Eugenia Craviotto Carafa es cantante, actriz y alma de Mamita Peyote, una banda que desde hace más de una década hace vibrar a Rosario y al país. Este sábado pasó por Señales para charlar sobre la presentación de Territorio Peyote, el tercer disco de Mamita Peyote, que no se presenta en escenarios clásicos, sino recorriendo barrios, dónde están enclavadas las bibliotecas populares, socias de esta gesta.
Nacida en el centro de Rosario, en el Sanatorio Parque, Eugenia fue traída al mundo por el doctor México. Luego volvió a Firmat, pero en 1997 se radicó definitivamente en Rosario. "Yo me siento rosarina más que nada en el mundo. Amo Rosario", dice, y no es solo una frase: esa identidad se traduce hoy en un proyecto que combina arte, música, comunidad y territorio.
Canta desde que tiene memoria. La música, quizás, le fue susurrada al oído desde la cuna. Su infancia transcurrió entre coros y melodías, y ese amor por el sonido tiene raíces profundas. Su abuelo, por ejemplo, tocaba el acordeón —instrumento que Eugenia sueña con volver a tener entre sus manos, aunque haya sido vendido tiempo atrás. Una reliquia querida, perdida en el río de los años.
Lucía, su abuela materna, cantaba con dulzura, una dulzura que parece flotar aún en el aire. Eugenia lleva su nombre grabado en la piel, rodeado de flores de lino —las preferidas de su "abu"—, aquellas con las que recorría el campo junto a sus hermanos, buscando mariposas que nacían como milagros entre los tallos.
En Firmat, donde transcurrió sus primeros años, Eugenia se anotaba desde muy chica en cuanto taller artístico encontraba: percusión, canto, guitarra. También hacía teatro, guiada por directores que llegaban desde Rosario, trayendo nuevas formas de contar, sentir y habitar otros mundos.
La cuestión histriónica siempre estuvo presente. "Mi primer gran amor fue el teatro. Empecé desde muy chica con Eduardo Ceballo, Horacio Sanzivero y otros… ahí comenzó todo", recuerda. La música llegó un poco más tarde, en la adolescencia, pero una vez que apareció, no la pudo abandonar nunca más.
Entre el jazz, el soul y los barrios: el territorio musical de Eugenia
Nacida en el centro de Rosario, en el Sanatorio Parque, Eugenia fue traída al mundo por el doctor México. Luego volvió a Firmat, pero en 1997 se radicó definitivamente en Rosario. "Yo me siento rosarina más que nada en el mundo. Amo Rosario", dice, y no es solo una frase: esa identidad se traduce hoy en un proyecto que combina arte, música, comunidad y territorio.
Canta desde que tiene memoria. La música, quizás, le fue susurrada al oído desde la cuna. Su infancia transcurrió entre coros y melodías, y ese amor por el sonido tiene raíces profundas. Su abuelo, por ejemplo, tocaba el acordeón —instrumento que Eugenia sueña con volver a tener entre sus manos, aunque haya sido vendido tiempo atrás. Una reliquia querida, perdida en el río de los años.
Lucía, su abuela materna, cantaba con dulzura, una dulzura que parece flotar aún en el aire. Eugenia lleva su nombre grabado en la piel, rodeado de flores de lino —las preferidas de su "abu"—, aquellas con las que recorría el campo junto a sus hermanos, buscando mariposas que nacían como milagros entre los tallos.
En Firmat, donde transcurrió sus primeros años, Eugenia se anotaba desde muy chica en cuanto taller artístico encontraba: percusión, canto, guitarra. También hacía teatro, guiada por directores que llegaban desde Rosario, trayendo nuevas formas de contar, sentir y habitar otros mundos.
La cuestión histriónica siempre estuvo presente. "Mi primer gran amor fue el teatro. Empecé desde muy chica con Eduardo Ceballo, Horacio Sanzivero y otros… ahí comenzó todo", recuerda. La música llegó un poco más tarde, en la adolescencia, pero una vez que apareció, no la pudo abandonar nunca más.
