domingo, 14 de febrero de 2010

José María Pasquini Durán 1939 - 2010

El periodista José María Pasquini Durán falleció esta noche a los 70 años, a raiz de un paro cardiorrespiratorio en la clínica porteña de la Trinidad, donde era atendido desde el jueves pasado, informó su familia.
Nació en Salta en 1939. En 1960 comenzó como redactor “free lance” de periódicos sindicales, entre ellos “CGTA”; fue prosecretario de redacción en “Panorama” (editorial Abril) y secretario de redacción en “La Opinión” de Jacobo Timerman y se desempeñó como columnista político del diario PáginaI12 desde su fundación hasta la actualidad. Será velado hoy, domingo, en la sede de la CTA, en Piedras 1067, Capital, entre las 17 y las 22.
Inició su carrera en 1960 como redactor “free lance” de periódicos sindicales, entre ellos “CGTA”. Fue prosecretario de redacción en Panorama (editorial Abril) y Secretario de Redacción en La Opinión de Jacobo Timerman, El Periodista y PáginaI12.
También dirigió y condujo programas en televisión y radio. Durante la última dictadura militar fue director latinoamericano de la agencia “IPS” desde Roma (Italia). Cumplió actividades académicas en las Universidades de La Plata (UNLP) y Buenos Aires (UBA).
También dictó conferencias y participó de seminarios en el país y en el exterior, durante los últimos treinta años. Consultor de UNESCO, del Sistema Económico Latinoamericano, del Pacto Andino, del Fondo de Población de Naciones Unidas, de World Association for Christian Communication y del Consejo Latinoamericano de Iglesias. Recibió el Diploma al Mérito Premio Konex 2007 "Análisis Político Escrito".
Trabajó en Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Guyana, Italia, México, Nicaragua, Panamá, Perú y Venezuela. Publicó libros y ensayos; los últimos Ilusiones Argentinas y Transiciones.
Publicó libros y ensayos; los últimos “Ilusiones Argentinas” y “Transiciones”.

"Creo que el periodismo en general ha perdido nivel"
Por: Alberto López Girondo
Pasquini Durán considera que el periodismo argentino en general ha perdido nivel, "ya sea en la redacción, como en la búsqueda de información y hasta en la precisión informativa"
No resulta azaroso el recuerdo de su paso por Panorama, en los años 60, momento en el que el periodismo político tenía un peso en la sociedad que ahora, luego de tantos vaivenes, sin dudas se extraña. Porque allí se fue abriendo paso en una carrera que lo llevó, poco más tarde, a la redacción de La Opinión, El Cronista Comercial, Atlántida y Clarín. También se plantó frente al micrófono en la recordada Radio Belgrano de los inicios de la democracia, y trajinó estudios de televisión, como jefe de redacción de Nuevediario y gerente de noticias de Canal 13.
Durante la dictadura fue director latinoamericano de la agencia IPS, con sede en Roma, y se desempeñó como consultor de distintos organismos internacionales, entre ellos, Unesco, Sistema Económico Latinoamericano, Pacto Andino, Fondo de Población de Naciones Unidas, World Association for Christian Communication y el Consejo Latinoamericano de Iglesias.
Trabajó en Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Guyana, Italia, México, Nicaragua, Panamá, Perú y Venezuela. Publicó libros y ensayos y fue docente en las universidades de La Plata y Buenos Aires. «En eso se me han ido 40 y pico de años de vida», comenta con nostalgia.

¿Cómo define el actual momento del periodismo argentino?
Creo que el periodismo en general ha perdido nivel. De todo tipo, ya sea en la redacción, como en la búsqueda de información y hasta en la precisión informativa. De algún modo ocurre que el periodismo escrito ha sido muy influenciado por la televisión, y es obvio que la TV tiene un lenguaje absolutamente diferente al escrito. Un lenguaje más simple, más producido, más dedicado a los temas del lenguaje publicitario que del lenguaje informativo.

En las revistas ese fenómeno suele aparecer de manera muy clara.
No solamente eso, también se lo ve en la agenda cotidiana, en los temas que se abordan. Por otra parte, tenemos que decir también que el mundo político, después de la crisis de 2001, no ha logrado reponerse, no ha logrado reconstruirse. En consecuencia, presiona poco hacia el análisis, entre otras razones, porque no lo práctica.

¿Antes lo practicaba? Me refiero a los 90.
Presionaba para practicarlo. Había sobre la política de Carlos Menem y en general sobre la seguida en los años 90, un pensamiento que se expresaba, a veces, en publicaciones, marginales o no, en forma de crítica. Podría citar una, la revista Unidos, que dirigía Chacho Álvarez, que tuvo una gran influencia para la formación del Frente Grande. Esa revista era un centro de pensamiento, análisis y debate. Punto de vista, de Beatriz Sarlo, también jugó ese rol en aquel período.

