Por: Emmanuel Ganora
En octubre se lanza el libro Rodolfo Walsh, reportero en Chile. 1970-1971 donde se reúnen sus textos de “enviado especial” desde Argentina a registrar los albores del gobierno de Salvador Allende.
Diciembre de 1970, Plaza de la Constitución. Desde uno de los balcones de La Moneda, el entonces Presidente Salvador Allende lee ante una muchedumbre de adherentes el proyecto de reforma constitucional con que, meses más tarde, se nacionalizaría la industria del cobre. En medio de militantes y curiosos, un periodista argentino -uno de los tantos “enviados especiales” curiosos del proceso de la Unidad Popular- toma nota del discurso del Mandatario y de las anónimas reacciones de la gente congregada.
Se trataba de Rodolfo Walsh, célebre escritor de cuentos policiales en la narrativa argentina, uno de los militantes más destacados de la izquierda armada de la época y famoso por ser el artífice del llamado “Nuevo Periodismo” a través de su libro Operación Masacre, extenso reportaje de investigación relatado con la estética de una novela, en la que Walsh denunció una serie de fusilamientos de una abortada rebelión peronista contra la dictadura del general Juan José Valle. El texto, publicado en 1957, se adelantó en casi una década al best seller A sangre fría de Truman Capote, texto que erróneamente se le adjudica ser la primera obra de “Non-fiction”.
El paso por Chile de este emblemático escritor es registrado en el libro Rodolfo Walsh, Reportero en Chile. 1970-1971 que la editorial Ventana Abierta lanzará en el mes de octubre. Una simbólica corresponsalía de Walsh en un momento crucial para Chile y para su propia biografía.
“Leyendo la biografía Rodolfo Walsh, periodista, escritor y revolucionario de Michael McCaughan, en tres o cuatro líneas se mencionan sus dos viajes a Chile en diciembre de 1970 y marzo de 1971 como enviado de la revista Panorama. No había más datos. Esa fue la hebra que seguí y que me llevó a la biblioteca Mariano Moreno de Buenos Aires en busca de esa desaparecida revista”, comenta Felipe Reyes, editor a cargo del libro y de las notas introductorias.
Así, en los reportajes de Walsh en Chile se funden el escritor y el agudo analista político. En la crónica sobre la nacionalización del cobre titulada “La muerte de Anaconda”, Walsh recrea el ambiente callejero, pero también constata las complejidades del análisis político. “Las ventas (de Anaconda) ascendían a 1.400 millones de dólares anuales, potencial económico muy superior al de muchos países latinoamericanos con bandera y con ejército. La cifra sirve para dar una idea del enemigo que se ha echado encima el nuevo gobierno chileno”, advierte Walsh sobre la minera norteamericana que hasta ese entonces explotaba el mineral en Chuquicamata, el yacimiento “a tajo abierto” más grande del mundo.
Tiempo después, en 1971, Walsh nuevamente regresa a Chile, siempre como el enviado especial de la revista Panorama, por entonces prestigioso medio dirigido por Tomás Eloy Martínez, otro de los grandes de las letras latinoamericana. Es aquí donde Walsh logra una profundización mayor del trance histórico en que se encontraba Chile; ad portas de las elecciones municipales de ese año, la primera contienda electoral posterior a la asunción de Allende en un país cada vez más polarizado. Un fenómeno que Walsh le saca punta desde el lead del texto titulado “Chile: la carrera contra el reloj electoral”.
Walsh, desde el Estadio Chile (actual Víctor Jara), en un acto del Partido Socialista. “Mientras Salvador Allende hablaba –sin corbata–, dos manchas oscuras empezaron a derramarse inadvertidas por la cúpula del estadio Chile. No habían terminado los aplausos cuando una de esas manchas se resolvió en llama anaranjada que lamía perezosamente el cielo raso (…) ‘ocho mil personas’, tronó entonces el senador Altamirano, presidente del PS, ‘acaban de presenciar este sabotaje de la reacción’. Al día siguiente funcionarios de investigaciones confirmaron esa intuición: el incendio no era accidental”, dice un fragmento del despacho de marzo de 1971.
“Intentaba retomar una novela inconclusa, a la vez que se preguntaba por la función social de la literatura en el contexto político que se vivía en Latinoamérica, escribe mucho sobre eso en su diario. En ese contexto viene a Chile”, agrega el editor.
