lunes, 24 de diciembre de 2018

Osvaldo Jorge Bayer 1927 - 2018

El escritor Osvaldo Bayer falleció este lunes 24 de diciembre a los 91 años, según informó su hija Ana a través de su página oficial de Facebook.

“Lamentablemente tengo que dar una triste noticia, falleció Osvaldo Bayer”, dice el posteo . Su hija, la cineasta Ana Bayer, quien administra la menciona página, publicó un mensaje en italiano, alemán y español: “Una noticia muy triste, falleció mi papá”.

Nació el 18 de febrero de 1927 en Argentina, y su apellido original era “Payr”. Sucede que cuando su abuelo llegó al país, se cansó de que lo escribieran mal. “Bayer, como las aspirinas”, dijo en el Registro Civil de la Ciudad de Buenos Aires y los Territorios Nacionales.

Bayer se caracterizó por su constante coherencia en defender las causas de los excluídos, explotados y mansillados por el poder, que plasmó en diversos ensayos.

Tras obtener el título de historiador en Hamburgo, Bayer decidió contar los sucesos ocurridos durante las sangrientas huelgas obreras en la Patagonia, que luego dio forma a "Los vengadores de la Patagonia Trágica" y que llegó al cine como "La Patagonia Rebelde", dirigido en 1974 por Héctor Olivera, film que ganó el Oso de Plata en el Festival de Berlín.

Bayer era uno de los intelectuales más importantes del país, ante todo fue periodista. "Se fue el más grande de todos", dijo el director editorial del Grupo Planeta, Ignacio Iraola, su obra se halla publicada en la Argentina por este sello.

En diciembre de 2015, Osvaldo Bayer recibió el título Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Rosario.

Nuestro viejo
Hace semanas que Osvaldo tenía necesidad de partir. No aguantaba no estar haciendo nada, sentado en su casa en el Tugurio. Quería hacer sus valijas. Se despertaba, asegurando que tenía que salir a un congreso para debatir sobre derechos humanos, que lo esperaban en tal pueblo remoto de la Pampa para hablar del cambio de nombre de la calle principal que llamaban por el genocida de indios innombrable, o que lo convocaban de una escuelita en la Puna jujeña, por la que nunca había pasado nadie, pero el no podía faltar para hablar sobre los derechos de los pueblos originarios. Al mismo tiempo lo esperaban en la Universidad en Berlín y en la asamblea de un sindicato patagónico. Tenía que estar.

Preguntaba por su valija, si el pasaporte y el pasaje estaba a mano. Con Claudia, la gran compañera que cuidaba de él en estos últimos años, desarrollamos códigos para convencerlo que debía postergar el viaje. Hoy no aceptó dilaciones. Decidió partir. Como buen anarco y para joder a todos los que prendíamos las velas de un arbolito verde, eligió la fecha exacta.Lo constataron entre lágrimas las nietas en Hamburgo: el abuelo se fue jodiendo a la iglesia . En su ley.

Estoy convencido que sus prisas se debieron a la realidad del país. Había asegurado que iba a llegar “molestando”, como decía, hasta los 100 años, uno menos que su querida tía Griselda de Santa Fe. Le respetaba los años. Pero la realidad lo venció, ya no tenía explicaciones por lo que leía en los diarios y escuchaba en las calles.

Ahora estaba necesitado de conocer más verdades. Las terrenales las había denunciado. Andaba queriendo discutir con los que nunca pudo: siempre quiso debatir con Severino el tema de la violencia y el derecho de matar el tirano, él que era pacifista y sin embargo entendía lo que hizo; ; con Antonio Soto debatirá el deber de respetar las decisiones de las asambleas, aunque sea que eligieran la muerte; esperaba encontrarse con Simón Radowitzky y con ese personaje que lo fascinó como Kurt Gustav Wilckens, nacido a pocos kilómetros de donde estoy escribiendo estas líneas urgentes; en la agenda, ineludible, estaba la reunión con Arbolito, uno de los primeros justicieros de la república naciente. No tenía tiempo para esperar porque tiene que sentarse a tomar un café con su compañero Rodolfo, con su amigo Haroldo, con Paco. También quiere anotar la historias de la desaparición y asesinato de Klaus, porque la de Elisabeth ya la había descubierto y denunciado;

Pero sobre todo, esperaba poder juntarse con todos los anónimos que lucharon por creer en una justicia terrenal, por no haber claudicado, por no darse por vencidos. A esos anónimos que luchan todos los días. Sin aparecer en los diarios. A esos a los que el viejo siempre escuchó y les dio voz.

Viejo querido, gracias por todo lo que nos enseñaste, como hijos, como militantes, como ciudadanos, como seres humanos.

Un abrazo, como el último que nos dimos hace apenas una semana.
Esteban Bayer
Reconocimiento de la Legislatura de Santa Fe
Proyecto presentado por Carlos Del Frade
Osvaldo Bayer, el periodista. investigador. escritor, documentalista y hasta actor, es una de las personalidades más importantes en toda la cultura occidental a partir de su monumental obra que va desde la denuncia pormenorizada y precisa, sintetizada en cuatro tomos, de "La Patagonia Rebelde" al reconocimiento de otro notable santafesino, como fue Gastón Gori, autor de ''La Forestal".

Amigo de Rodolfo Walsh y Paco Urondo, Bayer. militante del anarquismo libertarlo, supo transitar la literatura y el periodismo con la idea de contar la hlstorla de mujeres y hombres que, con sus compromisos, pusiera en evídencia la permanente lucha contra ta ferocidad del sistema.

Estudiante de historia en Alemania, navegante de barcos mercantes en tiempos del primer peronismo, periodista de una pequeña localidad patagónica. Bayer hizo un ritual de la entrevista, la recopilación de testimonios, la documentación y la multiplicidad de fuentes para avalar cualquiera de sus afirmaciones.

Nunca quiso ser neutral ni objetivo, siempre contó la historia desde el lugar de los trabajadores que peleaban por una sociedad más humana, justa y solidaria.
Qué tristeza profunda. Piantó el mejor de nosotros. Lo quiero mucho mucho. La muerte es deliberadamente injusta. Gracias por tanto trabajo, sonrisas y humildad. Me acuerdo de una tarde con chicas y chicos en Carcarañá, cuando recuperamos la Casita Robada y cuando escribía a la luz de la vela en nuestro departamento de una cortada rosarina. Hoy la Argentina debería estar de luto. Perdió a uno de sus últimos referentes éticos. Chau Osvaldo. Soriano, Gori y el Che ya lo estarán esperando para hablar de la próxima geografía.
Carlos Del Frade
A principios de los años noventa denunció la usurpación de la casa ubicada en Santiago 2815, en la ciudad de Rosario, propiedad de una pareja de ciegos militantes de la organización Montoneros que, todavía, en plena democracia, seguía en manos del Segundo Cuerpo de Ejército.

Aquella contratapa en el diario "PáginaI12", con el cual colabora desde el inicio, desató una fenomenal movilización social y política que terminó con la restitución de la entonces "casita robada", como le decían en el barrio, para convertirse en la "Casa de la Memoria".

Escribir no solamente para construir conciencia sino para transformar la realidad a partir de la investigación y los datos precisos, para contagiar los ideales del mejor humanismo. esos han sido los principales fines de cada uno de los artículos, de cada una de las charlas que Bayer es capaz de dar no solamente en grandes universidades, sino en patios y salones de escuelas de cualquier provincia argentina.

Al borde de sus noventa años, destacar su obra es casi una obligación moral para esta Legislatura santafesina.

23 de marzo de 1995, inauguración de la Casa de la Memoria.
"Es como llegar al paraíso.

Partimos de la abyección, de los más bajos sentimientos del hombre, de lo inimaginable en perversión, de lo cobarde, del abuso total del poder, o de la gota que deshace la rosa o que destroza la mano de un niño. De la petulancia más deleznable del uniformado.

17 de setiembre de 1977, el día de la vergüenza argentina.

Ningún hecho más definitorio del gobierno de los generales.

La definición de lo cobarde por excelencia.

17 de setiembre de 1977, Rosario, calle Santiago 2815, la única batalla ganada por el general borracho, Leopoldo Fortunato Galtieri, un bochornoso remedo mussoliniano de torpeza y brutalidad.