¿Y PáginaI12?
En su momento también ocupó ese espacio. De manera que uno encontraba en aquellos años ámbitos distintos, de distinta orientación, donde se ejercía el análisis político.

Ahora eso no existe.
Prácticamente le diría que no.

¿Se debe sólo a la crisis de 2001 o habría otras razones?
No, no exclusivamente por la crisis. Creo que la propia sociedad también cambió sus parámetros o su manera de percibir la realidad, sus urgencias. Muchas cosas cambiaron entonces. Por otra parte, la bonanza de los últimos cinco años tranquilizó los ánimos y nadie se puso a preguntar el por qué de esa bonanza. Se empezó a aprovechar la situación y punto.

Tal vez sea parte de la condición humana.
Sin duda lo es. Pero yo creo que ese es un fenómeno también internacional. Incluso Barack Obama suena tan diferente porque todo su discurso quiebra los parámetros de los discursos centrales que también manejan los políticos en Estados Unidos. Todo su mecanismo electoral es diferente porque se apoyó sobre todo en la exhortación de valores y la movilización de los jóvenes.

En los últimos meses, con motivo de conflictos y debates suscitados por diversas medidas del Gobierno, la resolución 125 o la estatización de las AFJP por citar los dos casos más notorios, se pudo ver a analistas políticos que manipularon groseramente ciertos datos de la realidad...
Sí, hay una puesta en posición de visiones ideológicas, de militancias políticas más que de un análisis periodístico editorial.

¿Siempre fue así?
No, pero no siempre tampoco hubo este tipo de conflictos. Nunca hubo tanta exasperación. Creo que el Gobierno ha contribuido a eso, por sus propios métodos, pero no se puede dejar de señalar que hay una fuerte tendencia a mirar la realidad con los lentes que alguien te pone. Ya sean intereses comerciales, empresariales, ideológicos, de todo tipo, que no se corresponden con la metodológica de un analista. No importa si es de izquierda, de derecha, de centro. Ha habido analistas de gran porte en la prensa argentina.

¿Podría mencionar algunos?
José Claudio Escribano, que fue subdirector de La Nación, el politólogo Natalio Botana y Carlos Floria, un analista católico, son tres nombres de la derecha que se me ocurren en este momento. Del otro lado tenemos a Horacio Verbitsky, a Beatriz Sarlo, aunque ahora se corrió más a la derecha. Podría nombrar también a la gente que estaba en Unidos, como Chacho Álvarez, Mario Wainfeld, Vicente Palermo. Se puede tranquilamente hacer una agenda de nombres de un lado y del otro, todos analistas con mucho nivel.

¿Qué significa ser analista?
Ser analista, en mi criterio, significa tomar una posición que no es ingenua, nunca, pero que trata de explicarle al lector o al televidente o al oyente, qué es lo que está pasando y por qué. Se trata de descifrar el mensaje implícito en los discursos del poder, en los actos del poder. Un analista es alguien que recopila de algún modo la múltiple información que uno tiene a su disposición a través de los medios tradicionales, pero también de Internet y todo lo demás. Ese material debe disponerlo de tal manera que proporcione a su audiencia o a sus lectores una visión organizada de esta multitud de información que por separado a lo mejor a ese mismo público no le dice nada.

¿Es imprescindible reunirse, dialogar, tomar un café con los protagonistas de la información para ser analista?
No necesariamente. Creo que en algunos casos esa cercanía puede resultar de ayuda, pero en la mayoría de los casos, si uno frecuenta mucho a los protagonistas, puede ser comprometedor. Porque el que se convierte en una fuente de información espera de parte del analista una actitud de complacencia que no es conveniente para mantener la independencia. Y es natural que espere ese compromiso, porque si no, para qué va a seguir dando información. Ese compromiso implícito sesga el análisis hacia un lugar determinado, y me parece que en definitiva no es ninguna ayuda.

Da la impresión, cuando uno lee a algunos analistas, que hubieran estado presentes en el momento en que se decidían las cosas.
Pero eso no te sirve de nada. Para el analista la primicia no tiene sentido. El analista político maneja una estructura de ideas, no de noticias, no de crónica. Estar en el lugar de los hechos te sirve cuando estás haciendo la crónica cotidiana. El analista lo que trata de hacer es mirar debajo del agua. Y nadie se sumerge con vos a mostrarte la profundidad.

Para un lector no ducho en estas cuestiones, ¿qué cosas habría que tomar en cuenta para dilucidar qué le quiere decir el analista?
Ahora es muy fácil, basta con mirar el título de una columna para darse cuenta de lo que te quiere decir. No hay misterio, no hay disimulo.

