Carlos Garaycochea, referente del humor gráfico argentino, dibujante y guionista, con trabajos en cine, teatro y tevé, falleció ayer, a los 90 años.
Su fallecimiento fue anunciado en la página oficial de Facebook de su escuela, en donde comunicaron que permanecerá cerrada por duelo hasta mañana.
Destacado por su valiosa información acerca de las costumbres, sentimientos e ideas de nuestra época, “El Vasco” nació en la localidad bonaerense de Casbas, en donde su madre le regaló su primer libro de Saul Steinberg, llamado “el Picasso del humor gráfico”. Lo consideró un referente: “Steinberg es un ejemplo de observación: me enseñó a mirar para abajo de vez en cuando, y descubrir cosas simples que a veces se nos escapan”, había dicho alguna vez.
Radicado en Buenos Aires, estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes, de donde egresó en 1949.
Como historietista fue colaborador, entre otras publicaciones, de El Gráfico, Billiken, Esto Es, Qué, Semana Gráfica, Rico Tipo, Patoruzú, TV Guía, Satiricón, Humor, La Revista, El Mundo, Democracia, La Nación, Tiempo Argentino y El Cronista.
Como actor y guionista se desempeñó en ciclos como “Humor Redondo” -junto a Juan Carlos Mesa, Jorge Basurto y Aldo Cammarota-, “Los hijos de López”, “La Tuerca”, “Buenos tardes, mucho gusto” y “Desayuno”, en donde causaron sensación sus adivinanzas gráficas.
También pasó por la radio, con ciclos como “Municipal”, “Rapidísimo” y “La gallina verde”.
En teatro, se lo vio en obras como “Masters”, junto a Juan Verdaguer y Mario Clavell.
También hizo cine en películas como “Este loco amor loco”, de Eva Landeck; “Sálvese quien pueda”, de Enrique Carreras y el corto “Una historia de tango”.
Entre otros, es autor de los libros “Dónde vamos a parar”, “Los deportistas son una risa”, “Don Gregorio”, “Catalina” y “Cómo parecer culto”.
Padre de “Don Gregorio” y “Catalina”, presidió durante varios años la Asociación de Dibujantes de la Argentina, y fue profesor de la Escuela Fernando Fader, la Escuela Panamericana de Arte y la Escuela Nacional de Bellas Artes.
Distinguido en 2012 como Ciudadano Ilustre de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, fue reconocido por “su arte y su trabajo de gran calidad y belleza expresiva, el cual nos llega como un regalo que nos alivia la carga de nuestra vida cotidiana, en esa mezcla que suscita en nuestra subjetividad ver las cosas de adultos con mirada de niños”.
En enero de 2015, junto a colegas como Sendra y Hermenegildo Sábat, participó de un acto de repudio al atentado cometido días antes en París contra los integrantes de la revista Charlie Hebdo.
“Vivimos en un mundo caricaturesco que no quiere ser caricaturizado. Esto que ha pasado se acerca más a la locura que al fervor religioso. El humor puede ser de dos maneras: para los inteligentes o para los analfabetos. Lamentablemente, este tipo de episodios van a lograr que cada vez nuestro trabajo se oriente más hacia lo segundo que hacia lo primero”, dijo, en aquel entonces.
En los 80, Carlos Garaycochea formó parte de uno de los programas más vistos de la televisión rosarina: "El Clan", que era emitido todos los mediodías por Canal 5 y lo conducía Raúl Granados.
La noticia de la muerte generó gran conmoción entre sus colegas. "Nadie fue más maestro que el maestro Garaycochea. Gracias, Carlos. Te vamos a extrañar", lo despidió en un mensaje de Twitter el historietista Liniers.
Nadie fue más maestro que el maestro Garaycochea. Gracias, Carlos. Te vamos a extrañar. pic.twitter.com/8RAWLlTerU— Liniers (@porliniers) 10 de septiembre de 2018
“¡Qué tristeza! Carlos Garaycochea también se nos fue. Hasta siempre, querido Carlitos”, dijo, por su parte, Horacio Altuna.
¡Qué tristeza! Carlos Garaycochea también se nos fue. Hasta siempre, querido Carlitos. pic.twitter.com/poJC9GY38a— Horacio Altuna (@HoracioAltuna) 10 de septiembre de 2018
Nuevas generaciones de humoristas, como Ariel Tarico, también lo homenajearon: “Garaycochea se merece un monumento”.
Y Julio Lagos tuvo un emotivo mensaje: “¿Ya te juntaste a charlar con Picasso y con Steinberg? Buen viaje, vasco querido”.
