Su fallecimiento fue confirmado hoy por su hija, Soledad Torres. El el hecho ocurrió en la Fundación Favaloro, donde había sido internado en varias oportunidades durante el último año.
Nació el 21 de setiembre de 1938, en la ciudad de San Miguel de Tucumán, allí recibió las primeras enseñanzas sobre el charango del ya desaparecido artista boliviano, Mauro Nuñez, quien le construyó sus primeros instrumentos, otros fueron hechos por su padre, don Eduardo Torres, un habilidoso ebanista chuquisaqueño, su niñez, transcurre junto a su madre, doña Pastora Moyano, en la Chimba Chica, Cochabamba, Bolivia.
Es allí donde su espíritu se nutre de las vivencias que irán aflorando en las sucesivas etapas de su vida musical a través del sonido que logra con su charango, especie de guitarra pequeña, de 55 cm. de largo por 17 cm. de ancho, aproximadamente, cuya caja puede ser hecha con el caparazón del armadillo, (quirquincho), o bien de madera, está provisto de cinco cuerdas dobles. Y, rápidamente, demostró tener un talento especial para tocar el charango. “En esa época el instrumento no tenía un espacio propio y hasta era casi imposible encontrar cuerdas”, dice el músico, quien confesó además que cuando toca el charango vuelve al útero de su madre. “Desde que escuché por primera vez el sonido del charango tuve un amor hacia él. Y ahora en mi forma de interpretar el instrumento están puestas diversas manifestaciones: amor, pasión, niñez, padre, madre…”
Entre los diez y los quince años, Jaime Torres vivió en Bolivia, la cuna del charango. “Este periodo de mi vida es inolvidable”, dijo, “y en mi hogar siempre se habló quechua.” En 1964, el compositor Ariel Ramírez creó la Misa Criolla con la participación de Jaime Torres, y el charango alcanzó con esta obra una difusión internacional. “Una empresa alemana se interesó en ella y fuimos a Europa en 1967. Estuvimos tres meses y tuvo mucha audiencia”, precisó en una entrevista con Radio Francia.
Además de la excelencia como músico popular cabe destacar hechos como que en 1974, junto con su banda, participó en el show de apertura del campeonato mundial de fútbol en Alemania.
Dueño de un talento inigualable, a lo largo de su extensa carrera Torres tocó en toda clase de escenarios con idéntico fervor y dignidad, su extensa actuación abarca desde los modestos escenarios del Tantanakuy, (las calles de los pueblos, al pie de monumentos o bajo centenarios árboles), hasta el prestigioso Teatro Colón de Buenos Aires, pasando por la Filarmónica de Berlín, la Sala Octubre de Leningrado y el Lincoln Center.
En 1972, junto a su grupo, participó de las películas "Argentinísima I y II".
Además de la excelencia como músico popular cabe destacar hechos como que en 1974, junto con su banda, participó en el show de apertura del campeonato mundial de fútbol en Alemania. Un año después, Jaime Torres organizó un encuentro local de instrumentalistas, repitiendo la misma experiencia con niños en 1980.
También fue creador del Tantanakuy, en 1975, junto al poeta salteño Jaime Dávalos. Cuando la presencia del charanguista tomó demasiado protagonismo para algunos fue criticado. "La pretensión siempre fue que los pastores, los agricultores, los collas, se sintieran orgullosos de su cultura, de lo que tocaban y producían. ¿Sabés cuántos músicos aparecieron después o se animaron a tocar nuestra música?", decía Jaime Torres. También fue resistido cuando tuvo que tocar en el Teatro Colón, en varias ocasiones. Allí estrenó una suite dirigida por Gerardo Gandini, en los años 90. "Eran los cerrados de siempre, que no podían ver un charango mezclado con la gente de la clásica". Con el charango ganó todas las batallas.
En 1988 el músico compuso la música para la exitosa película La deuda interna.
En el transcurso de 1991, se presenta nuevamente en gira, por Japón, grabando para la cadena de TV NHK, un espectáculo de dos horas de duración. Y ya en el país, actuó en el Teatro Colón de Buenos Aires, con la Camerata Bariloche, interpretando, como solista, su obra "Suite en Concierto".
Al comenzar 1992 obtiene en Mar del Plata la Estrella de Mar, luego realiza una gira por distintas ciudades de Australia, culminando la misma con su presentación en el Melbourne International Festival of Arts. Encabezando su propia compañía, en 1993, hace una gira por el Sudeste Asiático, actuando, entre otros lugares, en Singapur e Indonesia y al finalizar ese año participa, como solista con la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires en el concierto de cierre de temporada del teatro Colón. En 1994, con la Camerata Bariloche, actúa como solista en el Teatro Colón de Buenos Aires, y con su compañía vuelve al sudeste asiático, ofreciendo una serie de recitales en Singapur y Kuala Lumpur.
