viernes, 28 de abril de 2017

Miguel Ángel Bastenier 1940 - 2017

Miguel Ángel Bastenier, maestro de periodistas. El veterano experto en política internacional había sido subdirector de El País de España
El periodista Miguel Ángel Bastenier, uno de los mayores expertos en política internacional de la prensa mundial en español y maestro a su vez de varias generaciones de periodistas, ha fallecido este viernes en Madrid a los 76 años a causa de un cáncer de riñón.

Con solo 37 años dirigió Tele/eXprés, un diario vespertino catalán escrito en español que cerró en 1980. Un año antes, Bastenier fichó como subdirector por El Periódico de Catalunya, donde ejercería tres años, hasta su llegada a El País, un diario al que quedaría vinculado hasta su muerte este viernes. En él desempeñó cargos como los de subdirector de Información y subdirector de Relaciones Internacionales hasta 2006.

Paralelamente ejerció de profesor de periodismo internacional en la Escuela de Periodismo de El País, desde donde formó a varias generaciones de periodistas que hoy desempeñan su labor en todo tipo de medios en todo el mundo. También fue profesor en la Fundación Nuevo Periodismo Latinoamericano de Cartagena de Indias.

En sus últimos años Bastenier seguía colaborando con la sección de Opinión del diario como editorialista y columnista. Su última columna la publicó el lunes, y en ella alertaba del riesgo de los extremismos en Europa a pesar de la victoria de un candidato moderado en la primera ronda de las elecciones francesas del domingo.

Estudió Historia en la Universidad de Barcelona y Periodismo en la Escuela Oficial de Periodismo de Madrid, pero en sus muchos años de profesión siempre defendió que donde se aprendía de mejor manera era en la redacción de un diario. Su oficio y su experiencia le hicieron experto sobre todo en dos asuntos: el conflicto árabe-iraelí y América Latina, campos en los que era una referencia a nivel mundial.

Al periodismo le dedicó dos libros que se emplean en las universidades: El blanco móvil (Aguilar, 2001) y Cómo se escribe un periódico (Fondo de Cultura Económica de España, 2009). En ellos afirma que para ser un buen periodista hay que tener "un estómago de hierro” para distanciarse de los asuntos de los que se informa.

En los últimos tiempos se había incorporado con un enorme éxito a las redes sociales y era el periodista de El País con más seguidores en Twitter, más de 172.000.
Miguel Ángel Bastenier, el maestro que nos hacía reír
El buen uso del idioma y su magisterio personalísimo marcaron a varias generaciones de profesionales de España y de toda Latinoamérica
Por: Bernardo Marín
“Profesor, lo soy. Maestro es solo una teoría”, decía. Pero para los cientos de alumnos que tuvo en sus más de 30 años como docente, Miguel Ángel Bastenier fue sin duda un Maestro de periodismo con mayúsculas, con toda certeza el más popular e influyente de las últimas décadas en lengua castellana. Su adhesión innegociable a las reglas básicas del oficio, su obsesión con el buen uso del idioma, y su magisterio personalísimo, aderezado con enormes dosis de ternura y sentido del humor, marcaron a varias generaciones de profesionales de España y de toda Latinoamérica. Es difícil encontrar en todo el territorio del español un medio digital o analógico de entidad donde no trabaje alguno de sus discípulos, la mayoría de ellos procedentes de las dos grandes academias que fueron también su casa: la Escuela de Periodismo de El País y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.

En Bastenier se daban todas las condiciones para ser un excelente profesor de periodismo. Él mismo era un reportero y articulista extraordinario. Le encantaba enseñar, que le escucharan pero también escuchar, y convertir sus clases en unos animadísimos debates. Y disfrutaba mucho del trato con sus alumnos, a quienes en ocasiones cuidaba con el afecto de unos sobrinos postizos, en especial a los latinoamericanos. Hasta que no llegaron a mil, presumía incluso de recordarlos uno a uno, por sus nombres y apellidos.

Al aula llegaba siempre puntual. En sus talleres de Cartagena se presentaba en ocasiones horas antes del inicio, y mataba el tiempo mientras tanto leyendo todos los periódicos concebibles en varios idiomas y, en los últimos tiempos, reflexionando y debatiendo con sus decenas de miles de seguidores en Twitter. En las correcciones era implacable y políticamente incorrecto. Pero combinaba tan bien la severidad con la ironía y el cariño, que algunos de sus comentarios demoledores eran recibidos con risas por su propio destinatario y por el resto de los alumnos. Porque en sus clases se aprendía, pero también se reía mucho. Quizá porque el sentido del humor es también uno de los requisitos imprescindibles para llegar a ser un gran periodista.

