miércoles, 23 de julio de 2025

Luciano José Ramón Corvalán - Lauro Campos 1943 - 2025

Rosario despide a una de sus voces más profundas y vitales del arte escénico: Lauro Campos, actor, autor, director, radialista y abogado, falleció a los 82 años, dejando un legado cultural que atravesó generaciones.

Nacido en Rosario el 23 de abril de 1943, bajo el nombre Luciano José Ramón Corvalán, Campos dedicó más de seis décadas a la escena teatral local, nacional e internacional. Desde su temprana juventud —cuando debutó en 1959 con apenas 16 años— hasta su última puesta en escena en 2024, sostuvo una entrega artística constante, apasionada y profundamente comprometida con la palabra, la ética y la estética.
Un artista múltiple
Campos escribió cerca de 150 obras de teatro, de las cuales más de un centenar fueron estrenadas, abarcando todos los géneros y registros: del drama clásico a la comedia social, del monólogo íntimo al radioteatro. En el género narrativo publicó Detrás de un vidrio oscuro (1992), Sábanas de seda y Salvar al inocente, relatos (Editorial de la Universidad Nacional de Rosario, 2003 y 2004). En Ediciones Deldragón publicó, además del libro de teatro mencionado, Pobre mundo perturbado (no sólo cuentos) en 2011; Sangre, coral y mejilla de sal, novela, en 2013; y los relatos contenidos en Shoá. El sentido de la vida, en 2014.

Actor y director teatral del teatro independiente de su ciudad, escribió teatro y narrativa. Impostores en Nueva York (Historias en Manhattan) (Ediciones Deldragón, 2011) y numerosas publicaciones de sus obras premiadas en las colecciones del Instituto Nacional del Teatro, como Circe o el banquete y El servidor, en las concretadas por Argentores: El camino del elefante, textos de Solomoncólogos y La cocina de los dramaturgos, además de la edición de su reconocida Despertar en Granada (2000, Universidad de Veracruz, México), son algunos de sus textos publicados en ese género.

Como actor, transitó una vastísima galería de personajes, pero también supo darle cuerpo y voz a los ausentes, a través de adaptaciones memorables de clásicos como Romeo y Julieta, Macbeth, Bodas de sangre y Testigo de cargo. Su capacidad expresiva, tanto en escena como detrás de un micrófono, lo convirtió en una figura admirada y querida por públicos y colegas.
"Lo que pasa es que el tipo no solo es talentoso, sino que sabe ir de la ironía al romanticismo, de la indiferencia a la pasión, del olvido al reencuentro. Y que, además de haber caminado la vida, es, básicamente, un hombre de teatro: ágil, delirante, sensible, abierto a todas las experiencias y dispuesto a compartirlas con quienes deseen participar de su mundo", escribió Mabel Pagano en la contratapa de su libro Vanpiraje. Crónica de una contaminación anunciada.

"Para mí, actuar siempre ha sido como el paraíso. Y yo estudié con gente que no sólo me enseñó Stanislavski, sino que me enseñó otros sistemas de interpretación. Especialmente el sistema inglés de interpretación, donde uno tiene la suerte de mirarse a sí mismo y estar mirándose y controlándose todo el tiempo para hacer lo que uno quiere, no lo que le sale. No obstante eso, ahora en pandemia, inquieto como soy, hice un curso con Dorita Baret y su hijo Matías Gandolfo online, sobre Stanislavski, para repasar y ver todo este mundo y estar en disponibilidad para actuar", contó en una entrevista.

Y siguió: "Yo no trato de ser un actor cuando actúo, no trato de ser creíble, de esos actores que la gente dice: ‘¡cómo le creo!’. Yo soy un poco exageradito. Yo creo, como Alfredo Alcón, que a la gente le gusta creer que eso que está viendo en escena hace a la inmortalidad, a la trascendencia del hombre. Y entonces, no me interesa hacer personajes creíbles, sino personajes desgarrados, personajes que sobrevuelan la tragedia y que la superan. A mí me gusta más eso. Pero también últimamente me han elogiado el enamoramiento que yo tengo con la cámara. Y como soy un contador, o un cuentero —como quieras llamarle— a través de la cámara… Y no sé, tal vez ya lo hice también en el teatro, cuando hice Andrónico hace unos cuantos años, dirigido por Nico Sagini. Hice Lauro cuenta Andrónico. Yo no solamente era Andrónico, sino que contaba todos los avatares de este personaje y de esta historia. Me gusta contar, hablar", le dijo a Leticia Teresa Pontoni.
La palabra en el aire: radialista y narrador
En paralelo con su tarea teatral, Campos se consolidó como un referente de la radio cultural en Rosario. Durante años condujo el ciclo Un clásico en la Clásica en FM 90.7 Radio Clásica Rosario, donde combinaba entrevistas, recomendaciones, relatos breves y microficciones dramatizadas. Su sección Chocolatines, en la que compartía anécdotas teatrales y personales, dio lugar a un libro entrañable que se convirtió en objeto de culto entre los artistas rosarinos.

