Los escritores Martín Caparrós, Ezequiel Martínez y Cristian Alarcón debaten el futuro del oficio. "El poder se ha dado cuenta de que no necesita al periodismo", sostienen
Por: Paula Corroto
El inconfundible bigote austrohúngaro de Martín Caparrós (Buenos Aires, 1957) no desmerece en nada a las enormes gafas negras de Cristian Alarcón (La Unión, Chile, 1970). Ni tampoco a la perenne sonrisa de Ezequiel Martínez. Son tres personalidades rotundas y su físico no esconde su extraordinario bagaje periodístico y literario. Caparrós acaba de obtener el premio Herralde de novela por Los Living. Alarcón lleva años enviando crónicas sobre el narcotráfico y su libro, Si me querés, quereme transa es un fiel relato ficcionado sobre dos viudas de narcos. Martínez, hijo del también periodista ya fallecido, Tomás Eloy Martínez, trabaja en el diario argentino Clarín y está al frente de la Fundación que lleva el nombre su padre, al cual se le rindió homenaje esta semana en la Casa de América, en Madrid. Tres mosqueteros del periodismo que ahora se enfrentan a los retos que marcan los nuevos tiempos.
¿El éxito reciente de reportajes como los de los creadores de The Wire' rompe fronteras entre realidad y ficción?
Ezequiel Martínez: No sé si rompe, porque una de las premisas del periodismo es no falsear la verdad, pero con estas herramientas se logra una veracidad mucho más fuerte que la crónica. Mi padre siempre ponía esto como ejemplo para contar un terremoto. Al lector lo va a conmover más que el dato. Creo que esto de romper los límites tiene sus consecuencias positivas.
Martín Caparrós: Si en esa historia sobre el terremoto empiezas a contar que esa persona estaba tomando antes un café con leche y describes el café y los cruasanes, quizá mientes, porque era un té. Pero entonces el asunto discutidor es qué es la verdad. ¿Hay que decir que era café o la verdad consiste en ponerte en situación para tener una comprensión más cercana e interesada de lo que te estoy contando? Yo creo en esta segunda verdad.
¿Estamos ante un nuevo salto del Nuevo Periodismo?
MC: Hace años que vengo diciendo que el Nuevo Periodismo está viejo. Básicamente porque hemos dejado de usar el procedimiento que lo fundó para usar los resultados de ese procedimiento. Vale la pena dejar de lado el resultado y volver al procedimiento, es decir: qué otras formas narrativas se pueden saquear en la literatura de ficción para incorporarlas al relato de lo real y no seguir haciendo el viejo Nuevo Periodismo.
EM: Yo creo que ahora se está en ese tránsito. Me parece que los cronistas en Argentina están buscando los temas para desarrollar este tipo de Nuevo Viejo Periodismo.
También se está reforzando el yo' en el periodismo. ¿No acaba con la regla de la objetividad?
MC: Creo que no es más que un sinceramiento, ya que el periodista siempre dice yo, lo que pasa que de manera soterrada. El cronista pone en escena este ejercicio y no lo disimula. Y en ese sentido me parece un gesto muy político porque desmonta esa pretensión de objetividad que la prensa suele ofrecer para convencer a sus lectores de que le tienen que hacer caso.
CA: También es cierto que en América Latina en los últimos diez años los nuevos cronistas se sienten autorizados a hablar desde el yo. No porque exista una tradición. Y a mí me parece saludable porque estamos habilitados a hacer evidente esta mirada.
¿Hay una contaminación de géneros en el sentido de que uno está destruyendo al otro y viceversa?
MC: Al contrario, es un enriquecimiento. Algunos de los mejores textos de Tomás Eloy Martínez están llenos de ambigüedad. Por tanto, al contrario, no es contaminación sino una forma de contar que obliga a quien está leyendo a hacerse su propia idea de lo que está leyendo. Hay que romper ese pacto para que el lector tenga una lectura mucho más crítica.
CA: A mí me pasa que estoy desarrollando una revista, Anfibia, que va a tener una versión online. La contaminación viene de esa conciencia de que el periodismo narrativo ya no es solamente la construcción de una estructura para contarle al otro lo que está ocurriendo en la contemporaneidad, sino la contemporaneidad misma. Y esa contaminación no sé a dónde nos lleva, pero en los próximos diez años va a influir de manera tajante sobre lo que provocamos.
