El encuentro, con entrada libre y gratuita, propone algo más que una presentación literaria tradicional. Habrá lecturas, música en vivo y la posibilidad de adquirir ambos libros en formato físico. Acompañarán a Sappietro el periodista Carlos del Frade, el médico y escritor Fernando Tain —autor del prólogo— y el grupo musical Videotape, que aportará algunas canciones a la noche. Entre sus integrantes está uno de los hijos del autor, un detalle que vuelve el evento doblemente significativo para él.
Las Crónicas de las causas aparentemente perdidas son relatos urbanos que buscan reflejar la dignidad, el desencanto, los sueños y las ilusiones del hombre común. Historias breves que, como señala la sinopsis del libro, "emocionan, sueltan una sonrisa y se alojan en el interior del lector u oyente radial". Escritos con palabras simples y un tono directo, esos textos tienen una marca clara: nacieron para ser dichos en voz alta antes que para ser leídos en silencio.
En diálogo con Marcelo Stampone en las Señales, Sappietro no duda en señalar que el origen de las crónicas es, ante todo, la radio. Fue allí donde comenzaron a tomar forma, como segmentos breves dentro de distintos programas. Durante mucho tiempo, él mismo pensó que esas palabras pertenecían únicamente al aire. Sin embargo, el pedido insistente de oyentes y colegas lo llevó a considerar la posibilidad de reunirlas en un libro. Así nació el primer tomo, publicado originalmente en 2010 y hoy reeditado, y así también surgió la necesidad de sumar un segundo volumen con nuevas historias.
La brevedad no es casual. Cada crónica está pensada con una medida casi exacta: una página A4, el equivalente a unos tres minutos radiales. En ese espacio reducido, Sappietro se propuso un desafío claro: presentar a los personajes, desarrollar una situación y ofrecer un cierre, sin perder sencillez ni claridad. Cada vez que una frase se volvía demasiado compleja, la reescribía, recordando que estaba destinada a ser escuchada. Esa búsqueda le dio a los textos un ritmo ágil y una cercanía que los emparenta con la tradición oral.
Las historias que habitan los libros provienen de la calle, del barrio, de los trabajos y oficios que marcaron la vida del autor. Son relatos de gente común, de sueños truncos y frustraciones, de bohemia, pelea y resistencia cotidiana. Personajes que rara vez aparecen en la crónica diaria de los grandes medios, pero que, para Sappietro, merecían un lugar donde existir y ser nombrados.
En ese universo aparecen también las influencias que atraviesan su escritura. La primera y más profunda es la de su padre, escritor de tango. De él heredó no solo el amor por ese género, sino también una forma de mirar el mundo. Aunque la vida le dio poco tiempo para conversar largamente con él, Sappietro encontró en los libros subrayados que dejó —entre ellos, las Aguafuertes de Roberto Arlt— una herencia literaria decisiva. Arlt, el tango y esas letras "bien escritas, de verdad", como las define, son referencias constantes en su manera de narrar.
El tango, inevitablemente, atraviesa las crónicas. Aunque en su juventud Sappietro se rebeló escuchando rock y discutiendo con su padre, con el tiempo terminó confirmando aquella idea tantas veces repetida: el tango espera. Llega en algún momento de la vida y ya no se va. En sus relatos aparecen ese tono nostálgico, esa melancolía digna y esa mirada compasiva sobre los derrotados que no se resignan.
También emergen las historias escuchadas en una fábrica, donde conoció a un viejo anarquista que le hablaba de torneos, luchas y derrotas cargadas de dignidad. Esos "eternos perdedores", como suelen llamarlos, son protagonistas centrales de las crónicas. Personas que siempre viajaron paradas en el colectivo, que pelearon desde abajo y que, aun así, nunca dejaron de creer.
De allí surge el sentido profundo del título. El adverbio "aparentemente" no es un detalle menor. Para Sappietro, esas causas no están perdidas mientras se sigan luchando. Hay en esa palabra una apuesta a la esperanza, a la posibilidad de que, a la vuelta de alguna esquina, exista una reivindicación para quienes cargaron con las derrotas. Si se sigue peleando, entonces no hay derrota definitiva.
La presentación del martes está pensada como un plan para compartir: mesas, algo para comer o tomar, amigos, tiempo. La elección del día no es casual; al ser feriado al día siguiente, la noche puede extenderse sin apuros. Sappietro imagina un encuentro cálido, cercano, fiel al espíritu de sus crónicas. Una celebración de la palabra dicha, de la memoria barrial y de esas causas que, aunque parezcan perdidas, siguen dando pelea.
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