El periodista y escritor, que murió esta semana en Argentina, dejó un sinnúmero de amigos, publicaciones, artículos, libros y revistas, pero sobre todo, la claridad del objetivo de informar.
Por: Jaime Abello Banfi*
"Tomás Eloy es el mejor periodista de lengua castellana". Con esta afirmación rotunda Gabriel García Márquez anunció que el famoso periodista y escritor argentino, su buen amigo desde los tiempos del lanzamiento de Cien años de soledad, había aceptado acompañarnos en la reunión de planeación de los talleres de periodismo que estábamos inventando en Cartagena a lo largo de 1994. La segunda ocasión que la escuché fue una década más tarde, cuando Miguel Ángel Bastenier la soltó de manera tajante mientras tratábamos de armar la lista de los periodistas más interesantes de España y América. La última vez, también en Cartagena, la oí en boca del periodista cultural de El País de España, Juan Cruz, la noche del cierre del 'Hay Festival', cuando comentamos la mala noticia de la muerte de Tomás, ocurrida minutos antes en Buenos Aires. Pocas horas después se multiplicarían en los medios iberoamericanos y las redes sociales de Internet los elogios y reconocimientos a su memoria, en una especie de elegía colectiva, trasnacional e instantánea, solo posible en la era de la comunicación digital. "El único patrimonio del periodista es su buen nombre. Cada vez que se firma un texto insuficiente o infiel a la propia conciencia, se pierde parte de ese patrimonio, o todo".
Tomás Eloy Martínez construyó y engrandeció su reputación de periodista excelente e íntegro con cada pieza que publicó desde que empezó a hacer sus pinitos como redactor de La Gaceta de Tucumán en 1951, cuando era un pibe del bachillerato, hasta las columnas que sacó este enero en La Nación de Buenos Aires, con el cuerpo ya vencido y la mente aguzada por el cáncer. Sus últimos temas: el futuro incierto de la Argentina y los desafíos de la cultura narco para América Latina, especialmente para dos países que conoció y quiso mucho, Colombia y México.
"Hay que defender ante los editores el tiempo que cada quien necesita para escribir un buen texto".
La lucha contra el tiempo y la negociación con el editor son de la esencia del trabajo cotidiano en los medios. Sin embargo, Tomás Eloy sabía, y encarnó mejor que nadie en su propia trayectoria, que la verdadera alternativa para alguien creativo y ambicioso es el paso hacia el periodismo de autor, hacia una narrativa periodística de carácter individual, libre y extensa, que asuma el periodismo como género literario a través de proyectos personales en clave de crónica y reportaje, destinados a ser publicados en libros, revistas o diarios que le apuesten a una agenda propia. Su obra emblemática como autor periodístico es Lugar común la muerte.
Con formidable tenacidad luchó hasta el final por el tiempo que necesitaba para sus textos, ante el fantasma de una muerte cada vez más próxima, defendiendo cada minuto de su energía decreciente para dictar sus artículos y su novela inconclusa El Olimpo.
"Hay que defender el espacio que necesita un buen texto contra la dictadura de los diagramadores y contra las fotografías que cumplen sólo una función decorativa. A veces, sin embargo, una foto puede ser más elocuente que miles de palabras".
Tomás Eloy rememoraba con picardía la foto de primera en la edición inaugural del exitoso Diario de Caracas. Opuesto a las imágenes estereotipadas, había pedido a su reportero gráfico enfocar las espaldas de la hilera de ministros que posaban ante los fotógrafos, recién posesionados en el gabinete del nuevo presidente, Luis Herrera Campins: todos sostenían por detrás, en sus manos, vasos llenos de whisky... ¡escándalo!
Podía hablar de periodismo con la propiedad y conocimiento de quien ha hecho el recorrido completo. No solo fue reportero, cronista, crítico de cine y columnista, sino editor, jefe de redacción, director, creador y asesor de diarios y revistas. Su conducción brilló en las revistas Primera Plana y Panorama de Buenos Aires, el Diario de Caracas y el periódico Siglo 21 de Guadalajara. Gabo lo llamó como experto cuando tuvo la idea de fundar un diario que se llamaría El Otro, y luego fue el primer nombre que mencionó como posible maestro de los talleres de periodismo.
