Por: Ricardo Marín
Como una pelota de playa agujereada, año tras año, la audiencia de la TV abierta local se desinfla un poco más. Las mediciones de rating indican que el promedio anual de encendido de los cinco principales canales de aire en la Argentina disminuyó 13 puntos entre 2004 y 2016. O sea que esa cifra -la suma del rating promedio de las emisoras- se achicó a razón de un punto de rating por año. O quizá lo alarmante de la merma puede visualizarse mejor con un ejemplo concreto: en 2004, el estreno de una nueva temporada de un programa de éxito como Los Roldán midió 36 puntos. Hace unas semanas, los primeros capítulos de ADDA Amar después de amar y Quiero vivir a tu lado, apuestas fuertes de Telefe y El Trece, respectivamente, no llegaron a los 12 puntos. Más aún, en 2016, la tira brasileña Moisés y los diez mandamientos se quedó con el título del ciclo más visto del año con sólo 17,3 puntos de rating promedio.
Pero la fuga de televidentes de la TV abierta no quiere decir que la gente hoy vea menos televisión. En términos porcentuales, esos 13 puntos de rating perdidos en estos últimos doce años significan un 33 por ciento de televidentes menos viendo canales de aire y un aumento similar en la cantidad de personas que consumen televisión en otras plataformas, llámese TV por cable, satelital, on demand (OTT) o TV por Internet. El primer territorio de fuga de esos televidentes fue hacia la TV paga (por cable o satelital) que hace años era elegido por un porcentaje menor de televidentes que los que elegían la TV abierta. Actualmente la supera en audiencia.
El inconveniente a la hora de descubrir las características de esos nuevos consumos es medir con exactitud qué pasa en ese territorio que conforman las nuevas plataformas streaming . "No hay todavía en el país un sistema que mida en conjunto y abarque en un sólo índice todas las maneras en que actualmente se consume televisión. Se obtienen mediciones por separado del consumo de televisión abierta, de televisión paga, de las plataformas on demand u OTT, como Netflix o YouTube. Con el cruce de estas mediciones se tiene un panorama general que indica que el público sigue viendo la misma cantidad de televisión que siempre, pero ahora lo hace en plataformas variadas", sostiene Gonzalo Fiure, Senior VP y Chief Content Officer de FOX Networks Group Latin America.
Para Felipe de Stefani, gerente general de Turner Internacional Argentina y canales de entretenimiento de Turner Latinoamérica, este proceso está vinculado al desarrollo tecnológico y al mejor aprovechamiento de Internet que trajo aparejado. "La proliferación de aparatos conectados en los hogares -smartphones, PC, tabletas, SmartTV- ha generado una gran segmentación de las audiencias, que a partir del multitasking [realizar varias actividades simultáneas] abrieron el living durante el prime time a redes sociales, juegos, aplicaciones varias y consumo de video corto. Podemos decir que Internet abrió la canilla y multiplicó la distribución de contenidos, que antes era propiedad de pocas plataformas. Hoy todo compite con todo. Estamos en medio de una gran batalla por la atención. En Turner la llamamos la «economía de la atención». De hecho, existen hoy negocios de más de mil millones de dólares anuales basados en captar solamente unos segundos de atención diarios de un consumidor, como por ejemplo, el caso de Buzzfeed", dice De Stefani refiriéndose a la empresa norteamericana que basa sus contenidos en material recolectado en redes sociales que se hace viral.
En cuanto a qué segmento del público que ve televisión se mantiene fiel a las maneras ortodoxas de consumo y cuáles prefieren innovar, la respuesta es la imaginable: los millennials prefieren acceder a la TV a través de las nuevas plataformas y aquellas personas más alejadas generacionalmente de los nativos digitales prefieren seguir consumiendo televisión lineal. "Las mediciones indican que en el segmento de 18 a 34 años se encuentra el mayor porcentaje de televidentes de las plataformas on demand; los mayores de 34 prefieren el consumo tradicional", especifica Fiure.
Esta conducta de los millennials se entiende por el hecho de que el consumo digital permite ver lo que uno quiera en el horario que se quiera. Esa libertad es fundamental para los más jóvenes. Sin embargo, hay una particularidad que De Stefani pone de manifiesto. "El concepto de canal con una programación y horarios prefijados es difícil que tenga atractivo para los niños, porque no entienden por qué tienen que esperar para ver algo. Este hecho, sin embargo, aún no ha afectado la performance en encendido de los canales infantiles en cable, porque todavía hay un valor grande en el hecho de «ofrecer» un determinado tipo de contenido a través de esos canales. Un suerte de curaduría de los contenidos. Lo que sí ha cambiado es que ya nadie está supeditado a una grilla de programación. Los niños van a los canales lineales a «descubrir» contenidos. Y cuando los descubren, los consumen en múltiples plataformas, incluyendo aplicaciones, juegos y oferta on demand a través de los propios cableoperadores o de soluciones OTT", explica el directivo de Turner.
