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miércoles, 24 de marzo de 2010

24 de marzo: Un día para ejercitar la memoria

Hubo un tiempo en que nos fijábamos en las hojas secas
en el muro de ceniza y en la noche descalza
y en la luna pálida de tantas destrucciones
y así apostábamos a la melancolía
inconscientes de que ése no era aún nuestro percance
faltaban temporadas de sistemática pobreza
laberintos privados y tristezas de medio pelo

el calvario era ajeno y quedaba lejos
el tamaño de la pena era tan módico como el deleite
nuestros dientes de hambre y nuestras lenguas en celo
funcionaban sin prisa pero funcionaban

las primaveras se nos iban de entre las manos
mirábamos el horizonte sin saber qué pedirle
el crepúsculo se henchía de gallos azules
y el aire era enigmático corno un viejo sabiondo

pero una madrugada forzaron las puertas
nos allanaron el desván y la memoria
decidieron por nosotros en mitad de la duda
nos quitaron los fantasmas y los papeles
levantaron un cepo de palabras
y un corral de miedo donde abandonarnos

nos suspendieron el derecho a la tibieza
borraron los presagios con el odio
nos despojaron de la lluvia verde
y del silencio gratis y del amor cribado
nos cortaron en dos con un hacha de invierno

de ese modo tan turbio nos fue revelado
que en realidad no habíamos trajinado por el tedio
sino que éramos inadvertidamente felices
no esplendorosa sino pasablemente ávidos
de amparos lechos soledades perdones

de ese modo tan impropio nos fue dicho
que cualquier otro quebranto era menos que este azote
y tuvieron que aparecer túneles y máscaras y
trampas para que echáramos de menos el letargo cotidiano
las venas de los árboles el caballo a contraluz

¿habremos aprendido el catecismo del rencor
o la rabia se nos irá cayendo como escamas?
¿recordaremos siempre no olvidar o las franjas de inquina se nos irán pudriendo?
¿almacenaremos para nunca los aborrecimientos
y los sacaremos de la troya a perdonazos?

es claro que ni el rayo ni el rocío tienen prisa
desahucios y bienvenidas esperan su turno
por algo estamos listos para empezar desde cero
y nadie se arrodilla sobre los pámpanos caídos

vamos a merecer cada centímetro de augurio
vamos a abrir caminos a los sobrevivientes
sin guirnaldas pero con respuestas
flamantes y accesibles

vamos a reponer lo mucho que perdimos
vamos a aprovechar lo poco que nos queda.

