El conflicto del campo aceleró los cambios en la comunicación del Gobierno. Cómo piensan revertir la caída de imagen.
Por: Diego Schurman
–Ahí viene el talibán.
Carlos Zannini se ríe de su propia ocurrencia.
–¿Vos sabés que tenemos que gobernar cuatro años más, no? –sigue en clave de humor el secretario de Legal y Técnica.
–Sí, quedate tranquilo, vamos a hacer las cosas bien –promete el “talibán” Sergio Fernández Novoa en su paso por la Casa Rosada.
Fernández Novoa fue asesor de imagen de Lula y tuvo incidencia directa en la embestida kirchnerista contra Clarín, que incluyó la redacción del proyecto oficial para modificar la actual Ley de Radiodifusión.
Esta semana fue nombrado vicepresidente de Télam, la agencia oficial de noticias que comanda Martín Granovsky. ¿Su misión? Garantizarle vidriera y difusión a la gestión de Cristina Kirchner.
Los cruzados. El conflicto del campo no sólo resultó catastrófico para el Gobierno en términos políticos. También lo fue en lo mediático. La Presidenta no logró mostrar iniciativa, apareció siempre a la defensiva y presentó notorias dificultades para transmitir las supuestas bondades de las retenciones.
Además de Fernández Novoa, se incorporaron otras piezas al flamante engranaje comunicacional. Entre las principales están:
Felipe Yapur, quien coordinará los contenidos del Canal 7 desde una dirección del Sistema Nacional de Medios. El ex periodista de Página 12 trabajará para darle más pantalla al informativo a través de flashes y coberturas en vivo de las actividades de Cristina. Yapur venía trabajando en Télam. La pareja presidencial lo llamó para notificarle el ascenso.
Zulma Richard, quien asumirá en la gerencia periodística de Radio Nacional, actualmente dirigida por Eduardo García Cafi. A la ex jefa de política de la agencia DyN también le pedirán un mayor abordaje de la gestión de Cristina, amén del conflicto del campo.
Daniel Rosso, formalizado como número dos de Enrique Albistur en la Secretaría de Medios. El ex encargado de prensa de Aníbal Ibarra será el articulador de los mensajes y la propaganda pingüinos. Concretamente, se ocupará de que haya “flujo” de los contenidos que el Gobierno quiere hacer llegar a la radio y la televisión.
Luis Lázaro y Gustavo Bulla se incorporaron como elenco estable del Comité Federal de Radiodifusión (ComFeR). Lázaro, proveniente de la CTA, al igual que Fernández Novoa y Rosso, había estado en Canal 7. Bulla es un académico de la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA. Integra el equipo de Damián Loretti y fue uno de los autores del trabajo sobre la cobertura mediática del lock out agrario que tanto embelesó a Cristina.
Oficialmente, los cambios no se explican en la urgencia. En la Casa Rosada prefieren hablar de una “nueva etapa”. Pero en política, como en el fútbol, cuando un equipo gana, excepcionalmente se altera su formación.
Spots en gatera. La puja con el agro es una verdad inconveniente para el Gobierno. Y eso lo reconocen entre los encargados de la comunicación oficial.
El conflicto actúa como un editor general. Cristina hace cinco actos y lo que los medios recortan es lo que ella dice o insinúa sobre el campo. En ese sentido es nocivo, porque toda la información de gestión queda en silencio, suelen decir cerca de Albistur.
La propia Presidenta puso empeño en transmitir esa percepción. Fue aquel día en el que reclamó a los medios publicar las noticias buenas y no sólo las malas. Esta semana adhirió a ese catecismo con una fe inquebrantable. En un acto en el Salón Blanco evaluó la necesidad de una nueva planificación comunicacional. Aceptó que pecó de “ingenua” en la materia.
Al otro día de aquel sincericidio, ordenó a Albistur la confección de siete spots temáticos. ¿Los tópicos? “La creación de trabajo”; “La construcción de escuelas”; “El plan energético”; “La seguridad social”, entre otros. Los avisos cierran con la misma frase: “¿Sabías que esto no es lo que prometemos que vamos a hacer, sino lo que ya estamos haciendo? Tenés derecho a saberlo”. Eso revela, una vez más, lo que el Gobierno quiere que se publicite y no logra.
Hasta ahora, la Casa Rosada enfrentó actores débiles: a militares sin poder de fuerza, a una Corte desprestigiada y al Fondo Monetario en un contexto de crisis internacional del consenso de Washington. El campo no sólo es más poderoso sino que ese poder es inherente al modelo que fomentó el propio Gobierno. Y están afectando la imagen presidencial, que va en franca caída.
Los cambios comunicacionales están acompañados de una embestida contra los medios. Las contradicciones aquí están a la orden del día. En mayo de 2005, Néstor Kirchner prolongó las licencias por diez años luego de una comida con el CEO de Clarín, Héctor Magnetto. Creyó que el agasajo le aseguraba una convivencia pacífica. Sin embargo, eso lo logró únicamente con Daniel Hadad, también partícipe de aquella reunión.
–Este Gobierno es un excelente comunicador. Nadie logra una forma tan directa de comunicar –dice por estas horas Hadad, un privilegiado a la hora de recibir pauta oficial.
Corrupción. Los nuevos cruzados comunicacionales del Gobierno deberán interactuar en ámbitos donde persisten focos de corrupción. En la Casa Rosada vienen poniendo la mira en Alejandro Ruiz Laprida. Se trata de un lobbista radical, amigo del influyente Enrique Coti Nosiglia, que no tiene cargo en Télam pero sí personas que le responden.
El jefe de Gabinete, Alberto Fernández, lo mencionó en malos términos en numerosas ocasiones. Nadie sabe si la misión del “talibán” Fernández Novoa –políticamente cercano al secretario General de la Presidencia, Oscar Parrilli– incluye, además de modificar la impronta periodística de la agencia, algún tipo de auditoría administrativa.
Clarín publicó en agosto de 2000 la red de contactos de Ruiz Laprida. “Alcanzan a la primera línea de la Prefectura, de la Policía Bonaerense y la Federal. Hay quienes dicen que influye como pocos en el actual jefe de esa Fuerza, el comisario Rubén Santos, al que le acerca sus contactos con el FBI. ¿A cambio de qué? El tiempo dirá”, dice el artículo del periodista Gerardo Young.
Por entonces, a Ruiz Laprida ya se lo ligaba con el empresario Alfredo Yabrán. Y de eso pueden dar cuenta los legisladores que integraron en su momento la comisión antimafia del Congreso. En la actualidad mantiene sus contactos de inteligencia y hace negocios gracias a ellos.
¿Por qué nadie lo denuncia si es vox populi en la agencia el rol de Ruiz Laprida? ¿No hay pruebas? ¿Priman las lealtades políticas? ¿Los negocios compartidos? ¿Cunde el pánico?
Otro dato que, en medio de tantos cambios, llamó la atención es el regreso de Alberto Baduán a la dirección de finanzas del ComFeR. Julio Bárbaro lo había desplazado de allí en 2007 por desmanejos. La SIGEN, la Oficina Anticorrupción y la Fiscalía de Investigaciones Administrativas iniciaron actuaciones.
Gabriel Mariotto, el reemplazante de Bárbaro, se opuso al regreso de Baduán. Pero finalmente cedió ante la orden de Alberto Fernández. La designación salió por decreto a la velocidad de un rayo.
Fuente: Crítica de la Argentina