viernes, 4 de julio de 2025

Carolina Moisés asumió la presidencia de la Comisión de Medios en el Senado y propuso defender la libertad de prensa

La senadora jujeña asumió al frente de la Comisión de Sistemas, Medios de Comunicación y Libertad de Expresión en la Cámara alta. Cuestionó al Gobierno por los ataques a periodistas y reclamó un debate urgente sobre medios públicos, inteligencia artificial y ética periodística
La senadora jujeña Carolina Moisés asumió esta semana la presidencia de la Comisión de Sistemas, Medios de Comunicación y Libertad de Expresión del Senado, y marcó el inicio de su gestión con un mensaje político firme: planteó la necesidad de defender activamente la libertad de prensa frente a los ataques que —según denunció— sufren periodistas por parte del Gobierno nacional.

"Hay periodistas que están siendo atacados simplemente por pensar o expresarse diferente. Es nuestra responsabilidad institucional defender esos derechos", expresó durante la primera reunión de la comisión.

En su discurso, Moisés propuso una metodología de trabajo legislativo para ordenar el tratamiento de proyectos en estado parlamentario, e hizo un llamado a "formar un equipo sólido" que permita avanzar con iniciativas concretas.

"Preparamos carpetas para todos los miembros con los expedientes vigentes, para que cada senador pueda identificar los temas que más le interesan. La idea es coordinar con los asesores y generar un debate sustantivo en la comisión", explicó la legisladora que integra el bloque Convicción Federal dentro del interbloque Unión por la Patria.

Cuatro ejes para legislar
La senadora planteó que la comisión deberá tendrá: "Una tarea fundamental en la vida democrática argentina y debemos legislar en base a cuatro derechos que siempre deberían estar en equilibrio: la libertad de expresión, la libertad de prensa, la de empresa y el derecho a la información.

"Estos cuatro principios deben estar en equilibrio. En un contexto de crisis institucional y de discursos polarizantes, nuestro rol es garantizar que esos derechos sean protegidos por la ley", señaló.

También destacó que, en la actualidad, la comunicación se ha transformado en un actor central del sistema democrático: "Hoy, además de los tres poderes del Estado, la comunicación constituye un poder real que incide directamente en la construcción de la voluntad soberana del pueblo".
Medios públicos e inteligencia artificial, en la agenda
Moisés mencionó como prioridad el análisis de la situación de los medios públicos, tras el cierre de la agencia TelAm, la reducción de la TV Pública y el deterioro del rol federal de Radio Nacional.

"Radio Nacional no solo distribuye información: históricamente fue un espacio de producción de voces en todo el país. Llega a la Puna, a la Patagonia, a cada rincón. Esto no puede desaparecer sin debate parlamentario", advirtió.

También propuso avanzar en la discusión de una regulación sobre inteligencia artificial, un tema que, según indicó, aún no ha sido tratado con la profundidad que requiere en el Congreso.

"Necesitamos una ley moderna, seria y con participación de especialistas. El impacto político de la inteligencia artificial es enorme y no puede quedar fuera de nuestra agenda."

Llamado a legislar con responsabilidad
Por último, Moisés se refirió a la crisis de los sistemas tradicionales en la era de la comunicación —partidos políticos, medios y periodismo— y abogó por discutir también una ley de ética para el ejercicio periodístico. "Hoy hay periodistas con gran influencia que tienen baja densidad profesional, mientras otros sufren ataques solo por opinar distinto. Así como existe una ley de ética pública para los funcionarios, deberíamos debatir una ética profesional para quienes ejercen un rol social tan fundamental como el periodismo", sostuvo Moises.

La senadora cerró su intervención con un llamado al trabajo colectivo: "El desafío es enorme. Estoy muy entusiasmada. Les agradezco y me gustaría que formemos un gran equipo para que las iniciativas de los senadores y senadoras puedan debatirse y transformarse en herramientas concretas para la sociedad argentina".

El Gobierno prorrogó la intervención del ENaCom y profundiza el control sobre medios y telecomunicaciones

A través del Decreto 448/2025, publicado hoy en el Boletín Oficial, el Gobierno Nacional oficializó una nueva prórroga de la intervención del Ente Nacional de Comunicaciones (ENaCom) hasta el 4 de enero de 2026. La medida, firmada por el presidente Javier Milei y el jefe de Gabinete Guillermo Francos, extiende el mandato del interventor Juan Martín Ozores, quien continuará ejerciendo plenas facultades como única autoridad del organismo.

La intervención del ENaCom fue dispuesta por primera vez el 26 de enero de 2024 mediante el Decreto 89, y prorrogada en julio de ese mismo año por el Decreto 675. Con esta tercera extensión, el Ejecutivo acumulará dos años de control directo sobre el principal regulador del sistema de medios y telecomunicaciones del país, apartándose del modelo plural y colegiado previsto en las leyes vigentes (26.522 y 27.078), que establecen una conducción institucional a través de un Directorio con representación parlamentaria.

Según los considerandos del nuevo decreto, el Poder Ejecutivo justifica la continuidad de la intervención por "la necesidad de culminar el proceso de reorganización, auditoría y adecuación estructural" del organismo. El texto menciona "falencias estructurales", "superposición de competencias" y "discrecionalidad en el manejo de fondos" como motivos para seguir con un esquema excepcional de conducción, y anuncia la conformación de comisiones técnicas y grupos de trabajo para revisar licencias, sanciones, calidad del servicio y relaciones con los usuarios.

Preocupación por fondos congelados y nula transparencia
Sin embargo, el diagnóstico oficial no menciona el estancamiento de políticas clave ni la falta de cumplimiento con obligaciones financieras hacia cooperativas, pymes de conectividad y medios comunitarios.

Desde comienzos de 2024 están paralizados los desembolsos del Fondo Fiduciario del Servicio Universal (FFSU), destinado a proyectos de inclusión digital y expansión de redes, y del Fondo de Fomento Concursable para Medios de Comunicación Audiovisual (FoMeCA), clave para la sostenibilidad de radios, canales y productoras comunitarias o autogestivas.

Ambos fondos funcionan mediante convocatorias públicas que exigen la presentación de proyectos, rendición de gastos mediante facturas y documentación respaldatoria, y cumplimiento de criterios técnicos y legales. Sin embargo, las transferencias correspondientes a las convocatorias de 2023 no se han realizado, generando una fuerte preocupación en los sectores afectados. La paralización total del financiamiento ha sido denunciada de forma reiterada por organizaciones como el Foro Argentino de Radios Comunitarias (FARCo) y la Coordinadora Nacional de Televisoras Alternativas (CoNTA).

Tampoco se avanzó, como se había prometido, en el relevamiento de los Planes de Adecuación a la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (26.522), ni en la revisión de los regímenes de transición y de ingreso de nuevos prestadores que contempla la Ley Argentina Digital (27.078).

Un modelo de concentración y control centralizado
Para distintas organizaciones del sector, esta nueva prórroga consolida un modelo de conducción concentrada, alejado del espíritu democrático y plural que inspiró la creación del ENaCom como ente autárquico. El uso discrecional de sus recursos, la falta de información pública sobre su gestión y el congelamiento de fondos estratégicos profundizan la desconfianza.

En lugar de garantizar derechos comunicacionales y el acceso universal a las tecnologías, como exigen las leyes vigentes, el Ejecutivo parece orientarse a una reformulación del organismo que prioriza el control político, la eficiencia operativa y la simplificación normativa, sin garantizar mecanismos de participación ni transparencia.

Golpe al federalismo: cierre de delegaciones y despidos masivos
El año pasado, en el marco de la primera etapa de la intervención, el Gobierno nacional ordenó el cierre de todas las delegaciones del ENaCom en las provincias, medida que provocó el despido de más de 500 trabajadores en todo el país. Esta decisión implicó un grave retroceso en términos de federalismo y acceso ciudadano a derechos fundamentales.

Las delegaciones eran el primer mostrador del Estado para millones de usuarios de telefonía, internet y televisión por suscripción. Su eliminación no solo desmanteló la presencia territorial del organismo, sino que dejó a las provincias sin capacidad de atención local para reclamos y trámites que hoy sólo pueden gestionarse desde Buenos Aires.

La pérdida de esa estructura local impacta directamente en la calidad de los servicios, ya que las empresas prestatarias del sector TIC suelen responder con mayor agilidad cuando el reclamo se canaliza a través de un organismo de control. Además, la desconexión del Estado respecto de las necesidades del interior agrava la brecha digital, al dificultar la ejecución de proyectos de conectividad que dependen del acompañamiento técnico y financiero del ENaCom.

jueves, 3 de julio de 2025

Protesta de trabajadores de LT11 y Radio Nacional: exigen aumento salarial tras un año de congelamiento

En el Día del Locutor y la Locutora Nacional, los trabajadores de LT11 y Radio Nacional realizaron este jueves un ruidazo y una volanteada frente a la emisora, ubicada en Leguizamón 269. La protesta tuvo lugar en el contexto del profundo deterioro de sus condiciones laborales y salariales, luego de casi un año sin aumentos.

"Salimos a la calle para continuar la lucha que venimos sosteniendo desde hace años, en defensa del salario, las fuentes laborales, nuestros derechos y la radio pública", expresaron en la convocatoria, advirtiendo sobre “el agravamiento de la situación”.

Según señalaron, los sueldos básicos apenas superan los $400.000, mientras que la canasta básica familiar ya supera los $2 millones. "La realidad salarial ha llegado a un punto crítico. Necesitamos un plan de lucha nacional urgente. Esta crisis la están pagando miles de familias que trabajan en más de 40 radios públicas del país", denunciaron.

Convocatoria amplia y reclamos concretos
Los trabajadores extendieron la invitación a sindicatos, organizaciones sociales, estudiantes, jubilados, sectores en conflicto y a toda la comunidad, para sumarse en solidaridad. "El reclamo por el salario atraviesa a toda la sociedad", destacaron.

Además, solicitaron a las conducciones nacionales de los gremios AATraC (Asociación Argentina de Trabajadores de las Comunicaciones), SALCO (Sindicato Argentino de Locutores y Comunicadores) y SUTEP (Sindicato Único de Trabajadores del Espectáculo Público) que impulsen asambleas en todas las emisoras del país. El objetivo: construir mandatos de base para ser debatidos en un Plenario Nacional de Delegados, donde se defina un plan de lucha que incluya paros progresivos, medidas gremiales y articulación con otros sectores en conflicto.