Ceremonias - Mario Benedetti

martes, 19 de mayo de 2009

Mario se comprometió hasta jugarse el pellejo

La despedida de Daniel Viglietti de su maestro y amigo, Mario Benedetti:
Hacía tiempo que Mario venía teniendo problemas de salud serios, pero siempre lograba superarlos. Fue internado varias veces y lograba salir, la última fue muy dura y sin embargo salió. En los días posteriores había como un cierto repunte en sus gestos. El siempre mantuvo su sonrisa, esa que reaparecía dos por tres. Era completamente optimista, por algo escribió
"La defensa de la alegría", que es un monumento a la fuerza para oponerse a la tristeza, a la muerte.
He tenido por sobre todo el dolor de perder un amigo muy esencial y alrededor de eso, lo que compartimos todos, el gran poeta, el novelista, el cuentista, el ensayista, el autor de letras para canciones, alguna época de periodista. Y todo eso inseparable del ser humano, porque esa unidad entre lo ético que él encarnaba y lo estético que él producía fue muy entera. Y todo eso de una manera sobria, de un perfil tranquilo, modesto, de gente sencilla. Cuando tenía que ubicar a alguien desubicado o enemigo, tenía la energía y carácter para hacerlo, pero en su vida habitual, en sus actuaciones, en sus recitales de poesía, en las entrevistas que concedía era siempre muy humano, muy sencillamente humano.
Estamos viviendo el abrazo multitudinario y calladito de la gente uruguaya a Mario. Y de lejos es como si escucháramos otros silencios, otros abrazos, otros encuentros, otras esperas, otras vigilias, otro secarse los ojos para leerlo después. Eso puede estar ocurriendo en México, en Argentina, en España, en tantas partes, puede estar ocurriendo en Dinamarca donde una vez salió una traducción por radio de "Pedro y el capitán", en su faz de dramaturgo. Puede estar sonando en una canción de Favero, por aquí o por allá, de Joan Manuel que le dedicó un disco entero y con quien me comuniqué y sé que lo ha sentido mucho.
También existe la sensación de sentirse discípulo. Somos una cantidad de discípulos fuera y dentro del quehacer artístico. También fuera. Discípulo de una moral, de una coherencia, de una lealtad a los principios en lo que Mario siempre fue muy firme.
El recuerdo de amistades que él tuvo, muy impactantes y que dejó registradas, para que nadie pueda decir se habla por hablar, o versiones epidérmicas. El dedicó un poema a Raúl Sendic porque había sido su amigo, y dedicó un poema a Zelmar Michelini porque había sido su amigo. Y a otros, sin duda. Tuvo otros referentes muy importantes en su vida, en su momento Líber Seregni. Y hay que recordar la confianza que él depositó en el cambio político del Uruguay a partir de la asunción del gobierno del Frente Amplio.
Su sentido agudo de la observación para los pasos que se daban. Siempre fue muy constructivo. Siempre puso por delante la confianza en el ser humano, a pesar de que tuvo decepciones. También las tuvo en su período político, en aquel, por entonces legítimo 26 de Marzo. Después hubo todo lo que pasó, y él descubrió, de alguna manera, que su rol esencial no era el político, era el cultural, el creativo. Creo que fue un acierto suyo. Pero a mí me importa que también pasó por lo político, que se jugó el pellejo, porque estuvo comprometido seriamente con la lucha, con cambiar un Uruguay que algunos ahora, equivocadamente, nos mienten que tenía algo ideal. Entonces, él que sentía que no y que había que cambiarlo, había que cambiar aquella democracia tan imperfecta y tan llena de fallas progresivas, fallas que iban creciendo del pachecato para adelante, que es donde empieza una dictadura de hecho; él se comprometió.
Por eso tuvo que irse, por eso el exilio. Perú primero, de donde si no recuerdo mal lo expulsan, lo persiguen. Después Cuba, donde desarrolló un trabajo amoroso en Casa de las Américas. Yo lo encontré allá y era ya un referente, amigo de Haydée Santamaría, de Roberto Fernández Retamar, admirador profundo del Che, abrazado con Fidel cuando le dieron la Orden con que lo distinguieron en Cuba.
Y en tantas partes que estuvimos, siempre colas de gente para oír sus poemas, muchísimos jóvenes. Lo vi en los países que mencioné, lo vi en Argentina, lo vi en México, lo vi en España, todos esos lugares en que actuamos juntos y entonces yo fui testigo, testigo de lo que hacía solo. Con sus solitos poemas convocaba multitudes y se sentía que era alguien entrañable para la gente.
Y muchas veces las respuestas al hombre y al creador llegaban de afuera. Por la naturaleza nuestra todo es un poquito más lento, más tardío, más como de rumiar las cosas, igual después llegaba acá. Le llegó el reconocimiento. Llegó y él lo pudo vivir en plenitud. Pero fuera de fronteras fue increíble lo que pasó y lo que va a seguir pasando con su lectura, porque no es una simple metáfora recurrente que sigue vivo en su obra, es que sí, es que va a vivir en su obra porque ella tiene esa doble dimensión de lo estético y lo ético. Hay para elegir, es una obra voluminosa. Lo siento como un semillero, como semillas que se van a desparramar y que los trabajadores de la cultura tenemos el desafío que nos deja Mario de seguir, seguir sembrando sus ideas, sus sentimientos, sus éticas, sus aventuras con la palabra. Supo jugar mucho con la palabra, también fue un juguetón, tuvo humor, tuvo ironía, hasta fue dibujante en una época.
Tuvo amigos entrañables, ya he nombrado los amigos de la lucha pero también podría agregar amigos como Idea Vilariño a quien acabamos de perder, como Eduardo Galeano. Además, nunca se pudo respirar en él una cosa de competitividad o de narcisismo. No hay que idealizar a nadie en el momento del adiós pero yo creo que, en este caso, Mario era un ideal en sí mismo. No tenía miedo a los diminutivos, no cifraba el tamaño y la cantidad para expresar su amor, quizás porque había aprendido que en este país tan sufrido y tan esperanzado a la vez, las cosas son así, muy como era él, a veces sin ruido, sin gestos, a veces calladamente como se fue. Así se fue, así se fue.