Bastenier era muy didáctico y presumía a su vez de la excelente educación que había recibido en un colegio de curas de Barcelona, que no le dejó trauma alguno pese a la época del nacionalcatolicismo que le tocó vivir. Allí se forjó su peculiar relación con la religión, que le llevaba a proclamarse agnóstico y al mismo tiempo católico, porque, como solía decir, “no es tanto cuestión de creencias, sino de pertenencia”. Desde niño desarrolló también una gran afición por la lectura. Y su vastísima cultura, acompañada por una memoria prodigiosa, le permitía salpicar sus clases con una cantidad asombrosa de citas y datos. También las amenizaba con anécdotas de su carrera profesional, de encuentros con personajes como Arafat o Fidel Castro, y otras, siempre divertidas, de su vida personal, como la historia, muy celebrada por los alumnos, de cómo una antigua novia había intentado envenenarle.

Le encantaba enseñar, que le escucharan pero también escuchar, y convertir sus clases en unos animadísimos debates

Era un constructor inigualable de aforismos sobre su oficio y sobre el idioma español o castellano (según él, los dos únicos sinónimos perfectos en nuestra lengua). Reflexionó sobre estas dos pasiones en una columna semanal para la edición América de El País y plasmó cientos de esas sentencias de forma casi compulsiva en las redes sociales. Una de sus máximas más conocidas era la de que solo había dos tipos de periodista, los rápidos y los que no son periodistas. Pero dejó muchísimas más para una antología que urge elaborar. A un joven aspirante a reportero y a sacerdote le explicó que “la bondad hace mal periodismo”. A otros muchos que confundieron su trabajo con el activismo les recordó que “los periodistas dedicados a construir un mundo mejor pueden olvidarse de cómo hacer un periodismo mejor”.

Trató de extirpar entre los jóvenes reporteros latinoamericanos “el chip colonial”, es decir, la costumbre de ponerse la corbata para escribir, y declaró la guerra a cuatro plagas: "La declaracionitis, la politización, el oficialismo, y la desconexión de la información internacional”. Aunque era un francófilo declarado, reconocía la superioridad de la prensa anglosajona. “Los ingleses no saben hacer malos periódicos”, decía. Advertía a sus alumnos de que, pese a Internet y a las redes sociales, la noticia había que seguir buscándola en la calle y poco podía esperarse de una rueda de prensa: “Nunca el propósito primordial de convocar una fue dar una noticia, aunque accidentalmente se diera”. Y en un mundo en el que a menudo se confunde la opinión con la información y la realidad con los deseos, nos recordó que “la lucha contra los propios prejuicios constituye una buena parte de nuestra profesionalidad”.

Advertía a sus alumnos de que pese a Internet y las redes sociales la noticia había que seguir buscándola en la calle

En los últimos años se mostró preocupado porque el énfasis en el periodismo literario —“existe pero cuesta encontrarlo”— o el periodismo narrativo —“si quiere decir historia sin fuentes, que me borren”—, desplazara a la enseñanza de las reglas esenciales del oficio. En cambio, se acercó con genuino interés a las nuevas tecnologías e incorporó a sus clases una perspectiva digital, porque el periodismo electrónico le parecía el de siempre, pero por otros medios. Con 172.000 seguidores pudo presumir de ser el periodista de El País más exitoso en Twitter y, hasta que se vio desbordado, los fue apuntando uno a uno en una libreta, añadiendo su país de procedencia.

Quienes fuimos sus alumnos no podremos olvidar su sabiduría, su entusiasmo por compartirla, y su sentido del humor. Gracias, Miguel Ángel, por las lecciones y gracias también por los buenos ratos.

Vida y enseñanzas del periodista más rápido del mundo (casi)
Conversar con Miguel Ángel Bastenier es aprender a mil por hora
Por: Juan Cruz
La anécdota verdadera (hay muchas falsas) que mejor retrata la eficacia profesional de Miguel Ángel Bastenier, quizá el periodista más rápido del mundo, es la que se cuenta de su paso fructífero por El Periódico Catalunya, donde estuvo antes de venirse a El País.

Se dice que le encargaron muy tarde un editorial urgente; él se dispuso ante la máquina de escribir, y cuando ya mediaba el folio se viró hacia su director, Antonio Franco, e inquirió:

—¿A favor o en contra?

Nunca he visto a nadie —a nadie, con alguna excepción— que tuviera más pulsaciones a la máquina que Miguel Ángel Bastenier; pocas veces he visto (diría que ninguna) a nadie hacer crucigramas con la velocidad que tiene Bastenier en esa tarea de alta precisión; de nada he visto a hablar a nadie con tanta rapidez, y con tanto conocimiento de causa, como a este hombre que, además, puede hablar como un nativo francés, francés con acento belga, inglés, inglés con acento norteamericano.