¿Crearemos alguna vez la orden de Santiago 2815?. ¿Le entregaremos como condecoración a los nuncios apostólicos Pío Laghi y Ubaldo Calabresi para que se la cuelguen al cuello al héroe de la calle Santiago, teniente general Leopoldo Galtieri?.

El 17 de setiembre de 1977 se consumó la hazaña más grande de este siglo del ejército nacional. Rosario fue testigo. Las fuerzas conjuntas lograron la captura de tres enemigos de la patria occidental y cristiana, Emilio Etelvino Vega, de 33 años, ciego, María Esther Ravalo, de 23 años, ciega, Iván Alejandro Vega de 3 años, y el perro lazarillo del matrimonio.

Una vez capturados, intervendría un famoso cuadro de la gendarmería argentina, el comandante Agustín Feced, hombre probado en mil batallas con su picana eléctrica. Su fama atravesó todas las latitudes y alguna vez alguna alma piadosa, inspirada en los principios cristianos de monseñor Bolatti, pondrá en su tumba como homenaje a quine tanto hizo para que se impusiera en el país el plan económico de Martínez de Hoz, una picana de oro.

A este Feced, el bravo gendarme, se le murieron los dos ciegos en la tortura, un episodio bastante común en la vida de este servidor de la Patria. Pero sus sacrificios no fueron en vano, porque vendría el resarcimiento por tantos servicios prestados a la bandera nacional, el derecho a la pertenencia de los ciegos y de su hijito. Todo se llevaron en camiones del ejército. Todo, hasta los enchufes. Hasta el triciclo del pequeño Iván.

En cualquier país civilizado, eso es llamado por su nombre, saqueo, rapacidad, latrocinio, pillaje, depredación, atraco, expoliación. En el país argentino de los tiempos de Videla eso era la normalidad. Tan normal que hoy ocupan altos cargos políticos hombres acusados de revendedores como el Chiche Aráoz, por ejemplo, o qué decir del ministro Camillón, funcionario del sórdido Viola, a quien no pudo escapársele el mito de sus fuerzas armadas, siendo él, como es calificado, el hombre más informado de la política argentina.

Pero todavía no hemos terminado con esta historia de vileza y de infamia. Recurrimos a la ironía y la causticidad para no claudicar de pura indignación ante tanta ruindad. Vendría, para el hartazgo, la ocupación de la casa de los ciegos por Gendarmería Nacional, hasta hace muy poco. Fue la burla máxima contra nuestras instituciones, contra nuestra democracia.

Todos esos gendarmes que entraron en esta casa y sabían su origen, han quedado machados de por vida en el pecado original de la inmoralidad y la corrupción. Hasta trajeron a sus familias aquí, si, hasta sus mujeres y sus niños a divertirse.

¿Hay a acaso un ejemplo igual en la historia del mundo?

Ni Nerón ni Caracada, ni en el atroz fundamentalismo de la Inquisición, porque aquí se junta la crueldad con la concución, la sevicia con la avidez. Todos ellos, desde Videla hasta el último suboficial represor deberán soportar por siempre la mirada de nuestros ciegos, nuestros queridos Emilio y María Esther.

Recuerdo bien ese mediodía caluroso en mi ciudad natal, Santa Fe, cuando me vinieron a ver nuestras queridas Madres de Plaza de Mayo. Entre ellas estaba la abuela, la Negrita, con mucha timidez pidió hablar conmigo y me fue dando uno a uno los detalles de la tragedia. Indignación, impotencia y profundo dolor me fueron invadiendo. Pensé en ese momento en los políticos que habían votado obediencia debida y punto final, pensé en Alfonsín y todos sus ministros y partidarios, pensé en el indultador Menem y todos sus ministros y partidarios. Me sentí sucio en una sociedad sucia. Egoísta, que no merecía tener niños ni pájaros ni cielos azules.

Fue así que escribí mi denuncia que titulé "La Mirada de los Ciegos". Salió en contratapa de Página/12, el 5 de diciembre de 1992. De inmediato tomó en sus manos la denuncia Rosario/12 y su periodista Carlos del Frade fue destapando toda la suciedad visitando a gendarmes y militares que solo eran capaces de responder con el consabido no se, no me consta o remítase a los superiores. Respuestas cobardes, inmorales que reducen a la insignificancia a sus autores.
El tema fue extendiéndose, difícil de parar. Fue Ricardo Molinas el primero en poner la cara y lo siguieron los concejales rosarinos Luis Cuello y Silvia Fernández León. Mientras las bancadas radicales y justicialistas se callaban la boca. El senador nacional Losada, del radicalismo, hizo viajar a la abuela Ravelo desde Santa Fe. Fui a acompañarla con las Madres de Plaza de Mayo y nuestros abogados, pero el senador no apareció. Nos atendió un amanuense que ponía cara de sorprendido frente a todo lo que decíamos. Recibimos la respuesta habitual de "el senador se va a ocupar" y por siguiente se borró por el tiempo de los tiempos.

Después fue aquel gran encuentro frente a la casa robada del 25 de marzo de 1993. Nosotros viajamos con las Madres y allí estaban los organismos de derechos humanos de Rosario, el inquebrantable del Frade, amigos, vecinos, periodistas. Nunca olvidaré el discurso de Hebe y la cobardía de los gendarmes, de los cuales no se asomó ninguno.

Mi imagen no es injusta ni se inspira en la ética del sermón de la montaña: se escondieron como las ratas. En el frente de esta casa quedón inscripta la indignación de la juventud. Y después prosiguió la labora ininterrumpida de nuestros abogados, de los cuales voy a nombrar a esta hermosa persona que es Beto Olivares, de esos seres sabios, sacrificados y silenciosos. Para ellos toda mi admiración y agradecimiento. Y mi recuerdo emocionado para todos aquellos abogados asesinados por sus principios éticos en la defensa de los derechos humanos.

A raíz de eso publiqué una segunda contratapa que titulé "Nuestra casa de Ana Frank", donde predecía que esta casa se convertiría en los tiempos maduros de la decencia en lugar de visita de niños, adolescentes y jóvenes de nuestras escuelas, colegios y universidades, para revivir con unción el destino de Emilio y María Esther y aquel pequeño Iván, hoy ya hombre, testimonio vivo de la memoria, el amor y la constante acusación contra los asesinos de uniformes y sus secuaces civiles. En aquella nota elaboré el deseo de que esta casa fuera el monumento constante que recuerde a los miles de jóvenes víctimas de la impiedad, tal cual lo es en Amsterdam la casa de la niña que significa permanente vida ante el crimen y la discriminación, Ana Frank, la expresión de la inocencia y la alegría de vivir.

Para mi, hoy es como entrar en el paraíso.

No deseo otro paraíso que este.

Que el de la verdad, el de la justicia, el de la eterna lucha por los valores éticos.

Esta casa es un templo, mucho más que las iglesias que fueron manchadas con sangre al darle el sacramento a los asesinos.

Un templo de la dignidad.

Gracias Emilio Etelvino Vega. Gracias María Esther.

Gracias a ustedes".
Algunos de sus libros son:
  • Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia. Ensayo. Editorial Galerna, Buenos Aires, (1970).
  • La Patagonia rebelde (tomos I y II). Ensayo. Editorial Galerna, Buenos Aires, (1972).
  • La Patagonia rebelde (tomo III). Ensayo. Editorial Galerna, Buenos Aires, (1974).
  • Los anarquistas expropiadores y otros ensayos. Ensayo. Editorial Galerna, Buenos Aires, (1975).
  • La Patagonia rebelde (tomo IV). Ensayo. 1975, Berlín (Alemania).
  • Exilio. Ensayo. Con Juan Gelman, editorial Legasa, Buenos Aires, (1984).
  • Fútbol argentino. Ensayo. Editorial Sudamericana, Buenos Aires, (1990).
  • Rebeldía y esperanza. Ensayo. Grupo Editorial Zeta, Buenos Aires, (1993).
  • Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia (reedición). Ensayo. Editorial Planeta, Buenos Aires, (1998). ISBN 987-580-092-9
  • A contrapelo. Conversaciones con Osvaldo Bayer. Ulises Gorini. Editorial Desde la gente. Buenos Aires, (1999).
  • En camino al paraíso. Ensayo. Editorial Vergara, Buenos Aires, (1999).
  • Rainer y Minou. Novela. Editorial Planeta, Buenos Aires, (2001).
  • Obras completas, Página 12, Buenos Aires, (2009).
  • ¿Qué debemos hacer los anarquistas?. Ensayo. Editorial Quadrata. Buenos Aires, (2014).
Sus últimas investigaciones en relación a la historia de los pueblos originarios que quedaron plasmadas en el bello documental "Alka Uwen" (Rebelde Amanecer), no solamente sirvieron para difundir las crónicas de las naciones ninguneadas, sino también para establecer un largo litigio judicial con la familia Martínez de Hoz, mostrando la pujanza de sus observaciones y la necesidad colectiva de cuidar y multiplicar sus trabajos para las nuevas generaciones de santafesinos, en particular, y argentinos. en general.