¿Y eso es bueno o es malo?
No es ni bueno ni malo. Siempre he pensado que la prensa más honrada es la política. Porque no disimula, no tiene hipocresía, te dice: soy trotskista, soy comunista, soy socialista, soy conservador, soy radical. Así cualquiera sabe de qué lado viene la cosa. No pretende ser objetiva, ni neutral, ni independiente ni nada por el estilo. Pero los diarios tienen que vivir de esos supuestos paradigmas que les inventaron para tener avisos comerciales.

Claro, porque en el fondo ninguno es neutral. Podrá serlo desde el punto de vista partidario, pero no ideológico.
Están hechos para que el anunciante no sienta que se compromete con una línea. Lo cierto es que esa es también una relación falsa, porque en los hechos la publicidad se otorga o no se otorga de acuerdo con tu línea editorial. Página/12, durante dos años, no tuvo un aviso ni para limpiarse los mocos, mientras que otros diarios estaban repletos de avisos e incluso inventaban suplementos para seguir poniendo avisos. Hay muchos prejuicios. La publicidad también está muy cargada de cuestiones ideológicas aunque debo decir que en general es mucho más conservadora la agencia de publicidad que el anunciante en sí.

¿Cuáles son los autores o los medios a los que habría que leer desde el punto de vista de la teoría, no tanto del análisis?
Acá hay poca difusión de algunas cosas, pero en México hay una revista que se llama Letras libres, de centroderecha. En Italia hay otra que se llama Micromega, que es casi un libro y reúne a todos los pensadores de origen socialista, marxista, muchos que no tienen partido en este momento y trabajan temas en particular, desde la religión, el sentido de la existencia humana hasta por qué votar o no a Berlusconi. Hay mucho de ese material, y lo hay en todos lados: en Perú, en Venezuela, en Chile. Parte de ese material se puede consultar sin dificultades en Internet.

¿Y en Argentina?
Acá hay muy poco. Como pensamiento social cristiano está Criterio, y cosas sueltas que aparecen en los diarios.

¿Qué lee usted para estar al día?
Yo, como le decía, leo bastante del exterior, porque creo que son ideas que más tarde o más temprano van a aparecer aquí. La globalidad también funciona en ese sentido. Y sigo con atención lo que es la comida diaria de cualquier profesional en cuanto a publicaciones, Internet, televisión. Me parece que lo único que uno tiene que tener presente es no dejarse atropellar por el aluvión de noticias. Eso es lo que vale. Conservar la proa en una dirección.

Precisamente, en estos tiempos es fácil ver que la desesperación de los movileros se traslada al analista. Se percibe un efecto rebaño, parece que nadie se detiene a pensar mejor lo que sucede. Incluso en los diarios. ¿Cómo se hace para desarrollar análisis en ese vértigo?
Hay mucho de presión industrial, en el sentido del rating. La idea de medir minuto a minuto es una cuestión nefasta. No es que antes no hubiera existido la lucha por el rating, pero no en los términos de sacrificarlo todo por el rating que veo ahora. Hay un efecto rebaño, efectivamente, que se recicla más que nunca de un medio con el otro, y finalmente creo que hay mucha simplificación. Decir que Obama fue electo porque es negro, es una simplificación. Hay una combinación de factores que han hecho posible esto, que han influido. Claro que hay que tener un título atractivo como «Martes negro», pero debemos saber que es una simplificación política muy grande.

¿Hay poca preparación en los profesionales de los medios para hablar de ciertos temas?
En parte sí. Es el efecto también de años de represión y de censura. Y estoy hablando de las últimas tres décadas, incluido el presente, no me refiero sólo a la dictadura. Se ve en muchos casos poca elaboración. Pero para mí es el fruto de muchos años de censura y de autocensura. En algunos casos por temor, en otros por presiones del poder. Y cuando hablo de poder, me refiero a los distintos tipos de poder, el poder económico, el poder político, el poder editorial. Creo que por estas razones se perdió el rigor que existió en algún momento, cuando los periodistas competían entre sí con armas legítimas. Cuando yo empecé había once semanarios de actualidad, estamos hablando de los 60. Eso llegó al techo cuando apareció Primera Plana. El rigor informativo que se reclamaba era muy alto, porque uno no se podía permitir el error ni tampoco quedarse atrás en la información y el análisis. No daba lo mismo una cosa que la otra. Si algo no se correspondía con la realidad, no estaba bien, de ningún modo. Pero también es verdad que en esos momentos trabajar así era posible porque había una sociedad muy politizada y una militancia muy extendida que era la principal consumidora de ese producto y tenía una actitud muy crítica. Hoy la gente no es tan estricta, ve que algo no anda bien en lo que lee, pero lo olvida apenas da vuelta la página. Son otros intereses del público, no se puede comparar con la década del 60. Hoy la discusión del convenio metalúrgico no conmueve a nadie, en aquella época podía tumbar a un ministro de Economía y hasta un gobierno. Que haya reuniones en un casino de oficiales del Cuerpo III del Ejército no conmueve a nadie ahora, en aquel momento estaban discutiendo la destitución de Onganía.