Un reclamo que también apunta a la empresa
A la par del reclamo salarial, los trabajadores exigen la inmediata apertura de paritarias, aumentos proporcionales en todas las escalas, y una cláusula de ajuste automático mensual por inflación. También demandan la ejecución del presupuesto destinado a obras, insumos, mantenimiento, higiene y seguridad; el cumplimiento de los convenios colectivos y la restitución plena de la programación local.

Cabe destacar que LT11 lleva más de un año sin transmitir por su frecuencia AM (1560), debido al robo del transmisor. Según denunciaron, esto fue consecuencia directa de la desidia empresarial, que durante años ignoró los reiterados pedidos de mejorar las condiciones de seguridad en la planta transmisora.

Caso Beatriz Salomón: Revés judicial para Jorge Rial y Luis Ventura, la Corte revoca fallo a su favor

La Corte Suprema de Justicia de la Nación revocó una sentencia dictada por la Cámara Civil que había fallado a favor de los periodistas Luis Ventura y Jorge Rial, y del canal América TV, en el marco de la demanda que la fallecida vedette Beatriz Salomón interpuso a raíz de la famosa cámara oculta emitida en 2004 en el programa Punto Doc, publicó Diario Judicial, con la firma de Rita Lucca
Más de 20 años después de la polémica cámara oculta en la que el cirujano Alberto Ferriols, entonces esposo de la actriz Beatriz Salomón, fue grabado presuntamente ofreciendo servicios a cambio de sexo y trabajando en un quirófano inhabilitado, la Corte Suprema tomó una decisión trascendental.

Los periodistas Daniel Tognetti, Miriam Lewin, Lorena Maciel y la productora Cuatro Cabezas (de Mario Pergolini) habían denunciado al médico en Punto Doc en base a esta presunta conducta ilegal. Después de la emisión del programa, Ferriols y Salomón fueron invitados al programa Intrusos en la Noche, conducido por Jorge Rial, donde, según relataron, fueron engañados con el pretexto de defenderse de las acusaciones sobre operaciones ilegales.

La transmisión de estos materiales y el posterior tratamiento televisivo provocaron una gran exposición pública de la intimidad de Salomón, lo que generó un perjuicio emocional considerable. Salomón demandó por daños y perjuicios, tanto en su propio nombre como en representación de sus hijas menores, argumentando que se había violado su intimidad, imagen y honor.

En el fallo de la Sala B de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, la decisión de primera instancia fue modificada parcialmente. Se confirmó la condena contra la productora Eyeworks Argentina S.A. por el daño causado por el programa Punto Doc, pero se revocó la acción contra los conductores y productores de Intrusos en la Noche, desestimando además la demanda presentada en favor de las hijas de la actriz.

A pesar de la revocación, Salomón presentó un recurso extraordinario que, al ser rechazado, dio lugar a una nueva presentación. Tras su fallecimiento, sus hijas, al haber alcanzado la mayoría de edad, se presentaron en la causa para continuar con la demanda.

Las hijas de Salomón argumentaron que existía una "connivencia" entre los programas Punto Doc e Intrusos en la Noche, destacando que el show había sido destructivo para la vida de su madre y su familia. Además, señalaron que nunca hubo consentimiento por parte de Beatriz Salomón para la exposición de aspectos de su vida íntima. Aseguraron que la difusión reiterada de las escenas, con detalles sobre la reacción de Salomón y Ferriols, constituyó una violación de su derecho a la intimidad.

La decisión de la Corte Suprema
En este contexto, después de más de 20 años, la Corte Suprema de Justicia de la Nación revocó la decisión de la Cámara Civil. Los jueces de la Corte entendieron que los demandados habían invadido la intimidad de Salomón, ocasionando daños adicionales. La Corte concluyó que no existía un consentimiento claro e indudable por parte de la actriz que justificara tal intromisión en su vida privada.

La posterior difusión de la forma en que se había realizado la cámara oculta, en la que se mostraban escenas íntimas, fue considerada como una nueva irrupción en la vida privada de la persona afectada, lo que podría ocasionar aún más daños, según se desprende de la sentencia.

En cuanto a los personajes públicos, los jueces recordaron que si bien sus vidas pueden ser divulgadas en aspectos relacionados con la actividad que les confiere notoriedad, esto no justifica invadir su vida privada ni dañar su honor. En el caso de Salomón, las escenas de la cámara oculta que mostraban situaciones privadas de su esposo, ajenas a la actividad que le dio notoriedad como actriz, fueron consideradas una intromisión ilegal en su intimidad.

La Corte también destacó que la repetición de esas escenas, junto con la exposición de las reacciones de Salomón y Ferriols, no fue justificada, aun cuando ya se habían mostrado previamente en otro programa. Este nuevo tratamiento mediático no solo reiteró la invasión a su vida privada, sino que la intensificó.

En su fallo, el Tribunal dejó en claro que no podía considerarse que la mera concurrencia de Salomón al canal y su participación en el programa constituyeran un consentimiento tácito para la invasión a su intimidad. De hecho, las declaraciones de Salomón en el programa, que expresaban de manera clara su rechazo a la intromisión, fueron completamente ignoradas por los conductores y productores.

miércoles, 2 de julio de 2025

La guerra de Milei contra periodistas se evidencia en una campaña impulsada con IA

El mandatario publicó al menos 65 mensajes contra Julia Mengolini, una periodista que ha sido crítica con su gobierno
El presidente de Argentina, Javier Milei, y sus aliados han intensificado sus agresivas quejas contra periodistas, especialmente mujeres
Por: Daniel Politi y Natalie Alcoba
Un video de desprestigio generado con inteligencia artificial en el que se acusa falsamente a una periodista argentina de incesto ha circulado extensamente por internet, y el presidente del país se ha burlado de la víctima.

El fin de semana, el presidente de Argentina, Javier Milei, ávido usuario de X, recurrió a la plataforma de redes sociales y publicó al menos 65 mensajes contra la periodista Julia Mengolini, locutora de radio que ha sido crítica de su gobierno.

Milei publicó y republicó con avidez mientras sus seguidores hacían comentarios burlones de Mengolini por el video falso, que pretendía mostrarla teniendo relaciones sexuales con su hermano.

El aluvión de mensajes de Milei es uno de los episodios más extremos de la escalada de ataques contra periodistas por parte del presidente libertario de tendencia de derecha y sus aliados. Los expertos afirman que la retórica de Milei, a menudo salpicada de insultos misóginos, insinuaciones de contenido sexual y desinformación, está erosionando la libertad de prensa y aumentando el riesgo de violencia que se desborde al mundo real.

Milei ha acuñado incluso un eslogan, "No odiamos lo suficiente a los periodistas", replicando el popular mensaje entre los partidarios del presidente Donald Trump, a quien el mandatario argentino le gusta parecerse y quien también denigra y se burla de los medios de comunicación.

Aunque Milei nunca llegó a compartir el video generado con IA, dejó claro que consideraba la campaña contra Mengolini una represalia justificada.

Hace dos años, Mengolini dijo en un programa de televisión que Milei estaba "enamorado" de su hermana, Karina Milei, su asesora más cercana y una presencia constante a su lado. Mengolini aclaró posteriormente que nunca dijo que mantuvieran relaciones sexuales.

"Parece que cuando ella pega con sus mentiras está bien pero cuando le viene el vuelto llora y quiere ir a la justicia", escribió Milei en X la semana pasada.

Mengolini no es la única periodista en esta situación. Varias periodistas de alto nivel también han sido blanco de la hostilidad de Milei y sus aliados recientemente.

"Milei tiene unos umbrales de tolerancia muy bajos", dijo Mengolini en una entrevista. "La más mínima crítica a él lo pone loco".

El vocero de Milei no respondió a una solicitud de comentarios, pero en una entrevista reciente el presidente dejó claro que no tiene intención de dar marcha atrás.

"¿En dónde dice que yo no puedo contestarle a un periodista cuando miente?, preguntó Milei.

María O’Donnell dedicó recientemente un segmento de su popular programa de radio matutino a los agravios de Milei, y después recibió mensajes insultantes de un alto funcionario del gobierno.

Milei amplificó las injurias al republicarlas y llamar "mandrila" a O’Donnell, en referencia a un primate africano conocido por su trasero rojo. Era un insulto con carga sexual que ha utilizado reiteradamente para insinuar la humillación violenta de quien lo critica a él o a su gobierno.

Cuando este tipo de insultos va "dirigido a las mujeres, adquiere una dimensión mucho más brutal", dijo O’Donnell en una entrevista.

La inclinación de Milei a proferir insultos fue uno de los factores que contribuyó a su llegada a la presidencia en 2023, después de ganar muchos seguidores como combativo comentarista de televisión que atraía al público al culpar a la clase política argentina de años de mala gestión económica.

Las bases de Milei siguen aplaudiendo el estilo irreverente que ha llevado a la presidencia. Amnistía Internacional ha documentado que ha insultado públicamente al menos a 41 periodistas desde que asumió el cargo en diciembre de 2023.

Pero algunos analistas afirman que Milei y sus aliados parecen estar intensificando su campaña contra los medios de comunicación y volviéndose más beligerantes.

"Antes había una idea de ojo por ojo, vos venís por mí y yo voy por vos", dijo O’Donnell. "Ahora, promueve el odio, el insulto y la descalificación per se. Lo que quiero decir es que hay un giro que es muchísimo más agresivo".

Ese giro pareció comenzar en abril, cuando Milei empezó a utilizar en público el nuevo eslogan: "No odiamos lo suficiente a los periodistas".

Se parece mucho al mantra "No odias lo suficiente a los medios de comunicación", popular entre los partidarios de Trump, y al lema "No odias lo suficiente a los medios de comunicación tradicionales", citado por Elon Musk.

Milei utilizó la frase por primera vez poco después de que su gobierno logró un esperado acuerdo con el Fondo Monetario Internacional por valor de 20.000 millones de dólares. Entonces, Milei introdujo cambios a las normas que rigen la moneda local y extranjera, lo que llevó a algunos economistas a plantear dudas sobre la gestión de la economía por parte de su gobierno.

Esto, a su vez, provocó la indignación de Milei.

"Lo que hubo es una suerte de escalada producto de una actitud de revancha: ‘me cuestionaron, me hostigaron, me pusieron en duda’", dijo Lucas Romero, analista político y director de una empresa de sondeos, sobre la postura reciente de Milei. "‘Ahora me siento fortalecido para salir a enfrentarlos’".

Los ataques de Milei contra los periodistas constituyen "un ataque a la libertad de expresión, porque es una forma de censura indirecta, porque esto tiende, obviamente, a inhibir la expresión", dijo Ricardo Gil Lavedra, profesor de derecho y exjuez.

