Susanne Craig es una de las redactoras de The New York Times que ha trabajado en la investigación sobre las irregularidades fiscales de los negocios de Donald Trump. En ella se informaba, nada menos, de que el presidente de Estados Unidos había heredado una fortuna de sus padres hecha a base de fraude en los impuestos. Y ya sabemos que en EEUU se perdona casi todo menos el delito fiscal.
Craig explicó que la noche previa a la publicación, la del 2 al 3 de octubre, no pudo soportar la impaciencia y se fue a la rotativa: "No podía dormir y me fui a Queens para ver la imprenta trabajando", escribió en Twitter, y añadió un vídeo de la rotativa escupiendo ejemplares con su investigación y la de otros dos colegas en la primera página.
Couldn’t sleep so I went out to Queens to watch the press run of our tax story. What an amazing rush. pic.twitter.com/UsV8p8G00x— Susanne Craig (@susannecraig) 3 de octubre de 2018
Se quejaba Gilmore de que en otros momentos de la historia un escándalo como éste destapado por un diario como The New York Times hubiera causado un terremoto en el mundo político estadounidense y, por tanto, mundial. Sin embargo esta vez no fue así. Sólo el anuncio de la apertura de una investigación por parte de la Hacienda de Nueva York... ante un reportaje que estaba perfectamente fundamentado, con profusión de datos sobre las actividades ilegales que denunciaba. Tan defraudados están en el Times que el domingo pasado -sólo cinco días después- volvieron a publicar íntegro el reportaje en una decisión insólita.
A la vez, Trump ha conseguido colocar a su candidato en el Supremo a pesar de la inmensa e intensa campaña en contra de los grandes periódicos norteamericanos. Pienso que son dos datos que siguen invitando a pensar que la prensa -no sé si el periodismo- ha perdido buena parte de su influencia social y ha dejado de ser ese cuarto poder que, según el canon, siempre fue. Ahora, la corriente informativa circula por otros canales.
Foto: Mandel Ngan / AFP
Fuente: Diario El Mundo