Entre el jazz, el soul y los barrios: el territorio musical de Eugenia
Se crió rodeada de soul, jazz y rhythm & blues, géneros que la acompañaron desde muy joven y con los que sentía una conexión profunda. Mientras sus compañeros de secundaria preferían la música nacional, ella se sentía "un poco rara", fascinada por artistas como Nina Simone y Ella Fitzgerald, que dejaron una huella decisiva en su formación musical.
Su madre, la periodista Silvia Caraffa, soñaba con que Eugenia hiciera carrera en el jazz. Pero la respuesta fue contundente: "¡Me voy a cagar de hambre, mamá!", soltó Eugenia, con la certeza de que ese camino no sería fácil.
Territorio Peyote, el nuevo disco, nace de una idea colectiva. "Empezamos a cranear con el equipo: '¿Y si pintamos un mural por cada canción? ¿Y si lo hacemos en bibliotecas populares?'", cuenta. Estas bibliotecas son faros de contención, producción, creación… pero muchas están cerrando. La propuesta fue creciendo sola, de manera orgánica, sumando actores, artistas, comunidades. Todo fluyó, como dice su canción Déjalo fluir.
El título Territorio Peyote encierra múltiples sentidos. "El territorio no es solo lo geográfico. Es identidad, pertenencia, elección, cofradía. También es lo simbólico. La música, por ejemplo, no tiene territorio… y sin embargo sí. Porque cuando alguien la escucha, la resignifica, la hace suya. Lo mismo ocurre cuando un artista convierte una canción en mural. Eso también es territorio", reflexiona Eugenia.
Ocho canciones, ocho barrios, un solo conjuro colectivo
Su madre, la periodista Silvia Caraffa, soñaba con que Eugenia hiciera carrera en el jazz. Pero la respuesta fue contundente: "¡Me voy a cagar de hambre, mamá!", soltó Eugenia, con la certeza de que ese camino no sería fácil.
Territorio Peyote, el nuevo disco, nace de una idea colectiva. "Empezamos a cranear con el equipo: '¿Y si pintamos un mural por cada canción? ¿Y si lo hacemos en bibliotecas populares?'", cuenta. Estas bibliotecas son faros de contención, producción, creación… pero muchas están cerrando. La propuesta fue creciendo sola, de manera orgánica, sumando actores, artistas, comunidades. Todo fluyó, como dice su canción Déjalo fluir.
El título Territorio Peyote encierra múltiples sentidos. "El territorio no es solo lo geográfico. Es identidad, pertenencia, elección, cofradía. También es lo simbólico. La música, por ejemplo, no tiene territorio… y sin embargo sí. Porque cuando alguien la escucha, la resignifica, la hace suya. Lo mismo ocurre cuando un artista convierte una canción en mural. Eso también es territorio", reflexiona Eugenia.
Ocho canciones, ocho barrios, un solo conjuro colectivo
El proyecto incluye ocho canciones, ocho murales, ocho Kermesses culturales. Todo comenzó en La Pocho Lepratti y terminará en octubre en Bella Vista Oeste, en la Casa de Luxemburgo, con la canción Backstabber y un mural de Shuli Rober.
"Territorio Peyote nace como una necesidad frente a los tiempos que estamos viviendo", explica Eugenia. "No sé si lo que falta es el vínculo entre el arte y la sociedad; está presente, pero necesita ser repensado desde una perspectiva más colectiva. El arte contiene una posibilidad de transformación, es quizás la más humana de las expresiones culturales. Pero el consumismo y la dirección que está tomando la humanidad parecen opacar esa capacidad transformadora. Justamente eso es lo que intentamos recuperar: esa potencia que tenemos como artistas para incidir en la realidad que habitamos o, al menos, intentarlo".
Financiar un proyecto de esta magnitud no fue fácil. "Con mucha voluntad. Armamos una carta de ayuda y salimos a golpear puertas. Varias empresas nos apoyaron y nosotros lo devolvemos con shows acústicos cuando ellos quieran. También contamos con el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario, que nos ayudó con el sonido para todas las Kermesses. Sin esa articulación entre lo público, lo privado y los artistas, sería imposible", afirma.