Nunca he visto a nadie, tampoco, hablar (con conocimiento de causa también) de tantos deportes; de ciclismo sabe realmente, dicen, y de tenis, y de atletismo, y de tantas otras especialidades; el fútbol es también especialidad suya, pero quizá desbarra un poco, en asuntos delicados como el debate Barça-Madrid porque ahí tal vez le falle un poco el conocimiento de causa.

Ha sido mi jefe y mi maestro; me ha despertado a deshoras (que para él son horas) para que arregle una coma mal puesta o para que aprende a discernir sobre una cuestión en la que él resulta sabio; me ha enseñado a preguntar y a resumir, y, sobre todo, me ha puesto sobre la pista de una virtud: en toda información hay algo que se te escapa, y eso que se te escapa es lo importante. Hasta que no des con ello no entregues el folio.

Su trabajo como maestro, en la Escuela de Periodismo de El País, en la que creó García Márquez en Cartagena de Indias, le ha granjeado el respeto (“granjeado el respeto…: menuda cursilería has puesto, Juanito”, me diría si él estuviera editando este blog) y la admiración de miles de estudiantes sobre todo del ámbito iberoamericano que ahora son periodistas y jefes de periodistas en medio mundo. Además, su afecto por Colombia ha añadido la nacionalidad colombiana a su innumerable catálogo de pertenencias, oficiales o no: Cataluña, España, Bélgica, Congo (por razones que forman parte de las leyendas no escritas de Bastenier), Francia…, y todo aquel país o región en la que haya pisado y de la que haya aprendido el idioma o el periodismo, que para él son sinónimos. Aunque estoy por creer que para él el periodismo es, casi exclusivamente, en inglés.

Lo he visto trabajar a mi lado, mientras era mi jefe; por tanto, sé cómo toma las decisiones, y ese es un factor relevante para decir que es un buen periodista, un periodista grande. Tendemos a creer que buen periodista es el que escribe bien; él escribe bien, muy bien, pues tiene lecturas (muchas lecturas, vete a decirle contrario) y por tanto metáfora. Pero un periodista no es bueno, aunque haga malabares con la lengua, hasta que es capaz de mandar bien a los que tiene a su cargo. Y Bastenier mandó bien hasta a los desmandados, categoría en la que quizá estuve en algún momento, él sabrá.

A Rodicio le pareció bien. María Jesús Espinosa de los Monteros, la directora del proyecto Podium Podcast, armó luego un programa que a partir de hoy está al alcance de todos los radioyentes del mundo. Está ahí y está para siempre, un milagro de las tecnologías que nacieron después de que Bastenier y yo fuéramos viejos periodistas. Tuve el honor de ser el periodista que pregunta a Bastenier. Y ahora tengo el placer de anunciarles que si se lo pierden no se pierden lo que yo diga, que eso da igual: se pierden lo que diga Miguel Ángel Bastenier, el periodista más rápido del mundo (casi) y, de esto no tengo duda, el más concienzudo y sabio de los que nos han enseñado el oficio.

Lecciones de periodismo que dejó Miguel Ángel Bastenier en 140 caracteres
"La única manera que tiene el periodista de hacer un mundo mejor es haciendo un periodismo mejor", decía Bastenier, fallecido este viernes
Además de su legado periodístico, unido al diario El País en los últimos 35 años, Miguel Ángel Bastenier, fallecido este viernes en Madrid a los 76 años, nos ha dejado sus lecciones sobre la profesión a través de Twitter. El experto en política internacional y exsubdirector del periódico abrazó la red social con gran éxito, convertido en el periodista de la redacción con más seguidores: más de 172.000. El límite de 140 caracteres no era problema para él, siempre claro y conciso en las reflexiones que compartía en @MABastenier.




Desde hace más de tres décadas se encargó además de la docencia, en la Escuela de Periodismo de El País y la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI). En sus clases no se cansaba de repetir que el futuro del periodismo es digital, lo que no se traducía en condescendencia ante el nuevo escenario al que se enfrenta su profesión.

En las distancias cortas, empleaba más de 140 caracteres para compartir anécdotas y reflexiones, siempre con la misma precisión linguística que exhiben sus tuits. El nombre del programa de Verne en Facebook Live, Vernícolas, es resultado de su elocuencia. El 26 de abril de 2017, Bastenier dedicó uno de los últimos mensajes en Twitter a mencionar las que consideraba algunas de las plagas de la profesión: "declaracionitis; politización; oficialismo; desconexión mundial".


