jueves, 4 de octubre de 2007

Libros

Maruja Torres
En Chile van a repartir libros entre los pobres (habrán leído ustedes en la noticia una púdica referencia a familias "sin recursos" o "de escasos recursos": puros pobres), lo cual abre una serie de interrogantes peliagudos. Si la lectura nos mejora y la literatura nos ennoblece, ¿no habría resultado más práctico regalar ese Maletín Literario al 15% de la población que acumula el 85% de la riqueza del país andino a la vez que hermano? Imagino a los banqueros poniéndose ciegos con El principito y saliendo a las calles a manifestarse, reclamando la misma buena calidad de la educación para todos. Figúrense a las legendarias familias dominantes, ahítas de Gabriela Mistral, en trance de sacar a sus cachorros de los liceos de barrios altos para obligarles a lustrar los zapatos de los menesterosos, caso que lo precisen.

Libros. Qué elementos tan aventurados.

Cómo serán que, por una donación de libros más o menos pintoresca o populista (pero qué difícil resulta rechazar una entrega de libros), sabemos de repente de gente que carece de recursos, y a la que se le darán no recursos, sino libros. Usted carga con el recibo de la luz y con el gasto del oculista, pero su niño el libro lo va a tener, faltaría más. Así no importará mucho que vague por las calles, sin colegio; o que se embrutezca en un aula sin alma. Un niño pobre y leído tiene posibilidades de prosperar: llegará por sí mismo a la conclusión de que es más refinado traficar con cocaína que esnifar pegamento.

Libros. Rudos como espejos. Deberían hallarse en todas partes, para empezar en las estanterías de una buena red bibliotecaria, que es lo primero que tiene que existir, junto con la escuela pública y laica. Deberían llenar las anchas avenidas por las que circula el hombre libre (por citar una cita, la última, que Salvador Allende tuvo con su destino). En Chile y aquí, en todas partes.

¿Y luego? Quienes juegan con libros y con pobres cualquier día se tropezarán con la consecuencia de su desparpajo. Ese día un pobre leído les fulminará con una metáfora o, peor aún, con un ardiente sueño por cumplir. Y habrá que repartir otra cosa. A ver si recuerdo qué... Hombre, sí. Igualdad de oportunidades.

Publicado en la edición de El País de hoy jueves.

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