¿Qué función cumplían los medios en aquel momento?
Los medios exacerbaban las debilidades de la democracia. Es el caso de Arturo Illia, a quien le decían «La tortuga». La manipulación era esta construcción de imágenes de algunos presidentes que indirectamente contribuía a debilitarlo ante la opinión pública y levantaban las posibilidades de los factores de poder interesados en derribarlo. Cuando Jacobo Timerman confesó que él contribuyó al golpe contra Illia explicó eso, que lo que hacía era descalificar la gestión del presidente.

¿No hay mucho de eso ahora?
No. Hoy lo que hay es un ataque frontal. En aquel momento el ataque no era frontal, nadie salía a decir que la mujer de Illia lo mandaba, no era ese el procedimiento.

El mecanismo entonces consistía en ir limando la imagen del presidente.
Claro, era debilitar su base de apoyo, para que cuando le dieran el empujón se cayera hacia adelante.

¿Y cuál era la intención de los dueños de los medios?
Tenía que ver con su vinculación política, y a veces hasta con el interés comercial vinculado con los grupos de poder. Por ejemplo, durante la dictadura de Videla, el tipo que conseguía los avisos era Massera, entonces había una relación directa. También había contradicciones, es cierto, y había complicidades, intereses mezclados. Nunca existió una prensa pura, pero es cierto que en otros tiempos había una prensa menos concentrada, y esto abría el discurso, cosa que hoy no sucede.

¿Cómo evalúa los avances y retrocesos en cuanto a la probable sanción de una nueva ley de radiodifusión?
Creo que los atisbos de discusión que hubo recientemente tenían 20 años de retraso. Pero no porque tardaron 20 años, sino porque la mentalidad con que se discute tiene 20 años de retraso. Una ley de radiodifusión que no tenga en cuenta la digitalización, Internet, la aparición de la radio comunitaria, que no propicie la multiplicación de medios, no es una ley moderna. Cómo se organiza la función del Estado y la función del mercado en un país tan grande como este, con situaciones territoriales y demográficas tan disímiles, es un problema que no veo se esté tomando en cuenta.