El presidente también ha recurrido a la justicia, presentando demandas por difamación contra tres periodistas, a los que acusa de calificarlo de nazi.

"Lo que nos preocupa hoy, más que todo, es la incitación al odio", dijo Mariela Belski, directora ejecutiva de Amnistía Internacional Argentina, y añadió que esta podría desembocar en violencia "más allá del ámbito online".
Foto: Magali Druscovich
Fuente: The New York Times

Actualización:
El presidente “cruel” que incita a odiar al periodismo
Javier Milei, que ya denunció a varios periodistas, ahora fue contra Julia Mengolini. El presidente, acostumbrado a hostigar a quienes piensan distinto, asegura que se sintió "ofendido". El país, mal en el índice de libertad de prensa
Por: Mariana Iglesias, Editora de Género del diario Clarín
Los discursos de odio del presidente Javier Milei, plagados de insultos para referirse a todo lo que no le gusta, y sus denuncias contra la prensa ya están generando el repudio de organismos internacionales y artículos en importantes medios.

"La guerra de Milei contra los medios de Argentina se evidencia en una campaña impulsada con IA", publicó el New York Times. "Insultos de Milei: 'Brotes de irracionalidad administrada'", dice la Deutsche Welle de Alemania. "Milei se lanza a la conquista de Buenos Aires con insultos a su gobernador: 'Pelotudo', 'pichón de Stalin' y 'burro eunuco'”, tituló El País de España.

"Basuras", "ratas inmundas", "parásitos mentales", repite Milei, que ya denunció a varios periodistas. Ahora fue a la Justicia contra Julia Mengolini porque sintió "afectado su honor" por declaraciones sobre su relación con sus perros y su hermana. Asegura que hubo "dolo", que ella tuvo intención de ofenderlo.

¿Cuál es la intención del presidente que se reconoce "cruel" cuando vocifera "no odiamos lo suficiente a los periodistas"?

La Relatoría para la Libertad de Expresión de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos dice sobre Argentina: "El Presidente ha sostenido un discurso recurrente y constante de estigmatización hacia periodistas y medios de comunicación, acusándolos de ser “corruptos”, “delincuentes con micrófono”, “mentirosos”, “ladrones”, “difamadores” y “extorsionadores'". Habla de la saña contra las mujeres.

"El aluvión de mensajes de Milei es uno de los episodios más extremos de la escalada de ataques contra periodistas por parte del presidente libertario de tendencia de derecha y sus aliados -dice la nota del NYT, que da cuenta de los 65 mensajes contra Mengolini-. La retórica de Milei, a menudo salpicada de insultos misóginos, insinuaciones de contenido sexual y desinformación, está erosionando la libertad de prensa y aumentando el riesgo de violencia que se desborde al mundo real".

El artículo también cita los ataques contra María O’Donnell, a quien llamó "mandrila": "Es un insulto con carga sexual que utiliza reiteradamente para insinuar la humillación violenta de quien lo critica a él o a su gobierno".

Según Reporteros sin Fronteras, Argentina cayó al puesto 87 en el Índice de Libertad de Prensa en 180 países: “El presidente Javier Milei estigmatiza a los periodistas, desmanteló los medios públicos y usa la publicidad estatal como arma política”. Aún así, hay comunicadores serviles al Gobierno. ¿Será que ya no se consideran periodistas?
Fuente: Diario Clarín

martes, 1 de julio de 2025

Preocupación de Prensa Rosario por agresión a una periodista durante la cobertura electoral

El sindicato de Prensa Rosario repudió el intento de robo y los insultos que sufrió Gloria de los Ríos, de FM Horizonte, mientras registraba el traslado irregular de votantes en San Lorenzo
El Sindicato de Prensa Rosario (SPR) expresó su profunda preocupación por la situación de violencia que vivió la periodista Gloria de los Ríos, de FM Horizonte de San Lorenzo, durante la jornada electoral del domingo 29 de junio.

Mientras realizaba la cobertura en distintos centros de votación, De los Ríos fue abordada por dos mujeres que intentaron arrebatarle su celular, al tiempo que la insultaban. Según relató la periodista al SPR, las agresoras eran parte de la coordinación de vehículos que trasladaban votantes hasta las escuelas. Estas personas habrían reaccionado al notar que la periodista registraba el operativo, en el que se entregaban volantes con indicaciones precisas sobre el lugar de votación, la mesa y el nombre del candidato oficialista a marcar en el sufragio.

Uno de los hechos ocurrió en las inmediaciones de la escuela Martín de Güemes, en el centro de San Lorenzo. Tras el ataque, De los Ríos realizó la denuncia correspondiente en sede policial y ante el sindicato.

El SPR exige que se garantice la seguridad de quienes desempeñan tareas de prensa, especialmente durante coberturas electorales, y repudia toda forma de agresión o intento de censura que impida el trabajo periodístico.

El fin del imperio de las revistas de lujo

Los días de portadas carísimas y prestaciones ostentosas en revistas como Vogue y Vanity Fair han quedado atrás. ¿Qué sigue?
Por: Michael M. Grynbaum

Graydon Carter, en cargo durante mucho tiempo como editor jefe de Vanity Fair, estaba acostumbrado a autorizar grandes gastos: coches con chofer, estancias en hoteles de cinco estrellas, sueldos de escritores que alcanzaban las seis cifras. Pero a principios de 2001 se preguntó si había ido demasiado lejos.

Annie Leibovitz, la fotógrafa jefe de la revista, había gastado 475.000 dólares en la sesión fotográfica de una portada en la que participaron 10 actrices de fama mundial —Nicole Kidman, Penélope Cruz, Sophia Loren— y un elaborado decorado, con una repisa de chimenea y un cuadro auténtico de John Singer Sargent, que fue trasladado en avión de Los Ángeles a Nueva York y luego a Londres. ("Fue como Vietnam, los gastos", recordó Carter). Ahora, tenía que contarle a su jefe, S. I. Newhouse Jr., el multimillonario propietario y mecenas de Condé Nast, sobre el último gasto en su cuenta.

"Tengo que hablarte de algo", dijo Carter cuando se sentaron a comer. "Es una situación de buenas y malas noticias".

"¿Cuál es la mala noticia?", preguntó Newhouse.

"Bueno, creo que acabamos de fotografiar la portada más cara en la historia de una revista".

Una pausa. "¿Cuál es la buena noticia?".

"Luce como una portada de 475.000 dólares".

Equivalía a lo que hoy serían unos 850.000 dólares. A Newhouse le pareció bien.

En su apogeo de las décadas de 1990 y 2000, Condé Nast cautivó a decenas de millones de lectores con sus brillantes manuales para la buena vida: Vogue y GQ para la moda, Vanity Fair para las celebridades, Gourmet para la comida, Architectural Digest para los inmuebles. Editores como Anna Wintour, Tina Brown y Carter eran los guardianes culturales por excelencia, venerados y temidos.
S. I. Newhouse, propietario de Condé Nast, y Graydon Carter, durante mucho tiempo editor jefe de Vanity Fair, en una fiesta de los Oscar de la revista en 2007. En su apogeo, los editores de la casa de revistas estaban acostumbrados a presupuestos aparentemente interminables y lujosas prestaciones.

Toda esa influencia no era barata. Para vender las fantasías de clase alta de sus revistas a las masas, Newhouse —un connoisseur entusiasta y voluble que coleccionaba Rothkos y vestía sudaderas a la oficina— financió una especie de vida de ensueño para los empleados a su servicio. Cuando Art Cooper, editor de GQ, organizaba cenas en Milán en la década de 1990, enviaba en avión a su crítico gastronómico con el único propósito de seleccionar los maridajes de vinos. Ron Galotti, el publicista de Condé que inspiró a Mr. Big de Sexo en la ciudad, envió su Ferrari Testarossa a Colorado para impresionar a un anunciante. El fotógrafo Irving Penn destrozó 100 copas Cartier en busca de la esquirla perfecta.

Aquellos que se burlaban de este despilfarro desde el exterior no entendían la mascarada. Los editores de Condé fueron los influencers originales, sus vidas una campaña de mercadotecnia de arriba abajo para la empresa que los contrataba. Todas aquellas limusinas y vuelos en Concorde alimentaban una ilusión: que los lectores que se suscribían y las marcas que se anunciaban podrían poseer un trozo de este mundo glamuroso. El lujo era el objetivo, y cuando disminuyó, también lo hizo el poder de Condé Nast.

Hoy, la empresa es una sombra de lo que fue. Muchas de sus revistas han cerrado o han sido acribilladas a despidos; su autoridad ha quedado prácticamente demolida por internet. Cuando la sucesora de Carter en Vanity Fair, Radhika Jones, renunció abruptamente esta primavera, surgieron dudas sobre si el puesto, antaño una joya de la corona del periodismo, seguía siendo atractivo. (Algunos editores destacados, como Janice Min, dijeron que no).

El jueves, otro pilar se movió: Wintour sorprendió al mundo de la moda al anunciar que renunciaría a su cargo de editora de American Vogue, que ha ocupado durante 37 años. Wintour no se va a ninguna parte: aún es la directora editorial global de Vogue y continúa supervisando todos los títulos de Condé, salvo The New Yorker. (También insistió en que conservaría su despacho actual y su cerámica de Clarice Cliff).

Aún así, fue la primera señal real de un plan de sucesión —un cónclave de Condé, como bromeó un editor— y un recordatorio de que Wintour, posiblemente el último eslabón de los años de gloria de la empresa, no estará aquí para siempre. Hoy en día, es más probable que los redactores de revistas se alojen en un Radisson que en el Ritz. Cuando el nuevo editor de Vanity Fair, Mark Guiducci, empiece el lunes, se esperará que siga lo que en su día fue un edicto muy impropio de Condé: hacer más con menos.

Y sin embargo, a juzgar por los titulares mundiales que anunciaron el cambio de título de Wintour, la leyenda de la empresa aún es una fuente de fascinación. Seguimos viviendo en el mundo que nos legó Condé: el mundo de la fiesta de los Oscar de Vanity Fair y la Gala del Met de Vogue, un mundo obsesionado con el estatus, los famosos y el consumo; un mundo que perdura incluso cuando la monocultura se ha desvanecido, y los únicos guardianes a quienes podemos atribuir el mérito o la culpa somos nosotros mismos.

‘No sales lo suficiente en Page Six’

Después de que Condé Nast comprara la revista pionera en tecnología Wired en 1998, su editora, Katrina Heron, voló a Nueva York para reunirse con sus nuevos jefes. Inmediatamente fue reprendida por reservar una habitación en un modesto hotel de Midtown. A instancias de un ejecutivo, se cambió al St. Regis de la Quinta Avenida, considerablemente más caro.