"Mis expectativas con el programa en Radio Clásica es pasarla bien y que el oyente la pase bien en una época muy agresiva en los medios. Vivir, respirar, seguir adelante. Tres cosas que en estos momentos son muy importantes para los argentinos", señaló Lauro Campos.

Recibió múltiples premios por su labor radiofónica, incluyendo el Galardón Susini y el Premio Argentores por la radionovela Crack.
Trabajar y vivir la vida

En una entrevista con Leandro Arteaga en RosarioI12, recordó cómo pasó la pandemia: "En estos años terribles tuve la suerte de que Fernando Foulques me llamara para hacer un streaming, luego hice dos más con él, y también un programita de micros. Hice muchas cosas. Pero cuando se abrieron los teatros me dije: ¿qué hago? ¿Me quedo en mi casa mirando televisión o leyendo? En verdad, releyendo, porque he descubierto que es una condición de la vejez. Un médico mío me decía que, a esta altura, no leía cosas nuevas sino que releía, y estoy haciendo lo mismo, con cosas que leí a los 13 años, como cuando iba a Aricana y leía a Tennessee Williams en la doble versión, inglés y castellano. ¿Es éste mi destino hasta que me llamen de arriba? No, no puede ser, tengo que volver con algo, volver a trabajar y a vivir la vida del teatro. Así fue que me aferré a los tangos. Cuando Emmy Reydó —mi esposa y compañera en los escenarios desde 1969— se enfermó, y luego falleció, me quedé sin voz. Literalmente. Fue algo real, físico. Entonces decidí estudiar canto. Y esas clases, que tomo tres veces por semana y no una (risas), me devolvieron el tango".
Lauro y Emmy

Una vocación jurídica con sensibilidad humana
Además de su prolífica carrera artística, Lauro Campos fue abogado, recibido en la Universidad Nacional del Litoral, y trabajó durante más de tres décadas en los Tribunales Provinciales de Rosario, donde se desempeñó como Asesor de Menores del Juzgado de la Segunda Nominación, desde 1974 hasta su jubilación en 2007. Su labor en el ámbito judicial estuvo signada por un fuerte compromiso con la infancia y con los valores de justicia y contención social, que también se reflejaban en su teatro.

Sangre, coral y una mejilla de sal
En la contratapa de este libro, Estela María Errico escribió: "Lauro Campos accedió a la obra de Federico García Lorca desde la intuición y no desde su propia búsqueda racional, ignorando, a sus doce años, que, desde su rol de actor, sería uno de los que iba a interpretar con más fidelidad su carácter soñando. Porque de eso se trata: el interpretar es comprender, y con las virtudes artísticas de este teatrero emprendedor, se decidió toda su vida a hacerlo conocer a través de la interpretación y la dirección teatral.

Pero en un principio esta relación autor-intérprete estaba hecha con la admiración que brota, de música y destino, una adhesión inconsciente, un contrato de identidades.

Luego, la adhesión sería para siempre, al punto de ganar una mención de honor en el Concurso Tramoya de la Universidad de Veracruz, México, por su pieza Despertar en Granada. Una mención que obtuvo no solo por los giros idiomáticos, sino por la estructura del lenguaje andaluz que sorprendió al jurado en un escritor argentino y rosarino, nada menos.

La simbiosis entre autor e intérprete se fue puliendo a lo largo de toda una vida y esta novela, Sangre, coral y una mejilla de sal, es el símbolo total de tres elementos inherentes a Lorca: la incomprensión, la hipocresía de la sociedad granadina y la muerte.

Pero también estamos frente a una novela histórica que Campos sabe desarrollar con maestría y que, sin tener como personaje principal a Federico, nos muestra —a través de los demás— cómo un episodio histórico real, con distintos opinantes y perfiles, azota hasta la objetividad.

Y por sobre toda la novela se deja ver, emerge, con la ambivalencia que le vale a Federico, la ciudad de Granada, para que, como sino, se cumpla lo que escribió el poeta: "…y la fuente está contando lo que el ruiseñor se calla".