Foto: Jorge Aloy

Fuente: Revista Acción

En la edición papel de PáginaI12
Una voz que se hizo oír
Su carrera abarcó exactamente medio siglo, desde sus comienzos en periódicos sindicales. En el exilio y en el país, como profesor, escritor y columnista, fue siempre un maestro, alguien que ayudó a entender lo que pasaba, con rigor y honestidad. Una despedida a un amigo y un colega indispensable.
Por: Carlos Rodríguez
“En casi todos los medios de difusión del país existe censura previa. Un amplio arco de grupos y personas, desde las Madres de Plaza de Mayo hasta Pacho O’Donnell, pueden dar fe de ello. No es de ahora el hábito. Cuando en 1976 se instaló el Proceso en el Estado, los censores militares sólo necesitaron actuar durante dos semanas; en los años subsiguientes la mayoría de las empresas periodísticas le cuidaron la espalda, expulsando del circuito comunicacional a las voces disidentes.” La mejor forma de recordar, y homenajear, a un periodista brillante –y el Negro José María Pasquini Durán lo fue– es dejar que sus textos hablen por él. Y qué mejor, en el caso de Pasquini, que comenzar la nota del adiós con el párrafo que abrió su primera columna de opinión en PáginaI12, en el número uno del diario, que salió a la calle el martes 26 de mayo de 1987. Ayer, después de una larga enfermedad, el Negro Pasquini falleció, pero sus pasos cansinos y su voz potente todavía resuenan en las viejas redacciones de este diario, en el piso doce de Perú 367, y en la planta baja de Belgrano 673. Y sus enseñanzas nos acompañan a todos los que lo conocimos.
Pasquini Durán había nacido en Salta, en 1939. En 1960 comenzó a trabajar como redactor “free lance” en periódicos sindicales, entre los que se destacó el diario de la CGT de los Argentinos, la organización liderada por Raimundo Ongaro. Entre los periodistas que hicieron esa publicación memorable figuraba Rodolfo Walsh, asesinado por la dictadura militar que se instaló en el país a partir del 24 de marzo de 1976. Luego, el Negro fue prosecretario de redacción de la revista Panorama, publicada por Editorial Abril, y llegó a secretario de redacción del diario La Opinión, dirigido por Jacobo Timerman.
En otros momentos de su carrera, dirigió y condujo programas periodísticos en la televisión y en la radio. Durante la dictadura militar 1976-1983, fue director latinoamericano de la agencia IPS, con sede en Roma. Además, cumplió actividades académicas en las universidades de La Plata y Buenos Aires, dictó conferencias y participó de seminarios en el país y en el exterior durante más de treinta años. Fue consultor de Unesco, del Sistema Económico Latinoamericano, del Pacto Andino, del Fondo de Población de Naciones Unidas, de World Association for Christian Communication y del Consejo Latinoamericano de Iglesias.
A lo largo de su vida realizó trabajos en Bolivia, Colombia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Guyana, Italia, México, Nicaragua, Panamá, Perú y Venezuela. También publicó libros, entre ellos Comunicación, el Tercer Mundo frente a las nuevas tecnologías, Precisiones sobre la radio en Argentina –en coautoría con Wa-shington Uranga–, Ilusiones argentinas y Transiciones. Finalizada la dictadura militar, Pasquini trabajó primero en la revista El Periodista de Buenos Aires y a partir de 1987, en PáginaI12.
En 1974, antes de la muerte del general Juan Domingo Perón, el Negro Pasquini tuvo un breve paso por editorial Atlántida, cuyos dueños tenían la intención de sacar una primera revista Somos, que iba a jugar en favor de la jaqueada democracia de entonces. Fallecido el General, el proyecto, del que participaba también Carlos Somigliana como jefe de la sección Cultura, quedó trunco y la revista, con el mismo nombre, recién salió después del golpe militar. Por supuesto, con otro personal y con una línea ideológica totalmente opuesta a la idea original.
En este punto es bueno volver a esa primera nota de opinión de Pasquini en PáginaI12, que tenía como eje la movilización de los trabajadores de Clarín que habían denunciado, ante la Justicia, la intención del diario de publicar una solicitada, con cinco mil firmas, en apoyo al general Jorge Rafael Videla. El manifiesto fue prohibido, en cinco diarios, por el juez Martín Irurzun. En el párrafo final, Pasquini dejaba sentada una advertencia: “A los fundamentalistas civiles que acusan de comunistas a los trabajadores de prensa, más les valdría anotar el siguiente hecho: nadie guarda memoria del senador Joe McCarthy, quien terminó sus días internado en un sanatorio para alcohólicos desquiciados”.
Durante 23 años, el Panorama Político o las notas de opinión de Pasquini Durán fueron leídas, apreciadas y discutidas en lugares de estudio, partidos políticos o en organizaciones sociales. Cinco meses después de la caída del gobierno de Fernando de la Rúa, el Negro recordaba los sucesos de fines de 2001: “Así como la paz no es la simple ausencia de la guerra, tampoco la democracia puede ser la mera presencia de los ritos y las instituciones formales. De vez en cuando, tal vez en menos ocasiones que las necesarias, contingentes mayoritarios del pueblo intentan recuperar los auténticos contenidos y legitimidades de la relación entre las bases y las cúspides”. En junio de 2001, en una charla que dio en la ciudad de Rosario, ante estudiantes de periodismo, sostuvo que “sin duda hay un futuro” para los que abracen la profesión.
“Sin duda hay un futuro –insistió–, pero no es un futuro que está dado, sino que es un futuro a construir y por lo tanto, se hace difícil imaginarlo en las circunstancias en que vivimos (junio de 2001), en las que pareciera que no hay ninguna chance de construir nada”. Les expresó a los jóvenes que el alcance de los objetivos “depende del grado de compromiso que tengamos y del que logremos de la sociedad, con este oficio que nos compromete a todos”.
Rescató entonces la figura de Rodolfo Walsh, “de quien tenemos que ver cómo se la arreglaba para poder sobrevivir sin renunciar a sus creencias, a sus principios y a su oficio”. Recordó que Walsh “a veces se las arreglaba mejor y otras peor, es cierto, pero siempre vivió del periodismo, su oficio durante la mayor parte de su vida”. Sostuvo que “con ese mismo ingenio y con esa misma perseverancia es como tenemos que resolver las cosas. No hay otro modo de tomar ejemplos si no es así”.
Pasquini Durán, junto con su amigo Osvaldo Soriano, fue uno de los grandes hacedores de este diario. Fue el Negro el que despidió los restos del Gordo Soriano, a quien definió entonces como “un patriota que estudió en las raíces de la historia nacional los sentidos de nuestra grandeza y nuestra miseria, un patriota que pudo adivinar en la mirada de hombres y mujeres de todo el mundo un igual sentido de patria”. En las palabras que usó para despedir a Soriano, se reflejaba fiel su pensamiento y sus prioridades: “Venimos a despedir a un hombre honrado y en esta época el calificativo es casi revolucionario. Soriano era un hombre honrado”.
Lo mismo se debe decir del Negro Pasquini, un redactor de lujo, un periodista informado y lúcido hasta el final de su vida, un jefe de redacción implacable. Era también un Negro calentón, furibundo cuando se enojaba y a la vez entrañable, por esas mismas razones. Los que lo conocimos lo seguimos viendo recorrer la redacción palmo a palmo, palmeando espaldas, dando indicaciones, repartiendo sabiduría.