Es una de las opiniones de Bastenier que recopila Bernardo Marín, subdirector del diario El País y uno de sus muchos discípulos, en un obituario en el que recuerda a Bastenier como un profesor estricto en sus correcciones, al tiempo que afectuoso y poseedor de una ironía que empleaba como guante blanco a la hora de ser severo con sus alumnos.












A través de la herramienta Favstar, se pueden encontrar otros de los tuits del periodista reflexionando sobre su profesión que más han compartido sus muchos seguidores.














Para uno de sus talleres ofrecidos en en una de las sedes de la FNPI en Cartagena de Indias (Colombia), ya avanzaba en 2014 la complicada relación entre el periodismo y la realidad online, que tanto le preocupó en los últimos tiempos: "Lo que las redes sociales ponen en circulación es comunicación, no necesariamente información, que, de momento, sigue limitada a los periódicos, impresos o digitales, y que de la pugna entre esas dos formas de llegar al público se dilucidará el futuro del periodismo; en definitiva, que ese futuro está todo menos asegurado. Y no afirmo con esto que el periodismo vaya a desaparecer, sino que tiene un porvenir muy complicado, que le exige una profunda renovación para sobrevivir".

Miguel Ángel Bastenier, único como maestro
Impregnaba desde hace 31 años la Escuela de Periodismo UAM-El País de su gran conocimiento
Por: Belén Cebrián*
Era único. Como periodista, como profesor y como persona. Por eso era habitual que los alumnos empezaran acudiendo a sus clases con un indisimulado recelo que luego la mayoría convertía en admiración absoluta y duradera. Porque Bastenier —nadie le llamaba por su nombre— destilaba personalidad. Profesor en la Escuela de Periodismo UAM-El País desde prácticamente el inicio, hace ya 31 años, impregnó el aula de su gran conocimiento sobre política internacional y de su amor por el buen uso del castellano. Y, de paso, de periodismo deportivo, de política nacional, de análisis de prensa anglosajona… de todo lo que tuviera que ver con la enseñanza de este maravilloso oficio al que se dedicó en cuerpo y alma. Todo ello mezclado con un sinfín de anécdotas que convertían sus clases en algo especial. En una visión panorámica del periodismo, como a él le gustaba que fueran las crónicas: panorámicas, que informaran no solo del qué, sino del porqué, de las causas, las consecuencias…

No le apartaron de la enseñanza ni las nuevas tecnologías, que abrazó con entusiasmo hasta convertirse en casi un obsesivo tuitero, ni la enfermedad. Si acaso esta última solo pudo limar alguna arista de un particular sentido del humor que irritaba al principio y se convertía después en uno de los pilares del respeto y la admiración con los que hoy le recuerdan profesores, alumnos, y todos cuantos tuvimos la suerte de conocerle y trabajar con él.

Su apariencia caótica y desordenada ocultaba una muy bien estructurada cabeza. Bastenier era todo memoria, como saben los alumnos, de quienes conocía nombre y trayectoria antes incluso de comenzar el curso. Tenía, además, una prodigiosa capacidad de análisis que aplicaba tanto al problema de Oriente Medio, uno de sus clásicos, como al desarrollo del Tour de Francia.

La vida, o el periodismo, que para él eran algo equivalente, la resumía en aforismos. Y así hizo de la enseñanza una perfecta combinación de largas conversaciones en profundidad con brillantes píldoras fugaces llenas de sabiduría. “Hay dos tipos de periodistas: el que escribe rápido, y el que no es periodista”. Siempre estuvo pegado a sus alumnos, a quienes advertía hace solo unos días: “Leer periódicos de joven es una educación y visión del mundo”.

Su nombre figuraba en el planillo de las próximas clases. Ya no podrá acudir, pero sus enseñanzas, de las que se valen hoy más de un millar de periodistas formados en la Escuela, han fraguado una cantera que ha llevado los valores del mejor periodismo a ambos lados del Atlántico. Han tenido al mejor maestro.
*Belén Cebrián es directora de la Escuela de Periodismo UAM-El País

Despedida a Miguel Ángel Bastenier
Compañeros de profesión, alumnos y personalidades nacionales e internacionales rinden homenaje al columnista y maestro de periodistas
Bastenier era único. Como periodista, como profesor y como persona. Por eso era habitual que los alumnos empezaran acudiendo a sus clases con un indisimulado recelo que luego la mayoría convertía en admiración absoluta y duradera. Era, aparentemente, un hombre atado a su vanidad, a la que tenía derecho; pero le decías que bajara la ceja y entonces se reía de sí mismo, y de los verdaderamente vanidosos. Compañeros y personalidades le rinden homenaje.