"Tendría doce o trece años cuando me acerqué a Lorca por primera vez gracias a Chelo Aymá, hermana de mi amigo Ricardo, que puso en mis manos un ejemplar de Yerma. Esa pieza teatral, como es lógico, me voló la cabeza. Luego me acerqué a la poesía lorquiana.

Ya en mi camino hacia el Colegio Nacional N.º 1, donde hice la secundaria, repetía obsesivamente esos versos buscando no sólo el tono apropiado, también el acento. Tenía ese interés tan de manía de imitar los acentos de las diferentes regiones de España, un país que he amado desde chico, al igual que el idioma castellano.

Después, ya teatrista, dirigí muchas obras de Federico: Bodas de sangre, en dos versiones; La casa de Bernarda Alba, en dos versiones; Doña Rosita la soltera, La zapatera prodigiosa y muchas más.
A lo largo de mi carrera me he subido al escenario para repetir, de una manera diferente y con estructura distinta, aquellas poesías lorquianas apropiadas al contexto histórico, en un unipersonal llamado Duerme donde mueras.

Después vino el estudio de la vida del poeta, luego la búsqueda de ese ser silenciado y exiliado por el estallido de la Guerra Civil Española y, finalmente, en 2000, la escritura de mi pieza Despertar en Granada, que ganó mención de honor en el Concurso Tramoya organizado por la Universidad de Veracruz, en Xalapa, México.

Finalmente, una pieza que hemos hecho mil veces con mi mujer: Últimos días con Federico, con dirección de Federico y Margarita Xirgu, la actriz catalana", así resume Lauro Campos su pasión por Federico García Lorca, en la que la vida y la muerte del poeta español tienen tanta relevancia.

Reconocimientos y despedida
En 2017, el Concejo Municipal de Rosario lo declaró Artista Distinguido por su "relevante trayectoria artística y su destacada participación en el desarrollo y la conformación del teatro y la cultura rosarina". Fue homenajeado en múltiples oportunidades por instituciones, colectivos artísticos y centros de formación.

La distinción fue impulsada por la concejala Norma López (Frente para la Victoria) y cofirmada por el entonces edil Jorge Boasso (bloque Radical). También participaron la presidenta de la Comisión de Cultura, Carola Nin, y otros referentes políticos y culturales.

"Su calidez humana, su compromiso con el arte y su incansable trabajo creativo son valores que quisimos destacar y celebrar. Lauro es un referente indiscutido de la cultura rosarina. Con más de 150 obras escritas, de las cuales alrededor de 100 han sido estrenadas, representa el ejemplo más claro de un verdadero trabajador de la cultura. Rosario le debía este reconocimiento", señaló Norma López durante el acto.

Durante la ceremonia, el actor y director Carlos Caruso hizo una reseña de su vida y su legado como dramaturgo. También se proyectó un documental audiovisual que recorrió sus obras más emblemáticas, acompañado por testimonios y escenas de archivo. El acto cerró con la entrega del texto declarativo, una plaqueta recordatoria y una medalla conmemorativa.
Emocionado, Campos cerró su discurso con una cita de William Shakespeare, uno de los autores que más lo inspiraron a lo largo de su vida: "Somos del mismo material del que se tejen los sueños…"

En abril de 2024, realizó su última aparición sobre las tablas con el unipersonal Memorias de un viejo gitano, basado en textos de Federico García Lorca. Una despedida poética, austera y cargada de emoción: "El arte se hace no sólo con talento sino con mucha energía física, y no quiero llevarlo a cabo cuando ésta ya esté flaqueando. Seguiré junto al teatro en otras labores que me ha permitido: la dramaturgia, la dirección, la producción, el diseño de vestuario y maquillaje. En fin, todo lo que no signifique exposición", señaló.

"Es una decisión meditada, no estoy triste. Quiero abandonar la escena cuando todavía puedo dar lo mejor de mí mismo. ¿Que si extrañaré? Sin dudas. Pero el arte se hace no sólo con talento, sino con mucha energía física, y no quiero llevarlo a cabo cuando ésta ya esté flaqueando. Seguiré junto al teatro en otras labores que me ha permitido: la dramaturgia, la dirección, la producción, el diseño de vestuario y maquillaje. En fin, todo lo que no signifique exposición. Y como diría el abogado que aún vive en mí: será justicia", subrayó.

Su legado permanecerá vivo: en sus textos, en las y los artistas que formó, en las y los oyentes que lo acompañaron, en las infancias que protegió desde el derecho, y en cada espacio donde el arte y la justicia se abrazan.

Otras Señales

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