Despedida
Por: Ernesto Tiffenberg
Su paso por el exilio le sirvió a la agencia internacional de noticias IPS para exhibirlo al frente de sus profesionales y a los expertos en comunicaciones para discutir en persona sobre los principales temas del área, aprovechando su obligada residencia en Roma.
El esperado regreso se transformó en un vertiginoso recorrido por los intentos mediáticos de la balbuceante democracia, y así su mirada amplió los horizontes de una radio y una televisión no demasiado acostumbradas a la información sin censuras y a la reflexión del intelectual que usaba las palabras para tender puentes y no muros con los oyentes.
También claro, PáginaI12.
En el cruce de experiencias que desde el principio este diario se propuso ser, él, uno de los fundadores, sumó sin mezquindades el bagaje de su trayectoria. El sábado 30 de mayo de 1987, como culminación de la primera semana en la calle (PáginaI12 no salía por entonces los domingos) apareció el primer Panorama Político con su firma. Y difícilmente alguien pueda decir que conoce realmente lo que pasó los últimos 23 años en la Argentina sin recorrer sus obligadas columnas de los sábados.
Desconfiado de la cercanía con las “fuentes”, aunque informado como pocos de la trastienda política, su obsesión era ofrecer al lector una “visión organizada” de la multitud de noticias con que era bombardeado desde todos los medios, incluido éste. En sus palabras, tejer cada semana “un hilo conductor” que diera sentido a lo ocurrido.
Así basaba sus textos en estructuras de ideas, con un permanente intercambio con la mirada académica nacional e internacional, y dejaba para los demás las primicias y crónicas que habían caracterizado las primeras etapas de su recorrido profesional.
Siempre creyó que no había una doble vida para los analistas políticos, que el compromiso ético que lo unía a los lectores presuponía que éstos tuvieran la misma información que él para poder llegar con autonomía a sus propias conclusiones. Pero eso no impedía que en persona primero, teléfono mediante después, cuando los sucesivos golpes sufridos por su salud lo obligaron a concentrarse en su oficina casera, se convirtiera en uno de los más fecundos, feroces y entrañables críticos que hicieron posible que este diario creciera junto a sus lectores.
En los últimos años, las interminables charlas incluían un discreto capítulo sobre su estado de salud, nunca iniciado por él, que sobre todo resaltaba su preocupación por no resentir su trabajo y a los que con tanto cariño lo rodeaban. Dueño de un humor corrosivo –con su mundo, incluidos todos nosotros, como blanco principal–, supo convencernos de que cualquiera fuera el desafío que le planteara su físico él lo sortearía con su escudo de carcajadas, brillantez e ironía.
Hasta ayer, en que el teléfono trajo la única noticia que Pasquini Durán ya no podrá ayudarnos a comprender.
La despedida.

Hugo Yasky, Secretario General de la CTA
“Un periodista comprometido”

“Fue un periodista que tuvo una conducta de compromiso militante con la lucha de los trabajadores y de la democracia. En el período de los tres años de instalación de la Carpa Blanca, Pasquini Durán muchas veces dedicó editoriales enteros a esa lucha. Y lo empezó a hacer en la primera época de la Carpa, cuando nadie hablaba de ella. Escribió un editorial que recorrió el mundo a través de la Internacional de la Educación que se llamó ‘Blancuras’. Aludía por supuesto a la carpa y al color de los guardapolvos de los docentes de la escuela pública. Fue también un corresponsal de las grandes marchas que hizo la CTA, como la Marcha Federal, en la época de la resistencia al menemismo. La palabra de Pasquini Durán va a quedar grabada en la gratitud de todos aquellos que –muchas veces que frente al silencio y la mirada perdida de los periodistas de los grandes medios– siempre tuvimos en él a un testigo lúcido, inteligente y comprometido. Su familia ha pedido que se lo vele en la CTA. Para nosotros eso habla del último gesto que marca de manera imborrable su compromiso con esta Central, en nombre de la cual tantas veces apoyó reclamos de la personería gremial y la libertad sindical.”