Un periodista latinoamericano nacido en España
Por: Rocío Montes
Ha partido el más fabuloso de los periodistas latinoamericanos nacido en España, Miguel Ángel Bastenier. Maestro y padre, no dejarás nunca de estar presente, como te dije hace dos días por correo. Fuiste el impulsor de casi todas las decisiones que he tomado como periodista, desde que a los 23 años te conocí en Cartagena. No dejaste nunca de ser mi guía y mi amigo y yo no dejaré de sentirme tu hija, como muchos en estas tierras. Te vamos a extrañar tanto, tanto y no sabes la tristeza inmensa que provoca tu partida. Seguramente en miles de rincones de Latinoamérica se te llora como en Santiago de Chile ahora. Contigo se va un periodista brillante pero, sobre todo, un ser humano excepcional. El único consuelo, de haberlo, es la certeza de que seguirás vivo cada vez que alguno de nosotros se siente frente al computador y aparezca tu imagen y tu voz, en tu lucha cotidiana por la defensa del castellano. Porque la muerte, Miguel Ángel querido, no te hará desaparecer.

Te quiere mucho,

Rocío de las montañas nevadas (como me llamaste la última vez)

Buen viaje
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Gracias por decirnos que nuestros textos eran una mierda
Querido maestro y amigo, gracias por tanto. Gracias por tener una mente privilegiada. Eso hacía que no solo no se te escapara ninguna fecha —en serio, ninguna, eras prácticamente una enciclopedia—, sino que, además, eso te permitía llamar a todos tus alumnos por sus nombres desde el minuto uno. Incluso a aquellos que no veías desde hace mucho, aquel que estuvo en un taller en algún país latinoamericano hace 5,10 o 15 años. Nos recordabas a todos. Gracias por decirnos que nuestros textos eran una verdadera mierda. Eso no solo nos hizo escribir mejor; también hizo que la piel se nos fuera poniendo dura para lo que nos esperaba allí afuera. Gracias por hacernos cómplices de tus vicios. Sabes de qué te hablamos y no se lo hubiésemos consentido a nadie más que a ti. Gracias por no entender qué era eso de la corrección política. O tal vez sí, lo entendías perfectamente y, por ello, parece que te levantabas cada día con el propósito de hacer justo lo contrario. Gracias por contagiarnos tu amor y respeto por el idioma. Una palabra no vale lo mismo que otra, y lo aprendimos a las malas. No te valía que te dijéramos que la RAE ya aceptaba tal o cual acepción. Tú nos respondías: "Los de la RAE son muy socialdemócratas". Gracias por haber sido brillante y provocador a partes iguales; tan español como latinoamericano; duro y crítico a rabiar, pero un hombre que también sabe elogiar. Hoy centenares de periodistas escribimos mejor por ti. Se escriben mejores periódicos por ti, aunque por más que lo intentaste —y mira que lo intentaste— los titulares en Latinoamérica siguen sin llevar artículos. Te admiramos, te respetamos, te extrañamos. Y te imaginamos con tu paquete de tabaco, enfundado en tu jersey cuello pico y tus gafas "empañadas", echándonos la bronca o haciéndonos reír. Gracias, maestro y amigo.
28 Promoción de la Escuela de Periodismo de El País
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Periodista con talento y humildad. Comentarista siempre esperado en El País virtual. Expresión auténtica de un periodismo iberoamericano. Nuestro respeto, cariño y agradecimiento desde este otro lado del Atlántico.
Jaime Paz Zamora
Presidente Constitucional de Bolivia (1989-1993)
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Miguel Ángel Bastenier era un aeroplano
Por: Éel María Angulo
Miguel Ángel Bastenier era un aeroplano que sobrevolaba textos y dibujaba en ellos una estela de precisión. Con el motor de la rigurosidad, me enseñó a atravesar ese cielo al que los amantes de las letras llamamos periodismo. Su vuelo lo conocí en 2010, pero solo hasta 2013 fui testigo de cuán grandes eran sus viajes, fue en un taller de tres días en el Museo del Caribe, en una sala clara frente a una enorme mariposa amarilla. Tras 13 noches dedicadas a leer las 337 páginas de ‘¿Cómo se escribe un periódico?’, quise volver a verlo. Un año después, me postulé a una beca de la Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano, Fnpi. La gané. Por 30 días me fui a Cartagena a convertirme en nube, en una de esas a las que el aeroplano Baste surcó con sus anotaciones sobre el peligro de la voz pasiva y el veneno de la sinonimia. Fue el culpable de que pasara casi un mes sin dormir. Nunca estuve tan nerviosa como la noche anterior a la revisión del primer texto que debía entregarle. Me agobió tanto, que gracias a su exigencia terminé por encontrar la más bella historia de amor caribeño que pude imaginar, era la de una viuda que llevaba veinte años mirando caer las tardes al pie de la tumba de su esposo en el cementerio de San Diego, donde -por falta de mantenimiento- el suelo se abrió y dejó casi al aire un buen número de ataúdes “podridos”. Lo leyó en voz alta frente al grupo de latinoamericanos que se volvió mi familia insurrecta. Chocó las palmas en nombre de la “Niña Ill”, como me llamaba. Desde entonces, empecé a dormir menos y a leer más. No quería fallarle. Me enseñó a no conformarme, a dudar siempre, a creer nunca. Hoy, le escribo desde tierra, desde donde aguardamos los que lo queremos. Sí, en presente, porque el cariño no muere. Hoy, le escribo para ver -desde abajo- cómo se eleva y dibuja la firma celeste que estampaba en los libros con las letras apretadas y esfero torcido: Miguel Ángel, Miguel Ángel Bastenier.
Bogotá, Colombia. 28 de abril de 2017
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La viñeta de Vladdo en homenaje a Miguel Ángel Bastenier:
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Conocimiento y gran estilo
Por: José Andrés Rojo
Cuando terminaba su pieza, y entraba en el despacho para avisar que estaba lista, le asomaba una sonrisa traviesa y comentaba: este me ha salido de diez. Pero es que resultaba que todos sus textos le salían siempre de diez, perfectos, impecables. Quizá alguna vez, y para eso habría que retrotraerse a la antigüedad, confesó que alguno se le había queda en un nueve con cinco. Pero eso, de haberse dado, sería lo excepcional. Y seguramente tenía razón: Bastenier procuraba trabajar en ese nivel, con esa ambición, y para situarse ahí y conquistar la soltura con que la escribía, la monumental información que manejaba, las referencias históricas que cultivaba, su vasta erudición que nunca se notaba, había trabajado mucho, leído mucho, consultado muchas fuentes, tratado con muchas gentes. Y hablado varios idiomas. De eso sí presumía. De lo otro no. O no mucho. Sí, le encantaba ponerse medallas. Casi todas merecidas.