Por todo lo expresado, la obra de Osvaldo Bayer, su incansable militancia por los mejores valores de la humanidad, lo hacen acreedor de esta casi obligatorio y precario reconocimiento.
La despedida de Revista Sudestada
Falleció Osvaldo Bayer. Perdimos a uno de los imprescindibles, a uno de los que siempre estaban allí donde había que defender al oprimido y al explotado, a uno de los libertarios de corazón abierto, al luchador, historiador, periodista, gran conversador y dueño de una memoria prodigiosa. Tal vez este momento triste sea una buena excusa para acercarle ese gran abrazo que todos, los que lo leímos, escuchamos y queremos, sabemos bien lo que significa. Gracias a Osvaldo conocimos la historia real de los peones patagónicos que se rebelaron contra los estancieros y pagaron el precio de su valentía bajo las balas del gobierno de Hipólito Yrigoyen. Gracias a Osvaldo, también, leímos la mejor biografía política jamás escrita en nuestro país, la que narra la vida de Severino Di Giovanni, aquel idealista de la violencia que le escribía cartas apasionadas a su gran amor, América Scarfó. Gracias a Osvaldo conocimos desde cerca el verdadero signficado de términos como "rebeldía", "esperanza" o "dignidad", porque él supo ponerle el cuerpo a cada uno de ellos. Por eso, tal vez como mínima excusa, es que invitamos a todos y todas a sumarnos a este abrazo entrañable al querido Osvaldo. Un abrazo que es, en definitiva, un gracias enorme por la belleza, por la aventura, por el compromiso, por la fuerza y por la convicción.
Hoy, de verdad, nos sentimos un poco más solos.
#RevistaSudestada
Osvaldo Bayer: “Así no se hace Derechos Humanos”
En diciembre de 2014, el escritor estuvo en Mar del Plata y habló con Belén Cano para el portal QUÉ (foto), sobre el encuentro de Estela de Carlotto con Jorge Bergoglio. “Me pareció un poco demagógico todo eso”, lanzó. Además, recordó que “no hay democracia mientras haya villas miseria”.

¿Cómo vio el encuentro de Estela de Carlotto con Jorge Bergoglio, el Papa Francisco?
Me pareció un poco demagógico todo eso. Porque la señora, la presidenta de las Abuelas de Plaza de Mayo lo había acusado directamente a Bergoglio, que no había hecho nada durante la dictadura para buscar a los detenidos desaparecidos, y ahora resulta que como Bergoglio es Papa y los ha recibido a ella y al nieto, entonces cambió absolutamente su rol. Así no se hace política, así no se hace derechos humanos. Es absolutamente lamentable.

¿Cree que va en el mismo sentido del acercamiento de Hebe con Milani?
Yo creo que Hebe de Bonafini ha terminado totalmente… después de esa tapa de la revista de Madres donde está del brazo con Milani, un general acusado de haber sido colaborador de la dictadura. Creo que Hebe ya no tiene ninguna autoridad para poder hablar. Y más ahora que la Universidad ha pasado al Estado, no tendría que haberse hecho esto, tenía que ser una entidad independiente.

Lo dice con dolor…
Lo digo con dolor, sí. Pero realmente ha cometido muchísimos errores últimamente.

Osvaldo Bayer habla en tono sereno, pero la contundencia de sus palabras da cuenta de un sistema injusto, que expulsa de a millones y los condena al hambre y las villas. Con humildad y con dolor cuestiona a Estela de Carlotto y Hebe de Bonafini, quienes a partir de su vínculo con el gobierno nacional han salido a defender a Jorge Bergoglio y César Milani. Despotrica cuando recuerda que el monumento más grande de la Ciudad de Buenos Aires es a Julio Argentino Roca, el responsable del genocidio en tierras sureñas. “Todo lo que significa Roca es un paso atrás, y es un paso atrás todo lo que significa dar más libertad al capitalismo”, sostuvo el historiador.

Sentado en el estar de un hotel céntrico marplatense, Bayer dialogó con QUÉ momentos antes de presentar su último libro “¿Qué debemos hacer los anarquistas? y otros textos”, que incluye cinco textos inéditos y cuenta con prólogo de Bruno Napoli.

En el último tiempo se vienen dando en el mundo procesos que dan cuenta de una crisis del sistema capitalista. ¿Hacia dónde cree que vamos?
Lo de siempre. Va a haber una crisis, van a sufrir mucho los pueblos, después se va a resolver el problema más o menos, pero nunca se va a llegar a un total sosiego de todo esto. Nunca a un sistema que dé de comer, dé trabajo y dé vivienda digna a toda la gente, que tiene que ser el principio de toda democracia. Yo siempre sostengo que no hay democracia mientras haya villas miseria, porque una democracia tiene que ser capaz de por lo menos dar un techo digno a las familias con hijos.

En el plano nacional, ¿cree que dentro del Partido Justicialista pueda salir una alternativa que vaya en este sentido?
Hay muchos representantes que realmente quisieran un cambio del país en ese sentido, pero la masa dirigente del peronismo no ha pensado en eso, lo mismo los que gobiernan. Se sigue con un capitalismo más bien benefactor en cierto sentido, pero nada más.

Un análisis político dado a conocer días atrás daba cuenta de la “búsqueda de un nuevo Roca”, al establecer un paralelismo entre la figura del general que garantizó a fines del siglo XIX que la bonanza económica de la época quedara en una minoría pudiente, con la situación actual donde los Macri, Massa o Scioli garantizarían que la renta agropecuaria, y de recursos petroleros y gasíferos se concentre en pocas manos. Al respecto, Bayer opinó: “No aprendemos nada los argentinos evidentemente”.

“Todavía se sigue alabando a Roca y el monumento más grande de Buenos Aires no es a San Martín sino a Roca, en el lugar más céntrico. De manera que todo lo que significa Roca es un paso atrás, y es un paso atrás todo lo que significa dar más libertad al capitalismo. En Estados Unidos hay un sistema capitalista (casi) absolutamente libre, hay miseria, millones de personas sin trabajo, no se llegó jamás a solucionar los problemas de todos. Realmente el capitalismo tiene que tomar formas de repartir mejor las ganancias y no acumularlas en pocas manos”, explicó el intelectual.

Por último, Bayer se refirió a la situación del periodismo actual, el rol de los grandes medios y el crecimiento de los medios cooperativos: “No hay que dar a las entidades empresarias nada más que un solo medio, sino ejercen el monopolio. Además hay que favorecer a las cooperativas de periodistas, que son los profesionales de la información. Hay mucho que hacer para terminar con el gran poder de los grandes medios, radios, canales de televisión en el interior, periódicos, revistas, etcétera, que dominan la opinión pública mucho más que los partidos políticos”.

Al terminar la nota, y antes de partir rumbo a la Feria del Libro para presentar su último trabajo, Osvaldo fue al cafecito lindero al hotel. Pronto a cumplir 88 años, y a pesar de su caminar lento, no detiene su marcha: pasa su tiempo entre viajes, presentaciones, charlas y el teatro, porque a los 86 años decidió que era momento de subirse a un escenario. Sentado en una de las primeras mesas del bar, se pidió un whisky sin hielo, entre anécdotas y risas.

