Por: Irene Benito
Palabra autorizada en la reflexión sobre las proyecciones de la ética en el periodismo, Javier Darío Restrepo (Antioquia, 1931) ha convivido profesionalmente con la problemática de la guerrilla. En la década de 1960, cuando las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) comenzaban su militancia paramilitar, Restrepo tecleaba noticias en la prensa escrita: pasó por El Colombiano, El Espectador y El Tiempo. En Colombia, sin embargo, su rostro es sinónimo de televisión como consecuencia de los 25 años que trabajó en el telediario 24 horas. Teléfono en mano desde Bogotá, el septuagenario Restrepo ruega que le hablen alto y claro. "Persiste el aprovechamiento político de la lucha contra las FARC. El Gobierno del presidente Álvaro Uribe cree que la senadora Piedad Córdoba, que impulsa el diálogo con la guerrilla, le ha arrebatado la capitalización de las liberaciones de los secuestrados y que no ha logrado imponer una imagen de sensibilidad frente a los familiares de las víctimas", explica convencido y sin titubear, como dejando en claro que sordera no es sinónimo de pusilanimidad.
¿Por qué las FARC han elegido a la senadora Córdoba, del Partido Liberal, como interlocutora en las últimas liberaciones de rehenes?
La guerrilla mira al presidente Uribe, que propicia la solución armada, como un enemigo y como alguien con quien es imposible entablar un diálogo inteligente. Córdoba triunfa allí donde Uribe fracasa. Con ella sucede lo mismo que con los periodistas: no ha localizado a las FARC, sino que las FARC la han localizado a ella.
¿Qué ha ocurrido con el presidente venezolano Hugo Chávez, que también quiso desempeñar un papel protagónico en la mediación con los paramilitares? Parece que ha dado un paso al costado...
Las relaciones con Chávez han tenido muchos altibajos. Cuando el Gobierno colombiano descubrió que tenía una simpatía enorme por las FARC, lo desautoriza para conversar. Chávez reacciona con epítetos, sugiere la posibilidad de un enfrentamiento armado con Colombia, amenaza con interrumpir las relaciones económicas y retira a los embajadores. A partir del advenimiento de la Organización de Estados Americanos los gobiernos de ambos países logran cierto acercamiento. Hay un equilibrio delicado en la relación entre Colombia y Venezuela. El vínculo puede volverse a romper si Chávez interviene en la guerrilla. El hallazgo de unos discos duros en un campamento guerrillero en Ecuador permitió conocer con certeza los contactos entre las FARC y Chávez y las ayudas económicas que los paramilitares recibieron del mandatario venezolano. También hay campamentos de las FARC en territorio venezolano. Pero estas pruebas han sido manejadas con guantes de seda para evitar los enfrentamientos entre los gobiernos. Chávez ha adoptado un tono discreto en la defensa de las FARC y Uribe no parece interesado en alentar investigaciones sobre la relación del presidente venezolano con la guerrilla que puedan crear nuevas disputas con el país vecino.
La información como despertador social
Restrepo, responsable del consultorio ético digital de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (la fundación de Gabriel García Márquez, como se la conoce), está convencido de que no fue la acción de las autoridades sino la insistencia de la prensa la que logró que la sociedad colombiana comenzase a interesarse por las víctimas de las FARC. Explica: "la información sobre los abusos de la guerrilla encendió la repulsa, sobre todo cuando se pudo saber cómo vivían los secuestrados en la selva. En muy poco tiempo, una opinión pública que más bien era indiferente al viejo problema sin solución de los paramilitares, comenzó a reaccionar en sentido contrario".
El periodista evalúa que la práctica del secuestro ha deteriorado la imagen de las FARC tanto en el ámbito interno como en el internacional. Restrepo recuerda el apogeo de la guerrilla, cuando las FARC controlaban las carreteras de Colombia y era un riesgo enorme desplazarse en coche. "Las patrullas era tan sofisticadas que hasta contaban con un sistema electrónico para comprobar la identidad de las personas. Si verificaban que alguien tenía una posición política relevante o una buena situación económica, procedían a secuestrarlo", narra como si la pesadilla hubiese ocurrido ayer. Frente a la impotencia de las autoridades y el 'dejar hacer', Restrepo apunta que los periodistas reflejaron el horror de la llamada Ley 02, una normativa arbitraria de las FARC que establece que los que poseen un patrimonio mayor a un millón de dólares deben contribuir obligatoriamente al sostenimiento de la guerrilla. Bajo pena de secuestro, claro.
Parece que la sociedad colombiana ya no tolera la existencia de las FARC...
Hay un acuerdo básico en rechazar la utilización del secuestro como instrumento de guerra. Hubo manifestaciones populares muy claras en este sentido en dos concentraciones de enero y marzo del año pasado. La discusión se mantiene respecto de los medios para imponer este acuerdo porque la liberación de los secuestrados o el fin del conflicto armado se pueden buscar tanto con las armas como con herramientas políticas como el diálogo. El Gobierno de Uribe afirma que hay que actuar con las armas y, por ello, ha invertido grandes recursos económicos y humanos para fortalecer el ejército y la inteligencia. El presidente mantiene esta convicción a pesar de que en acciones armadas de rescate ya han muerto varios secuestrados. Un acierto ha sido la exitosa e inteligente estrategia que permitió engañar a las FARC y consumar la operación Jaque (mediante la cual Ingrid Betancourt recuperó la libertad).
¿Cuál es la solución que apoya la mayoría de los ciudadanos?
Si nos atenemos a las encuestas, la opinión mayoritaria apoya al presidente Uribe y, por tanto, a la decisión de la solución armada con algunos matices o pronunciamientos que exigen el final del conflicto e incluso deslizan la posibilidad de un intercambio humanitario. Esta es la alternativa que proponen los guerrilleros: los paramilitares presos deben quedar libres en el mismo día y en las mismas circunstancias que los secuestrados de las FARC. Por el momento es verdad que sólo una minoría de colombianos prefiere una solución política.
El diálogo o el mero contacto circunstancial de la prensa con la guerrilla ha irritado al Gobierno de Colombia, que a raíz de las últimas liberaciones ha acusado a un periodista de complicidad con las FARC. ¿Considera una falta de ética que la prensa mantenga contacto con el grupo paramilitar?
La comunicación entre los periodistas y los grupos armados se ha producido en Internet, por medio de la página web de las FARC, pero ocasionalmente también hubo encuentros físicos. Es decir, reporteros que se desplazan hasta los campamentos con autorización y guía de la guerrilla. Las autoridades no comprenden fácilmente estas reuniones y tienden a pensar que existe una complicidad de la prensa con las FARC. Deducen esto por el sólo hecho del contacto. Pero ocurre que el periodista que integró la comisión que iba a recibir a los últimos rehenes que liberaron las FARC se dio cuenta de que el Gobierno no estaba cumpliendo aquello que había prometido: es decir, liberar la zona de control militar para que no hubiese riesgo para las personas. El periodista constató que había sobrevuelo de aviones espías, que tomaban fotografías y que, eventualmente, podían atacar. El reportero llamó inmediatamente a un canal de televisión para informar sobre la situación con la finalidad de que el Gobierno detuviese los vuelos. Esto, desde luego, causó mucho malestar a las autoridades. Pero, desde luego, los periodistas hacen lo que corresponde: tener fuentes distintas y no confiar ciegamente en la información que sale del palacio de Gobierno.
Fuente: Diario El País