Por: Mercedes Arancibia El buque insignia de la prensa diaria de izquierda francesa, el periódico fundado en 1973 bajo la égida de Jean-Paul Sartre entre otros, en pérdida continuada de ventas y arrastrando una deuda de un millón de euros de 2013 (L’Express, 16 enero 2014), está a punto de transformarse en “espacio cultural y de conferencia, plató de televisión, estudio de radio, newsroom digital, restaurante, bar e incubadora de start-up (empresa naciente) (…) encrucijada de todas las tendencias políticas, económicas y culturales”, por deseo de sus últimos patrones – Bruno Ledoux, promotor inmobiliario, cerebro de la operación según han revelado este sábado la revista Télérama y el canal BFMT, y accionista principal junto al empresario Edouard de Rothschild, descendiente de banqueros y amigo íntimo de Nicolas Sarkozy, y el grupo italiano Ersel- como se explica en el texto que uno de los dos codirectores del diario, Nicolas Demorand, envió el viernes 7 de febrero de 2014 a los representantes sindicales de los trabajadores del periódico.
Ese viernes, la plantilla de Libération había hecho huelga. El sábado 8 han sacado un ejemplar reducido, de seis páginas, con una primera que proclama, a toda plana y en cuerpo gigante, “Somos un periódico. No un restaurante, ni una red social, ni un espacio cultural, ni un plató de televisión, ni un bar, ni una incubadora de start-up…”.
“En la larga tradición de las ‘primeras páginas de coleccionista’ de Libération, la de este sábado ocupa un lugar particular y desgraciadamente menos alegre que otras muchas”, escribe en el digital Rue 89 uno de sus fundadores, Laurent Mauriac.
El viernes por la tarde, cuando finalizaba la jornada de huelga, los trabajadores del periódico recibieron el último proyecto de los propietarios, consistente en transformar los locales, “con la ayuda del diseñador Philippe Starck” en un espacio cultural, etc, etc… Esos propietarios, los últimos llegados para salvar al diario en 2012, no se contentan con explicar más adelante que, naturalmente y como no podía ser menos, el nuevo proyecto incluye despidos, jubilaciones anticipadas, reducción de salarios hasta en un 15%, y alguna otra de las fórmulas ya ensayadas aquí –entre otros en el diario El País, el grupo Zeta, y también etc. etc.- sino que se permiten también apropiarse del alma fundacional de Libération –recordemos que fue uno de los coletazos del Mayo ’68- adjudicándole a su proyecto multimedia y multitodo, aunque en absoluto un periódico, “el espíritu de un Flore del siglo XXI” (en referencia al emblemático café de Saint-Germain-dés-Prés donde ocuparon una mesa hasta su muerte Jean-Paul Sartre, Simone de Beauvoir y sus amigos, entre los que evidentemente se encontraba el equipo inicial de Libération). Y, también naturalmente, para conseguirlo explican sin que se les mueva una pestaña que se quedan con la “marca Libération, su legitimidad histórica y gráfica única en la historia de la prensa francesa y quizá mundial, forma de síntesis entre las dos grandes revoluciones sociales y libertarias de la historia moderna que han sido los años 60 y los actuales”, los de la era digital. Un proyecto en el que no hay lugar para el actual equipo “cuyo cambio se ha hecho ineluctable”.