“El violento oficio de escribir”
“Hay un fusilado que vive”, escuchó Walsh en un bar de La Plata mientras jugaba una partida de ajedrez. Este rumor de parroquianos llevaría a Walsh a la primera hebra de una larga investigación que terminaría en Operación Masacre; además de ser el primer libro de Non-fiction, también era el primer testimonio palpable de la represión política por parte del Estado argentino. Por entonces, década del 50, también ya había editado dos antologías de cuentos policiales y publicado su primer libro de relatos del mismo género, Variaciones en Rojo.
Años después, Walsh participaría de otro hito en el periodismo latinoamericano. Junto a otros escritores y periodistas célebres de la región, como Gabriel García Márquez , el uruguayo Juan Carlos Onetti y el argentino Jorge Masetti, crean en Cuba la agencia de noticias Prensa Latina a inicios de la revolución castrista, con el objetivo de contrarrestar la información de las agencias noticiosas del primer mundo.
Es en ese espacio donde Walsh se anotó otro “golpe noticioso”. Obsesionado con la intriga y la inteligencia, Walsh logra descifrar en 1961, en base a su conocimiento autodidacta en criptografía, un misterioso cable en clave despachado desde Guatemala a EE.UU. Se trataba de un reporte sobre los preparativos de la invasión por Playa Girón, la ofensiva armada con que la Casa Blanca intentó abortar la revolución cubana en sus inicios. El instinto de Walsh por haber obtenido una de las grandes historias del siglo XX fue hacer un reportaje al respecto, idea que el gobierno cubano censuró, aunque siempre bajo la gratitud de haber sido alertados del intento de ocupación.
De vuelta en Argentina seguiría en las letras. En los sesenta publica sus libros más reconocidos, Los oficios terrestres -donde se incluye su cuento más celebrado, “Esa mujer”, sobre el destino del cadáver de Eva Perón, sin siquiera mencionarla a lo largo del relato- y “Un kilo de oro”, además del libro-reportaje ¿Quién Mató a Rosendo? sobre el asesinato a un dirigente sindical. Por entonces, Walsh veía mayores posibilidades de incidir en la realidad desde el periodismo que desde la ficción. Algo que profundiza en una entrevista realizada por el escritor Ricardo Piglia a Walsh en 1970. “Entre seguir escribiendo cuentos -en los que yo ponía esfuerzo y cariño- y pasar a la realidad candente, impetuosa, entre escribir la novela y vivir la novela junto con el pueblo, no había elección posible”, sentenció Walsh, mientras de a poco iba sumergiéndose en la militancia política.
Fue así que a inicios de los 70 ingresa al Peronismo de Base para, en 1973, ingresar a Montoneros -facción peronista armada de izquierda- en labores de inteligencia. Su actividad periodística a vuelca en el diario Noticias -órgano masivo de la organización- junto a los también escritores Juan Gelman, Paco Urondo, Miguel Bonasso y Martín Caparrós, entre otros. Vivió en un estado de semi clandestinidad hasta el Golpe de Estado de 1976. En medio de la desarticulación de Montoneros producto de la represión, Walsh crea la Agencia Clandestina de Noticias -ANCLA- desde donde denuncia las violaciones a los derechos humanos de la flamente dictadura del general Jorge Videla.
Cercado por los militares y desmoralizado por el asesinato de María Victoria, oficial de Montoneros, Walsh realiza su última jugada política. A un año de cumplirse el ascenso de los militares, Walsh difunde en 1977 su emblemática Carta abierta de un escritor la Junta Militar “sin esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido, pero fiel al compromiso que asumí hace mucho tiempo de dar testimonio en momentos difíciles”, según concluye el escrito. En el texto profundiza en la política genocida del régimen y critica la política económica de corte neoliberal.
Al día siguiente, 25 de marzo de 1977, Walsh caería abatido por un grupo de tareas de la Escuela de Mecánica de la Armada. Su nombre engrosa la lista de 30 mil detenidos desaparecidos de la última dictadura argentina. Con los años, Argentina ha rescatado su obra y pensamiento, aunque una frase de Walsh sigue siendo la más recordada en las escuelas de periodismo de Argentina: “De todos mis oficios terrestres, el violento oficio de escribir era el que más me convenía”.
Fuente: Culto La Tercera