Era, en buena medida, un torbellino. Y se llevaba por delante lo que encontraba en el camino, no reparaba en las circunstancias, ni en el tono, absorto en su discurso. Y ahí es donde entra el estilo. Le había dado en los últimos meses por reivindicar a Balzac: quería subrayar la vastedad de su obra, su capacidad de cubrirlo todo y de entrar con conocimiento de causa en cada detalle, de contar una época entera. Enseguida hablaba también de Dickens. Por las mismas razones. Por la capacidad y maestría de levantar un mundo. Seguramente fue eso lo que también, a su manera, quiso hacer en su trabajo de periodista y por eso se sumergió en Internacional: quiso abarcarlo todo, saberlo todo, contarlo todo. Tenía la fuerza y la energía para hacerlo. Era de acero, y sólo y con muchísimas dificultades fue enterándose en los últimos meses que no era exactamente así. Su última columna la mandó el martes protestando por el retraso a la que lo obligaba un ingreso hospitalario, y pedía disculpas con la distancia del que quiere estar por encima de estos contratiempos.

A Bastenier le encantaba ponerse medallas. Casi todas merecidas.

¿Puede hacerse buen periodismo, que obliga a estar pegado a las cuitas del presente, desde la vieja Castilla de la Monarquía española, que era el lugar en el que habitaba Bastenier y desde el que se pronunciaba con la autoridad del que conoce cómo funcionan los resortes del imperio? Rotundamente, sí. Porque sin ese periodismo que asiste a lo que ocurre con una mirada cultivada en las glorias y las miserias de las historias de los hombres y los países no se entiende en realidad nada. Y, al final, no se cuentan bien las cosas, lo que está sucediendo, lo que aún no ha nacido. Ése fue seguramente el desafío que como periodista se impuso a sí mismo Bastenier. Fue por eso un gran maestro del oficio. Era imprevisible, heterodoxo, provocador; sobre todo, desmesurado. Tenía sentido del humor. Y esto es también imprescindible en este oficio que peca tantas veces de excesiva solemnidad.
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Juan Manuel Santos, presidente de Colombia


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Sabía que le llamarían maestro
Por: José María Rabanal Herrera
He sido amigo de Miguel Ángel Bastenier desde hace 70 años, con trato diario durante los años de "cole", casi diario mientras vivió en Barcelona y más espaciado desde que se trasladó a Madrid.