¿El entorno digital pone al texto periodístico en peligro? A la web se suben un par de párrafos de una noticia, se da prioridad a un enlace de vídeo
EM: Está pasando y lo veo como muy peligroso. La velocidad por poner la información primero hace que pongas esas dos líneas que dices. Y quizá esas dos líneas no están contrastadas, están escritas con los codos... A veces veo cosas de último minuto subidas a internet que son un auténtico espanto y eso va en detrimento de los textos, que son la madre de todo esto.
CA: Pero yo tengo la sensación de que esto no va a ser siempre así. Los lectores se educaron para leer periódicos y se van a educar para leer en pantallas. Y el buen lector es un buen lector cuando lee un libro y cuando lee internet. Y puede darse cuenta de esto. Eso no significa que sea un esperanzado naif. Porque las empresas periodísticas van a aprovecharse de esta velocidad que justifica la mala calidad.
MC: Es esta especie de imperio de la simultaneidad. Cuando la Armada Invencible perdió, Felipe II tardó tres meses en saberlo. Y ahora, si no sabemos algo que pasó en Siria dentro de los 42 segundos siguientes parece que nos está faltando algo. ¿El qué? Se ha instalado el mito de la necesidad de lo instantáneo. Pero a la mayor parte de la gente, enterarse una hora antes o después, pese al mito, no les importa.
Pese a todo, los gurús avisan de que el papel tiene los días contados.
MC: Sin duda. El otro día tuve un problema en casa porque no tenía papel para iniciar el fuego del asado. Pero todo esto no quiere decir que dejemos de escribir, sino que la forma en que escribimos se puede enriquecer de muchas maneras. Es la búsqueda del momento: cómo se hace para contar con esas nuevas tecnologías en periodismo, ficción...
CA: A mí me parece un desafío porque Google no nos está devolviendo lo que teníamos cuando en los noventa íbamos a los archivos y nos entregaban toda la información que había sido publicada sobre un personaje.
MC: Yo no estoy de acuerdo contigo. Por supuesto que te encantaba, pero eso existe. Si te metes en el archivo de Clarín o en el que sea, tienes disponible esta información.
EM: Pero, ¿desde cuándo? ¿desde 1999? ¿Y lo anterior? Aunque es evidente que vamos al camino digital, mi hija a veces prefiere leer los libros en la pantalla que en papel.
Si la tecnología es un desafío, su relación con el poder es otro. Los políticos ya ni siquiera admiten preguntas en ruedas de prensa. ¿Está en horas bajas el periodismo?
MC: Eso no es responsabilidad del periodismo, sino que ciertos sectores del poder se dieron cuenta de que podían pasar por el costado, por encima o por debajo del periodismo y la sociedad no se lo iba a reprochar. Y eso es lo que ocurrió. Y están disfrutándolo. En ese sentido, la comunicación del poder ejecutivo en Argentina es modélica. Han decidido que no necesitaban a los periodistas, que no hacen entrevistas ni ruedas de prensa, pero que están hablando todo el tiempo.
EM: En el caso de Cristina [Fernández de Kirchner], vaya a inaugurar una fábrica o lo que sea, siempre sale en la cadena nacional. Por tanto, ¿para qué quiere el periodismo si ya puede hablar cuando ella quiera y como quiera y que me vean los que yo quiera? Sin preguntas y sin nada comprometedor. Y que te vea el país forzosamente.
CA: No podemos echarle la culpa a las estrategias oficiales, porque todo Gobierno genera las que cree mejores y no le va a preguntar al periodista si eso es ético o no.
¿Y las nuevas tecnologías nos van a ayudar en este desafío?
CA: Yo no he visto todavía una experiencia mediática que asuma la responsabilidad que asumíamos cuando el periodismo era sólo de papel al generar una información inmediata. Nosotros nos pasábamos todo el día pensando en una nota que cerrábamos a las nueve de la noche. Y en internet parece que uno puede prescindir de eso.
EM: Pero estás hablando de la máquina, porque el periodista que tiene un blog todavía piensa.
CA: Claro, me refiero a la máquina. Si tardas dos horas en escribir algo, te estás perdiendo algo de la realidad.
Fuente: Diario Público