Las canciones y las bibliotecas se eligieron con un criterio simbólico. "Fue mágico cómo todo se fue dando. Justo en la Cachilo arrancaban las vacaciones de invierno, y esta biblio tiene una presencia muy fuerte en la infancia. Todo fluyó de forma muy orgánica", cuenta.
Entre susurros y sortilegios, nace "Conjuro": el hechizo compartido de Mamita Peyote y Muerdo
"Territorio Peyote nace como una necesidad frente a los tiempos que estamos viviendo", explica Eugenia. "No sé si lo que falta es el vínculo entre el arte y la sociedad; está presente, pero necesita ser repensado desde una perspectiva más colectiva. El arte contiene una posibilidad de transformación, es quizás la más humana de las expresiones culturales. Pero el consumismo y la dirección que está tomando la humanidad parecen opacar esa capacidad transformadora. Justamente eso es lo que intentamos recuperar: esa potencia que tenemos como artistas para incidir en la realidad que habitamos o, al menos, intentarlo".
Financiar un proyecto de esta magnitud no fue fácil. "Con mucha voluntad. Armamos una carta de ayuda y salimos a golpear puertas. Varias empresas nos apoyaron y nosotros lo devolvemos con shows acústicos cuando ellos quieran. También contamos con el apoyo de la Secretaría de Cultura de la Municipalidad de Rosario, que nos ayudó con el sonido para todas las Kermesses. Sin esa articulación entre lo público, lo privado y los artistas, sería imposible", afirma.
Las canciones y las bibliotecas se eligieron con un criterio simbólico. "Fue mágico cómo todo se fue dando. Justo en la Cachilo arrancaban las vacaciones de invierno, y esta biblio tiene una presencia muy fuerte en la infancia. Todo fluyó de forma muy orgánica", cuenta.
Entre susurros y sortilegios, nace "Conjuro": el hechizo compartido de Mamita Peyote y Muerdo
El conjuro es una fórmula ancestral que se utiliza para invocar, dominar o canalizar fuerzas sobrenaturales. Algunos lo llevan aún más lejos: lo emplean para curar, proteger o incluso realizar un hechizo. En ese registro simbólico y poderoso se inscribe "Conjuro", la canción que Mamita Peyote estrenó en la Biblioteca Popular Cachilo. Un bolero místico e hipnótico, con la colaboración del artista español Muerdo, que viene a sellar una nueva etapa del recorrido.
"No soy muy fan de explicar de qué se tratan las canciones. Me gusta más que la gente las escuche y construya su propia historia, que las resignifique a su manera", explica Eugenia. "Igual, esas cosas que mencionaste —invocar, curar, proteger— van totalmente en línea con el sentido de la canción. Es una canción de amor y desamor, un conjuro, plenamente".
Mamita Peyote ya venía trabajando con organizaciones. "Tenemos un tema con la Orquesta Infanto Juvenil del Barrio Triángulo. Fue parte de una transmisión que hicimos desde el Anfi, y también pudimos visitarlos en la escuela y compartir ensayos. Fue una experiencia muy linda y emocionante", recuerda.
En el corazón de Cachilo, un conjuro musical que resiste y renace: un canto como acto de vida y memoria
El domingo 6 de julio, se vivió una nueva jornada del recorrido con una Kermesse Cultural y Comunitaria en la Biblioteca Popular Cachilo, con transmisión en vivo de Aire Libre Radio Comunitaria desde el corazón de Villa Urquiza. Hubo feriantes, talleres, música en vivo, muralismo y mucha participación barrial.
"No soy muy fan de explicar de qué se tratan las canciones. Me gusta más que la gente las escuche y construya su propia historia, que las resignifique a su manera", explica Eugenia. "Igual, esas cosas que mencionaste —invocar, curar, proteger— van totalmente en línea con el sentido de la canción. Es una canción de amor y desamor, un conjuro, plenamente".