La última vez que nos vimos, ya enfermo, fue en una comida de antiguos alumnos en la pasada Navidad. Era imposible hablar con él sin que saliera a relucir la prensa y los periódicos. En esta ocasión me confió que, de entre los periodistas con los que había trabajado, había dos que emergían por su calidad insuperable. Le constaba que uno de ellos, Josep Pernau ya fallecido, había conocido esta admiración. No estaba tan seguro de que el otro, Juan Luis Cebrián, fuera consciente de ella. Sabía que cuando muriera le llamarían "maestro de periodistas". En su opinión sólo esos dos merecían el título.
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Vivió hasta su última columna
Por: Fernando Pajares
Hacía meses que llevaba su cáncer a cuestas casi con desprecio. Solo estaba pendiente de que la enfermedad no le impidiera escribir. Llevarle al hospital para que le viera el médico, para que le hicieran las pruebas, era como una cruz. Pepa Roma, su mujer, siempre entera, me pidió que yo le acompañara de vez en cuando. Aún cree que les estaba haciendo un favor. No sabe que para mí fue una satisfacción íntima, profunda, poder estar al lado de un amigo, de un hermano querido y de un colega a quien siempre escuché con admiración.

Lo que quiero que se sepa de Miguel Ángel Bastenier, siquiera sea muy brevemente, es qué hizo y en qué pensó los días previos a su muerte.

El lunes, día 24, Miguel Ángel estaba hecho polvo cuando llegamos a la consulta en el hospital. Tan mal estaba que lo ingresaron de inmediato en Urgencias. En cuanto lo subieron a planta, aún agotado, lo primero que me pidió fue que recogiera de su casa el ordenador portátil. "A ver si mañana puedo escribir la columna del miércoles".

El martes me encargó que le llevara El País y un libro. "Que sea de historia, por favor". Bastenier en estado puro.

Ese día hablamos, con pena, con mucha pena, sobre el fallecimiento de nuestro colega Joaquín Prieto, su compañero en este periódico. Pero la última conversación que tuve con él ese mismo día fue sobre Cataluña, a su juicio el problema más serio de España y, por ello, su mayor preocupación. Miguel Ángel, hombre de mundo, hombre de Europa, hombre latinoamericano, nació en Barcelona. Era un catalán que detestaba el secesionismo. Si su admirado De Gaulle tenía "une certaine idée de la France", él, mutatis mutandis, siempre abrazó una idea cierta de España.

Nos despedimos hasta el día siguiente. "A ver si puedo escribir esa columna", insistió con un hilo de voz antes de irme.

El miércoles 26 abrí el periódico. "Un 'Brexit' y medio" se titula la última columna que Miguel Ángel Bastenier escribió en su vida. Siempre había podido mandarla. Y ese martes también pudo. Claro que pudo. Aquel martes de dolor, ni la inminencia de la muerte pudo acabar con la pasión de su vida.
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Mi Ángel
Por: Phil Davison
Cuando yo era corresponsal de The Independent (Londres) para España y América Latina, Miguel Ángel Bastenier me ofreció (gratis) una oficina en el edificio de El País en Madrid (1992-94). "Mi Ángel”, como lo nombré, me ayudo casi cada día a hacer mi trabajo. Me dio acceso a los archivos de El País y me ayudó a hacer contactos en todos ámbitos de la sociedad española, desde deportistas y políticos hasta el Rey.

Compartíamos amor y pasión por el periodismo, por informar a nuestros lectores objetivamente y sin miedo
Cuando tenía cualquier problema iba a Miguel Ángel. Compartíamos amor y pasión por el periodismo, por informar a nuestros lectores objetivamente y sin miedo. Mi Ángel era uno de los mejores periodistas que jamás he encontrado en todo el mundo. Almorzar o cenar con él era algo bello. Con él aprendí mucho de España, también de periodismo.

Aunque solo tenía siete años más que yo, era una especie de mentor para mí. Te extrañaré, viejo amigo. Nunca te olvidaré. Que descanses en paz.
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Una alumna huérfana de maestro
Por: María Hervás
Te has ido sin avisar, sin darme tiempo a invitarte a una comida en el Delito’s, sin tomarte tu última clara con limón mientras ponemos España patas arriba, me das una lección de literatura inglesa (“si no has leído a Dickens no puedes ser periodista”) o me impartes una clase de catecismo. “Porque todos en España somos católicos, Gervasia, no lo olvides. Hasta el más progre lo es”. Me has dejado huérfana de sobremesas y libre de excusas que dar a tu querida Amelia Castilla, mi redactora jefa. Has sido mi maestro, amigo y confesor. El mejor mentor que una periodista puede tener. Tú, Basty gruñón, Basty irreverente, Basty cabezón. Con tus maneras y sabios consejos has sabido ganarte el respeto y cariño de todos los alumnos que pasaron por la escuela de El País. El periódico entero se llenará estos días de textos sobre tu figura, tus grandes lecciones sobre periodismo. Has dejado huella en la mayoría de redactores de este periódico.