"Bien", le dijo el ejecutivo. "Cuando la gente desayune contigo, querrán que te alojes en el St. Regis".
Los editores de Condé Nast eran reprendidos si no reservaban un hotel lo suficientemente ostentoso.

Se animaba a los redactores en comisión a enviar su equipaje por FedEx a su destino, en lugar de cargar con él en el avión. Una escritora de Vanity Fair, que reportaba un artículo en Londres, vivió durante un mes con su esposo e hijos en el Dorchester, el prestigioso hotel con vistas a Hyde Park; se reservó una habitación aparte para su niñera, con el dinero de Newhouse.

Cuando Carter viajaba, por ejemplo, al Four Seasons de Milán, a veces un asistente llegaba un día antes para preparar su suite del hotel, de modo que lo recibieran con el mismo paisaje de lápices afilados y papelería personalizada que había en su escritorio habitual de Manhattan. Jon Kelly, un antiguo ayudante de Carter que ahora dirige el boletín de lujo por suscripción Puck, recordó haber sobornado a un gondolero veneciano con 1000 euros para que le ayudara a recuperar un prototipo de revista confidencial que se había extraviado.

Había cuentas de la casa en restaurantes como el Four Seasons —donde nunca se presentaba una factura al personal de Condé, porque las comidas se cobraban directamente a la empresa— y un flujo constante de entregas florales y regalos navideños de cachemira. Dominique Browning, antigua editora de House & Garden, fue llevada en una ocasión al despacho de un ejecutivo para que la reprendiera: "No sales lo suficiente en Page Six. Necesitamos verte con más ropa de diseñador".
El restaurante Four Seasons de Nueva York, donde Condé Nast mantenía una cuenta de la casa.

Las revistas tenían a aristócratas en nómina para facilitar el acceso a los lugares de recreo de la jet set, como Corfú y Mustique. Si Architectural Digest quería fotografiar los jardines privados de, por ejemplo, un miembro menor de la realeza europea, le ayudaba tener al príncipe Miguel de Grecia como colaborador. Algunos empleados, por riqueza o excentricidad, no se molestaban en cobrar sus cheques de nómina. Una editora colaboradora de Vogue pidió que sus pagos simplemente se enviaran al Ballet de Nueva York.

Los sedanes de lujo negros, en cola y ronroneando ante la oficina de Condé, se convirtieron en un símbolo de la empresa y su estilo, propio de la época de Gordon Gekko. Eliot Kaplan, editor de GQ en la década de 1980, iba en un coche de Condé a su quiropráctico dos veces por semana, y este lo esperaba fuera hasta que terminaba. Otro editor cobró a Condé un coche vacío para que le llevara su comida china de la noche. Cuando Newhouse se enteró, se encogió de hombros: era importante mantener contentos a los empleados valiosos.
La editora de Vogue Polly Mellen y el fotógrafo favorito de Condé Richard Avedon en 1994.

Cuando la editora Polly Mellen se incorporó a Vogue en 1966, la enviaron a Japón durante cinco semanas con Richard Avedon y la modelo Veruschka, donde viajaron en primera clase, acompañados de enormes baúles de pieles que cargaban trabajadores locales.

"El dinero", dijo Mellen, quien falleció en diciembre, en una entrevista antes de su muerte, "no era algo en lo que se pensara".
‘¡Hazlo todo a lo grande!’

Este mandato de vivir de forma costosa tenía profundas raíces.
Condé Montrose Nast, con la socialité Helen Dinsmore Huntington

El homónimo de la empresa, Condé Montrose Nast, era un emprendedor de la Edad Dorada de San Luis, Misuri, que en 1909 compró una somnolienta gaceta de sociedad llamada Vogue y la convirtió en árbitro de la moda femenina; más tarde añadió Vanity Fair y la revista de decoración House & Garden. A medida que Estados Unidos se volvía más próspero, Nast se dio cuenta de que la ansiedad de clase podía explotarse lucrativamente. Como lo expresó un colega: "No buscaba una gran tirada, sino una de calidad".

Edward Steichen, el Annie Leibovitz de su época, tenía un contrato fotográfico de 35.000 dólares con Condé Nast en 1923, el equivalente a unos 650.000 dólares actuales. En 1928, Nast ofreció a la editora de Vogue, Edna Woolman Chase, 100.000 dólares —aproximadamente 1,8 millones de dólares actuales— para construir una casa de campo en Long Island. Décadas más tarde, Newhouse aprobó hipotecas multimillonarias para que sus editores pudieran alojarse con estilo en el West Village o en el Upper East Side. Incluso algunos escritores favorecidos, como Adam Gopnik, de The New Yorker, recibieron ayuda.

Heron, la editora de Wired, aceptó un préstamo sin intereses para el pago inicial de un apartamento en San Francisco. Cuando dejó la revista tres años después, nadie de la empresa le pidió que devolviera el dinero. Después de vender el apartamento, Heron envió un cheque a Condé como reembolso; la oficina de contabilidad la llamó y le preguntó para qué era el dinero. La empresa no tenía constancia de ello.

Alexander Liberman, director editorial de Condé Nast desde la década de 1960 hasta la de 1990, era partidario de una filosofía del exceso. Una vez llamó a Grace Mirabella, quien había sucedido a Diana Vreeland como editora de Vogue, para aconsejarle sobre un viaje a París: "Llévate el Concorde. Gasta mucho dinero. Llega allí de la forma más cara posible, toma fotos más de diez veces si es necesario. ¡Hazlo todo a lo grande!".
Alexander Liberman, el orgullosamente efusivo director editorial de Condé

En la década de 1980, un ejecutivo de Condé intentó frenar el gasto con un novedoso sistema de contabilidad; Liberman lo citó en su despacho, levantó el nuevo formulario presupuestario por encima de su cabeza y lo rompió teatralmente por la mitad.
‘Por supuesto que iba a ser un elefante’

En 1998, la revista Fortune descubrió un hecho incómodo: Condé Nast no ganaba mucho dinero.

La editorial de revistas más glamurosa del mundo terminó 1996 con solo 55 millones de dólares de ganancia de los 750 millones de dólares que tuvo de ingresos. Cuando los reporteros de Fortune, Joseph Nocera y Peter Elkind, incluyeron las pérdidas de The New Yorker (que en aquella época pertenecía a otra división del imperio Newhouse), el margen de ganancia de todas las revistas de Newhouse caía en picada hasta aproximadamente el 5 por ciento. Las editoriales de revistas rivales tenían márgenes tres o cuatro veces superiores. Cosmopolitan, publicada por Hearst, ganó tanto dinero en 1997 como todos los títulos de Condé juntos.

La sociedad de cartera de los Newhouse, Advance, era y sigue siendo privada. Pero el artículo de Fortune mostraba cómo Newhouse había impulsado sus revistas aspiracionales con los ingresos de las participaciones más lucrativas de su familia en periódicos regionales y televisión por cable.
"No bam bam bam bam bam bam, sino bama bampa barama bam bam bammity bam bam bam bammity barampa": una frase costosa que Tom Wolfe escribió para la malograda revista Portfolio

Este pensamiento mágico fiscal llegó a su fin con la crisis financiera de 2008. El auge del internet y el hundimiento de la publicidad en medios impresos se combinaron para condenar al fracaso a Portfolio, una revista de negocios de Condé lanzada en 2007 con un costo estimado entre 100 y 150 millones de dólares. Para su primer número, Portfolio pagó a Tom Wolfe 12 dólares por palabra por un ensayo sobre los fondos de cobertura. Su primera frase decía lo siguiente "No bam bam bam bam bam bam, sino bama bampa barama bam bam bammity bam bam bam bammity barampa".

El chiste en la oficina era que la frase sin sentido que inciaba el ensayo "eran 200 dólares solo ahí". El artículo completo tenía 7400 palabras, lo que suponía para Wolfe aproximadamente el doble del salario anual promedio de un reportero de prensa.

En septiembre de 2008, poco antes de la quiebra de Lehman Brothers, Portfolio alquiló un elefante para ilustrar un artículo sobre la sección de derivados crediticios de JPMorgan Chase, porque los editores se habían decidido por el titular "El elefante de 58 billones de dólares en la habitación". Condé gastó unos 30.000 dólares en fotografiar al paquidermo, en lugar de utilizar una imagen de archivo. "No hubo realmente ninguna duda", recordó el fotógrafo, Phillip Toledano. "Por supuesto que iba a ser un elefante". La imagen resultante ni siquiera llegó a la portada. (La editora de Portfolio, Joanne Lipman, dijo que no había autorizado la sesión). Cuando se publicó el número, la economía estaba en crisis; Portfolio pronto cerró.
Para esta imagen, Portfolio optó por fotografiar a un elefante a un alto costo, en lugar de utilizar una foto de archivo de uno

Aun así, Condé siguió gastando: un palacio en ruinas que organizaba una última bacanal antes del golpe de estado. Para la fiesta de los Oscar de Vanity Fair de 2013, la revista dispuso que un huerto encajara sus manzanas con herramientas que interrumpían el flujo natural del pigmento rojo. Un torno, moldeado en forma de dos letras art déco, imprimía la fruta madura con un monograma: "VF". Las manzanas se enviaron luego por avión a California para distribuirlas entre los asistentes de primera categoría. En 2016, los empleados de nivel medio de Nueva York seguían reservando lujosos hoteles de Beverly Hills para viajes de trabajo de 10 días; al año siguiente, se informó que Condé Nast había perdido más de 120 millones de dólares.

Con el tiempo, la apariencia de excesos se derrumbó. Self, Teen Vogue, Glamour y Allure eliminaron sus ediciones impresas. Los verificadores de datos, los correctores y los equipos fotográficos de todas las publicaciones (excepto The New Yorker) se unieron en una oficina central, una medida de ahorro que rivales como Hearst habían instituido años antes. Las revistas redujeron sus presupuestos y pasaron de Microsoft Word a Google Docs, más barato. Los despidos se convirtieron en rutina.

Hoy en día, los administradores de Condé se enfrentan a retos impensables para sus predecesores. El aspecto de una revista en el quiosco (o en las manos de un suscriptor impreso) importa menos que su apariencia en un iPhone: las portadas desplegables de Hollywood de Vanity Fair, como la extravagancia de Leibovitz de 475.000 dólares, son ahora incómodas con su diseño horizontal cuando se visualizan en pantallas verticales.

