Un "alto cargo" del Gobierno de Estados Unidos ha publicado de forma anónima un artículo de opinión en The New York Times en el que revela una "resistencia" dentro de la Administración para frenar los impulsos del presidente, Donald Trump, en línea con lo que recoge el periodista Bob Woodward en su último libro y que cita fuentes internas.
La sección de opinión del diario neoyorquino reconoció el paso extraordinario que han dado para publicar un artículo de opinión anónimo, y dijo que lo hizo a petición del autor, cuya identidad conoce el periódico, "su labor podría verse comprometida si sale a la luz su identidad", dijo el matutino. "Creemos que la publicación de este ensayo de forma anónima es la única manera de ofrecer una perspectiva importante a nuestros lectores", para entender los entresijos de un Gobierno que parece caótico a ojos de la opinión pública.
En el artículo, se habla de una "resistencia silenciosa" que intenta, desde dentro del Gobierno, "frustrar parte de la agenda (de Trump) y sus peores inclinaciones". "Yo soy uno de ellos", cuenta esta persona, para quien la primera obligación de todo funcionario pasa por proteger los intereses del país por encima de los del presidente.
"La raíz del problema es la amoralidad del presidente", reza el texto, en el que se da cuenta de "impulsos equivocados" y que en ocasiones van "contra el comercio y contra la democracia". En este sentido, esgrime que Trump ni siquiera muestra un mínimo respeto por las políticas y valores de la formación que le aupó al poder, el Partido Republicano.
Según esta versión, Trump toma decisiones sin estar lo suficientemente informado o de forma "imprudente" o impulsiva, lo que se traduce en una constante sensación de tensión de todo el equipo que le rodea. "La mayoría trabajan para aislar sus operaciones de los caprichos" del presidente, afirma el alto cargo anónimo.
"Hay adultos en la sala"
"El comportamiento errático sería más preocupante si no hubiese héroes en la sombra en la Casa Blanca y sus inmediaciones. Algunos de los asesores que han aparecido como villanos en los medios de comunicación, pero en privado han hecho mucho para contener las malas decisiones", añade.
Así, y aunque admite que puede ser de poco alivia en esta "era caótica", el alto cargo afirma que la ciudadanía debería saber que "hay adultos en la sala" capaces de lidiar con el mandatario. "Reconocemos por completo lo que ocurre y estamos intentando hacer lo correcto, aunque no lo haga Trump", agrega.
La fuente reconoce que, habida cuenta de la "inestabilidad" imperante, las especulaciones sobre el inicio de un juicio político para expulsar a Trump del poder han sido una constante, pero "nadie quiere precipitar una crisis constitucional". "Haremos todo lo que podamos para conducir esta Administración en la dirección correcta hasta que acabe, de una manera u otra", apostilla.
Trump ironiza
La reacción de Trump no se ha hecho esperar y, en unas breves declaraciones a los medios de comunicación, ha cuestionado la validez que pueda tener "alguna fuente anónima dentro de la Administración", ya que "probablemente está fracasando y esté aquí por los motivos equivocados".
El magnate neoyorquino ha considerado "cobarde" el anonimato esgrimido para el artículo y ha cargado contra el periódico que lo publica, como ya ha hecho en otras ocasiones. "Si no estuviese aquí, creo que The New York Times ni siquiera existiría", ha dicho Trump entre risas en la Casa Blanca.
La carta: Soy parte de la resistencia dentro del gobierno de Trump
The New York Times tomó hoy la inusual decisión de publicar una columna de opinión anónima. Lo hemos hecho de esa forma a pedido del autor, un funcionario de alto rango en el gobierno de Trump cuya identidad conocemos y cuyo empleo estaría en riesgo por divulgar esta información. Creemos que publicar este ensayo de forma anónima es la única manera de ofrecer una perspectiva importante a nuestros lectores.
El presidente Trump enfrenta una prueba a su presidencia como la que ningún líder estadounidense moderno ha enfrentado.
No se trata solamente del alcance que puede tener la investigación del fiscal especial. O de que el país esté amargamente dividido respecto del liderazgo de Trump. Ni siquiera de que su partido pueda perder la Cámara de Representantes ante una oposición empeñada en derrocarlo.
El dilema —que él no entiende por completo— es que muchos de los funcionarios de alto rango en su propio gobierno trabajan diligentemente desde adentro para frustrar partes de su agenda y sus peores inclinaciones.
Yo sé que es así. Yo soy uno de ellos.
Para ser claros, la nuestra no es la popular “resistencia” de la izquierda. Queremos que el gobierno tenga éxito y pensamos que muchas de sus políticas ya han convertido a Estados Unidos en un país más seguro y más próspero.
No obstante, creemos que nuestro primer deber es con este país, y el presidente continúa actuando de una manera que es perjudicial para la salud de nuestra república.
Es por eso que muchos funcionarios designados por Trump nos hemos comprometido a hacer lo que esté a nuestro alcance para preservar nuestras instituciones democráticas y al mismo tiempo frustrar los impulsos más erróneos de Trump hasta que deje el cargo.
La raíz del problema es la amoralidad del presidente. Cualquier persona que trabaje con él sabe que no está anclado a ningún principio básico discernible que guíe su toma de decisiones.
Aunque fue electo como republicano, el presidente muestra poca afinidad hacia los ideales adoptados desde hace mucho tiempo por los conservadores: libertad de pensamiento, libertad de mercado y personas libres. En el mejor de los casos, ha invocado esos ideales en ambientes controlados. En el peor, los ha atacado directamente.