Has sido mi maestro, amigo y confesor. El mejor mentor que una periodista puede tener

Pero yo sigo con mi enfado por no haberme podido despedir de ti. Por no darte un abrazo de esos que te sacaban de quicio. “Venga, ya, Gervasia, no me seas sentimental”. ¿Te acuerdas cuando bromeabas y decías que en otra vida te hubiera gustado ser “asesino a sueldo”? ¿o cuando fantaseabas con haber sido “embajador en Malta”? Cuánto me has hecho reír con tus descripciones, tus comentarios mordaces, tus increíbles historias, tus tweets incendiarios (“chicos, acabo de encender la pradera en Twitter, jajaja”). Viviste como te dio la gana. Esa es la mejor lección que me dejas. Que estos momentos de incertidumbre y cobardía no hay que tener miedo a decir y hacer lo que uno cree justo, a seguir creyendo en el periodismo, a respetar a la gente para respetar esta profesión. No quiero llorar, tengo varias maquetas por rellenar esta mañana y tú te enfadarías conmigo si vieras que ahora mismo no me estoy dedicando a mis artículos. Te aguantas, necesitaba decirte lo mucho que te voy a echar de menos.

FNPI lamenta la muerte del periodista español Miguel Ángel Bastenier
La Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano recordó las colaboraciones del periodista español con la organización

La Fundación Gabriel García Márquez para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI) lamentó este viernes el fallecimiento del periodista español Miguel Ángel Bastenier y recordó sus colaboraciones con la organización.

A través de un comunicado, rememoraron que por 14 años dictó el taller más largo de la programación de la FNPI y por el que pasaron unos 250 periodistas.

Bastenier, con amplia experiencia en la información internacional y experto en América Latina, murió este viernes en Madrid a los 76 años como consecuencia de un cáncer de riñón.

Graduado en Periodismo y licenciado en Derecho e Historia, comenzó a desarrollar su carrera profesional en 1970 en el Diario de Barcelona.

Posteriormente fue director de Tele-Exprés y subdirector del Periódico de Cataluña, antes de entrar a formar parte de El País, donde primero fue subdirector de Información y posteriormente de Relaciones Exteriores hasta su jubilación en 2006.

El director general de la fundación, Jaime Abello, afirmó que "la gran familia latinoamericana de Bastenier está de luto" y destacó que "el vacío que deja en la FNPI, en su segunda casa de Cartagena, no lo llenará nadie".

Asimismo, agregó que Bastenier contribuyó decisivamente a forjar la identidad de la FNPI como García Márquez, Tomás Eloy, Ryszard Kapuscinski.

"Sus amigos, alumnos y colegas lo recordaremos siempre porque la fórmula de su estilo personal y su sabiduría profesional era única.

Nuestro agradecimiento por sus enseñanzas y su generosidad es para siempre", concluyó.

Sergio Ramírez lamenta la muerte del periodista Miguel Ángel Bastenier
El escritor y exvicepresidente de Nicaragua Sergio Ramírez Mercado lamentó hoy la muerte del periodista español Miguel Ángel Bastenier, a quien catalogó como "un clásico del periodismo moderno".

"Adiós a mi amigo Miguel Ángel Bastenier, un clásico del periodismo moderno en nuestra lengua", escribió el novelista en su cuenta de Twitter.

Bastenier, con amplia experiencia en la información internacional y experto en América Latina, murió hoy en Madrid a los 76 años como consecuencia de un cáncer de riñón.

Graduado en Periodismo y licenciado en Derecho e Historia, comenzó a desarrollar su carrera profesional en 1970 en el Diario de Barcelona.

Posteriormente fue director de Tele-Exprés y subdirector del Periódico de Cataluña, antes de entrar a formar parte de El País, donde primero fue subdirector de Información y posteriormente de Relaciones Exteriores hasta su jubilación en 2006.

Ejerció como profesor en la Escuela de Periodismo de El País desde 1983 y actualmente continuaba como columnista en el mismo diario.
Fotos: Carlos Rosillo, Gorka Lejarcegi, Luis Magán
Fuentes: Diario El País, Agencia EFE

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