Mamita Peyote ya venía trabajando con organizaciones. "Tenemos un tema con la Orquesta Infanto Juvenil del Barrio Triángulo. Fue parte de una transmisión que hicimos desde el Anfi, y también pudimos visitarlos en la escuela y compartir ensayos. Fue una experiencia muy linda y emocionante", recuerda.
En el corazón de Cachilo, un conjuro musical que resiste y renace: un canto como acto de vida y memoria
El domingo 6 de julio, se vivió una nueva jornada del recorrido con una Kermesse Cultural y Comunitaria en la Biblioteca Popular Cachilo, con transmisión en vivo de Aire Libre Radio Comunitaria desde el corazón de Villa Urquiza. Hubo feriantes, talleres, música en vivo, muralismo y mucha participación barrial.
Desde la Biblioteca Popular Cachilo, la presentación de Mamita Peyote no fue simplemente una bienvenida: fue una declaración de principios. Eligieron las palabras de Liliana Bodoc para encender la ceremonia, como un conjuro previo al sonido:
"Vayan y cuenten en las aldeas que volvió el mensajero. Digan, también, que continúa cantando contra el Odio. Porque aprendió, de tanto andar la tierra, que el Odio retrocede cuando los hombres cantan."
Y allí estaban —el mensajero y su banda— respondiendo al llamado, devolviendo canto por palabra, presencia por deseo. Porque en tiempos difíciles, cantar también es resistir.
"Una alegría inmensa", resume Eugenia sobre ese segundo encuentro. "Te queda el cuerpo vibrando, el corazón latiendo a mil. Lo que pasa en estos encuentros es indescriptible. Podría caer en lugares comunes, pero es realmente maravilloso. Los vecinos, las vecinas, los feriantes, la gente que ayuda desde temprano, los chicos que actúan… todo el mundo poniendo el cuerpo y el alma".
¿Qué se viene ahora? El 20 de julio estrenarán Maldito en la Fontanarrosa, con una intervención artística de Flor Balestra y el Noke. Y luego llegará el cierre en octubre, junto con un documental que retratará no solo el recorrido de las canciones, sino el trabajo de todas las bibliotecas populares involucradas.
"Estoy súper entusiasmada con el documental. Me encargué de escribir todo el guion y de armar las entrevistas con muchísima ilusión. La idea es que no solo muestre la presentación del disco, sino que profundice en la labor y visibilidad de las bibliotecas. Descubrir ese mundo fue algo realmente hermoso. Merecen toda la visibilidad posible", confiesa.
Mamita Peyote no solo está presentando un disco: está encendiendo fuegos comunitarios. Porque cuando el arte se mezcla con la gente, el resultado es poderoso. Y eso, más que un territorio, es un conjuro colectivo.
Bio
Mamita Peyote es una banda nacida en Rosario en 2011, que fusiona géneros como reggae, ska, cumbia, funk, rock, gypsy punk y más. Se destacó a nivel nacional tras ganar el Concurso Igualdad Cultural en 2013 y lanzar su primer disco en 2014. Fue finalista del Rototom Reggae Contest Latino en 2015, año en el que también fue declarada "Banda Distinguida" de Rosario y nominada a los Premios Gardel.
En años siguientes, logró reconocimiento en concursos como "Camino a Abbey Road", figuró entre los más virales de Spotify y participó en festivales importantes como Cosquín Rock. En 2018 lanzó su segundo disco Runfla Calavera con gran repercusión. En 2019 recibió un diploma de honor del Senado argentino por su impacto social a través de la música. Los Peyoteros avanzaron en su proyección internacional, participando en eventos destacados como el Ruido Fest (Chicago) y el LAMC (Nueva York).
Mamita Peyote no es ajena al trabajo con organizaciones. En 2013 arrancaron, y desde entonces han tocado con la Orquesta Infanto Juvenil de Barrio Triángulo, participaron de "Territorios", un programa del Centro Audiovisual Rosario, y han pisado cada rincón con su música potente, inclusiva y colorida.