Aida Bortnik, Guionista y escritora
“Eramos hermanos”

“Nos conocimos hace casi 40 años, trabajando, que es como mejor se conoce la gente. No pasó mucho tiempo antes de que, hijos únicos los dos, decidiéramos que en verdad éramos hermanos. Fue sin duda una de las personas más importantes en mi vida y de las más queridas. En los últimos tiempos, estaba enojado conmigo, se había ofendido. No pasó un sólo día sin que lo recordara, lo añorara, lo necesitara. Nos explicábamos mutuamente pedazos del mundo, pero sin duda él era en muchos sentidos, mi gurú. Ahora, ha ocurrido lo que más temía. Ya no está y no habrá tiempo para que volvamos a hablar. Conocí a varias generaciones de periodistas, algunas realmente brillantes, otras más o menos lastimeras. Nadie nunca podía reemplazarlo o acercarse siquiera a su prosa, siempre abierta, fundada, sabia, cristalina. El sabía que era lo mejor para el país y tenía la gentileza, la grandeza de contárnoslo sin ocultar nada. Fue mi único hermano y seguirá siéndolo en mi dolida memoria. Y seguirá siendo un ejemplo extraordinario para los periodistas que lo conocieron y para los ciudadanos que lo leyeron. No hay resignación para su pérdida. Ni la habrá.”

Luis D´Elia, Titular de la Central de Movimientos Populares
Un hombre que sabía escuchar

“Nos conocimos por un amigo común, Alberto Vulcano, que nos presentó entre el 2000 y el 2001, en esa época de mucha movilización. Como periodista, él aportó muy positivamente a la difusión de lo que hacíamos en los movimientos sociales, trató de entender a nuestro sector como un sujeto nuevo, emergente de los ‘90. El vino varias veces a La Matanza, a nuestra escuela de capacitación, a dar charlas; después, cuando se enfermó, nosotros íbamos a su casa. Pasquini era un hombre que sabía escuchar, profundo en sus reflexiones, y nosotros, desde el campo de lo social, lo teníamos como una fuente en la que abrevábamos. Tenía una gran entereza para llevar adelante su enfermedad: estuvo con diálisis muchos años y se tenía que dializar varias veces por semana. A pesar de esto, nunca abandonó la producción de ideas, ni sus ganas de seguir aportando desde el campo de la teoría social.”

El adiós
Martín Sabbatella:
“No tuve una relación personal, pero como lector y como quien siente haber compartido muchas de sus ideas tenía una gran admiración por él. Era uno de esos tipos que se leían con gusto porque como periodista y como intelectual era un tipo profundamente comprometido. Es una gran pérdida”.

María Seoane: “Fue mi jefe en El Periodista, un jefe exigente y generoso. Yo comenzaba a desarrollarme como periodista después de volver del exilio. Fue un maestro para mí. El dirigía la sección Transformaciones. Recuerdo que el primer trabajo que me encomendó fue una investigación especial a veinte años de la muerte del Che, que finalmente no salió, pero que después de La Noche de los Lápices fue mi primer trabajo de investigación serio, y él me guió y me hizo observaciones. No fui su amiga personal pero creo que la Argentina ha perdido a uno de los periodistas más grandes que dio el siglo XX. Lo vamos a extrañar, como se extraña a un maestro”.

Rogelio García Lupo: “Trabajamos juntos en el periódico de la CGT de los Argentinos, años 1969, 1970. También tuvimos algunos proyectos de libros que no se concretaron, que el Negro iba a escribir en la época del exilio, y también coincidimos en El Periodista. Pero más allá de eso tuvimos una relación personal, hasta que entró en su crisis final. Fue un gran profesional. Su columna semanal en Página es un modelo de continuidad en el pensamiento y de buen ejercicio profesional. Lo sentimos mucho. Tanto yo como mi mujer lo apreciamos y estamos muy afectados”.

Isidoro Gilbert, periodista: “José María Pasquini ha sido uno de los más grandes periodistas que ha tenido este país. Sus reflexiones políticas han ayudado a desentrañar la profundidad de la crisis, para entender sus causas y eventuales caminos para enfrentarlas. Además, fue un gran experto en medios de comunicación, al punto de que fue consultor de la Unesco en la materia. Fue un hombre de convicciones sociales profundas. El que sus restos sean velados en la CTA, como él lo pidió en vida, exhibe ese compromiso que ha tenido en la búsqueda de una Argentina de otro signo. Sus convicciones socialistas fueron más allá de su no pertenencia a un partido político durante gran parte de su vida. Fue un hombre de gran coraje. Sólo su valentía le permitió afrontar esa gran dolencia que enfrentó con dignidad y con presencia activa en el periodismo y el pensamiento.”

Pacho O’Donnell, escritor: “He sido un lector tenaz de sus artículos, siempre me impresionó por inteligencia y lucidez, por la absoluta coherencia de su pensamiento, por su compromiso. Por un tiempo corto, en la época inmediata al advenimiento de la democracia, nos tratamos porque yo había tenido la idea de montar una especie de institución cultural en la que él se hizo cargo de la parte de periodismo. Me impresionó su capacidad de contacto con los jóvenes, su condición de maestro del periodismo.”