Además de su mercadotecnia masiva de la noción de que la prensa es el “enemigo del pueblo”, los impulsos del presidente Trump son generalmente anticomerciales y antidemocráticos.
No me malinterpreten. Hay puntos brillantes que la cobertura negativa casi incesante sobre el gobierno no ha captado: desregulación efectiva, una reforma fiscal histórica, un Ejército fortalecido y más.
No obstante, estos éxitos han llegado a pesar del —y no gracias al— estilo de liderazgo del presidente, el cual es impetuoso, conflictivo, mezquino e ineficaz.
Desde la Casa Blanca hasta los departamentos y las agencias del poder ejecutivo, funcionarios de alto rango admitirán de manera privada su diaria incredulidad ante los comentarios y las acciones del comandante jefe. La mayoría está trabajando para aislar sus operaciones de sus caprichos.
Las reuniones con él se descarrilan y se salen del tema, él se involucra en diatribas repetitivas y su impulsividad deriva en decisiones a medias, mal informadas y en ocasiones imprudentes, de las que posteriormente se tiene que retractar.
“No hay manera, literalmente, de saber si él cambiará su opinión de un minuto al otro”, se quejó ante mí un alto funcionario recientemente, exasperado por una reunión en el Despacho Oval en la que el presidente realizó cambios en una importante decisión política que había tomado solo una semana antes.
El comportamiento errático sería más preocupante si no fuera por los héroes anónimos dentro y cerca de la Casa Blanca. Algunos de sus asistentes han sido personificados como villanos por los medios. Sin embargo, en privado, han hecho grandes esfuerzos para contener las malas decisiones en el Ala Oeste, aunque claramente no siempre tienen éxito.
Puede ser un consuelo escaso en esta era caótica, pero los estadounidenses deberían saber que hay adultos a cargo. Reconocemos plenamente lo que está ocurriendo. Y tratamos de hacer lo correcto incluso cuando Donald Trump no lo hace.
El resultado es una presidencia de dos vías.
Por ejemplo, la política exterior. En público y en privado, el presidente Trump exhibe una preferencia por los autócratas y dictadores, como el presidente ruso, Vladimir Putin, y el líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-un, y muestra poca aprecio genuino por los lazos que nos unen con naciones aliadas que piensan como nosotros.
Sin embargo, observadores astutos han notado que el resto del gobierno opera por otro camino, uno en el que países como Rusia son denunciados por interferir y sancionados apropiadamente, y en el que los aliados alrededor del mundo son considerados como iguales y no son ridiculizados como rivales.
Por ejemplo, sobre Rusia, el presidente se mostró reacio a expulsar a muchos de los espías de Putin como castigo por el envenenamiento de un exespía ruso en el Reino Unido. Se quejó durante semanas de que altos miembros del gabinete lo dejaban atrapado en más confrontaciones con Rusia y expresó frustración por el hecho de que Estados Unidos continuara imponiendo sanciones a ese país por su comportamiento maligno. Sin embargo, su equipo de seguridad nacional tenía motivos para hacerlo —dichas acciones tenían que ser tomadas, para obligar a Moscú a rendir cuentas—.
Esto no es obra del llamado Estado profundo (deep state) —una teoría de conspiración que afirma que existen instituciones dentro del gobierno que permanecen en el poder de manera permanente—. Es la obra de un Estado estable.
Dada la inestabilidad de la que muchos han sido testigos, hubo rumores tempranos dentro del gabinete sobre invocar la Enmienda 25, la que daría inicio a un complejo proceso para sacar del poder al presidente. Sin embargo, nadie quiso precipitar una crisis constitucional. Así que haremos lo que podamos para dirigir el rumbo del gobierno en la dirección correcta hasta que —de una manera u otra— llegue a su fin.
La mayor preocupación no es lo que Trump ha hecho a la presidencia, sino lo que nosotros como nación le hemos permitido que nos haga. Nos hemos hundido profundamente con él y hemos permitido que nuestro discurso fuera despojado de la civilidad.
El senador John McCain lo dijo de la mejor manera en su carta de despedida. Todos los estadounidenses deberían prestar atención a sus palabras y liberarse de la trampa del tribalismo, con el objetivo mayor de unirnos a través de nuestros valores compartidos y amar a esta gran nación.
El senador McCain ya no está con nosotros, pero siempre contaremos con su ejemplo —una estrella que nos guía para restaurar el honor a la vida pública y a nuestro diálogo nacional—. Trump puede temer a los hombres honorables, pero nosotros debemos venerarlos.
Existe una resistencia silenciosa dentro del gobierno compuesta por personas que eligen anteponer al país. Sin embargo, la verdadera diferencia será hecha por los ciudadanos comunes que se pongan por encima de la política, se unan con los adversarios y decidan eliminar las etiquetas para portar una sola: la de estadounidenses.
El autor es un alto funcionario en el gobierno de Trump.
1. El @nytimes publica un artículo ANÓNIMO de un alto cargo del Gobierno de Trump. Es uno de los textos más alucinantes que he leído nunca. El autor dice que él y muchos de sus colegas se han conjurado para trabajar contra el presidente https://t.co/aSeqr27nwF— Eduardo Suárez (@eduardosuarez) 5 de septiembre de 2018
Fotos: Reuters y Tom Brenner para The New York Times
Fuentes: Europa Press y The New York Times
Fuentes: Europa Press y The New York Times