En una entrevista con La Nación le consultaron: Cree que se justifica tomar las armas en algún momento? -Mirá, yo no estoy en contra tampoco de eso. Pero yo no lo voy a hacer nunca.Soy amigo de la paz. Pero claro, con una dictadura y la desaparición de personas, qué otro método podés utilizar. Es decir, yo los justifico completamente a Rodolfo Walsh, al Paco Urondo y a Haroldo Conti, que fueron mis mejores amigos. Con Rodolfo Walsh, la última vez que me encontré, le dije: "¿Cómo es posible que hayas cambiado el marxismo por el peronismo?".Y él me dijo: "No te equivoques. Yo no soy peronista, soy siempre marxista, ¿pero dónde está el pueblo?". Y yo le dije: "Mirá, el pueblo peronista no los va acompañar". Y él me dijo: "Ya vamos a ver". Confiaba en el levantamiento del pueblo. Me dio pena, porque era el mejor de todos. El mejor intelectual de esa época. Era completo. Escritor y qué investigador.
Osvaldo Bayer, el vindicador
Por: Daniel Cholakian – Nodal Cultura
Vindicador: quien defiende, especialmente por escrito, a quien se halla injuriado, calumniado o injustamente notado.

Hay hombres que se adelantan a los tiempos y sin embargo no son reconocidos como tales. Para los medios masivos y las nuevas formas de comunicación, ese lugar parece estar reservado a quienes hacen raras predicciones, a los falsos gurúes económicos, o los míticos desarrolladores de tecnologías en garajes que nunca existieron.

Osvaldo Bayer es un hombre que adelantó los debates como pocos.

Bayer nació en la provincia argentina de Santa Fe el 18 de febrero de 1927. Es historiador, periodista, guionista de cine, novelista y dramaturgo. Pertenece a una generación que integró la política con su labor profesional, sin militar en organizaciones, pero convencido de que su relato sobre los oprimidos y silenciados debía ser el eje de su obra. Compartió con muchos compañeros de su tiempo -poetas, artistas, intelectuales o militantes- la persecución y el exilio.

Bayer estudió historia durante los años ’50 en Alemania y regresó a Argentina, donde trabajó en los principales medios nacionales. Vivió en la Patagonia, en el sur del país, donde investigó los sucesos conocidos como la Patagonia trágica, una brutal matanza a trabajadores en huelga llevada adelante por el ejército argentino entre 1920 y 1921. Hacia 1975, luego de la publicación de su libro “La Patagonia rebelde” y del estreno de la película homónima, comenzó a sufrir amenazas y se fue de su país rumbo a Alemania.

En su obra hay al menos tres aspectos que son centrales en los debates del presente, y sobre los cuales Bayer trabaja desde hace más de 50 años: los pueblos originarios, la preservación del ambiente y la lucha de las mujeres. Fue también un actor central en la reivindicación de las víctimas del terrorismo de Estado, y uno de los primeros intelectuales en ser capaz de pensar los genocidios del siglo XX en todo el mundo como parte de una trama que los integra, tanto por sus lógicas negadoras de lo humano, como por el origen de régimen económico que los sostuvo.

El último rebelde
Por: Osvaldo Soriano
Un libro que sale a rescatar la verdad histórica, informar a los más jóvenes y sacudir la modorra del presunto fin de la historia se parece más a una provocación que a un acontecimiento editorial. Reunir textos que alguna vez disgustaron a tantos oportunistas y que el libro se llame Rebeldía y esperanza es como tirar una piedra contra la dormidera nacional. Y si el que lanza la piedra sin esconder la mano es Osvaldo Bayer, historiador temible, narrador de romanceros heroicos y miserables tragedias, hay que pararse a escuchar. De barricada y de amor, estos cuarenta y dos escritos tienen la urgencia de un viaje al futuro. A la memoria de las generaciones que vendrán con el nuevo siglo. Publicados por primera vez en revistas y en este diario, hablan de víctimas y verdugos. Pero a mí me dibujan entero al hombre que conocí en las malas, que es la mejor manera de conocer a los hombres para saber si creen en lo que dicen y si sostienen en privado lo que predican en público.

La primera vez que hablé con Osvaldo Bayer fue en 1970, por teléfono, y no fue una conversación simpática. Yo era redactor de Semana Gráfica, una revista de la Editorial Abril a la que preferíamos llamar Semana Trágica por su vocación por las noticias desgraciadas. Martín Campos, un director enviado al periodismo para sembrar la cólera de Dios, me había pedido que escribiera un breve aniversario del fusilamiento del anarquista Severino Di Giovanni ocurrido en 1930. En esos lejanos tiempos a la gente todavía le interesaban cosas así.

No encontré nada más natural que comprar el libro histórico de Bayer y tomar de allí todos los datos. Comodidad u osadía, lo pagué caro: Bayer me llamó, se presentó y me dijo de todo. Al colgar me quedó de él una falsa imagen: la de un tipo intransigente y de pocas pulgas. Nada de eso: con el tiempo supe que con sus amigos y adversarios leales es uno de los hombres más tiernos y de mejor humor que tiene este país. Pero hasta que lo descubrí tal cual es le guardaba cierto resquemor porque sus argumentos me habían hecho sentir culpable y era él quien tenía razón.

En 1976 me lo encontré en la Feria del Libro de Frankfurt mientras Vargas Llosa hacía su discurso en inglés. Había otros argentinos y muchos latinoamericanos exiliados. Le recordé el sofocón que me había hecho pasar, se echó a reír y fuimos a tomar un café para hablar de lo que pasaba en la Argentina y de qué se podía hacer desde afuera para dificultar el plan criminal de los militares. En ese tiempo yo creía que la mayoría de la gente se daba cuenta de lo que estaba pasando, aunque más no fuera por deducción, porque los secuestros sucedían en las calles. Pensaba que la gente escuchaba los estruendos y los pedidos de auxilio que salían de tantos departamentos destrozados por las bandas del Tigre Acosta, Suárez Mason, Camps y los otros. Después supe que nadie, o casi, escuchaba ni veía nada. Tampoco los grandes diarios que llamaban a combatir la subversión “por todos los medios”.

Aquel día Bayer me dio noticias dolorosas sobre la desaparición de periodistas y escritores amigos. Haroldo Conti entre ellos. También tenía un recorte de La Nación que relataba un curioso almuerzo que compartieron el dictador Videla, Jorge Luis Borges, Leonardo Castellani, Ernesto Sabato y Horacio Ratti, presidente de la SADE. También ésa era una pésima noticia: dos de los escritores más notorios habían aceptado el diálogo con el comandante en jefe de la represión y ninguno de ellos se iba dando un portazo. Al contrario, Borges vio en Videla a un “caballero” y Sabato a “un hombre culto, modesto e inteligente”.

Bayer me contó algunas peripecias por las que pasó mientras buscaba testigos y documentos secretos para su monumental Patagonia rebelde. Me habló de Severino Di Giovanni y los anarquistas libertarios y de su propia huida de la Argentina justo a tiempo para salvar la vida. Lo hacía con tanto humor, ponía tanta ironía consigo mismo, que enseguida me di cuenta de que quería ser amigo de él. Hablamos también de nuestras carencias de expatriados y Bayer me preguntó si tenía plata como para ir tirando mientras conseguía algún trabajo. Le dije que no se preocupara, que ya saldría algo. Nos despedimos muy tarde y al día siguiente volví a Bruselas.

A los que estábamos en Bélgica nos ayudaban los curas, que no comprendían el silencio de la Iglesia ante el asesinato de tanto cristiano, pecador o no Nos dieron techo y muchas ayudas más. Yo intentaba escribir un cuento que Giovanni Arpino me había pedido para una revista italiana y por el que prometía pagarme cien dólares de entonces. Algunos limpiaban oficinas o iglesias mientras otros trataban de enterrar el pasado y no querían ni saludarnos.