Tito Cossa, dramaturgo: “Fue un amigo con el que pasé muchos momentos muy felices, tanto en el trabajo como en la vida. Momentos felices en veraneos, cenas y reencuentros. Tuvimos una relación entrañable y las veces que lo necesité estuvo conmigo, él siempre estuvo cerca. Dejo de lado la parte profesional en la que lo tuve como jefe en La Opinión, además de compartir otros espacios profesionales muy entrañables. Fue un periodista, un militante consecuente. Fue un maestro del periodismo como lo dicen todos los que lo conocieron. Lo que más siento, lo que más voy a extrañar es el afecto”.

Jorge Halperín, periodista: “Trabajé con él en la redacción de El Cronista en la década de 1970, cuando yo tenía 25 años y él ya era un referente del periodismo político. No trabajábamos en el mismo piso, pero era un privilegio compartir una mesa de café con él. El último encuentro que tuvimos fue cuando lo entrevisté para mi libro Noticias del poder. Recuerdo que, un poco en broma, me contó que eligió el periodismo por descarte, porque él quería ser cadete naval ya que le parecía que era un buen oficio y hasta le permitiría conseguir mujeres. Luego, su padre murió y entró a escribir para el Partido Comunista. Pasquini aseguraba que fue su entrenamiento para aprender a pensar con criterio periodístico. Ha sido de los más importantes y valiosos periodistas políticos, sus análisis no me los perdía. Lo que logró hacer en los últimos años fue cambiarle el punto de mirada de la política al lector. Su mirada era distinta de la de las columnistas políticos que se someten a las fuentes. Pasquini se salía de ese lugar y entregaba un análisis esclarecedor al lector, te cambiaba el registro, con la misma información a la que podía accederse por la lectura de los diarios impresos y los online. Del último encuentro que tuvimos, me quedo con la definición sobre que él no hacía ‘crónicas de palacio’”.

Foto: Sandra Cartasso
F
uente: Diario PáginaI12

Adiós a un amigo
Por: Stella Calloni, Corresponsal, Periódico La Jornada, México
José María Pasquini Durán, uno de los más importantes periodistas argentinos, destacado por su profundo conocimiento del tema de la comunicación y la información, una sólida formación cultural, coherencia política y dignidad, murió anoche aquí a los 70 años de edad, a consecuencia de paro cardiorespiratorio.
En el exilio y en el país, fue periodista, escritor, columnista y también profesor. Sus enseñanzas iban más lejos que el simple oficio del buen periodismo.
Enseñaba sobre ética y dignificad algo que en estos tiempos es un valor agregado en una profesión pauperizada y degrada ante lo que el consideraba el control casi colonial de los medios masivos de comunicación por el poder mundial.
Siendo un viejo amigo querido, con el Negro Pasquini, como le decíamos, y su esposa Sonia, compartimos increíbles tertulias con Osvaldo Soriano, donde lo que prevalecía era el encanto de un humor irónico, inteligente profundo, pero esencialmente cruzaban historias de vida cargadas de la magia de las realidades que ambos atravesaron con una mirada absolutamente creativa.
Es difícil escribir sobre un amigo, que siempre exigía que uno diera mejores pasos, que se atrevía a desafiarlo todo, que alentaba generosamente a abrir los caminos que otros se empeñan en cerrar.
La de Pasquini, fue una voz potente, modulada, un lenguaje trabajado, con belleza y rigor y lucidez, que seguramente se recordará en todos aquellos lugares donde anduvo, ya que fueron varios los países donde sus enseñanzas, proyectos conferencias dieron luces, que hasta hoy sobreviven.
Había nacido en la provincia de Salta en el extremo noroeste del país y sus comienzo fueron los periódicos sindicales, Por eso son varios los sindicalistas que hoy lo recuerdan como Hugo Yasky, secretario general de la Central Argentina de Trabajadores argentinos (CTA), donde él pidió ser velado.
La palabra de Pasquini Durán va a quedar grabada en la gratitud de todos aquellos que muchas veces frente al silencio y la mirada perdida de los periodistas de los grandes medios, siempre tuvimos en él a un testigo lúcido, inteligente y comprometido”, escribió Yasky.
Escuchando todas las voces de quienes lo recuerdan este día, como amiga prefiero recordarlo siempre sonriendo, buscando hilos secretos para el humor inteligente. Y recordar nuestras largas charlas, cuando estuvo en Nicaragua en los comienzos de la revolución sandinista y entre los escombros de la ciudad, mirando a los jóvenes en sus trajines de esos días, nos ayudaba a espiar con esperanza la vida.

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