Y las prestaciones, las que hacían divertida la vida de revista, han desaparecido. En 2015, GQ llevó a sus empleados a Tulum, México, para un retiro de tres días. Más tarde, la excursión se redujo a un día de invierno en el norte del estado de Nueva York; ahora ha desaparecido por completo. En Vanity Fair, los empleados recibieron alguna vez bolsos de Anya Hindmarch y lujosas toallas de playa como regalos navideños; ya no. Un editor de Condé dijo que el signo más revelador del cambio era que los empleados ya ni siquiera intentaban hacer grandes gastos; ahorrar dinero está arraigado en su forma de pensar desde el principio.

Sin embargo, esta versión Potemkin de Condé Nast sigue frustrando y fascinando a la gente educada. Puede que los más jóvenes digan que Vogue apenas importa, pero quien aparece en su portada, y cómo va vestida, puede causar revuelo en internet, como ocurrió cuando la revista presentó a Kamala Harris, entonces vicepresidenta electa, y a la primera dama, Jill Biden, el verano pasado.

Puede que las revistas hayan cedido el paso a unas redes sociales más igualitarias, pero la ansiedad por el estatus sigue siendo tan potente como siempre. El iPhone llevó los medios de producción del glamour a las masas, y las masas eligieron reproducir el universo que Condé Nast popularizó: retocado, cargado de nombres de marcas y lleno de FOMO (el miedo a quedarse fuera), donde la gente bonita hace cosas bonitas en lugares bonitos donde tú no estás.
En lugar de costosas sesiones fotográficas para portadas de revistas, Condé Nast destina ahora dinero a experiencias en persona como Vogue World, un desfile de moda itinerante con famosos.

La propia Condé está tratando de adaptarse, adoptando un enfoque que privilegia el video para teléfonos móviles primero e invirtiendo en experiencias en la vida real (IRL), como Vogue World, un desfile de moda itinerante repleto de famosos. Irónicamente, las revistas menos glamurosas de la empresa son puntos que sobresalen. The New Yorker publica noticias y genera importantes ingresos. (Según una persona informada de las cifras, los ingresos por circulación de la revista se duplicaron con creces en los cinco años posteriores a la introducción de una barrera de pago completa en 2014). Wired ha informado agresivamente sobre la caótica incursión de Elon Musk en la burocracia federal.

En 2006, los Newhouse adquirieron un sitio web llamado Reddit que por entonces era desconocido; pagaron unos 10 millones de dólares. La empresa, un revoltijo de foros de mensajes llenos de texto, permite a comentaristas anónimos opinar sobre cualquier tema imaginable.

En 2012, Reddit tenía más de tres mil millones de vistas al mes. En marzo de 2024, salió a bolsa, y los Newhouse cosecharon una ganancia inesperada de unos 2100 millones de dólares. Una apuesta de 10 millones de dólares había dado un rendimiento 210 veces superior. Si los Newhouse pueden seguir financiando Vogue, Vanity Fair y The New Yorker en la próxima década, puede que sea gracias a una astuta apuesta en una empresa de internet cuyo desaliñado igualitarismo es la antítesis del enfoque verticalista y sabelotodo de Condé.

¿El costo de crear una publicación en Reddit? Cero.

Michael M. Grynbaum es corresponsal de medios de comunicación en el Times. Es autor de Empire of the Elite, una historia cultural de las revistas Condé Nast

Ilustración: Chantal Jahchan

Fotos: Billy Farrell/Patrick McMullan, Getty Images. John Marshall Mantel, Robert Presutti para The New York Times, Mitchell Gerber/Corbis, Getty Images; Keystone-France/Gamma-Rapho, Frances McLaughlin-Gill/Condé Nast, vía Getty Images. Axel Dupeux/Redux. Phillip Toledano. Victor Boyko/Getty Images

Fuente: The New York Times

domingo, 29 de junio de 2025

El oficio de contar: una vida en las redacciones con Carlos Ulanovsky

"El periodismo es lindo porque se conoce gente y otras picardías" es una crónica entrañable, irónica y nostálgica sobre el oficio periodístico, contada desde la experiencia y la memoria de Carlos Ulanovsky, uno de los grandes referentes del periodismo argentino. El libro es, a la vez, autobiográfico, coral y testimonial, y rinde homenaje a las redacciones, a los personajes que las habitaron, a las anécdotas que las definieron y, sobre todo, a la picardía —entendida como ingenio, recurso creativo y forma de supervivencia en un oficio muchas veces precario.
No se trata de un manual técnico, sino de una celebración del oficio: un recorrido poblado de nombres propios, situaciones insólitas, historias divertidas, errores confesados, redacciones caóticas, cierres apurados y mucha pasión. Se destacan relatos de figuras como Fernanda Nicolini, Eduardo Blaustein, Camilo Sánchez, Edgardo Esteban, Abel Gilbert, entre muchos otros. La "picardía" actúa como hilo conductor que enlaza el humor con la ética, y la improvisación con la responsabilidad, marcando distancia con aquellas prácticas turbias que suelen confundirse con la viveza.

Ulanovsky rememora redacciones memorables —como las de PáginaI12, El Porteño o Billiken— y evoca a sus colegas con ternura, ironía y admiración. También reflexiona sobre el impacto de las nuevas tecnologías, la precarización laboral y la desaparición de la bohemia periodística. Las ilustraciones de Miguel Rep y el prólogo de Sergio Olguín aportan belleza, humor y profundidad a una obra que celebra una manera de ejercer el periodismo con humanidad, compromiso y, sobre todo, pasión.

Carlos Ulanovsky reflexionó sobre las motivaciones que lo llevaron a escribir su nuevo libro El periodismo es lindo porque se conoce gente. Dijo que no sabía con precisión qué lo impulsaba, pero que quizás se trataba de una especie de locura: escribir un libro, explicó, implicaba un año de trabajo, de sentarse una y otra vez, durante doce horas diarias, hasta que el texto estuviera terminado. Tal vez, agregó, lo que lo motivaba era el hecho de haber vivido más de seis décadas dentro del periodismo, un oficio sobre el cual seguía haciéndose preguntas. Para él, el periodismo no era una profesión, ni una vocación, ni mucho menos un apostolado, sino un oficio, al mismo nivel que saber lustrar una mesa, pegar una alfombra o colocar una baldosa. Claro que el periodismo, subrayó, tenía sus particularidades, entre ellas la exigencia de tensar al máximo el músculo de la escritura.
En cuanto al papel de la picardía en el periodismo, Ulanovsky señaló que no tenía una respuesta cerrada sobre por qué había elegido ese enfoque, aunque consideraba que Sergio Olguín lo explicaba muy bien en el prólogo del libro: sin picardía, el periodista se reduce a ser un simple empleado administrativo que escribe bien. Coincidía con esa afirmación. Para él, la picardía era uno de los atributos fundamentales para ejercer el oficio, junto con el esfuerzo, la preparación, la investigación y la seriedad. También consideraba esenciales el olfato, la intuición, el sentido de la oportunidad (pero sin caer en el oportunismo), la capacidad de interpretación, la habilidad para transmitir, y la inventiva, la exageración e incluso el cholulismo.

Sobre el proceso de selección de anécdotas, explicó que fue como armar una nota muy extensa. Una nota grande, estimó, podía tener unos 10 o 12 mil caracteres, mientras que este libro llegaba a 270 o 300 mil. Eligió aquellas historias que surgían desde lo no sabido, desde lo que había que construir desde cero. Por eso incluyó capítulos sobre fuentes, títulos, errores, slogans, deportes, mujeres y poder. Mencionó también un capítulo dedicado a "Iberia" dentro del ambiente periodístico, y otro que definió como un "santuario", en homenaje a maestros que lo formaron, tanto los que conoció como los que no.

También aparecían voces jóvenes, que en sus primeros pasos relataban ese momento fundacional que los unió al periodismo. Aseguró que todos los que aparecían en el libro, vivos o no, se habían ganado su lugar. Reafirmó que el humor era parte central de su identidad, y que disfrutaba especialmente de reírse de sí mismo, así como de aquellos que se creen especiales solo por ser periodistas. Recordó con afecto su paso por Satiricón, una etapa en la que se rió mucho y a la que le debía varias de esas risas.

Cuando se le preguntó si creía en una “picardía sana”, sostuvo que sí. Afirmó que había conocido a muchos pícaros en las redacciones, y los definió como aquellos capaces de transmitir todo con un simple gesto o guiño. Para él, ser pícaro también significaba tener facilidad para comunicar, vocación de servicio, respeto por la verdad y un aceptable dominio de la escritura. Añadió que un buen periodista debía tener sentido del humor y que, en el fondo, la verdadera picardía estaba asociada a ser una buena persona. No creía que alguien malo pudiera ser un buen periodista.

Distinguió claramente la picardía de actitudes como la viveza criolla, la trampa, la ventajita o el aprovechamiento. Eso, remarcó, no era picardía. Tampoco lo eran las componendas, las operaciones o la corrupción. En cambio, sí valoraba el humor en la redacción: los chistes, las bromas, las cargadas. Recordó a colegas bromistas que tenían la capacidad de hacer reír, y confesó que los extrañaba.

Reconoció que seguramente quedaron anécdotas fuera del libro, pero dijo estar conforme con las que finalmente incluyó. Admitió también que no se podía hacer un libro interminable y que el texto tenía un límite. Expresó su deseo de que los jóvenes lo lean y descubran todo lo que podía pasar —o aún puede pasar— dentro de una redacción.

Al recordar a los periodistas que marcaron su carrera, mencionó que a los 15 años un compañero de escuela, Mariano Moreno Rodolfo Terraño, fundó una revista estudiantil en la que él fue subdirector. Esa experiencia temprana le mostró que el periodismo podía ser uno de sus caminos. Luego fue conociendo figuras claves en distintas redacciones: Francisco Valle de Juan, Pablo Alonso, Paco Vera, Martín Campos, Carlos Aguirre, Jorge Arauz Badí, Osvaldo Zeigermann, Aída Vornik, Mabel Iscovich. En la revista Confirmado, Osvaldo César le enseñó trucos del oficio, como usar ciertas teclas de la máquina de escribir para lograr un tachado parejo. También recordó a muchos colegas en Clarín, La Opinión, Satiricón, Página/12 y La Nación, a quienes consideró fundamentales en su formación y a quienes les debía gran parte de lo que era como periodista.

Sostuvo que la picaresca periodística no estaría completa sin todos ellos. Para él, el periodismo era lindo porque permitía conocer gente, y su libro remitía justamente a ese espíritu: el de las redacciones, el del amor por el oficio. Afirmó que ese amor lo había guiado toda la vida. Comentó que El periodismo es lindo porque se conoce gente se vinculaba también con Par en las rotativas, un libro de 1997 en el que originalmente había pensado incluir un capítulo sobre la picardía, aunque la editorial finalmente decidió suprimirlo por extensión. Varias de las anécdotas de ese entonces reaparecen ahora, en esta nueva obra.