"Hay que trabajar en equipo. Una redacción es un laboratorio en el que todos deben compartir sus hallazgos y sus fracasos, y en el que todos deben sentir que lo que le sucede a uno les sucede a todos".
Una experiencia tan rica, sumada una enorme calidad humana, talento, generosidad y capacidad pedagógica fueron la fórmula para dirigir, desde 1995, estupendos talleres que reproducían la vitalidad y compañerismo que deben reinar en las salas de redacción. Centenares de reporteros, editores y dueños de periódicos se convirtieron en sus alumnos, y por lo tanto en amigos y seguidores. Sus ideas fueron esenciales para definir la misión, método y estrategias de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano.
"No hay que escribir una sola palabra de la que no se esté seguro, ni dar una sola información de la que no se tenga plena certeza. Hay que trabajar con los archivos siempre a mano, verificar cada dato y establecer con claridad el sentido de cada palabra que se escribe".
Si bien sus textos periodísticos son intachables, el procedimiento inverso fue justamente uno de los más reconocidos aportes de Tomás Eloy Martínez a la literatura contemporánea: revestir la ficción histórica de las apariencias de rigor y verosimilitud del relato periodístico, como lo hizo en La Novela de Perón y Santa Evita. Su sensibilidad se afinó en las exploraciones de poeta, cuentista, guionista, ensayista, investigador literario, profesor universitario y, sobre todo, en los territorios de la novela, en los que fue traducido a más de cuarenta idiomas. Ganó el Premio Alfaguara de Novela en el 2002 con El vuelo de la reina, cuya trama sobre un periodista poderoso envenenado por los celos tiene escenas en Colombia.
"Evitar el riesgo de servir como vehículo de los intereses de grupos públicos o privados. Un periodista que publica todos los boletines de prensa que le dan, sin verificarlos, debería cambiar de profesión y dedicarse a ser mensajero. Las clases política y empresaria y, en general, los sectores con poder dentro de la sociedad, tratan de impregnar los medios con noticias propias, a veces añadiendo énfasis a la realidad. El periodista no debe dejarse atrapar por las agendas de los demás. Debe colaborar para que el medio cree su propia agenda".
El pilar del periodismo narrativo de Tomás Eloy fue una ética de búsqueda de la verdad. La independencia y la actitud crítica fueron una constante en su vida. En 1972 denunció el comienzo del terrorismo de Estado en la portada del semanario Panorama, del que era director. Por esta causa la Armada argentina presionó su despido inmediato. En 1974 se quemaron por orden militar las ediciones de su libro periodístico, La Pasión según Trelew, que fue prohibido en 1976. Para ese entonces llevaba un año de exilio en Caracas, después de recibir amenazas de la Triple A, una organización paramilitar argentina.
"Hay que usar siempre un lenguaje claro, conciso y transparente. Por lo general, lo que se dice en diez palabras siempre se puede decir en nueve, o en siete. Encontrar el eje y la cabeza de una noticia no es tarea fácil. Tampoco lo es narrar una noticia. Nunca hay que ponerse a narrar si no se está seguro de que se puede hacer con claridad, eficacia, y pensando en el interés de lector más que en el lucimiento propio".
Tomás Eloy se lució con la lengua española, con la eficacia de quien la ama y la conoce toda. Su escritura precisa, su conversación envolvente, su sonrisa esplendorosa, su curiosidad y memoria prodigiosa, su humanismo y calidez hicieron de él un gran seductor y un amigo inolvidable. Su sabiduría y convicciones quedaron plenamente reflejadas en el cierre de la conferencia que pronunció en el 2005 en Bogotá, en la celebración de los primeros diez años de la fundación de periodismo que había ayudado a crear con sus amigos colombianos: "Recordar siempre que el periodismo es, ante todo, un acto de servicio. El periodismo es ponerse en el lugar del otro, comprender lo otro. Y, a veces, ser otro".
*Director FNPI - Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano
Foto: Flickr
Fuente: Diario El Tiempo