Otra particularidad que señala Di Stefani es que si bien la segmentación de públicos en plataformas y contenidos produce la migración de público de la TV abierta hacia otras plataformas, hay una situación que permite aglutinar público en plataformas lineales. Se trata de la transmisión de eventos deportivos de interés masivo o eventos artísticos del mismo carácter. "En Chile, por ejemplo, el promedio de TV abierta es de alrededor de 10 puntos y con la transmisión de Viña del Mar por nuestro canal de aire Chilevisión, llegamos a medir 46 puntos con la vuelta a los escenarios de Isabel Pantoja, en vivo", ejemplifica el directivo.
Por otro lado, la baja de encendido de la televisión abierta no es un fenómeno que se dé con la misma magnitud en toda la región. La Argentina es el país en el que adquiere mayor relevancia. Le siguen Chile y Brasil, pero en menor medida. El año pasado México fue afectado por este proceso en coincidencia con el apagón analógico (la digitalización total del sistema televisivo) en ese país.
Para abordar la particularidad que se da en nuestro país, De Stefani ensaya una explicación. "La TV abierta contribuye paulatinamente a su propia pérdida de relevancia, dado que hoy no ofrece grandes eventos que se destaquen como aglutinadores de audiencias. Lo que vemos es que, en su mayor parte, se repiten fórmulas conocidas pero que rápidamente van quedando obsoletas, como programas con panelistas, game shows y latas exitosas del pasado. Se trabaja bajo el paradigma de que todos los contenidos que se presentan, incluso en la trama argumental de las series, tienen que estar «bien arriba» y eso atenta contra la calidad de programación, generando así la profecía autocumplida de que el programa no funcionará. Si se observa cómo se desarrollan las series más exitosas que se presentaron dentro de las plataformas OTT, en general todas comienzan muy lentas porque se le da un gran valor al desarrollo contextual y de los personajes que hacen más rica la historia que se quiere contar", sostiene el directivo de Turner.
Las transmisiones en vivo son el reaseguro de la TV tradicional
Por: Marcelo Stiletano
Que el rating de los programas de TV abierta decrezca ya casi no es noticia. Aceptamos con naturalidad que Marcelo Tinelli se autofijara en 2016 un modesto techo de rating de alrededor de 17 puntos. Hoy, la repercusión no se limita a lo que muestra la pantalla. Se amplifica (sin números que puedan constatarla pero con una sensación térmica incuestionable) a través de las redes sociales y su impresionante capacidad de réplica y multiplicación. Hoy, lo que conocemos como viralización funciona como el nuevo rating. Casi un anticipo de la imprescindible corrección que debería hacerse cuanto antes en los procedimientos de medición de audiencia: el rating hogares tal como lo conocemos ya no alcanza.
Hoy tenemos a nuestra disposición una multitud de pantallas para vivir a cada momento esa experiencia televisiva que hasta ayer pasaba solamente por una de ellas, el televisor tal como lo conocimos siempre. Pero sería un error gigantesco creer que la TV convencional, la única que conocieron nuestros padres y también nosotros hasta hace apenas unos años está terminada.
El 9 de febrero se publicó en la edición impresa del semanario The Economist (no podía ocurrir de otra manera) un relevante artículo de análisis, cuyo título habla del sorprendente poder que exhibe la TV tradicional para mantenerse y no desaparecer en el intento. Como ocurre con el rating criollo, en ese artículo abundan los números que dan por cierta la declinación casi irreversible del peso de la televisión tradicional (abierta y de cable) en el mercado estadounidense, que siempre funciona como caso testigo. El público abandona el televisor tradicional y el cable para volcarse a la TV por suscripción marcada por el modelo Netflix.
Pero ese mismo público que apuesta a la posibilidad de elegir su menú televisivo sin depender de horarios fijos y que respalda la TV de calidad (sobre todo grandes series) que ofrecen estos sistemas también de manera irreversible regresa a la TV tradicional cuando lo que se impone es la transmisión en vivo de algún acontecimiento.