Ulanovsky se despidió presentándose con la frase que figura en su tarjeta personal: “hincha de Racing, periodista, escritor, en ese orden”, y agregó con ironía que, últimamente, se definía también como un “dinosaurio vivo”. Se mostró abierto a responder cualquier otra pregunta y agradeció la consulta, enviando un saludo a la audiencia.
Antricipos del libro
Julio Ramos y Héctor Ricardo García
Periodista y licenciado en Economía por la UBA, Julio Ramos sacó el diario Ámbito Financiero en 1975, año del fatídico “Rodrigazo” que instaló las bases de la política económica de la dictadura que llegaría meses después. Ramos, que recibía en su oficina a interlocutores y visitantes, a quienes les exigía que acotaran al máximo lo que tuvieran para decirle, con un cartel que decía “Por favor, hable con copete”, fue el creador de una sección llamada “Charlas de Quincho” que, en poco tiempo, fue una de las más leídas. La catalogó de esta manera: “Información con entretenimiento”. Y redondeó: “Soy periodista. Todo lo que veo y oigo lo cuento, salvo que sean cuestiones personales, situaciones íntimas o romances que pudieran originar escándalos”. En su diario oficializó una polémica sección: las “publinotas”. En 1994, en el semanario La Maga así habló de sus características. “Si usted quiere aparecer en la página siguiente a las centrales, lo paga y aparece. Esto es así en el The New York Times y también en este diario. El valor figura en el tarifario de publicidad”. En lo que, seguramente, constituía una apreciable instrucción para sus redactores en esa misma entrevista agregaba: “Las empresas tienen su precio. No distinguen raza, religión, nada. La moneda de pago con quien le da información es, algún día, hablar bien de lo que esa empresa o quien habla en su nombre hacen. Quien no entienda esto no entiende nada de periodismo”. Resolvió con naturalidad, como si eso perteneciera a lo intrínseco del oficio, el significado de cualquier clase de toma y daca informativo. “Es obvio que si usted vio diez veces a un funcionario, llegará un momento en que el tipo le va a decir ‘Che, dale bolilla a esto que hicimos, o a esto que tenemos para informar: no sabés el trabajo que nos costó’ ”. Se podría intentar definir su tarea parafraseando un dicho eterno de Alberto Olmedo: “Éramos tan pragmáticos”. Ramos falleció en 2006 y el que inventó y condujo es otro de los tantos casos de un medio que no sobrevive a su creador. Luego de 47 años de editarse en papel y luego de varios pasamanos empresarios, el diario de actualidades económicas y financieras dejó de aparecer a principios de 2024, aunque mantiene activa una edición digital.

Hugo Gambini, que pasó por la legendaria redacción del diario Crónica de Héctor Ricardo García escuchó de su boca una historia que pinta al periodista talentoso, pero también alude al hombre al que le sobra calle, audacia e intuición. Refiriéndose a su formato tabloide que hacía poco había aparecido, una vez llegó preocupado a la redacción y a los gritos dijo: “La cagamos con el formato. Ayer estaba en la calle Lavalle, la gente salía de los cines y afuera llovía mucho. Todo el mundo compraba La Razón porque por el tamaño sábana se podía proteger más”. Nada de eso, y pese a otra clase de lluvias y tormentas, lo frenó para hacer un diario popular y masivo así como tampoco como para convertirse en un poderoso empresario de medios, dueño de diarios, revistas, radios, canales de aire, señales de noticia y también salas de teatro y empresas discográficas. Solo trinaba cuando de alguno de sus medios se decía que era sensacionalista. Ofendido, sostenía: “Eso es discriminación. ¿Por qué no hablan del sensacionalismo de saco y corbata?”. Tuvo una vida de película; fue uno de los primeros en tomar como lucha personal el reclamo, de las islas Malvinas; sufrió censuras y clausuras de varios gobiernos, atentados políticos de todos los colores ideológicos; fue secuestrado por la guerrilla de izquierda, purgó prisión por un presunto delito económico.

En 1963, año de la aparición del diario cuyo eslogan sigue siendo “Firme junto al pueblo”, medio país hablaba del asesinato de Norma Mirta Penjerek, una joven estudiante de origen judío que apareció asesinada. Ese episodio (duró meses en modo culebrón por entregas) instaló el diario en la consideración de la gente. En esos tiempos iniciales también apeló a otros ardides. Recién afincada en el mercado argentino, la transnacional Pepsi organizó un concurso de preguntas de interés general. Molesto porque al nuevo diario no había llegado ni una mínima pauta publicitaria, García ideó una estrategia que molestó sobremanera a la empresa. “Sin nombrar la marca, publicábamos frases como ‘si lo que busca son las respuestas del certamen refrescante acá las encontrará de a poco’ y tirábamos pistas sobre las respuestas”, explicó. Eso también aumentó notablemente las ventas y en abril de 1964 pudo poner dos ediciones diarias en la calle, la quinta y la sexta. El periodista Carlos Ferreira atribuyó a una trinidad de intereses la identidad principal del diario: fútbol, carreras de caballos e información policial. Y en muchas ocasiones García corroboró el fundamento de Ferreira. Queda sintetizado en estas frases: “Así como antes la gente llamaba al diario para alertar sobre cualquier incidente, siniestro o caso de violencia ahora alerta a Crónica TV antes que a la policía o a los bomberos. Y hasta la policía nos llama a nosotros para chequear o confirmar datos”. Acerca del estilo también aportó: “Yo inventé hace 30 años lo que ahora hace Mauro Viale. Que los delincuentes se entreguen frente a las cámaras. Por eso, en una época en que las seccionales de la ciudad eran cincuenta, a nosotros nos llamaban Seccional 51. Me acuerdo del día que el boxeador Andrés Selpa llegó conmocionado al canal, y después de poner un revolver sobre una mesa, dijo, al aire: ‘Acabo de balear a mi mujer. No sé si la maté’. La policía se lo llevó de aquí. Y eso hicimos con los muchos que preferían entregarse en Crónica TV. Los fotografiábamos para la nota en el diario y eso era una forma de blanqueo, porque sabían que así, después, no los iban a golpear o a torturar”. Héctor Ricardo García murió en 2019 a los 86 años. Desde hacía unos años había resignado la titularidad de sus empresas. Atrás quedaban más de 60 años de vida periodística y muchas, muchas picardías.
Solo queda el Humor

En junio de 1978, cuando la dictadura exigió a los medios que el Mundial de Fútbol a disputarse en el país fuera considerado cuestión de Estado, apareció la revista Humo® (abreviatura de Humor Registrado). En la tapa, se incluía la caricatura del director técnico del seleccionado argentino César Luis Menotti, más flaco, como consumido y con unas orejas que inequívocamente remitían a las del entonces ministro de economía Martínez de Hoz. El dibujo, de alto contenido irónico, estaba acompañado por una frase que lo empardaba en intención: “El Mundial se hace, cueste lo que cueste”. A partir de entonces, y durante 21 años y 566 ediciones, la revista Humor desafió al cerrojo informativo y se convirtió en alternativa al pensamiento único en un momento en que cualquier tipo de contenido diferente podía ser considerado subversivo. Desafiante, se plantó en la vereda opuesta del Mundial, criticaba con astucia a la televisión cuando todos los canales estaban en manos del Estado y hasta se permitía chanzas sobre las consecuencias irreparables del
modelo económico. Desde el número inicial (calificado por la censura imperante de “exhibición limitada” en los kioscos) fue observada, amenazada y en varias ocasiones castigada con secuestros. La revista fue una creación del notable caricaturista y editor Andrés Cascioli. Durante los años que apareció en dictadura, se caracterizó por publicar lo más de lo menos permitido. Basta revisar la colección para darse cuenta de que los principales jerarcas de las Fuerzas Armadas –en ese entonces dueños de la vida y de la muerte– fueron dibujados en modo sátira por Cascioli y otros talentosos ilustradores. Por esas cosas que a veces ocurren, una publicación que propiciaba la risa y el pensamiento, cosas muy mal miradas en ese tiempo, se les filtró a los militares y a sus muchos asesores civiles.

El medio celebró a partir de 1984 el retorno a la vida constitucional. Aunque apoyó al gobierno de Alfonsín, miembros del radicalismo y funcionarios temblaban ante algunas ocurrencias, con el débil argumento de que la recuperación de la democracia era muy reciente, y había que cuidarla. Pero verdaderamente mal le fue en la década menemista. El presidente y muchos de su entorno respondieron a cada chiste con juicios que, sumados, se convirtieron en un auténtico acoso judicial para la empresa. En esos años la revista vivió una experiencia extraña: más tapas adversas publicaba, más descendían sus ventas. A la persecución política y judicial se sumó la tributaria, y también intervenciones judiciales de ex empleados. El 18 de octubre de 1999, con las caricaturas de Duhalde y Ruckauf en tapa y con Ediciones de la Urraca (la empresa de Cascioli que, en un momento, llegó a tener doce publicaciones) quebrada, apareció el último número de Humor. Repasar ahora la colección es la posibilidad de reconocer a una publicación memorable que durante más de veinte años mostró, a su manera, mucho de lo que ocurrió, convirtiendo tantos momentos horribles o difíciles en risa transformadora.

British Lady
"Se había transformado en una rutina. Cada dos o tres semanas, sonaba el teléfono de mi escritorio y aparecía la voz de Helen. Era una lectora de décadas del Buenos Aires Herald, que desde las primeras conversaciones se presentó como una British Lady", cuenta acá, en deliciosa primera persona el periodista Sebastián Lacunza. "Comunicarse con la redacción de un diario nunca fue fácil. Pero Helen, una mujer mayor y tenaz sabía que tenía que llamar entrada la noche. Los muchachos de la guardia la reconocían y me la pasaban sin vueltas".

–Lacunza, soy Helen, la British Lady de Hurlingham.

Y de inmediato, cuenta Lacunza, seguía un reclamo: un crucigrama repetido, que faltaban noticias comunitarias, una tira cómica que no aparecía o, lo más grave, que ese día el diario no había llegado a su casona, ubicada en uno de los enclaves ingleses forjados a la vera de las vías ferroviarias construidas desde el último cuarto del siglo xix. La queja llegaba junto a la advertencia de que la perderíamos como lectora para siempre. "Que Helen me llamara desde su casa, ubicada en el segundo cordón del Gran Buenos Aires, a 30 kilómetros del centro de Buenos Aires, para reclamar que su canillita no le había dejado el Herald actuaba como aliciente porque significaba que los días anteriores sí había llegado… A veces ni siquiera se repartía en tiempo y forma en Callao y Las Heras, a veinte cuadras de la redacción".