Una semana después del encuentro con Osvaldo Bayer recibí una carta de Alemania. La abrí enseguida en busca de nuevas noticias, de algún plan de operaciones lejanas. En lugar de eso había un giro por una extraña suma: 1527 marcos con cincuenta, o algo así. Con una esquela breve: “Osvaldo: cobré un trabajo que me debían. Te mando la mitad. Un abrazo”. Y la firma de Bayer. No me mandaba un préstamo de amigo sino el auxilio de cada anarquista fiel a su ideal: exactamente la mitad de lo que había cobrado. Sin explicaciones ni fecha de reintegro. Había encontrado a un tipo en apuros y compartía lo que tenía. Le escribí para agradecerle pero me contestó hablando de otra cosa, invitándome a visitarlo a Essen. Nunca, desde entonces, pude tocar el tema con él; se molestó la vez que intenté hacerlo y de algún modo me sugirió que de esas cosas no se habla. Entonces callé hasta hoy y sé que cuando lea estas líneas volverá a incomodarse y tal vez me llame para retarme como en el 1970.

Al leer Rebeldía y esperanza me volvieron a la cabeza los momentos posteriores al regreso. La soledad de Bayer y de Cortázar. El desgarramiento de Juan Gelman perseguido en dictadura y en democracia. El dolor de las Madres de Plaza de Mayo despreciadas por Alfonsín y después por Menem. El abortado debate sobre el exilio y la resistencia interna. Las cosas no dichas y las voces de los oportunistas que cambiaban de piel para escribirse una historia diferente a la que les pesará en el futuro cuando otras generaciones visiten archivos y desempolven la verdad. Como hizo Bayer con los fusilados de Santa Cruz. Ahora que por fin conocemos los cuatro tomos que cuentan la ignominia, el historiador lanza otra botella al mar de la indiferencia: en Rebeldía y esperanza están los hechos y los personajes de estos años que la sociedad ha tratado de enterrar. Ahí está Pequeño recordatorio para un país sin memoria, el alegato que Bayer leyó en la Universidad de Maryland en 1985; la respuesta de un Sabato molesto porque el bronce le resbala de la piel; están las desafortunadas palabras de Martha Lynch, de Borges, de Balbín, el día en que quemaron los libros y Víctor Massuh aceptó ser embajador de Videla en la Unesco. Pero también el militante Rodolfo Walsh, que escribió su denuncia en la clandestinidad, se la enrostró a Videla y al mundo y salió a morir con dignidad.

Es imprescindible leer Rebeldía y esperanza porque en esas páginas está mucho de lo que ha querido ocultarse. Hay una ética, vieja y eterna, pataleando en un tiempo sin ejemplos ni ilusiones. Están las Madres, Raúl González Tuñón, el cura Angelelli, Gregorio Selser, los presos políticos de antes y de ahora; destinos argentinos y ejemplos alemanes, malos y buenos, que Bayer conoce como pocos. Son tan escasos los libros que desentierran grandes verdades que cuando aparecen hay que atesorarlos; para nosotros o para los que después vendrán a hurgar en las grandezas y miserias de una sociedad que probó todos los caminos erróneos antes de encerrarse en la apatía y la frivolidad.

Es verdad: Bayer es un hueso duro de roer. Sin él sería más fácil olvidar. Hacerse una historia a medida y cambiar de canal. “Me he propuesto no tener piedad con los despiadados. Mi falta de piedad con los asesinos, con los verdugos que actúan desde el poder se reduce a descubrirlos, dejarlos desnudos ante la historia y la sociedad y reivindicar de alguna manera a los de abajo, a los humillados y ofendidos, a los que en todas las épocas salieron a la calle a dar sus gritos de protesta y fueron masacrados, tratados como delincuentes, torturados, robados, tirados en alguna fosa común”, dice en una entrevista que le hice hace diez años, antes de volver al país. Y luego algo muy claro, que se perdió de vista en la confusión del alfonsinismo y la teoría de los dos demonios: “La verdadera y única división de los argentinos está entre los que acepta y los que no aceptan negociar los crímenes de la represión y la corrupción”.
Este artículo apareció como contratapa de PáginaI12 hace 25 años, el 8 de agosto de 1993, y fue recopilada en el libro Cómicos, tiranos y leyendas

Bayer, el historiador del futuro
Bayer es, por su formación académica, historiador. Sin embargo, sus grandes libros, Severino Di Giovanni, el idealista de la violencia, La Patagonia rebelde, Los anarquistas expropiadores y otros ensayos, son obras más conocidas que leídas. Su labor periodística y su actuación personal son seguramente lo que han dado mayor relevancia pública a su trabajo.

Una de las muchas maneras de pensar la trascendencia de su producción es que fue capaz de utilizar toda su formación, sus largas investigaciones, su experiencia personal y la historia política que comparte con toda una generación, para trasmitir masivamente y hacer públicos debates que nadie se animaba a dar, o que ni siquiera estaban en las agendas públicas. Y siempre ha puesto su cuerpo –y lo sigue poniendo cuando manifiesta en las calles en su silla de ruedas- para acompañar luchas silenciadas, olvidadas y ocultas por los poderosos.

Mucho de lo que se revela en las luchas que sostienen diferentes actores en la Patagonia argentina, estaban presentes en lo que Bayer escribía 45 años atrás: “¿Qué era la Patagonia en 1920? Simplificando podemos decir que era una tierra argentina trabajada por peones chilenos y explotada por un grupo de latinfundistas y comerciantes. Es decir, gente que ha nacido para obedecer y otros se han hecho ricos porque son fuertes por naturaleza. Y allá, fuerte quiere decir casi siempre inescrupuloso”[i]

Esta frase, que recupera la discusión sobre la naturaleza del capitalismo, contiene elementos que remiten al presente. A la lucha de los trabajadores despedidos de las minas en Río Turbio, a los mapuches que reivindican la propiedad de sus tierras, y a las muertes infringidas por las fuerzas de seguridad en defensa de los intereses de los poderosos, comerciantes y latinfundistas. Bayer menciona, en ese mismo texto, a la familia Braun Menéndez como parte de aquellos dueños de la Patagonia. Dos de sus descendientes, Marcos Peña Braun, como jefe de gabinete, y Miguel Braun, en el cargo de secretario de comercio de la nación, son parte de un gobierno que intenta reponer aquel orden militar, económico y simbólico.

Esa larga investigación le permitió a Bayer comprender, y exponer públicamente ya en 1963, la existencia de pueblos indígenas exterminados y expropiados antes del genocidio conocido como “Campaña al desierto” (1879).

“En el año 1826, el gobierno de Bernardino Rivadavia, contrató al oficial prusiano Rauch, nada menos que para matar indios. Su misión era limpiar la pampa bonaerense de los ranqueles (…)
Este oficial prusiano comenzó la liquidación de estos indios, y se guardan sus partes militares. Por ejemplo, dice que los indios ranqueles no tienen salvación porque no tienen sentido de la propiedad, también señalaba que los indios ranqueles eran anarquistas (…) Después de haber escrito un parte donde decía ‘hoy hemos ahorrado balas, degollamos a 27 ranqueles’, un indio joven, apuesto, alto de pelo largo, al que llamaban ‘Arbolito’ lo estuvo esperando en una hondonada, y cuando pasó este coronel a toda velocidad en su corcel, se le fue detrás, le boleó el caballo, cayó el militar europeo, y el indio Arbolito cometió el sacrilegio de cortarle la cabeza. Así vengaba a tantos de sus compañeros de las pampas”[ii]

Cuando cuenta la historia del indio vindicador, Bayer suele relatar que los invasores reconocían que los ranqueles trataban a las mujeres mucho mejor que “nosotros, los descendientes de europeos”.

La contaminación, la expropiación, la matanza
Desde muchos años atrás Bayer comenzó a escribir sobre la contaminación en el sur argentino. A diferencia de cualquier mirada ingenuamente ambientalista, él siempre situó el problema en la misma trama que recuperaba todo su trabajo de años. La expropiación de las tierras, el poder de los latifundistas, el avallasamiento de las tierras sagradas para los pueblos originarios, y la contaminación ambiental producida especialmente por la explotación minera, era una misma acción, sostenida a lo largo de décadas por los gobernantes.