Ha grabado 22 discos, siendo sus últimos Electro plano (2007) junto a Alejandro Seoane y Altiplano (2008). Recibió, entre otros premios, SADAIC (1986), Estrella de Mar (1992 y 1999), Lobo de Mar a la Cultura (1997) Juan Bautista (1997). Es Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires y Embajador Cultural de la Provincia de Jujuy.
"En una América que empieza a tener presidentes que son una satisfacción para los pueblos, como un obrero o un campesino indígena, éstos son hechos importantes. Y en este sentido me parece que el arte se ha anticipado a estos acontecimientos. Hablábamos de las épocas de Jaime Dávalos, de Nicomedes Santa Cruz, de Vinicius de Moraes, y siempre estaba implícito el amor por la integración. Vinicius venía y quería escuchar chacareras, igual que Maria Bethânia", declaró.
Jaime Torres nunca se había planteado la posibilidad del retiro. "Yo creo que alguien que ha dispuesto su vida de esa manera, con más de 70 años en los escenarios, es porque no ha pensado que una actividad como esta tenga un final", decía.
"Ensayo y busco nuevos sonidos, también otros estilos", dijo y compartió escenario con Divididos:
Y más tarde con Catupecu Machu:
¿Quién es Jaime Torres y cómo nace su pasión por el Charango?
Soy un charanguista vanidoso (sonríe) y me autotitulé como El del charango. Mis padres llegaron de Bolivia en 1937, cuando era escasa la migración boliviana a Argentina. Yo nací el 21 de septiembre de 1938 en San Miguel de Tucumán y a los pocos meses, llegamos con mis padres a la ciudad de Buenos Aires.
Mi padre tenía una gran ilusión al llegar a esta ciudad por lo que escuchaba en la radio, era la época en la que no se soñaba con ir a Estados Unidos, se soñaba con ciudades europeas como Madrid, París o Londres, y Buenos Aires tenía un corte más europeo, por su arquitectura y cultura.
Todo lo que llegó de afuera: la cultura, la ciencia, la civilización, se tomó como el progreso, y eso es una gran mentira, cuando yo era niño se tocaba el charango, pero no era tan conocido y el instrumento fue para mí el tener una idea más próxima, más certera, del origen, desde el punto de vista de lo social.
Yo era niño y me tocó estar en la escuela, y alguna vez le pregunté a la maestra sobre el 12 de octubre a la maestra y me dijo: ‘para que no se equivoque, el 12 de octubre es el día que llegó la civilización’. Cosa que hoy me produce una rebeldía, mucho más grande frente a la enseñanza que seguimos recibiendo y por mirar los pajaritos hacia afuera dejamos de vernos a nosotros mismos.
Yo llegué a Bolivia el año 1948, cuando tenía 9 años, y viví ahí hasta mis 15 años, cuando eran épocas de revolución y de golpes de Estado, y una inestabilidad impulsada por intereses de poder y recursos naturales como el petróleo, que años antes desencadenaron la Guerra del Chaco, y es algo que se sigue viendo hoy con bombardeos a países que posen grandes recursos naturales.
Con toda esta experiencia y la realidad que se vive en América del Sur, pienso que en la actualidad se dio un paso importante, de una conciencia, de lo y por lo nacional, porque en los últimos 40 años hubo un avasallamiento e imposición de las cosas desde Estados Unidos.
Yo no me quiero sentir un estúpido y creer que el bienestar esta en tener plata y nada más, hay que pelear por nuestras culturas y tradiciones. Y espero que el arte reafirme esta conciencia de lo nacional y lo popular, y son formas de encarar la vida. No estoy en contra de la cultura de ningún país, pero sí ante las sociedades de consumo que se conforman para intereses de pocos.
A mí, algo que me lastimaba al llegar a Bolivia era sentir una ausencia, y el charango era un instrumento relacionado con el campesinado, igual que al campesino se lo marginaba, y se necesita un poco más de piedad de caridad en este aspecto, con nosotros mismos. Hoy hay una postura maravillosa que es la del papa Francisco que permanentemente está en este reclamo de igualdad. Pienso que toda la realidad social tiene que ver con el instrumento, y hoy se tiene un espacio importante en lo artístico y musical en teatros y otros espacios, o en Europa donde el instrumento es muy valorado.
Tuve la suerte de conocer en Bolivia a mucha gente, en los primeros años cuando los aprendizajes eran auditivos y visuales, y le debo mucho a la paciencia del maestro, de Don Mauro Núñez, pero la formación de un todo se dio, desde la formación de pensamiento y forma de vida y yo las tome así.
La familia es el sostén de todo este mundo mágico que es la música, que son los viajes, los aplausos, el conocer gente, conocer a artistas y poeta que son personas muy lindas para hablar y que tienen el arte en la piel, además de luchar para ser escuchados.
Mi padre se incorporó en esta sociedad cuando era muy distinto venir de allá, a diferencia de lo que sucede hoy, que existe una gran colectividad boliviana que trabajó duro para salir adelante, hoy ves a alguna cholita caminando por la calle, o paisanas vendiendo sus productos.
