Íñigo Marauri ha presentado como tesis doctoral un estudio que analiza la evolución del tratamiento informativo de los sucesos en los medios. La investigación, centrada en el análisis de la cobertura informativa de 11 sucesos, constata la relevancia creciente de estas informaciones y su espectacularización.
Por: Miguel Ayuso Rejas
¿Por qué cree que ha aumentado el volumen de la información de sucesos en general?
Las desgracias ajenas generan reacciones emotivas, unas buenas y otras no tanto, y, por encima de todo, curiosidad. En la que algunos llaman la sociedad del tedio, queremos entretenernos con lo que nos invite a llorar, a reír, a sentir, y no tanto a pensar. Algo de consumo rápido y fácil, y si además es espectacular, mejor que mejor. He ahí los sucesos.
¿Son los medios de ahora cada vez más amarillistas?
La hegemonía del audiovisual y de su máximo representante, la televisión, en la comunicación de masas en las últimas décadas es incontestable. Su marca se puede observar cuando se abre cualquier diario y afecta de igual modo a la mayoría de las secciones. Los sucesos, lejos de ser una excepción, se han convertido en una de las áreas de vanguardia de estas transformaciones, que se pueden desglosar en dos ámbitos, el de la expresión formal y el que atañe al contenido. En cuanto a la primera, en esta investigación se ha podido constatar desde una perspectiva diacrónica el creciente protagonismo de los elementos gráficos y de titulación: mayor número de fotografías, mayor tamaño de éstas y mayor protagonismo dentro de la página, así como consolidación de la presencia de nuevos modelos gráficos de expresión de datos informativos, como las infografías. Respecto a la vertiente vinculada con el contenido, se ha comprobado que la cobertura de los diarios recrea en numerosas ocasiones la emoción sentida por los telespectadores en textos que planean sobre el mismo registro afectivo, sentimental, dirigiéndose al corazón y no a la razón. De hecho, resulta llamativo el carácter casi anecdótico de los textos analizados que tratan de contextualizar, interpretar y trascender el suceso, una de las funciones básicas del periodismo de calidad y una de las pocas en las que la televisión se halla en desventaja frente a la prensa escrita. Por el contrario, abundan los ejemplos en los que se potencian los tintes melodramáticos, las descripciones escabrosas y el valor espectacular de la tragedia.
¿Hay algún suceso que considere un punto de inflexión en el tratamiento de la información?
Los autores, escasos, que se han interesado por el tratamiento periodístico de los sucesos, los propios periodistas y la memoria social coinciden en señalar la cobertura del crimen de Alcàsser como el hecho que marcó un antes y un después. Y estoy de acuerdo, aunque con matices. El gran cambio, o el gran aldabonazo, se produjo en la televisión. La transformación en la prensa diaria también tuvo lugar, pero en otro sentido. Es a partir de Alcàsser cuando las mentes pensantes de los diarios ‘serios’ reflexionan sobre los efectos, las consecuencias y las formas de abordar un crimen en la sociedad de la información. En mi opinión, la importancia de Alcàsser en la prensa diaria no es tanto su tratamiento amarillo como la entrada de los sucesos en la agenda de columnistas, editorialistas y generadores de opinión.
¿Ha fracasado la autorregulación?
Legislación y periodismo son dos términos que no casan demasiado bien. El periodismo precisa libertad de movimientos para poder cumplir de manera eficiente su función, que considero capital en una sociedad democrática. El problema es que un número no desdeñable de profesionales confunden libertad con impunidad. Y eso no es, o no debería ser, así. Pero nadie osa poner el cascabel al gato. En primer lugar, y como es obvio, tendría muy mala prensa. En segundo lugar, hablamos de un grupo, el de los periodistas, en el que el nivel de autocrítica me atrevería a calificarlo de muy deficiente, y el de endiosamiento, de matrícula de honor. En tercer lugar, el límite entre dónde acaba el derecho a la información y comienza la privacidad en situaciones extremas, como son los sucesos, no es fácil de fijar. En cuarto lugar, los mecanismos que se han desarrollado en el plano internacional para tratar de limitar los excesos no son leyes, son instrumentos de regulación gestionados por los propios profesionales. Hablo de los códigos deontológicos y de los mecanismos de autorregulación. A tenor de los hechos, su funcionamiento, en España y en el resto de países, es, cuando menos, insatisfactorio, ya que apenas pasan de ser meras declaraciones de intenciones que se quedan en lo políticamente correcto. ¿Sanciones? Es una posibilidad, pero para ser eficaz debe estar acompañada de una asunción de los periodistas, y también y de manera especial de las empresas periodísticas, de sus deberes éticos. La moral implica razonar. Para razonar hay que pensar. Y si no se tiene tiempo para pensar, no se tiene tiempo para ser moral.
¿La aparición de Internet supone un gran cambio en el tratamiento de los sucesos?
Es una fuente informativa más, en la que, a tenor de lo que hemos podido observar estos días, es demasiado fácil obtener y mercadear con información íntima y privada. Quiero creer que hechos como éste harán que las empresas que gestionan estas redes refuercen la seguridad y la privacidad de los datos, en especial de personas que se ven envueltas sin desearlo en la vorágine mediática, y que las empresas periodísticas fijen filtros. Respecto a los usuarios de Internet, de la misma forma que hay desaprensivos que quieren lucrarse o, simplemente, mofarse de las desgracias ajenas, también hay personas a las que les repugna y están dispuestas a movilizarse contra estas prácticas nocivas. En cuanto a la condición de Internet como un nuevo soporte para los medios de comunicación, sí creo que los sucesos ganarán atracción y presencia.
¿Cual es su opinión sobre el tratamiento informativo del caso Marta del Castillo?
Olvidamos con excesiva frecuencia que los medios de comunicación, además de guardianes de la democracia, son empresas que quieren ganar dinero y tener influencia social y política. Y en épocas de crisis como en la que nos encontramos, las exigencias económicas rebajan el listón ético y el rigor en no pocos sectores productivos, y el periodístico no es una excepción. Si encima hablamos de cadenas de televisión, en las que las cantidades de dinero que se ingresan, y que se gastan, son casi obscenas, nos encontramos con casos como el de Marta del Castillo. ¿Qué demuestra este suceso, como lo hizo en su día el de Alcàsser? Que el freno a los excesos no depende de normas legales, sino de reacciones de una parte importante de los destinatarios de esas informaciones, es decir, la sociedad, y de los propios periodistas.
¿Cree necesaria una formación del periodista de sucesos?
Sí, y de manera rotunda. Un periodista debe estar formado para tratar con el dolor y la muerte. Es beneficioso para víctimas, familiares, lectores y para el propio profesional. Es evidente que la formación no garantiza una información impoluta. A ella hay que sumar otros valores fundamentales como la empatía, el sentido común, la templanza… Pero el pilar básico es una buena formación específica, algo que, por cierto, brilla por su ausencia.
¿Cree positiva la integración de los sucesos en la sección de sociedad?
La desaparición de la sección de Sucesos en los grandes diarios, que es una de las conclusiones de la investigación, está motivada por el deseo de diluir la presencia de los sucesos por considerarlos algo poco acorde con el periodismo de calidad. Pero la realidad es tozuda, y los sucesos de impacto como los analizados en la investigación ocupan las primeras páginas de la sección en la que se ubiquen, sea Sucesos o Sociedad.
¿Realmente puede existir un género de opinión sobre sucesos?
Un género como tal no existe, pero lo que sí se ha producido es la entrada de los sucesos en la sección. Y han entrado para quedarse.
Fuente: Menos 25