La población de la ciudad de Esquel, donde Bayer vivió muchos años, tuvo hacia 2003 una importante batalla contra la explotación de oro. En un plebiscito, se negó el derecho a la instalación de la minera. Por entonces escribía: “Nuestra querida Patagonia, la tierra del bello paisaje, de las aguas y del codiciado petróleo –aquella que en Europa insisten que los gobiernos argentinos van a vender para pagar la deuda (algo que seguro ya habrían hecho los militares desaparecedores con Martínez de Hoz y su sistema)–, pues bien, esa Patagonia se acaba de defender con la democracia. No ha necesitado a la Gendarmería, con su estrecha visión de ver peligro en cada liebre y cada llama y controlarles la nacionalidad, sino que el pueblo ha demostrado a toda la Argentina qué es la democracia y para qué sirve. Esquel votó contra el oro y el cianuro. Los que venden la Patagonia a pedazos y a retazos, querían vender el bello oro pero cambiándolo por cianuro y una suma de divisas que en nuestro país nunca se sabe al bolsillo de quién van a parar. El pueblo de Esquel votó por la naturaleza, por esa naturaleza que también les pertenece a sus hijos y a sus nietos”.[iii]

El hombre que amó a las mujeres
Las mujeres fueron parte de su obra de ficción. Se puede mencionar la poco conocida película “Sin querer”, de la que fue guionista, en la que hay fuertes mujeres como protagonistas, entre ellas una mujer mapuche que busca a su padre desaparecido y una niña abusada por los poderosos de una pequeña localidad de la enorme Patagonia.
En su último libro, su primera novela, “Rainer y Minou”, da voz a una mujer que se autodefine como judía y víctima de los nazis, aunque era argentina. Una mujer que se enamora en Alemania, del hijo de un criminal nazi. Esa mujer se hará cargo de la brutal contradicción y será el centro de una suerte de mirada sobre la historia. Bayer escribe un bello relato amoroso y logra hacer visible la continuidad de los genocidios en la historia, la permanencia de los delitos de lesa humanidad, y el lugar central de las mujeres en la resistencia al olvido.

También de la Patagonia, y entre las múltiples historias de resistencias populares frente a la matanza de obreros, Bayer ha reconstruido en el teatro el relato sobre “Las putas de San Julián”. Esta obra, escrita estrenada en 2013, se basa en lo que debió ser el final del segundo tomo de La Patagonia Rebelde –e incluso ser parte de la película estrenada en 1974- pero que la censura y cierta lógica de la época, no permitió incluir en aquellas obras.

Hubo que esperar 20 años para que el texto fuera incluido en una nueva edición (1994). Bayer encontró en las mujeres, en tanto tales, un lugar en las prácticas resistentes. La sociedad necesitó varias décadas para poder encontrarse con esa historia.

(…) “Se mandó a decir a las dueñas de los prostíbulos que a tal hora iba a ir la primera tanda de soldados para que tuvieran listas a las pupilas (…) Pero cuando la primera tanda de soldados se acercó al prostíbulo, doña Paulina Rovira salió presurosa a la calle y conversó con el suboficial. (…) Las cinco putas del quilombo se niegan. (…) Todos en patota, tratan de meterse en el lupanar. Pero ahí salen las cinco pupilas con escobas y palos y los enfrentan al grito de ‘asesinos, porquerías’, ‘con asesinos no nos acostamos’. En palabras de Bayer, estas mujeres fueron “los únicos seres que tuvieron la valentía de calificar de asesinos a los autores de la matanza de obreros más sangrienta de nuestra historia”. [iv]

Cuando se estrenó la obra en el Teatro Nacional Cervantes, Bayer declaró: “Que yo pueda mostrar hoy en el teatro nacional este final que fue prohibido hace cuarenta años es para mí increíble, es como tocar el cielo con las manos”. Bayer demostró acá también que su trabajo y su análisis anticiparon en mucho las discusiones más intensas del presente.

Bayer, el bien querido
El 18 de febrero de 2017, día en que Bayer cumplió 90 años, se organizó un festejo popular en una plaza del barrio de Belgrano, cercana a su casa. El festejo se convirtió en un sencillo y amoroso homenaje popular al hombre que desde la militancia, el periodismo y la academia (¿son acaso campos separados?) logró echar luz, asumir debates potentes, reivindicar las luchas de los excluidos, obreros anarquistas, perseguidos, pueblos indígenas, mujeres, víctimas de los genocidios y hacerlo con un lenguaje popular, claro, completo y contundente.

Bayer es un hombre que camina en el mundo, que entiende lo global mucho antes de los aduladores de la globalización financiera, y que recupera la historia para reivindicar a los resistentes. Esta es, sin dudas, su propia forma de resistencia.

[i] Bayer, Osvaldo; La Patagonia rebelde; Editorial Planeta Argentina; Tomo I; 1993; p.25
[ii] Relato de Osvaldo Bayer junto con la banda “Arbolito”
[iii] Diario Página/12, 29 de marzo de 2003. Disponible en https://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-18141-2003-03-29.html
[iv] Bayer, Osvaldo; La Patagonia rebelde; Editorial Planeta Argentina; Tomo II; 1994; p.317


“Marlies sigue cantándome todas las noches, justo cuando cierro los ojos y empiezo a soñar”
Osvaldo, si vos te morís no te van a querer en ningún lado.
- ¿Cómo es eso?
- Mirá, para el cielo sos un hereje. Un anarquista que defendía a las putas, a los obreros... No te van a querer ahí porque los vas a convencer que Dios no existe.
- ¿Y en el infierno?, pregunta pensativo.
- Menos que menos. El diablo va a decir: 'Este enseguida habla con los diablitos sobre la opresión y la rebeldía, los proletariza y me organizan un levantamiento en cinco minutos'.
Osvaldo estalla de risa y retruca: - ¿Entonces qué hago cuando muera?
- Y, vamos a ir saltando de nube en nube, charlando con cuanta gente nos encontremos, como hicimos siempre.
- ¿Y vos me vas a acompañar?
- Claro amigo. Nunca te voy a dejar solo. 
De la nota: Osvaldo Bayer y un amor a primera vista
En 1959, Bayer denunció el “despojo” de las tierras mapuche de Cushamen
En La ChIsPa, el escritor se ocupó del robo a la familia Nahuelquir. Fue el primer paso para que las tierras terminaran en manos de Benetton
Por: Santiago Rey


Portada del periódico La Chispa, de 1959


"Es urgente que los legisladores aclaren los despojos de Cushamen". Así tituló La ChIsPa en 24 de enero de 1959 una nota escrita por Osvaldo Bayer -fundador y director del medio- sobre el robo de tierras a Rafael Nahuelquir, en el noroeste de la Provincia de Chubut.

Como integrante de la comunidad Ñancuchi Nahuelquir, Rafael era uno de los habitantes del predio de 625 hectáreas que le correspondieron en la distribución realizada en 1899, entre los ocupantes originarios de la zona. Puntualmente, ocupaba el denominado lote 140 de la Colonia Cushamen.

La Ley 1501 organizó la entrega de esas tierras, distribuidas en 200 lotes de 625 hectáreas cada una.

El detalle del despojo de esos territorios, lo expuso Bayer en la publicación La ChIsPa, editada en Esquel, en 1959. El periódico sólo duró cuatro meses -ocho números-, pero fue tiempo suficiente para que el periodista, escritor e historiador deje sentada su mirada sobre el proceso de corrimiento y matanza de los pobladores originarios de esas tierras.

El periodista Bruno Nápoli editó hace pocos meses un libro con los facsímiles del periódico La ChIsPa. Los textos referidos a la situación en Cushamen se convierte en un material motivo de consulta clave para entender la vigencia del reclamo mapuche en ese territorio.

Nápoli repasa que “en 1958, Osvaldo Bayer se radica en la ciudad de Esquel, contratado por el diario local como redactor. Por diferencias insalvables en el tratamiento político de las notas, es despedido del diario, sin paga y con una acusación desopilante: tentativa de homicidio contra el empresario/dueño del medio. Lejos de correrse de escena, decide quedarse y fundar el periódico 'La ChIsPa'”. 

En ese periódico “denuncia a los latifundistas y terratenientes del lugar, describe con detalle el robo de las tierras de Cushamen por parte de comerciantes y políticos, celebra la revolución cubana, y desgrana toda su pluma contra las políticas económicas heredadas del golpe de 1955 y continuadas por lo que el periódico llama 'la gran estafa argentina' (el gobierno de Arturo Frondizi)”.