Detrás de esa portada para la historia, que ya es casi una necrológica, “los asalariados de Libération” firman un artículo con su punto de vista sobre lo que está pasando, y lo que ha ocurrido hasta ahora, entre las cuatro paredes del edificio que ahora quieren convertir en una máquina de hacer dinero. Fechado el 7 de febrero de 2014, éstos son algunos párrafos del texto:
En Libération tenemos nuestro propio vocabulario: “tomadura de pelo”, “injuria”, “hacer la peineta”. Y ha sido así como hemos acogido, el viernes hacia las 17 horas, el texto de los accionistas del periódico. Ha bastado medio segundo, justo el tiempo de leer los 3.478 caracteres, faltas incluidas (En Libération tenemos el sentido de la ortografía; en fin, no siempre pero al menos con frecuencia). Uno a uno nos hemos levantado. “Espera, ¿lo has leído?”. Preguntas de una mesa a otra. “No es posible, es una broma”. Piso tras piso, el equipo se va situando en “la vis”-el pasillo circular y central de Libération- hasta llegar a los despachos de la dirección de la redacción. Allí es adonde se ha recibido el famoso texto, firmado por los “accionistas”(…). ¿El contenido del texto? Libération sin Libération.(*) Fundado bajo la égida de Jean-Paul Sartre, el primer número de Libération se publicó el 18 de abril de 1973, retomando el nombre de un diario fundado en 1927 por el anarcosindicalista Jules Vignes, y del periódico de la Resistencia que dirigió Emmanuel d’Astier de la Vigerie. Situado en sus comienzos en la extrema izquierda, a finales de los años ’70 evolucionó hacia posturas socialdemócratas, tras la marcha de Sartre. En 1978, su director Serge July lo definió como “liberal-libertario”. En la actualidad tiene una línea editorial de centro-izquierda, y unos lectores mayoritariamente de izquierdas; la sociedad de redactores tiene la misión de vigilar su independencia periodística. La última reestructuración empresarial se produjo en 2012 cuando se hicieron con la mayoría de las acciones los empresarios Bruno Ledoux, propietario del inmueble donde está la sede del periódico, y Edouard de Rothschild. Posteriormente entró en el capital el grupo italiano Ersel.
Los accionistas “ lamentan enormemente ” la huelga del jueves. Consideran que el diario “ debe su salud solo a la suma de subvenciones del poder público ”. “Reiteran su apoyo total” al “directorio que les representa”, es decir a Nicolas Demorand y Philippe Nicolas, codirectores del periódico cuyo equipo pidió el 26 de noviembre de 2013, en un 89,9%, que dimitieran. Anuncian un “traslado que se ha vuelto ineluctable ” y la transformación de Libération en “una red social, creadora de contenidos, ‘monetizable’ a través de un amplio abanico de soportes multimedia (imprenta, vídeo, TV, digital, foros, acontecimientos, radio, etc)”. Precisan que “con ayuda de Philippe Starck” la sede histórica del diario, en la rue Béranger, se convertirá en “un espacio cultural de conferencias que incluya un plató de televisión, un estudio de radio, una redacción digital, un restaurante, un bar y una incubadora de start-up”. Y dibujan “el espíritu” : “el de un Flore del siglo XXI (…) impulsado por la potencia de la marca Libération”. Gritos, chillidos y risas.
Y todo esto hace ya tres meses que dura, querido lector, sin que tu sepas nada o solo de manera periférica a través de lo que dice la prensa del conflicto, que estalló en el mes de noviembre y no termina. Desde hace semanas, desde hace meses, los representantes del personal alertan al directorio sobre la situación del periódico: bajada de las ventas, finanzas en rojo. En vano.
El 26 de noviembre, en una asamblea general, el equipo pide “la dimisión de los dos copresidentes del directorio de Libération para hacer posible la puesta en marcha de un auténtico proyecto de desarrollo de la empresa y de un plan económico legal y creíble”. La víspera, en una reunión del comité de empresa, la dirección presentó un plan basado en dos ejes: un paywall –muro de pago- para Libération.fr, y vídeos realizados por los estudiantes de una escuela de periodismo. En el aspecto económico habla de rebajas salariales, jubilaciones y trabajo a tiempo parcial, así como de adelantar el cierre a las 20 horas, en lugar de las 21h30 actuales. “El acondicionamiento de las últimas plantas ” del inmueble para convertirlas en “ un lugar de intercambios ” ya está en marcha.
Al día siguiente de esa primera asamblea general entra en juego un hombre nuevo: François Moulias, accionista minoritario y representante de Bruno Ledoux. Moulias, y solo él, se convierte en el interlocutor de los representantes del personal. El 20 de diciembre, durante dos horas, François Moulias recorre la sala llamada Hublot, donde se celebran todas las asambleas de Libération y también el comité de redacción cada mañana. Con la ayuda de diapositivas presenta su plan. El mismo, en suma, que el de Nicolas Demorand y Philippe Nicolas. Aspecto económico: reducción de salarios (hasta el 15% para los más elevados), tiempo parcial, jubilaciones. Economía en la imprenta: el cierre a las 20 horas, lo que implica entregar los últimos artículos a las 19…Y economía en el alquiler del inmueble, es decir un traslado. En total, 4 millones de euros menos. Aspecto desarrollo: vídeo, paywall… pero sin un céntimo más, los accionistas no están dispuestos (…) A la salida, los trabajadores dudan entre hilaridad y preocupación. Las medidas sociales son esqueléticas, injustas. El desarrollo incierto en el mejor de los casos, fantasioso en el peor.
