Por: Emmanuelle Steels, corresponsal en México
“Se prohíbe arrojar basura o cadáveres”:
El año 2009 comenzó con la misma cuenta fatal: ya van a más de 1.000 personas muertas en el país, la mitad en el Estado de Chihuahua, donde se encuentra Ciudad Juárez. Polo económico del norte, ubicada sobre la frontera con los Estados Unidos, esta ciudad de 1,3 millón de habitantes es un hormiguero de organizaciones criminales, que manipulan los hilos del tráfico de drogas, minan a la autoridad y ensangrientan el territorio que se disputan.
Narcomensajes. El viernes, el jefe de la policía municipal, Roberto Orduña, se vio forzado dimitir a raíz de un chantaje de los carteles. Dos días antes, se habían enviado varios narcomensajes - con amenazas llevando la firma de la delincuencia organizada - a las autoridades, anunciando la ejecución de un agente cada 48 horas si Orduña no renunciaba a su puesto. Pronto, los dos primeros cadáveres de policías hicieron su aparición. Junto a los cuerpos, un mensaje: “habrá otros”. El 17 de febrero, antes de que la siniestra cuente regresiva cumpliera, el número 2 de la policía fue el objetivo junto con dos miembros de su escolta. Orduña finalmente se renunció a su cargo, “para proteger la vida [sus] de hombres”. El alcalde se negó públicamente a interpretar esta dimisión como una capitulación, comprometiéndose a resistir a las provocaciones de las bandas criminales. En esa línea, confirmó la continuación del programa de saneamiento de la policía municipal que, en menos de un año, acarreó el despido de 600 agentes corruptos.
En Ciudad Juárez, las amenazas forman parte del diario. Los periodistas que cubren los asuntos criminales se equiparon de chalecos antibalas después del asesinato de uno de lo suyos en noviembre. En diciembre, eran las escuelas las que se llenaban de carteles con narcomensajes: si los profesores no daban su aguinaldo a los cárteles, se secuestraría a niños. La amenaza no se llevó a cabo, pero no se sabe lo que se ocurrió con el sueldo de los profesores.
Cabeza de cerdo. La extorsión es moneda corriente para todos los comerciantes de la ciudad. El medio del cine también fue víctima de intimidaciones. En el rodaje del thriller El Patio (El Traspatio), que trata de los asesinatos de mujeres a Ciudad Juárez, se conminó al equipo a dejar la ciudad por medio de una serie de cartas y paquetes inquietantes, como lo informó el realizador de escena Carlos Carrera. Una actriz recibió una cabeza de cerdo fresca a manera de advertencia. Aterrorizada, renunció a su papel. La película es una ficción, ciertamente, pero que traduce una realidad siniestra: la epidemia de violencia respecto a las mujeres. Ésta se alimenta de la pasividad policíaca y la vulnerabilidad cientos de millares de jóvenes obreras explotadas en las maquiladoras, fábricas de subcontrato que abundan en la frontera. Desde 1993, se cuentan 600 desaparecidos y 380 cuerpos de mujeres violadas, mutiladas, estranguladas o apuñaladas, abandonados sobre terrenos baldíos. Misteriosamente, las investigaciones se paran. A pesar de la designación de un fiscal especial para aclarar estos crímenes, los culpables se escabullen huyen siempre. Se habla de asesinos seriales, de bandas organizadas y, como siempre, de un sistema gangrenado por la corrupción.
La cobertura de los medios de comunicación produjo repercusión internacional de los asesinatos de Ciudad Juárez, por espacio de algunos meses. Mas la ciudad reclama aún a sus mártires. Desde el principio del año, siete jóvenes mujeres desaparecieron, y se encontró a otra muerta la semana pasada. Se comprende mejor por lo tanto cómo la película El Patio, que representa a una sociedad oscilando entre el fatalismo y la indiferencia, ha molestado a los que quieren seguir asesinando con toda impunidad a Ciudad Juárez.
Fuente: Liberatión