primera experiencia como estudiante y el castigo que sufrió por "portación de nombre".
"Cuando iba a rendir Historia de la Arquitectura me dijeron que tenía el mismo nombre del entonces nuevo titular de la cátedra. Y yo, ingenuamente, respondí ah, sí, mi tío".
"Cuando salí del examen pensé, un cuatro saco seguro. Pero pasó lo contrario me mataron, uno creo que me pusieron. Estaba con tanta bronca que les dije, no me importa total después me toma mi tío".
Cuando él vino le contaron que me aplazaron mal porque creyeron que me estaba haciendo el vivo con el nombre", recordó Iglesia jocosamente.
La pregunta casi obligada tuvo como respuesta: "mi tío no tuvo nada que ver con mis estudios de Arquitectura, yo estudié eso como podría haber estudiado cualquier otra cosa", confesó.
El otro Rafael Iglesia, con una trayectoria importante en nuestro país, formó parte, junto con Fracchia, Gigli y otros, del estudio Onda Arquitectura, uno de los máximos exponentes del movimiento de las Casas Blancas de principios de los años 60, que tuvieron como protagonistas a Claudio Caveri y Víctor Pelli.
“Es necesario proyectar no para el que esta acá, sino el que esta enfrente y el que vendrá. Todo se debe pensar en pos de cómo puede ser mejor. Todo tiempo pasado fue peor porque cada vez estamos mejor. Escribo para recordar y leo para recordar lo que debo olvidar… El futuro es el pasado de sí mismo. Tenemos la conciencia de nuestra finitud pero no nacimos para no continuar.
Se puede definir la arquitectura desde la vida. La arquitectura es dar y la vida misma es dar. Para mi la arquitectura es un juego, a veces, me gusta el juego de contradicciones, es algo que encontré. La arquitectura es como la relación inicial del hombre con la mujer, para que pase algo interesante es importante aprender a perderle el respeto. Hacer arquitectura es mejorar la vida a la gente, salvo cuando diseñás tumbas”.
“Internet nos está alejando, hay que recuperar el encuentro social”
Por: Aníbal Fucaraccio
Rafael Iglesia continúa cosechando reconocimientos, tanto a nivel local como internacional. La rotunda vigencia de sus conceptos lo sigue ubicando como uno de los principales referentes de la arquitectura latinoamericana. Ocurrente. Analítico. Metafórico. Siempre actual por la elaboración de sus respuestas, y por su capacidad de dar vuelta conceptos preestablecidos.
Este profesional rosarino por opción participó el mes pasado del evento America[no] del sud en Paraguay y fue distinguido junto a dos premios Pritzker (el máximo reconocimiento internacional en arquitectura), el brasileño Paulo Mendes da Rocha (2006) y el suizo Peter Zumthor (2009), con el Doctor Honoris Causa de la Universidad de Asunción (Paraguay).
En un encuentro en el que se pusieron en valor el compromiso y la función social que debe perseguir la disciplina, Iglesia remarcó que, a contramano de las distancias que imponen las nuevas tecnologías, “me parece que hay que recuperar el encuentro social porque internet nos está alejando. La arquitectura debe buscar más puntos de contacto, más lugares de encuentro y conexión, en los que la figura del otro sea mucho más importante”.
En ese sentido, advirtió que “las construcciones son cada vez más cerradas, las calles se van quedado vacías y la verdadera revolución ahora se está desarrollando dentro de la casa, no afuera”.
Y explicó: “Antes mi papá sabía todo, era un genio. Ahora es un tonto y no entiende nada porque no sabe entrar a You Tube. La tecnología nos está alejando. Internet provoca que la gente se encierre en su casa, se aísle y no circule. Y eso atenta contra el funcionamiento que debe tener la ciudad, hay que cambiarlo”.
Pero aclaró, “yo no estoy en contra de la evolución, tampoco en contra de la tecnología, sólo creo que hay que aprender a usarla. Me parece que todavía no nos dimos cuenta de los efectos que causa sobre nosotros. El escenario cambió mucho, y va a seguir cambiando”, aseguró.
El arquitecto subrayó que “el diseño debe adaptarse a las nuevas estructuras familiares y no deben cerrarse sólo a familias tipo”. Y además, apuntó que “el capitalismo generó necesidades no resueltas, y la arquitectura, como disciplina, debe aparecer como una herramienta que pueda establecer armonías entre el ser humano, la naturaleza y los avances tecnológicos”.