Es posible que Netflix en algún momento se decida a hacer transmisiones en vivo, pero la crónica del acontecimiento que ocurre en tiempo real todavía no forma parte de su menú. Catástrofes naturales, conflictos políticos de alcance global, atentados, hechos decisivos de la política internacional necesitan ser seguidos en vivo y en directo, y por ahora sólo la TV tradicional está en condiciones de hacerlo. Lo mismo puede decirse de grandes hechos artístico-deportivos (eso son hoy los Mundiales y los Juegos Olímpicos) que no podrían vivirse del mismo modo a través de segundas pantallas como la del celular. Sólo hay que esperar hasta el momento en que alguno de estos sucesos se ponga en marcha para entenderlo. Allí el rating televisivo vuelve a ser el de siempre.
Combinar lo mejor de dos mundos
Por: Gustavo Mónaco*
Quien lea estas líneas, sin duda, regularmente ve televisión y otros videos en sus teléfonos, tablets, computadoras o un Apple TV y a través de servicios como Netflix. El consumo se fragmenta, pero la gente consume cada vez más contenidos. Pasa más horas frente a diferentes pantallas. Esto podría definirse como demanda agregada, porque siguen disfrutando de la televisión en las pantallas grandes.
No es que la TV les disguste, sino que nunca han tenido el control como lo hacen hoy: ven lo que quieren, cuando quieren. Es una experiencia adaptada al paisaje cambiante del consumo mediático donde la definición de televisión se ha visto expandida hacia las diferentes maneras de verla.
Esta ruptura la entendieron, en principio, los nuevos jugadores que han introducido enfoques alternativos para el contenido o el hardware: compañías del mercado de OTT como Netflix, Amazon y Hulu; servicios como YouTube y Facebook; dispositivos como Roku y Apple TV. La televisión está en un punto de quiebre. Durante años, las empresas de cable y satélite se han contentado con una suerte de zona de confort de ingresos asegurados. Y aunque el hábito de consumo no va a reemplazar la oferta lineal en el corto plazo, este éxodo masivo de la audiencia hacia las pantallas digitales implicará una profunda modificación del negocio tradicional, donde la industria finalmente comenzará a escuchar e intentar dar respuesta al fenómeno.
Los consumidores de la nueva generación ya no están satisfechos con lo que ofrecen los paquetes tradicionales de cable, por lo tanto, el contenido que se ofrecerá también tendrá que adaptarse, incluyendo a la TV en vivo. Los consumidores deben ser capaces de personalizar y combinar lo mejor de ambos mundos: la TV en vivo lineal y la no lineal online.
Es la hora en que los canales y operadores cambien y diseñen paquetes con unos pocos canales en streaming y otros por pago adicional con Sling TV, DirecTV Now y el nuevo YouTube TV. En América latina aparecieron también nuevos servicios como Claro Video, Blim, Fox Play, HBO Go y ahora, Sony Crackle. En la Argentina, Cablevisión lanzó Flow y se sumó a la pelea. Muchos complementan el modelo tradicional de cable y satélite, y otros ya pueden ser considerados como reemplazos.
La nueva carrera no será sólo sobre quién tiene más contenido o quién puede replicar mejor la TV por cable en el mundo OTT. No se tratará de tecnología, sino de recomendaciones intuitivas, contenidos de calidad con interfaces innovadoras y de la personalización profunda y el diseño óptimo de la experiencia del usuario, para así lograr el crecimiento masivo.
*Consultor en Nuevos Medios, TV Paga e Innovación Digital. Managing director en 1984 Media Consulting
LN+, una pantalla que apuesta a la actualidad y al análisis
Con el estreno, mañana, a las 22, de Odisea Argentina, que conduce Carlos Pagni, la señal renueva sus ciclos de la franja del prime time
De la mano de Pagni, Odisea Argentina tendrá una versión renovada. Se sumará, como columnista económico, Marcos Buscaglia, experto en finanzas, que reemplazará al actual ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne. Continúan en esta temporada Francisco Olivera y Carola Gil, con su clásico "Momento Whisky".
También en la franja de las 22, los martes estará Mesa chica, que abordará la actualidad económica y política, con la impronta de José Del Rio. "Estoy feliz de mostrar la política y la economía en todas sus facetas, inaugurando los martes un espacio en el que vamos a descubrir el detrás de escena del poder", destaca el conductor.
Los miércoles en el mismo horario, María O'Donnell estará al frente de 50 minutos, un programa dedicado a los debates del momento. El ciclo tendrá también un segmento consagrado a las investigaciones periodísticas, a cargo de Hugo Alconada Mon. "50 minutos busca convocar a los protagonistas de los temas del momento, con dos elementos fundamentales: la repregunta y todos los puntos de vista,-señala O'Donnell-. Hugo [Alconada Mon] nos ofrecerá no sólo la primicia, sino la comprensión de temas muy complejos."
