Por Hugo Grimaldi; Agencia Diarios y Noticias
La parcialidad de un trabajo académico que produjo la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) sobre algunas coberturas mediáticas del conflicto entre el Estado y el campo, pone en evidencia la falta de rigurosidad de los Observatorios de Medios y también en duda ese tipo de metodología que parece apuntar al control de los contenidos periodísticos.
Si se analiza con cierta profundidad el trabajo en cuestión puede concluirse, casi de modo indubitable, que hace gala, al menos, de tantos prejuicios y subjetividades como los que, desde el mismo, se les endilga a los medios relevados, Clarín, La Nación, Página 12 y Crítica de la Argentina.
La evaluación -a la que tuvo acceso la agencia DyN- apunta a describir y a analizar cómo cubrieron esos diarios durante la primera mitad de junio lo que se presenta sin tapujos, ya desde el encabezamiento, como "la crisis registrada entre las entidades patronales del agro y el Estado Nacional".
¿Por qué llama la atención el lenguaje empleado por el equipo platense desde el mismo título de esta pretendida observación imparcial? En principio, por dos miradas contradictorias que surgen del mismo trabajo, que dejan demasiado descolocados a sus autores en cuanto a su intencionalidad.
En primer lugar, porque resulta extraño que se use para describir el conflicto la palabra "crisis", utilizada según el Observatorio de modo recurrente por el diario La Nación, y así se la critica, ya que a través de la misma "se intenta transmitir la idea de que todos los indicadores económicos están empeorando". Por otro lado, porque mientras el equipo de analistas destaca que Página 12 es un diario al que se define como de "clara intencionalidad favorable... a las posiciones del gobierno" y comenta que utilizó como ningún otro la expresión "empresarios del agro", emparentada con los términos "lockout" o "boicot", por otro, el Observatorio emplea la misma construcción para definir a una de las partes, lo que lo coloca transitivamente debajo del paraguas de una de las posiciones. Ante tamaña evidencia, se desprende que no guardar las formas de la imparcialidad en un Informe pretendidamente científico más que extraño parece infantil.
Sin embargo, y ya desde el fondo de la cuestión, el punto más controvertido del manifiesto platense es que para hacer el seguimiento de las noticias, junto a un análisis cualitativo de las mismas, el Observatorio no ha tomado en cuenta -y ni siquiera lo ha mencionado- el concepto de libertad de prensa, quizás una antigualla que parece querer reemplazar por cierta observación subjetiva, a la que se define como la "intencionalidad" de cada medio.
Esa libertad, que para la UNLP parece no existir, es todavía, sin embargo, el sustento de la profesión periodística, un valor que todos quienes la integran resguardan tanto como la búsqueda de la verdad, otro concepto que para los autores del trabajo tampoco merece comentario alguno.
Este último punto sí podría emparentarse con el concepto de "intencionalidad", ya que toda verdad es relativa debido a los tamices de cada sujeto, pero nunca el irrenunciable concepto de libertad, como sustento de la expresión. Salvo que se haya decidido arbitrariamente dejarlo de lado, porque se lo considera una pantalla que cubre los intereses de las empresas, aunque bien habría valido la pena que se explicite el punto para poner boca arriba las cartas de las preferencias por los pensamientos regimentados.
En cuanto al lenguaje que emplea el Observatorio, allí también hay mucho de subjetividades y de prejuicios. En algunos casos con supuestos que no se prueban, al estilo de "se intenta transmitir la idea..." o "se percibe la intención...".
Como un acierto del trabajo puede mencionarse el conteo que se hizo de "las fuentes, actores y sujetos" que respaldaron a cada medio, lo que se juzgan insuficientes y sobre todo parciales, trabajo que le sirve para concluir que "la sociedad careció de información amplia, plural y de voces suficientes", salvo en el caso de "Crítica..." que, según el trabajo, construye así "una mirada diferente sobre los acontecimientos".
Si de dudar de las intenciones se trata, puede que no haya sido la intención, pero un Informe armado de esta manera resulta funcional a los autoritarismos y les sirve como pantalla ideal para acusar a la prensa o quizás para desanimarla y condicionarla, con el propósito de acallar las críticas y hacerla dócil. Sin embargo, lo que el Observatorio no consigue observar es que, con todos sus defectos y asignaturas pendientes, pero gracias a esa libertad que ningunean sus expertos de laboratorio, la ciudadanía -el verdadero contralor de los medios- ha sido anoticiada del modo más plural posible sobre los hechos, personajes y circunstancias del conflicto y alertada además sobre las consecuencias de los pasos que viene dando cada uno de los actores. Y esto no es poco, para estos tiempos de tanta confusión conceptual.