A mí el charango me ayudó mucho desde el punto de vista social, mi madre era un chola, y se tuvo que quitar la pollera al tener que vivir aquí en la Argentina. Esto me hace pensar lo duro que habrá sido tener que dejar de ser uno mismo para responder a una costumbre que uno no practicaba.
Los únicos que me asistían para que yo pueda estudiar el charango eran mis padres, el resto de los familiares a ninguno. Ellos pensaban que había que tener un título, y yo tomé el camino que mi padre me alentó. No era un instrumento popular, pero trataba de buscar desde lo emocional y lo que le manifestaba la música, y siempre plasmé esto en los escenarios.
Hoy tengo 7 hijos, 13 nietos y 7 bisnietos, y siento que pude realizar muchas cosas a través de esta forma de vida muy simple, y a esta edad, esto me pone muy contento.
¿Cómo fue su vivencia con el instrumento en todos sus años de trayectoria?
Yo he tenido momentos muy hermosos, a lo largo de todos estos años, llevo transitando escenarios de hace 70 años, porque toco el instrumento desde que tenía 6 años, y la experiencia fue realmente muy buena y agradezco a mis padres que hicieron que mi habilidad que tenía con el instrumento se nutriera de otros valores, y tiene que ver muchísimo la formación conceptual sobre qué significa la música y para qué está hecha.
Del lugar de donde venia yo trate de hacer las cosas lo mejor que pude con la guía de mi padre Eduardo, que era chuquisaqueño y tenía un espíritu de mucho trabajo. Así empecé con el instrumento.
Tuve la suerte de conocer en Bolivia a mucha gente, en los primeros años cuando los aprendizajes eran auditivos y visuales, y le debo mucho a la paciencia del maestro, Don Mauro Núñez, pero la formación de un todo se dio, desde la formación de pensamiento y forma de vida.
¿Se puede afirmar que ahora el charango es un instrumento conocido en el mundo?
Antes no existía gente que se dedicará al estudio y a la difusión, siempre fue muy complejo y muy difícil, y en otras épocas era todo muy distinto.
Puedo asegurar que en muchas ciudades de lugares remotos del mundo, se encuentra el charango en las casas musicales, y en las plazas y paseos en Europa y Asia. El instrumento hoy es realmente conocido.
¿Cómo fue la experiencia y creación en la década del 60, de la hoy popular misa criolla, obra que está centrada en el sonido del charango y de la cual usted es uno de sus creadores?
Estamos despiertos y ávidos al acontecer de la vida y nos damos cuenta de que el arte fue ganando espacios que son fundamentales e importantes para el crecimiento y el pensamiento. La obra de la misa criolla es una muestra de quienes pensamos en aquel momento que la obra podía ser y tener estos elementos que tiene.
En aquel momento en el año 1964, quienes estábamos allí tomábamos muy ciertamente las palabras de criollo, en el sentido de que la muestra debería ser lo más aproximado a esto, y el charango tuvo un papel muy importante y preponderante, porque está en una tonalidad de la menor y prevalece esa tonalidad en toda la obra. Era indispensable que estuviese ahí, por características de cosas desconocidas en ese momento, y no es porque no había charanguitas, seguramente había muchos instrumentistas sobre todo en el campesinado que es donde yo voy a aprender y tomar el alma de todo esto.
En lo artístico trabajo, y para muchos deformaciones de una forma (sonríe), con el fin de hermanar nuestros instrumentos junto a músicos de diferentes lugares del mundo. Por ejemplo, hace más de un año me encontraba en Argel, capital de Argelia, con un grupo de chicos que cantaban en árabe, yo tocaba el charango y está es la maravilla del arte y las cosas hermosas son hermosas siempre.
Mi actualidad desde hace varios años es esta, ahora también son las horas de saborear los homenajes y reconocimientos de todo tipo, que siempre se traducen en premios que no dejan de ser caricias al alma por la actividad que uno realiza, y de saber que se ha valorado un instrumento como el charango a través del cual se valoró todo esto.
Y hay otros grupos de otro carácter más festivo, que no está mal, pero el punto es que tenga un nivel, porque cuando asistís a un concierto y la música te gusta, vos vas acompañando con los pies sin querer y eso es maravilloso que ocurra, porque la persona que está arriba seguramente estará transmitiendo la manifestación al otro que escucha.
En el folclore latinoamericano creo que hay caminos que están trazados y se trabaja en una desigualdad, frente a otra música que no es mala pero que responde a una sociedad de consumo, y es la que predomina hoy en día. Aún así, creo que la música es uno de los caminos que ayudan a extender los brazos, muchas veces puede haber un contenido político, pero está la insistencia de ser uno mismo y no querer parecerse al otro, y deseo lo mejor para las generaciones que vienen.
Fuentes: Señales, La Nación, Radio Francia, El País