"Su llamado me servía como control de calidad y para detectar errores", confirma ahora quien desde mayo de 2013 ocupara el cargo de director del diario escrito en inglés que se publicó durante 141 años (1876-2017). Fue un diario muy reconocido incluso a nivel mundial “en especial, por la denuncia de los crímenes atroces de la dictadura militar”. Se lamenta Lacunza: “Si las últimas décadas del diario fueron difíciles, los dos años finales fueron decididamente críticos. Los lectores, como Helen, se volvieron muy mayores y sus descendientes no necesitaban un periódico en inglés como fuente primaria de información”. A fines de 2017 el grupo empresario propietario del diario (Indalo) despidió a tres cuartos del personal y transformó al más que centenario medio en semanario. “Quedamos tan solo seis periodistas y una diagramadora”, recuerda Lacunza y afirma que el cambio fue “traumático”.

La reaparición del Herald como semanario fue a principios de noviembre de 2017, con una edición de 56 páginas y llegada a una página web. Un esfuerzo periodístico que Lacunza califica como “odisea”. Seguramente así fue. Y en un momento el teléfono de Sebastián volvió a sonar y quien hablaba era Helen. “Recibí un reto de novela. A pesar de que la diagramadora Patricia Fernández había hecho una brillante rediagramación, Helen se quejó porque el crucigrama le había resultado pequeño para su menguada vista de dama británica. Ocho meses después, en agosto de 2017, llegaría el cierre definitivo. “Por un tiempo me quedé sin palabras. Solo atiné a llamar a colaboradores y a personas que habían sido importantes durante mi gestión, para darles y que me dieran consuelo. También llamé a Helen que apenas me escuchó, preguntó: ‘¿Qué? ¿Vuelve el Herald?’’’.

Lacunza se quedó sin palabras para hablar, pero no para escribir. En 2021 escribió y publicó El testigo inglés, un libro sobre los 141 años de historia del diario de habla inglesa. “Se me ocurrió que Helen podría decirme unas palabras para incluirlas en el epílogo. Tenía su teléfono con característica 4662, pero nadie contestó”.
Periodismo y poder: pues entonces, ¿quién lo tiene?

Está cada vez más claro que nos toca ejercer el oficio en un marco y en un tiempo en el que lo que más importa es el balance entre oferta y demanda. Lo sintió en carne propia un periodista del palo político. “¿Poder? Y sí, pero muy cada tanto y cuando les conviene.

Ahí, por un ratito, te dejan que espíes sus naipes. Pero los que verdaderamente juegan a las cartas son ellos”. ¿Quién tiene el poder?, vale preguntarse y responderse con sinceridad cuando se habla del poder del periodismo, livianamente calificado como “el cuarto poder”. No es disparatada la sensación (por momentos, también convicción) de que los efectos de la globalización sumados a los de la revolución digital liquidaron al periodismo tal como nos lo transmitieron muchos de los veteranos alquimistas que nos precedieron. La información disponible (que dista bastante de ser toda la información) es utilizada principalmente por grupos económicos concentrados o monopólicos para afianzar sus intereses y asegurar sus negocios y ganancias. Ha quedado bastante atrás la necesidad de contar con investigaciones que cambien rumbos, que transformen, que revelen, que sacudan al mundo establecido. Importa el caso que llene páginas y minutos de aire, el escándalo que lastime a gobiernos y salve de culpa y cargo a intereses privados y empresarios.

Calificado periodista de agencia noticiosa, especialista en temas profundos del deporte, conductor de audiovisuales, Ezequiel Fernández Moores escribió en la revista Temas un texto muy esclarecedor. Citó a uno de los fundadores del diario francés Le Monde que, directo y conciso, dijo de nosotros los periodistas que éramos “como los choferes. Algunos se sentirán al manejo de un viejo Citroën y, otros, en cambio, se creerán más poderosos conduciendo un Mercedes Benz. Pero ni uno ni otro dejan de ser choferes. Los dueños de los autos son sus patrones. El chofer podrá cada tanto sentir que comete alguna travesura. Pero, en definitiva, es el dueño del auto el que indica hasta dónde se puede llegar”. Ezequiel parte de ese pensamiento, que parece tener mucho conocimiento de causa, y lo acerca al territorio del que es especialista. “El periodismo deportivo quedó condenado al entretenimiento. Así también, el periodista deportivo quedó condenado al rol de animador, relator de hazañas que entusiasman a las multitudes. ¿Cómo hacer para informar sobre altas y bajas del espectáculo deportivo cuando cualquier periodista sabe que el propietario del medio en el que trabaja es también parte interesada en el negocio?”. Lúcido y valiente en su análisis, Ezequiel entiende que “antes los dirigentes deportivos tenían fuerza para negociar desde una posición de poder, porque sabían que eran los dueños de la materia prima. La situación es distinta. Los dueños de los medios se han convertido también en dueños del espectáculo”. Menciona en el artículo las prácticas monopólicas que, en ocasiones, obliga al periodista, tenga poco o mucho renombre, a adaptar su pensamiento o a mimetizarlo con el de la empresa. Su conclusión es verdadera y dolorosa: “El problema no es exactamente aquello que decimos. El problema, en realidad, es todo aquello que callamos”. Esa fisura a la que Fernández Moores alude cruza los tiempos. En cualquiera de las actuales escuelas de enseñanza del periodismo pueden leerse en libros especializados o en definiciones precisas pero insuficientes, como “periodismo es difundir todo aquello que no sea propaganda” o “periodismo es eso que los poderosos no quieren que se sepa”.

Seguramente, los colegas que en 1938 organizaron en Córdoba el Primer Congreso Nacional de Periodistas no solo lo hicieron motivados por el propósito de lograr mejores condiciones de trabajo, sino para discutir con conciencia de clase las decisiones empresariales. Tuvo que pasar un tiempo hasta que, en 1946, el Congreso de la Nación votó la ley 12 908, la misma que con serias lesiones y fracturas expuestas aún rige (o debería hacerlo) el ecosistema laboral periodístico. Muchos hicieron posible esa gesta. Pero la historia reconoce a algunos elegidos. Por ejemplo, al prestigioso periodista Octavio Palazzolo que fue el que le acercó el borrador de la futura ley al coronel Perón, cuando este cumplía funciones en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ya como presidente, Perón sumó voluntad para que el documento alcanzara estado de derecho.

En un texto excelente publicado en la revista independiente Cítrica (proyecto de necesidad y urgencia de ex trabajadores del diario Crítica cerrado en 2010) y firmado por Mariano Pagnucco, se dice que desde esos momentos fundacionales hay marcas y grietas que siguen vigentes. Las más importantes se refieren a la condición de los periodistas. La nota se pregunta: “¿Seres librepensadores que vuelcan sus ideas para intervenir en la esfera pública u obreros del pensamiento que ponen su fuerza de trabajo al servicio de patrones que lucran con el resultado de su labor?”. Preguntas similares también se hacían en los tiempos en que diarios como La Prensa, La Nación, Crítica o La Razón ocupaban la centralidad informativa.

Aquí importa el recuerdo de Palazzolo. “Por un lado estaban los que hinchados de una enorme vanidad seguían alimentando la leyenda del periodista […] quijotesco, heroico, que solo vivía para difundir ideas. Por otra parte, estábamos los que habíamos superado ese magnífico pretexto, destinado a pagar sueldos de hambre, a enriquecer a las empresas o a solventar los lujos de algún director-propietario”.

Nada ilustra mejor acerca del verdadero poder del periodismo y de los periodistas, la historia contada por el cronista al que la revista en la que trabajaba le confió la misión de seguir a sol y a sombra la visita de Christina Onassis a la Argentina. Desde que se dieron la mano por primera vez hasta su despedida, el hombre no se perdió ningún movimiento. “En un momento me creía un magnate del jet set. No era para menos, andar de un lado para el otro con la heredera de una de las mayores fortunas del mundo. Pero no. Compartimos el remis hasta la mansión de una amiga y antes de bajar, me volvió a dar la mano y me dejó una propina”.
La pelea por el título

Es la inicial llamada de atención, ese guiño que de la cabeza de página le inyecta interés y curiosidad a la cabeza del lector. Es la puerta de entrada a una noticia, a una historia, a una revelación que se desconocía. Toda información periodística empieza por el título y, si es bueno, atractivo, apropiado, mucho mejor.

Ahí anda el dicho de redacción: “Dame un buen título y te armo la mejor nota del mundo”. En la tarea periodística el título es una estrella indiscutida. Cuentan que en uno de los tantos diarios en los que aportó tiempo y talento el joven Ernest Hemingway, una autoridad insidiosa quiso ponerlo a prueba. “Arme un título de seis palabras y de tres líneas”. Sin atormentarse y después de dar algunas vueltas escribió The Old Man And The Sea, lo que con el tiempo se convertiría en el título de su novela más conocida: El viejo y el mar.

Entre nosotros, también hay un título ingresado al salón de la fama. En la sección deportiva de un diario, a Américo Barrios le pidieron que hiciera un título en tres líneas con palabras que tuvieran solo tres letras. Su magistral respuesta fue “Hoy hay Box”. Durante largo tiempo, Barrios (seudónimo de Luis María Albamonte) se destacó en radio. Allí creó un título de oro para su sección de aguafuertes ciudadanas: “¿No le parece?”. Le doy mucha importancia a los títulos.

Encontrar uno adecuado me hace feliz, me deja tranquilo, me alivia de una pasajera aridez de inspiración y me instala en la ruta de lo que necesito y quiero decir. Aclarado esto, debo reconocer que, aunque amo jugar con las palabras, no he sido un buen titulero. Sin embargo, una vez, evocando a Manuel Belgrano y a la creación de la Bandera encontré uno que todavía me gusta: “El que la hizo, y la izó”. Y cuando digo que no figuraré en el libro de oro de los títulos, pienso en alguien como Juan José “El Nene” Panno. En el suplemento Líbero de Página/12 hizo varios títulos memorables. Seguramente relacionando el éxito de la telenovela Ricos y famosos y hablando de los sueldos de los jugadores escribió “Riquelmes y famosos”. Luego de un partido en el que Juan Román la había descosido eligió “Imperio Román”. En un mal momento futbolístico de Boca para volanta jugaron con “Pésima actuación” y para título principal frotaron la lámpara y salió “Boca jugó como el otro”. Tiene en archivo una colección de titulares sugerentes. Un remero de apellido Fernández de la Concha había ganado una regata importante pero la diferencia con quien lo siguió era mínima. Crónica tituló “Fernández de la Concha ganó por un pelito”. Y esta otra de Olé, probablemente el más machirulo de la historia del periodismo. Cuando las Leonas ganaron una medalla importante en un torneo de hockey pusieron en tipografía gigante: “¡MACHAS!”, recuerda Panno.