Signos de los tiempos será la apuesta de los jueves a las 22. De la mano de Gisela Busaniche se indagará en los temas e interrogantes que atraviesan nuestra época. El bullying, las adicciones y los miedos serán algunos de los disparadores. "Hay nuevas costumbres, nuevas visiones, que muchas veces chocan con las preexistentes. Ahí, en ese debate, está la esencia de este programa", describe Busaniche.
LN+ Mundo, el ciclo dedicado a la agenda internacional que conduce Inés Capdevila, irá los viernes a las 22. "Este espacio apunta a facilitar la comprensión de los temas internacionales y a mostrar la dimensión humana de conflictos que resultan lejanos o inaccesibles", señala la conductora.
En Terapia de noticias (lunes a viernes, a las 21), Diego Sehinkman seguirá analizando a su paciente predilecta: la Argentina. En este relanzamiento, habrá más invitados, informes y grandes columnistas. Participarán: Pablo Sirvén, Claudio Jacquelin, Jorge Liotti, Laura Serra y Diego Cabot, entre otros. "Sumaremos invitados, miradas y temas, conservando siempre la profundidad y la pluralidad", destaca Sehinkman.
LN+ PM, el noticiero central (lunes a viernes, a las 19), extenderá su duración y profundizará la cobertura de los temas con una estética renovada. A las 20.30, seguirá Análisis PM, de la mano de las grandes firmas de La Nación. Estarán: Hugo Alconada Mon (lunes), Jorge Fernández Díaz (martes), Joaquín Morales Solá (miércoles), Carlos Pagni (jueves) y Claudio Jacquelin (viernes).
+Despiertos (lunes a viernes, de 7 a 10) seguirá siendo la apuesta para el comienzo del día. Este noticiero estará dedicado a ofrecer toda la información, columnas y las actualizaciones de clima y tránsito. A partir de mañana, se incorporará Eleonora Cole, que tendrá a cargo la conducción junto a Diego Sucalesca. "Es un honor y una responsabilidad enorme entrar a las casas de las personas en sus despertares", expresa Cole.
Durante el fin de semana, José Del Rio seguirá al frente de Comunidad de negocios (domingos, a las 21), un espacio que, en palabras de su conductor, estará dedicado a "las historias de la gente que hace, que inspira, y emprende". Los sábados, Eleonora Cole continúa con LN+ Campo, que afianza su propuesta con toda la actualidad del sector agropecuario.
El premiado ciclo Conversaciones en La Nación continuará en LN+, ampliando su alcance temático.
Con un mayor énfasis en la información y el análisis, LN+ consolida su compromiso con una audiencia cada vez más diversa y exigente, apostando a la pluralidad y al buen periodismo, pilares de una marca que se renueva y se reinventa en plena era digital.
Mariana Arias conduce un ciclo dedicado a films premiados en festivales
Una ventana al complejo mundo de Edward Snowden. Un hombre gay que encabeza una resistencia en un país signado por la intolerancia. Un empresario francés que impulsó la liberación de Nelson Mandela. Estas historias, y muchas más, tienen su espacio en la pantalla de La Nación Más con Documentales Premiados, un ciclo que reúne largometrajes de este género que recibieron los galardones más relevantes que entrega la industria. El espacio cuenta con la conducción de Mariana Arias, quien introduce cada una de las historias y su contexto histórico, social y político.
Entre los principales títulos está Citizenfour, de Laura Poitras. El film, ganador del Oscar a Mejor Documental en 2014, nos acerca al personaje que puso en jaque a los servicios de inteligencia y reavivó el debate sobre las libertades individuales en Estados Unidos y en el mundo entero.
También emitiremos Call Me Kuchu, premiado en la categoría Mejor Documental en el prestigioso Festival de Cine de Berlín, en 2012. Se trata del retrato de un héroe anónimo que personifica la resistencia gay en Uganda, un país en el que la homosexualidad es condenada por la ley.
Se suma a la lista Plot For Peace, que cuenta la historia de un empresario francés que, en la sombras, impulsó la liberación de Nelson Mandela.
Con este ciclo, LN+ reafirma su apuesta a los contenidos de calidad, con un enfoque global y contemporáneo, apoyado siempre en el poder de las grandes historias y sus protagonistas.
Fotos: Fernando Massobrio / Fernando Gutiérrez
Fuente: La Nación