Claro. Nosotros estamos compuestos por células. Una célula no hace nada pero muchas células constituyen una persona. Además, nos gustó hacer lo que hacemos. Tengo una serie de trabajos que son los salpicados, que tienen una teoría medio larga de contar pero que sorprenden a la gente. Después hice una serie de galerudos, que son figuras muy largas. Uno solo no es garantía de nada pero muchos galerudos juntos hacen una composición, lo que llama bastante la atención. No puedo decir mucho porque vino mucha gente y después de la operación que tuve al corazón, no puedo estar parado mucho tiempo. Estuve parado mucho tiempo y después me fui a cenar con mi mujer y mi sobrino para comentar la exposición de la que estábamos muy orgullosos. Pensaba en la casa de Libman, los tres expositores y sus esposas con el director de la Alianza. Expuse cosas que me gustan y de las que me siento orgulloso de haber trabajado.
¿Le costó mucho desarrollar esta veta de artista plástico en relación a su veta humorística?
En realidad es al revés. Entré a Bellas Artes y descubrí el libro de Steimberg, “Todo en líneas”. Steimberg falleció pero él tenía como cuatro o cinco libros mucho más gordos y a color. Fue en la mitad de la carrera de Bellas Artes fue que descubrí que el humor era lo que más me interesaba. Fui variando un poco. En el colegio de tinteros de Steimberg, aprendí que había que tener paciencia. Tuve la suerte de tener en Bellas Artes a un profesor como Alejandro Sirio que es uno de los plumistas más impresionistas que hay. Asi que aprendí personalmente y a través de los libros. Uno dice a veces para que sirven los libros. Bueno, sirven para que un tipo en Polonia compre un libro mio, lo empiece a copiar con lo que va a tener una influencia y va a aprender algo. Es una manera de comunicarse a distancia y a través del tiempo.
¿Cómo fue puliendo su estilo?
Tengo que decir un poco lo que dijo Mordillo cuando dio una charla aca. Le preguntaron como había conseguido ese estilo tan personal y dijo “Tengo el dibujo de veinte tipos que admiro más lo que pongo yo. La mezcla de todo eso da ese monito tan simple que parece tan primitivo que uno dice que no parece dibujado”. La cosa esté en hacerla fácil, que no de trabajo. Esto es aplicable a varios órdenes de la vida. Hoy tuve un rato libre y estuve haciendo unos trabajos chicos, de cartón arrugado, que quedan muy extraños y divertidos. Si uno hace lo que siente y encima le pagan por eso, ya uno es millonario.
¿Cuales fueron sus influencias?
En la parte artística, uno empieza admirando a gente como Leonardo. Uno lo sigue admirando a medida que pasa el tiempo ya que un Leonardo no nace todos los días. Después uno salta a Rembrandt, Vermeer y más adelante a Van Gogh, acercándose cada vez más a la época en la que vivimos nosotros. Tengo una impresión…cuando cumplí los 80 años, me fui con mi mujer a Holanda y me encontré con “La lechera” de Vermeer. Es un cuadro pequeño y se me incorporó de tal manera que todos los días lo tengo presente. Una obra de arte de esa me llegue de tal manera me hace pensar también en aquél que la mira y dice que es una mujer tirando leche en una jarra. Hay que ver si está purificada. La ve por cualquier otro lado. Me hizo muy bien ese viaje y me permitió encontrarme con todos los estilos. Me gustan todas las épocas y cada estilo tiene su porqué.
Con el tema de Internet, ¿se le allanó el camino a la creación?
Ha facilitado muchisimo. Puede conocerse la obra de un artista, de Alfred Manessier, que nació en 1911, que no tiene muchas pinturas pero uno va a la computadora y encuentra su obra. Se descubre que ese tipo tiene algo que ver con uno, que tiene algo especial. Ahora se acaba de inaugurar una muestra de Petorutti, un tipo que me interesa, me encanta. Es de un alto nivel y voy a ir a su exposición de la que voy a salir enriquecido. Todos esos tipos me hacen dar un paso adelante en el buen gusto.
Tiene algún historietista preferido de los que han salido en los últimos tiempos, que le haya gustado?