En la liga de los títulos están clasificados algunos resueltos con una sola palabra, pero que, de tan fuertes, lo dijeron todo. La muerte de Perón fue reinterpretada por los medios. Para ponerse cerca de la condolencia colectiva Crónica eligió la palabra MURIÓ.

Ante el mismo acontecimiento, el diario Noticias prefirió titular con “DOLOR”. Cuando la edición de Clarín del 10 de diciembre de 1983 (la histórica jornada en la que se recuperó la democracia) llegó a sus lectores, vieron en vistosa tipografía la palabra LLEGAMOS. Ya en democracia, el diario Sur presentó una tapa negra y en letras blancas la expresión INDULTO. La llamada de Crónica ante el fallecimiento de Diego Maradona fue simple y contundente: “ADIÓS”. La antología no deja afuera a otros títulos igualmente impactantes, pero resueltos con dos palabras, como el de La Opinión apenas ocurrido tras el golpe de 1976: “Intervención Militar”. Los tres que se consignan a continuación salieron en Página/12: “Adiós YPF” (cuando capitales españoles se hicieron cargo de la petrolera estatal); “Fuerza todos”, al día siguiente del fallecimiento de Néstor Kirchner y “Sí, quiero”, tras la sanción del matrimonio igualitario. Con el polémico argumento de que era “la guerra de todos” los medios no pudieron superar la exigencia de la información única y crearon textos y títulos de inoportuno triunfalismo. “Vimos rendirse a los ingleses (La primera revista en llegar a las islas)” y “Seguimos ganando”, aparecidos en Gente y una serie de la revista Tal Cual como “La Thatcher está loca” o “La bruja Thatcher”, son apenas unos pocos, pero representativos de la manipulación.

Con sistemática voracidad, el periodismo y sus oficiantes se apoderaron de títulos originados en otros territorios. Fueron usados y vueltos a usar, pero todavía tienen vida por delante. De la mano de la literatura llegaron “Sin novedad en el frente”, “Triste, solitario y final”, “Historia universal de la infamia” o “A sangre fría”. De la pantalla grande al papel en blanco viajaron (Mujeres, o lo que venga mejor) “Al borde de un ataque de nervios”, “La fiesta inolvidable”, “Último (tango o no necesariamente) en París”. Con música incorporada aumentaron el repertorio Esos locos bajitos, Las vaquitas son ajenas, Solo le pido a Dios o el Oíd mortales del Himno. Dribleando en el área de la creación, la célebre sentencia de Diego Maradona “La pelota no se mancha” tuvo múltiples usos. El discurso político fue otro venero. Desde “Las patéticas miserabilidades” que Hipólito Yrigoyen dedicó a sus adversarios, efectivamente patéticos y miserables, hasta la actual “Motosierra” que solo imaginando su sonido llena de desazón. Pero hubo otros que llenaron páginas y tapas. “La más maravillosa música” (copyright de Perón), “No pudo, no supo, no quiso” (propiedad intelectual de Alfonsín) o el “Estamos mal, pero vamos bien”, del presidente Menem. Hay titulares tan usados que merecerían ser suplentes. Este es un podio, seleccionado con condenable arbitrariedad. Puesto 3) “Barajar y dar de nuevo”; 2) “El sueño terminó” y 1) “¿Qué hay de nuevo, viejo?”. Aunque, como dijo alguien, el público se renueva. Se sugiere no insistir con ellos porque el desgaste es grande.

Con mucha frecuencia el arte de titular es tema central en las redacciones, en donde quien proponga más desenfado y gracia en sus títulos se habrá ganado un lugar único. Desde su aparición en 1987, Página/12 apeló a fotomontajes, dibujos de Rep o Daniel Paz y en especial a títulos tan ingeniosos como provocativos, tan críticos como humorísticos. La década menemista les permitió ejercitar al máximo sus chispeantes interpretaciones políticas. En marzo de 1991, enojado por denuncias que comprometían a sus funcionarios, Menem acusó al diario de practicar periodismo amarillo. La respuesta fue la publicación de una edición impresa en papel amarillo con la marca Amarillo 12 en tapa. El 8 de julio de 1992 la marca del diario mutó a Página Once. Toda la edición venía con el rótulo de “Kosher”. En este caso, salieron al cruce de un enojo del empresario Jorge Antonio que ante una información que lo involucraba, se consideró perseguido y acusó a Página/12 de ser un medio de judíos. En la portada llevaron una foto del veterano ex secretario de Perón, trucada con bigotitos tipo Hitler y la marca del día fue El diario de Ana Frank. Una vez aludieron a las continuas prácticas deportivas del presidente y esa edición llevó por título Pelota 12. Y en otra, para referirse a la presencia de Menem en salones exclusivos o a sus enredos amorosos trocaron la marca a Radiolandia 12.

El periodista Fernando Capotondo contó a este libro una anécdota deliciosa que vivió en 2003 en el diario Crónica, por entonces todavía en manos de Héctor Ricardo García. Se estaba por aprobar la ley de matrimonio igualitario y García –vaya gesto audaz– propuso publicar un suplemento dedicado a las minorías sexuales. El diario ya venía cuestionado por enfoques u observaciones que en la actualidad serían motivos de denuncia homofóbica. Pero la idea de García se concretó. Crónica del Orgullo Gay comenzó a salir en la edición vespertina de los viernes. “Me eligieron a mí para dirigirlo, porque, en comparación a otros jefes, más veteranos, tenía una mirada más moderna. Trabajé mucho para ponerme muy al día, tomé contacto con las organizaciones haciéndoles entender que tenían el diario a disposición. Tal como el gallego había adelantado, la venta del vespertino empezó a aumentar”. Algo común, de cuando la edición de medios impresos era más artesanal, era que el diagramador encargado acostumbraba a ponerle títulos chistosos. Y ahí ocurrió lo imprevisto. Habían preparado un informe especial sobre la homosexualidad en las Fuerzas Armadas, un tema tabú aún hoy y, haciendo una de las suyas el diagramador se divirtió identificándolo como “Milicos trolos”. Capotondo dice hoy que intentó parar las rotativas, pero no pudo hacerlo. La edición ganó la calle y lo que podía haber sido un escándalo, no pasó de ser una anécdota memorable. “Enseguida pedí verlo a García, con el propósito de poner mi renuncia a su disposición. Pero llegué, él tenía la página abierta, me miró, se sonrió y me dijo: ‘Che, Capo, me gustó el título’. Lo que pasó después también fue sorprendente. Empezamos a recibir mensajes desde las organizaciones felicitándonos por habernos metido con ese tema, tan poco tocado, y, en especial, elogiándonos el título”, cierra la historia Capotondo y recuerda que a partir de ese momento controló mucho más de cerca las bromas del diagramador.

Contratapa
Por: Sergio Olguín, del prólogo al libro
El maestro de periodistas Carlos Ulanovsky recupera una forma de ser, actuar, pensar y trabajar en esos templos laicos que son las redacciones, hoy en vías de extinción. Personajes que, con solo una mirada, un guiño o un silencio, nos avisan que cuando nosotros fuimos ellos ya están de vuelta.

¿Qué es la picardía en el periodismo?, se pregunta Ulanovsky. No es la ventajita, la canchereada, ni la humillación al compañero. Tampoco la operación interesada ni el procedimiento corrupto. Es algo de oficio, olfato, intuición, curiosidad, pero, sobre todo, astucia para romper la solemnidad y dar vuelta una página para llegar al cierre.

El libro recoge historias de medios gráficos donde dejaron su impronta Roberto Arlt, Rogelio García Lupo, María Esther Gilio, Jacobo Timerman, Rodolfo Walsh y otras grandes plumas. Enumera decálogos, apuntes y recomendaciones de Leila Guerriero, Jorge Fernández Díaz, Reynaldo Sietecase, Juan Sasturain y muchos otros. Y recupera, en base a numerosos testimonios y la propia experiencia de Ulanovsky, un sinfín de anécdotas que se resisten a caer en el olvido.

“El periodismo es lindo porque se conoce gente” es un latiguillo de los periodistas en el que mezclan ironía y escepticismo en partes iguales. El autor no se avergüenza de reconocer la excusa del periodismo para ejercer el cholulismo por conocer gente notable. ¿Es profesión, vocación, apostolado, especialidad, macaneo o algo divertido? Tal vez sea un poco de cada cosa, pero un oficio respetable al fin y, a la vez, fascinante. Como la pluma experta del querido Ula y las ilustraciones de Rep que coronan este libro.

Yo creo que la picaresca está en el gen del oficio de periodista. Está en su ADN. Sin la picaresca, el periodista es un empleado administrativo que escribe lindo (en el mejor de los casos). Gracias a ese gen es capaz de escribir sobre cualquier tema que le digan. Le mete la misma pasión a un artículo sobre el funcionamiento de los semáforos como a desarmar la trama de una estafa piramidal a doble página.

Carlos Ulanovsky x Carlos Ulanovsky
Mi nombre y apellido completo es Carlos Alberto Ulanovsky Viniarsky, aunque también me conocen como Carlos Ulanovsky, Ula, Uli, Carlitos o Tito. Nací en Buenos Aires, Argentina, en 1943. Soy el padre de dos hijas y el abuelo de nieto y nieta.

También hincha de Racing, periodista y escritor, en ese orden.

Como periodista me inicié en 1963. Desde entonces trabajé en numerosos medios gráficos de la Argentina y de México en donde viví siete años. Trabajo en radio desde 1972, hasta hoy. Trabajé poco en televisión, durante diez años fui docente de especialidades periodísticas y fui curador de las muestras-homenaje a Niní Marshall, Tato Bores y Les Luthiers.

Como escritor publiqué veintiséis libros, varios de ellos con muchas ediciones: fueron investigaciones históricas sobre la radio, diarios y revistas y televisión de nuestro país; análisis del lenguaje cotidiano; biografías; crónicas, ensayos y dos novelas. Este es el libro número veintisiete y el segundo que publico en Marea Editorial. El primero fue Seamos felices mientras estamos aquí (2018), una crónica sobre mi exilio.
Fotos, imágenes: Editorial Marea, Tiempo Argentino

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