El tiempo. Iglesia se autodefine como “producto de la literatura y la experimentación”, y desde esa posición siempre pondera el aura cautivante de Jorge Luis Borges. Incluso lo posiciona como el “mejor arquitecto” que conoció.
“El predecía internet porque siempre hablaba del futuro. El libro es un fenómeno de tiempo y espacio muy complejo, y lo manejaba a su gusto”, aseguró.
En relación a las nociones de futuro, mostró una visión claramente optimista.
“Yo creo que el hombre avanza siempre. Y que todo tiempo pasado fue peor, porque cada vez estamos mejor. El futuro es el pasado de sí mismo”, afirmó sin dudar.
Fiel a su agudo espíritu inquisitivo, Iglesia juega con los conceptos. Observa, los trabaja y los muestra de otra manera. Aporta una nueva perspectiva. Ingeniosa y propositiva.
“Yo digo que hay que dejar para mañana lo que podés hacer hoy, porque mañana seguro se puede encontrar más barato. Mañana el celular va a estar más barato. Buscás hoy, y es caro”.
"Para mí se puede definir la arquitectura desde la vida. Me gusta su juego de contradicciones y riesgos. La arquitectura es como la relación inicial del hombre con la mujer, para que pase algo interesante es importante aprender a perderle el respeto”, bromeó.
Más allá de su predilección por los libros, el Rafa, así lo conocen todos en su ambiente, confió que ahora no está leyendo tanto.
“Es que estoy tratando de interpretar de otra manera: leo la parte en blanco, entre párrafo y párrafo, y ese ejercicio me permite reflexionar sobre lo leído para aceptarlo o cuestionarlo”.
Nuevos paradigmas. Para Iglesia, hay que modificar los esquemas habituales de organización. Y se pregunta: “¿Por qué no hacen los autos más seguros, en vez de más rápidos?”. A lo que se responde rápidamente: “Lo que pasa es que la modernidad nos puso la velocidad como paradigma. Entonces debemos encontrar nuevos paradigmas. Hay que entender que lo importante no es llegar antes, lo importante es llegar”.
Asimismo, propone correrse de los cánones de la formalidad y tomar “valores” para atreverse al riesgo.
“Nos equivocamos porque arriesgamos, pero el riesgo es bueno ya que nos permite avanzar. En mis obras, siempre hay riesgos. Yo encuentro, pero no busco nada”, señaló.
Posando su lente sobre la ciudad, Iglesia sorprende con algunas de sus lecturas urbanas.
“En Rosario la mejor esquina es la del bar Pasaporte (Maipú y Urquiza), y está todo mal. Las sombrillas están al revés, los árboles en cualquier lado, sin embargo es la mejor esquina. Con el ensanche de una vereda, se generó un interesante punto de encuentro”, aseguró.
La seguridad. Este reconocido profesional advierte un importante padecimiento común en la parte sur del continente.
“La inseguridad es un problema grandísimo que estamos teniendo. Sin dudas, es el flagelo más grande en toda Latinoamérica”.
“Antes, en el Movimiento Moderno, las casas tenían barandas. Ahora tenemos que poner rejas. Ya no se concibe una casa sin rejas”, graficó.
“La inseguridad es un fenómeno realmente muy complejo y no se resuelve sólo con más policías”, afirmó Iglesia, quien lanzó una frase sugerente, de carácter integral, que ofrece como un esbozo, para comenzar a buscar un camino de solución.
“Yo digo que si tu vecino tiene trabajo, tiene educación y tiene cultura, vos estás más seguro. Me parece que pasa por ahí la cuestión”.
Y, como factor de recuperación urbana, destacó que “hay que ocupar el espacio público. La gente tiene que usar esos espacios, utilizar las veredas la mayor cantidad de tiempo posible. Por eso no tengo dudas de que la arquitectura debe tender a la función social. A crear espacios de encuentros, de movimiento, de interrelación. Y esto puede ayudar a curar las severas cuestiones de inseguridad que se sufre en esta parte del mundo”, consideró.
De esta manera, Iglesia muestra que mantiene el vigor de su ojo crítico. Que sigue provocando, movilizando inquietudes, formalizando advertencias. Siempre bajo una visión entusiasta, comprometida y propositiva. Un don inagotable que le permite seguir luchando y señalando caminos. Con mucha autoridad.
Foto: Gustavo de los Rios, La Capital
Fuentes: Diario Rio Negro, arqa.com, La Capital