La ChIsPa -que como “bajada” agregaba en su portada “Contra el Latifundio-Contra el Hambre-Contra la Injusticia”- investigó “el tema de las tierras de Cushamen”. Textualmente, el primer artículo de la serie, señalaba: “Hace cerca de cuarenta años que el Estado entregó al jefe aborigen Rafael Nahuelquir un predio de 625 hectáreas en el lote 140 de la Colonia Cushamen (…) así comienza el detallado drama de la tierra en Cushamen (…) que publicaremos en nuestras páginas a partir del próximo número”.

En el número siguiente del periódico, bajo el título “Los dramas negros de Cushamen”, el medio detalla que “un ciudadano árabe de nombre Juan Sfeir (…) solicitó al jefe aborigen Rafael Nahuelquir le alquilara la casa en que éste vivía, en el lote 140 de la colonia. El señor Sfeir nunca pagó un centavo a Rafael Nahuelquir, y además se negó a entregar la casa, que luego vendió con mejoras de su propiedad a otro ciudadano árabe: Heikel El Khazen. Este caballero estableció un comercio y desde él comenzó el despojo de las familias aborígenes de la colonia”.

El medio creado por Bayer detalla un engorroso proceso, en el que se vieron perjudicados la viuda e hijos de Nahuelquir; y, en cambio, como el comerciante Julio Telleriarte y el tasador Luis Zuschlag operaron para quedarse con las tierras. La estrategia incluyó un remate, realizado “sin notificar a los herederos”, y del cual fue comprador el propio Telleriarte, aquel comerciante que debía interceder ante el tasador.

Bayer lo relató así: “En resumen: muerto el jefe de la familia se nombró un tasador de los bienes. Ese tasador exigió la suma de 160 pesos por el pago. Los hijos de Nahuelquir pagaron esa suma a Luis Telleriarte, quien les dio un recibo. Años después el tasador reclamó el pago de los 160 pesos ante el juez”.

“El juez -agregó el periodista, en 1959- ordenó entonces el remate de los bienes de Nahuelquir resultando comprador nada menos que Luis Telleriarte, quien hizo un gran negocio”.

“Del dinero obtenido en el remate los herederos no han recibido hasta la fecha un solo centavo. Les queda la casa habitación que valientemente se negaron a desalojar”, detallaba La ChIsPa.

Telleriarte se convirtió en Diputado Provincial por la Unión Cívica Radical del Pueblo, en Chubut, y pidió una “investigación” por las publicaciones de La ChIsPa. Bayer lo provocó desde las páginas de su medio: "Él comenzó el principio del camino como un vulgar ciudadano, luego acumuló dinero y experiencia y con eso pensó que nadie se iba a cruzar en su camino, pero el hombre propone y Dios dispone: se reunieron varios hombres responsables y valientes y crearon el periódico La Chispa, ¿para qué? Para decir la verdad aunque ésta sea dicha a señores que hoy son legisladores".

Y continuó: “¿Porqué pide el citado legislador una investigación parlamentaria?,¿porqué no pide que la Justicia intervenga como correspondería?, ¿tendrá cola de paja y miedo a que se le queme? (…) Por último contestaremos al señor Telleriarte sobre algo por él dicho: 'Sin prestigio no podría sentarme un minuto más en esta banca' ¿Qué espera para levantarse Señor Telleriarte, o cree por ventura tener prestigio?”.


Portada del libro La ChIsPa 
Uno de los artículos sobre el tema se publicó en la tapa del periódico, junto a un recuadro que daba cuenta de otra noticia relacionada con la situación de la tierra y la explotación de los trabajadores rurales. “Leleque no pagar” es el título bajo el cual se detallan los resultados de una asamblea de socios de la Sociedad Rural de Esquel. “Los latifundistas ingleses dicen no tener plata para pagar el pan de los trabajadores criollos, que con el sudor de sus frentes mantienen a todos esos 'misters' y 'ladies' de Londres, que se hallan prendidos como garrapatas de nuestra sangre”, concluía el artículo.

Se trata de la misma Sociedad Rural que 58 años después firmó un comunicado reclamando protección para sus latifundios, “amenazados” por el reclamo territorial de los pueblos originarios. Ni una línea dedicó la Sociedad Rural en ese comunicado a la desaparición forzada de Santiago Maldonado.

La zona arrebatada por Telleriarte es parte de la estancia que pasó por manos de la Compañía de Tierras del Sud Argentino S. A., y ahora posee Luciano Benetton; los territorios son los mismos que recuperaron los integrantes del lof en Resistencia Cushamen; las víctimas de aquellos sucesos y de la represión de hoy siguen siendo las mismas.
Fotos de esta nota: Facebook La Chispa - Osvaldo Bayer


Bayer está solo
Conquistar la soledad no es fácil, casi todos fracasamos en el intento. Entre la vida y la muerte, entre el ahora y lo eterno, entre lo personal y el pueblo, entre el sentido y el ensueño, hay un estado de gracia reservado para quienes ya no tienen nada que ganar. Un refugio para los imprescindibles. Una merienda con Osvaldo Bayer, a sus noventa años de lucha.
Por: Facundo Pedrini
El reflector capicúa, la suplica inútil, el disparo a quemarropa, el peón fusilado, el militar asesino, el estanciero cómplice y el luchador que intenta cruzar el alambrado. Todos clavados sobre los párpados del último anarquista. Afuera, un cartel fileteado que bautiza la casa de Arcos al 2400 como “El tugurio”. Adentro, Osvaldo Bayer, rodeado de bibliotecas que impiden ver las paredes, de revistas que contienen ambientes, de obras que rebalsan de la silla y caen sobre un par de plantas muertas, de portarretratos desgobernados de los marcos y de reconocimientos que van desde el Grupo Planeta a la cooperativa del Hotel Bauen.

Bayer rodeado, como siempre.

“Hay partes del cuerpo humano que no se rinden, que resisten, hasta el final. Salir a la calle y mover a los políticos, que respiren lo que hicieron. La única manera de cambiar las cosas es empezar desde abajo para tener contactos con los de arriba”. Descifrar a Bayer es interpelar a sus enemigos. Si todo lo que no se denuncia deja de existir y Bayer es para siempre, sus adversarios también. Es curioso cómo teniendo el pecho lleno de datos con los expedientes del asesino correcto, soporta a los que atacan al moño de Polino como la amenaza absoluta y hostilidad de gelatina.

El alemán sigue escribiendo 89 años por segundo con lógica veterinaria. Todo tiene pulgas. Todo tiene sarna. Todo tiene garrapatas. Todo es quirúrgico.

Pero también todo es motivo para abandonar el altillo y volver a la calle en posición karateca.

“A veces me siento solo, siento que no tengo poder, que acompaño bien pero esa compañía puede ser positiva o negativa según el concepto que se tenga de mí, por eso a veces no voy a ver a los políticos, porque no es fácil recibirme. Además, la actualidad es pésima. Tenemos al peor que nos podía tocar. Un conservador del año treinta, va a terminar mal, es todo negativo lo que hace, se vienen tiempos muy duros. Es inexplicable el triunfo de este hombre, nunca hizo política, creo que jugó al paddle. El pueblo no debe agachar el lomo, a todos nos cabe esa responsabilidad, el pueblo tiene que ocupar el centro, si lo hace yo voy a estar ahí, mientras tanto todo será de los reaccionarios. A veces siento que nunca aprendimos, les hacemos caso a los demagogos. Yo ya estoy viejo, tengo casi noventa años, hago lo que puedo”.

Esparcidos por el mosaico, treinta libros anillados esperando ser prologados: los temas van desde luchas obreras, conquistas sociales y homenajes a su Patagónica Trágica, a un puñado de biografías inacabadas de Simón Radowitzky y Julio Argentino Roca. Todos esperando que Bayer le ponga su sangre. La sangre de Bayer. El cuerpo de Bayer.

Es la hora de la merienda: té con leche, un par de galletitas de agua y tres tostadas con mermelada de durazno. La trae María Helena, la enfermera que, sin suerte, intentó echarme cinco veces para que descanse en soledad. Bayer no la deja. Bayer no quiere estar solo.

Las meriendas no siempre fueron de a uno.