El 6 de enero, nueva asamblea general. Los representantes de los trabajadores han hecho un peritaje del plan Moulias, y lo analizan punto por punto. La conclusión: “No es viable”. Somos periodistas. ¿Lo han olvidado los accionistas? En paralelo, desde mediados de diciembre se organizan talleres. Primero entre trabajadores, después bajo la égida de Fabrice Rousselot, director de la redacción. Hay que rehacer, repensar el periódico. Se abordan todos los aspectos. Editoriales, línea política, la Primera, la revisión del periódico, la articulación entre web y papel, los valores de Libération, nuestras debilidades, nuestras fuerzas.
François Moulias intenta persuadir al equipo, sección por sección. Algunos aceptan entrevistarse con el, otros se niegan. Particularmente agitada resulta la reunión con los directores de la redacción. Moulias amenaza con despedir a quienes se nieguen a bajar su salario porque los cargos tienen que dar ejemplo, (…) Los representantes de los trabajadores denuncian que “se arroga el derecho de ingerirse de manera brutal en la dirección de la redacción y atenta a la independencia de la dirección editorial frente al accionariado” (…) Se suceden las asambleas… Tres meses en los que los representantes de los trabajadores dialogan con Moulias y hacen el trabajo que el directorio no ha hecho. Nicolas Demorand y Philippe Nicolas siguen en sus cargos; François Moulias se ha convertido en director general.
Y después, la enloquecida jornada del viernes. La víspera, un 65,6% aprobó hacer huelga con esta consigna: “Un auténtico plan de desarrollo que pase por una reestructuración de la empresa y un proyecto editorial ambicioso, que responda a las expectativas de los lectores”. Y el cese de Nicolas Demorand y Philippe Nicolas. En Libération las huelgas no son frecuentes. El periódico es frágil, siempre en el filo, siempre al borde del abismo. Y además es “nuestro” periódico, una expresión que se repite sin cesar; la huelga es desgarradora, No somos ni irresponsables, ni histéricos, ni niños malcriados. Hace años que mantenemos a flote este periódico, a pesar de las crisis y las direcciones.
Y, de pronto, este viernes a las 17 horas, ese escrito de los accionistas nos abofetea en toda la cara (…) Se aprueba la publicación de las seis páginas del sábado: hay que dirigirse a los lectores. Está previsto un texto de los accionistas, la asamblea rechaza otro del director Demorand (…).
(…) El plan está claro. “ Es Libération sin Libération ”. Hay que trasladar el periódico pero conservar el bonito logo. “ Echar a los periodistas pero “monetizar la marca”. En la forma, dicen los representantes de los trabajadores, “se da un delito de obstrucción”. En el fondo, se trata de “un auténtico putsch de los accionistas contra Libération, su historia, su equipo y sus valores” (…) las negociaciones acaban de cambiar de dimensión (…) ahora se trata de construir un Libéland, un Libémarket, un Libéworld. El rombo rojo con nada detrás, diez letras que ya no significan gran cosa, tan solo el precio al que quieren “monetizarlas”: Libération.
En cuanto al “hombre nuevo” François Moulias, una especie de “casco azul” llegado de repente para salvar “los últimos muebles” y transmutado en tres meses en Director general, es un tipo de origen modesto que se define como “de izquierda y lector patológico” y –según un perfil publicado en el diario le Monde el 20 de enero de 2014- un empresario cuyo destino está unido desde hace siete años al de Ledoux, a quien conoció como posible inversor para un negocio que quería montar de “vino y propiedad inmobiliaria” (no llegó a ponerse en marcha), y al que un sindicalista del periódico define como “salido de ninguna parte”. Trabajó 12 años como publicitario, pertenece al Partido Socialista (PS) desde 1993, se le considera cercano al club Besoin de gauche (Necesidad de izquierda) que lidera el ministro de Economía, Pierre Moscovici, y es uno de los firmantes del llamado “Manifiesto de los Griegos”, elaborado por un think tank cercano al PS que predica la necesidad de una izquierda “sin complejos” frente al empresariado. En 2006 fue mandatario, en el Departamento del Aude, de la campaña de Dominique Strauss-Khan a las primarias. Al parecer, ha efectuado varios viajes de negocios a España en los últimos años.
Foto: AFP
Fuente: Periodistas en Español