viernes, 9 de noviembre de 2018

Isabel Chabela Zanutigh 1952 - 2018

Isabel "Chabela" Zanutigh, histórica militante feminista, activista agroecológica y una de las fundadoras de la granja La Verdecita en Santa Fe, falleció este viernes dejando un legado profundo: un camino sembrado de amor, enseñanzas y semillas. En las redes sociales, se multiplicaron las muestras de dolor, reconocimiento y gratitud por su lucha incansable.

Referente del Sindicato de Amas de Casa, Chabela se alejó del partido cuando la militancia por las mujeres superó la convicción política. Fue una de las creadoras de la Red de Mujeres y, en 2001, cofundadora de La Verdecita, una granja agroecológica que sigue viva gracias a su impulso. En todas sus facetas, su lucha fue siempre la misma: empoderar y reivindicar a las mujeres en un mundo diseñado por y para varones.

Chabela es una y es muchas. Y lo sabe. Por eso se alejaba del "yo" para hablar en plural: un "nosotras" que trascendía tiempos y espacios. "Es una relación dialéctica: yo me formo con lo que me enseñan a la vez que transfiero lo que aprendí", decía. En su discurso, el otro siempre era mujer. Eran "las mujeres", ese plural por el que primero trabajó, luego creyó y que, hasta sus 64 años, siguió empoderando.

Su historia comienza en un colegio de monjas en San Justo, donde su primera rebeldía fue ir a misa sin mantilla y en mangas cortas, desafiando la autoridad del párroco. Pero su formación como referente la encontró en el Sindicato de Amas de Casa, que ayudó a fundar en los años '80 como parte del Frente de Izquierda Popular. Con el tiempo, la lucha por los derechos de las mujeres superó al partido que la había cobijado.

Por entonces, Chabela atravesaba una lucha interna. Estudió Ciencias del Ambiente e Ingeniería Química, pero no se sintió ama de casa hasta que otras mujeres le contaron sus vidas, ayudándola a resignificar la propia. "No creo que haya una mujer que no sea ama de casa. El concepto es intrínseco al cuidado de los demás. Podés pagarle a alguien para ayudarte, pero si tu hijo está enfermo, lo cuidás vos. Mi primer reconocimiento fue ver que yo también era esas mujeres. No darme cuenta de eso era no entender el porqué de mi cansancio. Fue como una mamushka: se fueron abriendo cosas", decía. De esa muñeca nacieron la Red de Mujeres y, más tarde, La Verdecita.

El tiempo le borró las fechas —"¿fueron quince o veinte años?"— en el Sindicato. Lo que no se borró fueron las tardes cocinando con mujeres de distintos barrios para juntar fondos, las reuniones largas, las risas mientras hacían dulce. Chabela, que dejaba a sus tres hijos con su madre para poder militar, veía en cada una de ellas un reflejo. En todas subyacía la misma esencia: la casa, los hijos, el hombre, el cuidado y el cansancio. "Mi vieja fue de la generación de la frustración: quiso estudiar, pero no la dejaron. Yo soy de la generación del engaño: me dijeron que podía hacer todo, pero también debía cargar con todo lo demás. Y no es justo", reflexionaba, sin queja, con claridad y convicción.
Dialéctica de ser una y (nos)otras

Las tardes con el sindicato incluían largas caminatas por los barrios. Hasta que, en 1999, algo cambió. Fue un detalle mínimo pero revelador: en el barrio ya no se sentía olor a comida. Cuando preguntaban qué comían, muchas mujeres contestaban que solo tomaban mate con azúcar para pasar el día. Así nació la Red de Mujeres, que en 2001 empezó a repartir cajas de alimentos a quienes las necesitaran, sin importar afiliaciones.

De esa necesidad nació La Verdecita. En Callejón Roca 1800, ese grupo de mujeres consiguió apoyo externo, compró un terreno de casi cinco hectáreas y lo transformó en una granja agroecológica con ayuda del INTA. Pero cuando la situación económica mejoró, muchas mujeres se alejaron. "La Verdecita no era su proyecto. El suyo era conseguir un salario para comprar lo que antes producían con esfuerzo. Y eso es muy legítimo", reconocía Chabela, quien abrazó el proyecto con pasión y compromiso.

Hoy, La Verdecita produce varias toneladas de verduras al año sin pesticidas. Allí, en un consorcio de 60 familias, hombres y mujeres trabajan la tierra como pequeños productores no capitalizados: lo único que poseen es su trabajo.

En ese espacio, Chabela encontró a otra mujer aún más invisibilizada: "la productora", con más carga laboral incluso que la mujer del barrio más pobre. Pero con el tiempo, las integrantes del consorcio se empoderaron y empezaron a hablar, a decidir, a ocupar espacios de conducción. "Hoy también forman parte de la comisión directiva. Lo mío es la lucha por las mujeres. Que no me jodan", decía, sin vueltas.

"El esfuerzo y el sacrificio que se le exige a una mujer para destacar en un mundo donde los brillantes son los varones es enorme —expresaba—, porque ellos no tienen que hacer todo lo que nosotras sí. Yo reivindico el enorme trabajo de cuidado que hacemos las mujeres. Después de miles de años de violencias, seguimos apostando a tener hijos, a cuidar de los viejos, de las plantas, de todo… Somos cuidadoras y tejedoras de lazos. Y eso es lo que sostiene el mundo", contaba Florencia Arri en Toda Santa Fe.
En 2003, Chabela fue la primera santafesina en presentarse ante una fiscalía para denunciar las inundaciones, señalando la inacción de los funcionarios del gobierno. Sospechaba que había algún negociado detrás, que aquella catástrofe no era natural como querían hacerla parecer.