Fuente: Diario La República

domingo, 17 de mayo de 2009

Mario Benedetti, el escritor que asumía la vida como inmortal

"Hay que vivir como si fuéramos inmortales". Mario Benedetti
"Te dejo con tu vida, tu trabajo, tu gente, con tus puestas de sol, y tus amaneceres. Sembrando tu confianza, te dejo junto al mundo, derrotando imposibles, segura sin seguro.
Te dejo frente al mar, descifrándote sola, sin mi pregunta a ciegas, sin mi respuesta rota.
Te dejo sin mis dudas, pobres y malheridas, sin mis inmadureces, sin mi veteranía.
Pero tampoco creas, a pie juntillas todo, no creas nunca creas, este falso abandono.
Estaré donde menos, lo esperes, por ejemplo, en un árbol añoso, de oscuros cabeceos.
Estaré en un lejano, horizonte sin horas, en la huella del tacto, en tu sombra y mi sombra.
Estaré repartido, en cuatro o cinco pibes, de esos que vos mirás, y enseguida te siguen.
Y ojalá pueda estar, de tu sueño en la red, esperando tus ojos, y mirándote."
Así se despedía Mario Benedetti en "Chau número tres". El escritor uruguayo reflexionaba sobre la relatividad de la ausencia. Como legado nos deja sus palabras en decenas de escritos.

El escritor uruguayo venía sufriendo quebrantos de salud y estaba en su domicilio de la capital uruguaya al momento de morir. Hace once días había sido dado de alta del hospital.

Benedetti murió a causa de una enfermedad intestinal crónica que padecía y que en el último año y medio habían obligado a internarlo en el Hospital Impassa de Montevideo.
El escritor deja tras de sí una rica obra, en la que sus más de 80 novelas, ensayos, cuentos y poemarios muestran el compromiso social y la coherencia de alguien que creyó "en la vida y en el amor, en la ética y en todas esas cosas tan fuera de moda".
"Él siempre dijo que se sentía más poeta que otra cosa", señaló la biógrafa del escritor, Hortensia Campanella, cuando presentó hace unos meses el libro "Mario Benedetti. Un mito discretísimo", con el que trazó la trayectoria de uno de los mitos de la literatura hispanoamericana del siglo XX y quizá la conciencia poética de todo un continente.
Esa poesía se convirtió en el único báculo para afrontar sus últimos años, tras la muerte en 2006 de su esposa, Luz López, su compañera desde hacía más de seis décadas y su mejor crítico.
La de Benedetti ha sido "una vida que ha ido persiguiendo la utopía y que por eso mismo ha encontrado en la poesía su mejor expresión, o por lo menos, la más querida, la más auténtica", señala Campanella.
Joan Manuel Serrat, Daniel Viglietti, Pedro Guerra, Rosa León, Juan Diego o Nacha Guevara son solo algunos de los cantautores que han puesto música a los versos de Benedetti.
La poesía, decía Benedetti, es "un altillo de almas", un "tragaluz para la utopía" y "un drenaje de la vida/ que enseña a no temer a la muerte".
Te dejo con tu vida, tu trabajo, tu gente, con tus puestas de sol y tus amaneceres. Sembrando tu confianza, te dejo junto al mundo, derrotando imposibles, segura sin seguro (...) Pero tampoco creas a pie juntillas todo. No creas, nunca creas,
este falso abandono. Estaré donde menos lo esperes. Por ejemplo, en un árbol añoso de oscuros cabeceos. Estaré en un lejano
horizonte sin horas, en la huella del tacto, en tu sombra y mi sombra (...)
Fue también el martillo que le permitió forjar una carrera literaria compaginada con las profesiones más diversas: currante en un taller de automóviles, taquígrafo, cajero, vendedor, contable, funcionario público, traductor y periodista, antes de dedicarse a lo que más quería.
"Cuando tengo una preocupación, un dolor o un amor tengo la suerte de poder transformarlo en poesía", afirmaba.