1976. Corrientes y Montevideo. Café La Paz. Al fondo. Dos ginebras. Dos amigos.

- Tenés que irte del país

- Mirá quién habla.

- Vos escribiste La Patagonia.

- Si, pero más peligroso es ¿Quién Mató a Rosendo? Te metiste con las mafias sindicales. Rodolfo, no entiendo cómo vos, que viviste como yo los peores años de la Facultad de Filosofía y Letras con Perón entregando la Universidad a la extrema derecha y a la iglesia católica, te hiciste peronista.

- No te equivoques Osvaldo. Yo no soy peronista, soy marxista, pero ¿dónde está el pueblo?

- El pueblo es peronista, es cierto, pero por eso no es revolucionario.

- Eso ya lo vamos a ver.

Walsh y Bayer no estaban de acuerdo: “Yo no quise decir que él tenía razón ni que se equivocaba porque no sabía cómo iba a reaccionar el pueblo. Tenía razón en que había que hacer algo, tenía razón en crear otro estado de cosas. Lo hizo, lo trató de hacer y perdió la vida. Yo también tuve razón y también perdí: tuve que irme al exilio ocho años. Eso es tener razón, es terminar en Macri, en el peor de todos, en el más imbécil. Y lo elegimos. Los mejores quedaron en el camino. Rodolfo Walsh, Paco Urondo, Haroldo Conti, fueron grandes amigos. Merecieron ver el éxito de sus obras en los años posteriores a la dictadura, a los militares asesinos no los recuerda nadie”.

***

Para los que viven a ochenta cuadras de lo que pasa y surfean la medianía de las cosas con un protocolo alquilado, es extraño toparse con un tipo como Bayer. Anarquista del socialismo en libertad, ese que resiste a la tiranía del proletariado y esquiva al comunismo que cayó a manos del Estado. Pronuncia su réquiem como esos tipos que empujan con la frente diez conceptos que harán que en cincuenta años se sueñe mejor, aunque saben que no verán los resultados. María Helena intenta acomodar la mesa para hacer espacio y dejar la azucarera. Mientras revuelve su infusión, pienso que tal vez en la fascinación por encontrar salidas evitamos repensar a los tipos salientes, los que nacieron antes que la velocidad sea el tiempo que tardamos en omitir los anuncios de Youtube, esos que brotaron con un instinto milenario de reponerse como un perro, esos que tienen el tacto de mirar con educación y fuego sagrado a la vez. “Tal vez, algún día, el partido sea nuestro”, afirma Bayer en su libro Rebeldía y esperanza. Le creo.

***

Bayer tiene tos. Mucha. María Helena trae una cucharada grande de miel. Afloja por unos minutos, pero persiste. El catarro sirve para cambiar de tema: “Todavía no hemos logrado sacar el monumento a Roca de un lugar céntrico de Buenos Aires, uno de los más grandes de la ciudad. Hemos pedido que se lo traslade, pero algunos lo defienden a muerte”.

La lucha es el único elemento que abastece de sentido y, al final de la historia, recompensa: “En la famosa huelga marítima del año cincuenta, los barcos no se movían de los puertos. Yo era marinero timonel, llamé a la asamblea del buque para parar y obtuve un voto: el mío. Todos murmuraban pero se callaban la boca a la hora de decidir. El capitán me bajó en Rosario y nunca más viaje en un buque de la Patria, pero por las cosas del destino, cuarenta años después los obreros marítimos me hicieron un homenaje por ser el único que se bajó. La estela queda. La estela queda, como los enemigos: los enemigos son siempre los mismos”.

***

Bayer revuelve el té. Las galletitas le quedaron en el fondo de la taza. Con una cuchara las acorrala en el borde y traga en dos tandas. Así diez veces.

“Los enemigos reales son siempre los mismos”. Bayer quiere las cabezas de los francotiradores de verdad. Los contrincantes más peligrosos no parecen habitar el jopo de De Brito, sus espectros no forman parte de los bucles de Beatriz Salomón, los rivales no guarecen en los puntajes del jurado, ni donde se hornean las medialunas. Ese no es el ejército del mal, serán una impresora sin tinta y una plancha quemando una camisa hawaiana, pero nada más. En el peor de los escenarios, su daño termina en el buen gusto y en un Leviatán con conchero. No es la selfie, es la cruz. Por eso Bayer no perdona, ni siquiera al hombre más cerca de Dios. “Francisco siempre va a ser Bergoglio, su pasado lo traiciona, es un mentiroso. En la dictadura no hizo absolutamente nada por nadie. Yo lo sé bien. Siempre se negó y ahora resulta que es bueno. Es un hombre con un gran cinismo. Mientras él era cómplice, el cuerpo lo pusieron otros, salieron a la calle los curas del tercer mundo, los curas villeros, y el no. Y ahora es Papa, por algo será. Que en lugar de regalar rosarios, venga a la Argentina”.

Bayer no perdona. Bayer no perdona el silencio. Bayer no puede perdonar el silencio.

“La estela queda. La estela queda, como los enemigos. Los enemigos son siempre los mismos”. Esa frase resuena en los cinco ambientes del tugurio, ¿y si el mal habita en la puerta falsa, en la salida propuesta por almas nobles que nos inducen a quemar el consulado e invitan a tomar la municipalidad, mientras no pueden justificar su patrimonio? Bayer resiste el simulacro de moralidad que los muestra perfectos. Bayer impugna los relatos de los progresistas que siempre son los buenos, a los expertos en huracanes caribeños, narcotráfico tucumano y votaciones en la ONU, y a los que llenan la nómina de convictos de enemigos abstractos, frivolidades concretas y fusibles a mano (como el moño de Polino).

Bayer terminó y quiere descansar. Lo hace saber golpeando su bastón contra el piso con más fuerza que antes. La puerta de su habitación está abierta, lo esperan una manta verde, unas sábanas de rombos azules y un par de almohadas finitas. Hace un año que nadie duerme del otro lado de la cama y no hay rastros de Dios. Tal vez, El idiota de Dostoievski y una foto de Marlene Dietrich consuelan sus partes viudas. Tal vez no. Tal vez Bayer pueda luchar contra todo menos contra sus meriendas.

Bayer que en Argentina significa lugar correcto,
murió en su casa hace una hora.
De pocos aprendí tanto.
A pocos admiré más.
Lo espera un cielo lleno de peones fusilados
para darle las gracias por la incomodidad de la verdad.
Foto: Rafael Calviño
Nota publicada en la revista Crisis

Adiós a Osvaldo Bayer
A los 91 años se apago la vida de Osvaldo Bayer. Periodista, investigador, ensayista, militante social. Osvaldo escribió libros vindicatorios de figuras del anarquismo como Simón Radowitzky, Kurt Wilckens y Severino Di Giovanni. Los cuatro volúmenes de Los vengadores de La Patagonia rebelde están dedicados a mostrar la verdad histórica de las masacres perpetradas por los militares argentinos contra los obreros en las huelgas de 1921 y 1922.

Además, denuncio a los latifundistas y el acoso y exterminio de pobladores mapuches y tehuelches. Esas valientes notas fueron publicadas en el periódico La chispa que editaba en soledad. Osvaldo Bayer, la Prefectura lo exonero de la flota fluvial por cumplir con una huelga de la FORA en 1951. Partió hacia Alemania, donde estudio filosofía, letras e historia. Amenazado por la siniestra triple A debió partir al exilio.

Durante los años de plomo del terrorismo de Estado en la Argentina denuncio desde Europa a la genocida dictadura cívico, militar, eclesial, empresaria.

Desde el Centro de Estudios Sociales Rafael Barrett y la Biblioteca Alberto Ghiraldo, junto a la APDH, Familiares de detenidos desaparecidos y la Cooperativa de Periodistas Independientes organizamos la proyección del documental Panteón Militar, fue la única exhibición pública de este film. Otros documentales como El vindicador dedicado K. Wilckens, Elizabeth, sobre E. Kasseman detenida desaparecida por los chacales artillados son piezas fundamentales para comprender la historia social contemporánea.

De letras que trasuntaban sus firmes convicciones socialistas y libertarias, Osvaldo Bayer ya no estará entre nosotros pero nos deja su legado de libros y su ejemplo de lucha inclaudicable.
Carlos A. Solero

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