Fue a la fiscalía acompañada por la abogada del Sindicato de Amas de Casa. Las atendió el fiscal Ricardo Favaretto, quien ya había librado de responsabilidades a Carlos Reutemann en la causa por la represión de 2001 en Santa Fe —que dejó siete muertos y decenas de heridos en Rosario— al pedir el sobreseimiento del exministro de Gobierno, Lorenzo Domínguez, y del exsubsecretario de Seguridad Pública, Enrique Álvarez, por falta de "elementos" para responsabilizarlos por los hechos del llamado "Diciembre Trágico".

Teniendo en cuenta esos antecedentes, le pidieron que tomara la denuncia. La respuesta del fiscal fue: “No tengo papel para tomarle la denuncia, no se la puedo tomar”. Chabela respondió simplemente: “Ok”. Se fue a un kiosco, compró una resma de papel y se la llevó. Entonces, no tuvo más remedio que tomar la denuncia. Así nació la causa por las inundaciones.

Más adelante, el mismo fiscal se negó a citar a declarar al exgobernador Carlos Reutemann, a pesar de que un tercio de la ciudad de Santa Fe quedó bajo el agua tras el desborde del río Salado. La tragedia dejó un saldo de aproximadamente 23 muertos (según datos oficiales), 67 (según la Casa de Derechos Humanos de Santa Fe), y más de 150.000 personas afectadas.
Una de las nuestras, una de las mejores, se nos fue
La Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito – Santa Fe, contó sobre ella: Una de las nuestras, una de las mejores, se nos fue. Es imposible dejar de recordarla, de seguir abrazándola. Chabela fue una pionera, una madraza para muchas. Isabel 'Chabela' Zanutigh tenía un espíritu indómito que nos empujaba a avanzar, a aprender, a entender por qué había que luchar."

En la década del ’70, Chabela participó junto a otras compañeras del CIAM (Centro Integral de Acción de la Mujer). Con la "excusa" de hablar sobre cáncer de mama y de útero —en plena dictadura— hablábamos de violencia hacia las mujeres.

En 1981 hubo un intento de realizar un Encuentro Nacional de Mujeres, pero al comenzar, la policía hizo una razzia y sacó a todas las participantes.

Durante los años 80 se fundó el primer Sindicato de Amas de Casa. Se realizó un relevamiento en toda la provincia que incluyó a más de 6.000 mujeres. Como resultado, se logró la aprobación de la jubilación para amas de casa, firmada por el entonces gobernador Reviglio. Sin embargo, Reutemann vetó parcialmente su financiamiento. Se prometió que la recaudación provendría de la Tómbola, pero ese dinero nunca llegó a las mujeres.

Las primeras reuniones para formar una multisectorial de mujeres en la ciudad se realizaron en el Sindicato de Amas de Casa, que ella encabezaba. En esa casa antigua se gestaron muchas ideas y espacios. Nos fuimos reinventando en otros ámbitos políticos, gremiales y sociales, pero allí se plantaron muchas de las semillas que luego germinaron en luchas y conquistas.
Durante el gobierno de Obeid, organizamos junto a Chabela el "Escobazo": mujeres camufladas ingresaron a Casa de Gobierno con escobas y barrieron simbólicamente la entrada de la Casa Gris.

En los años 90, junto a otras compañeras, brindó capacitaciones sobre VIH/SIDA a efectores de salud. También impulsaron proyectos de mejoramiento habitacional. Fue pionera en la denuncia y resistencia contra el modelo sojero y los cultivos transgénicos.

En el 2000 integró la primera Multisectorial de Mujeres. En 2001, en plena crisis económica, se organizaban reuniones con Maguid en UPCN para pedir que los alimentos fueran destinados primero a las mujeres, mientras se realizaban asambleas barriales. Ese mismo año, a raíz de la crisis, se formó La Verdecita, un espacio para que las mujeres aprendieran a producir sus propios alimentos.

En 2003, tras la trágica inundación del río Salado, Chabela fue la primera en presentar una denuncia contra Carlos Reutemann por la inacción del gobierno provincial.

En 2005, durante un 25 de noviembre, se realizó la Marcha de las Novias en el monumento a Carlos Monzón: fue la primera acción pública en la ciudad que cuestionó su figura.

En 2008, también un 25 de noviembre, se realizó el corte de las vías del "tren sojero" que pasaba a media cuadra de La Verdecita, en la intersección de General Paz y Hernandarias. La consigna fue clara y contundente: "La ruta de la soja es la ruta de la trata". La acción fue impulsada junto a la asociación Las Diversas, pioneras en la lucha contra la trata en Santa Fe.

Chabela para nosotras fue, es y será siempre un ejemplo. Una mujer comprometida, coherente, solidaria con quienes la necesitaban y, por sobre todo, inolvidable. Una figura que nuestras jóvenes tienen que conocer.

Nos deja muchas enseñanzas. Entre ellas, La Verdecita, una granja agroecológica de la que fue pilar fundamental. Allí sembró una idea concreta: "La soberanía alimentaria, el poder de decidir sobre nuestro propio cuerpo, la posibilidad de producir y consumir lo que deseamos, lo que creamos, lo que pensamos, no nos resulta una utopía lejana, sino una práctica cotidiana".

Hasta siempre, compañera, amiga, madraza, generadora de encuentros, luchadora incansable y docente de una vida que nos enseñó que las utopías pueden ser posibles.
Fotos: Pablo Aguirre, Toda Santa Fe 

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