Títulos como aquel primerizo "La víspera indeleble", sus "Poemas de la oficina", el oriental y tan uruguayo "Rincón de Haikus", los grandiosos tres "Inventarios" o las "Canciones del que no canta" se vieron coronados el año pasado con su último poemario, "Testigo de uno mismo".
Este libro vino a ser "un poco el resumen de una carrera poética extraordinaria", con todos los grandes temas de la poesía universal desbordando sus páginas, como dijo la novelista Sylvia Lago.
Además, en esta obra presentía ya el final de sus días, sin tapujos, a la vez que insistía en la soledad sin su amada Luz y con un mundo reducido: "Acontece la noche y estoy solo/ cargo conmigo mismo a duras penas/ al buen amor se lo llevó la muerte/ y no sé para quién seguir viviendo".
La poesía dejó también mucho espacio para la prosa en la obra de Benedetti y así su principal novela, "La tregua", es uno de los faros de la literatura del continente, con más de 140 ediciones en 20 idiomas desde su publicación en 1960.
También dedicó tiempo a los cuentos, en los que "cada palabra tiene valor por sí misma" y, sobre todo, "tienen que ver con los sentimientos", como explicó en 1998 en un Taller de Literatura de la Casa de América de Madrid.
El cuento "es el género más gratificante, tanto para el autor como para el lector", pues "desde tiempo inmemorial a las personas les gusta que les cuentes cosas, y a algunos nos gusta contarlas", decía el autor de "Geografía", "La vecina orilla" o "Montevideanos".
Tanto la prosa como la poesía de Benedetti fueron reconocidas con amplitud y así lo corroboraron galardones como el Premio Reino Sofía de Poesía Iberoamericana (1999), el Iberoamericano José Martí (2001) y el Menéndez Pelayo (2005).
En su última aparición pública, en diciembre de 2007, Benedetti fue condecorado con la Orden Francisco Miranda por el presidente venezolano, Hugo Chávez, en la Universidad de la República del Uruguay, aclamado por los cientos de estudiantes que reconocían en el poeta a su bardo nacional.
Chávez reconoció al autor de "Gracias por el fuego" como un icono de la izquierda latinoamericana, por ese compromiso social que reflejó en su vida, con su exilio durante la dictadura uruguaya en Argentina, Cuba y España, y, sobre todo, en su obra.
"La conciencia es la única religión", llegó a decir este crítico de la "gran hipocresía que rige toda la vida política" y de la globalización, a la que llamó "una dictadura indiscriminada, que cada vez conduce más al suicidio de la humanidad".
En declaraciones a EFE en junio de 2002, Benedetti explicaba que si bien "los poetas no tienen capacidad de influir sobre los Gobiernos", sí "llegan al ciudadano de a pie, y a veces sirven para esclarecer una duda, para dar una tímida respuesta a una pregunta que tiene alguien".
"Cuando me entierren, por favor, que no se olviden de mi bolígrafo..."

Con aportes de la Agencia EFE
, Foto: AFP

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