Lo conocí durante muchos años y terminé siendo amigo de él, que me regaló una caricatura que tengo en mi escritorio, es Alberto Brescia. También fui compañero y después fuimos profesores en la Escuela Panamericana con Hugo Prat. Estoy nombrando a los dos historietistas más importantes que hay. Y hoy tengo como profesor en mi escuela, con mucho orgullo, a Oswal. Como cada uno tiene una manera especial de expresarse, todos me interesan. Me interesa la obra de Osqui, la locura de Landrú, la sinceridad del trabajo de Quino. Tenemos un grupo de artistas gráficos que nos podemos poner orgullosos. Los españoles, por ejemplo, nos miran con cierta admiración. En estos momentos, está exponiendo Grillo en Londres y me pone muy orgulloso que haya sido alumno mio. Él estuvo en mi exposición.
Usted cree que el humor de hoy se chabacanizó?
Si, no hay dudas. Cuando abrí el curso de la aplicación del buen humor a los medios, como el teatro, la radio, fue porque me gustaría que levanten el nivel. Entonces, estamos haciendo un curso. Viene con un grupo de gente con mucho entusiasmo, y es mi pequeño aporte a que alguna vez volvamos a tener, como abrieron un camino los uruguayos con Telecataplum y después nosotros hicimos “La Tuerca” y “Humor redondo”. Era un tipo de humor que podía participar la familia y hoy, con lo que se ve, tengo una hija pequeña que la tengo que correr de la tele por lo que se da. Se dice cualquier cosa con una terrible impunidad. Eso me hace sentir mal porque uno no es asi. Mi madre era maestra. Ayer dije en una nota que “una mala palabra me ensucia la boca”. Uno muestra que es un ordinario e ir a la televisión para mostrar que uno es un ordinario públicamente es el peor negocio que se pueda hacer.
¿Los únicos programas de humor serían “Los únicos” y “Sr y Sra Camas”?
Si pero son como teleteatros, no humor-humor como lo era La Tuerca o Biondi. Desaparecido Olmedo, que era un gran intuitivo, todos los demás quedaron flotando en el espacio sin saber de que agarrarse. Creo que tenemos que volver a eso. Tal es asi que en este curso vamos a pasar esta semana a Chaplin para analizar como hizo la resolución de las situaciones. Hay un libro que explica que “Tiempos Modernos” la terminó con una toma que la tuvieron que hacer 130 veces hasta que quedó conforme. El humor no es la improvisación que hay ahora, de hacer reir con una mala palabra sino que es la solución de una situación graciosa e inteligente. Eso lo agradezco pero nunca agradezco una mala palabra. Ni dicha como entre amigos….Hoy se dice que una persona es un hijo de no se que cosa y encima uno se tiene que poner contento.
¿Qué lo hace reir?
Las películas de Búster Keaton, que es un genio. El humor no es fácil. Lleva un trabajo de tener que retocar las situaciones. El comediante ideal para mi era Cary Grant, que tenía la medida exacta. Hay una cosa que es crear la situación y actuar la situación. Si la figura quiere ser más graciosa que la situación, se ensucia todo. Si uno está, que son los grandes actores como Peter Sellers cuando hizo al Inspector Closeau, a él le pasaban las cosas. Tenía una mala suerte para todo lo que hacía y la torpeza pero todo eso tiene que estar bien armado y me lo tengo que creer. Me rio de las cosas que pueden ser.
Si por esta puerta de la academia de dibujo, entrase el Carlos Garaycochea que recién entraba en Bellas Artes, ¿qué le diría?
Le diría que ha hecho bien, que encontró la puerta que él necesita. De Bellas Artes tengo un gran recuerdo. Ha venido a dar una charla aca Antonio Pujía, quizás el escultor más importante del país. Un compañero que desapareció, Filevich, posiblemente el grabador más importante que haya tenido el país. Gagliardi, otro grabador y pintor muy importante. Rescato a los alumnos que iban a Bellas Artes a estudiar y no a perder el tiempo haciéndose la rabona. Es curioso, alguna que otra vez me escapé y me fui al teatro de revistas a ver a Verdaguer. Si me hubieran dicho que iba a compartir un escenario con él y Mario Clavel, tal como sucedió más adelante, no lo hubiese creído. Entonces, el destino lo pone a uno en los lugares que uno quiere. También lo tuve a Gila de compañero en la radio y era un talentoso. Siempre dije que era el único tipo que ha mostrado lo absurdo y ridículo que es la guerra. El no se reia y después preguntaba “de que nos estamos riendo”. Luis Landriscina, de quien soy amigo y me ha dado un premio hace poco, es un contador exquisito de cuentos. Habla y maneja los silencios y pinta las situaciones como muy pocos. Eso es oficio.
Fuentes: DPA, El Caleidoscopio de Lucy, Señales