El crimen a quemarropa del editor periodístico en Trelew sigue sin condenados y bajo silencio cómplice. Un testigo se empeña en reactivar el caso y relata a "Río Negro" lo que vio esa madrugada.
Por: Ítalo Pisani, ipisani@rionegro.com.ar
Una obsesión tenía Ricardo "El Piraña" Gangeme días antes de morir asesinado: contarle bien las costillas al empresario constructor y ex amigo íntimo Héctor Fernandes en sus páginas de "El informador chubutense".
No era el único. Mucho rencor cosechaba el estilo intrépido, indiscreto y de punzante sensacionalismo de Gangeme. Lo sentía en carne propia también Daniel Vitti, quien veía cómo se frustraban sus aspiraciones políticas. Y varios hombres y mujeres más, "escrachados" en su columna-ventilador devorada cada sábado.
Estaba muy fresco el momento en que Fernandes paró su coche y le espetó a Gangeme en la calle: "Vas a pagar con tu vida lo que estás escribiendo", según testigos y la denuncia que el periodista hizo en la comisaría. Cuatro tapas del semanario volcánico eran elocuentes en munición gruesa. Una decía: "Fernandes vendió ocho millones a la Cooperativa y cobró sobreprecio de hasta 2.458%". La última portada: "Procesaron a Fernández". Se refería a un caso de lesiones y amenazas protagonizado por el empresario por una reunión de consorcio en su edificio.
Cinco días después, Gangeme aparecía con un balazo en el cráneo dentro del auto que no terminaba de estacionar y frente a su céntrico departamento.
Pasaron 10 años desde aquella madrugada ventosa en Trelew. Pasaron reconstrucciones, testigos baleados e intimidados, otros falsos y contaminados, periodistas amenazados, fintas procesales y un sonoro juicio. Nada. El crimen se mantiene impune.
Cordero y achuras tiernas, bombón helado, vino del mejor... Una cena exquisita en la AMEP (Asociación Mutual de Empleados Provinciales), en Rawson. En verdad, Gangeme no tenía demasiadas ganas de hacer sociales: venía de una pésima semana por la amenaza de Fernandes. Pero no podía decirle no a su amigo Alfredo Di Filippo. Al fin y al cabo podía conseguir algún jugoso dato para su periódico. Por eso fue con el fotógrafo Daniel Morales. Pero mucho murmullo y poca información.
"¡Vámonos!", le dijo ya impaciente a Morales pasada la medianoche. Manejó los 20 kilómetros hasta Trelew en su Chevrolet Vectra blanco. Ya era la madrugada del jueves 13 de mayo de 1999. Muy fea, tormentosa.
Gangeme dejó a Morales a su casa y se fue a cumplir su religiosa visita a Exedra. Estuvo apenas un rato. Apuró el café. "Muchachos, me voy... tengo mucho trabajo mañana".
Su departamento estaba cerca, a una cuadra de la Regional de Policía. Lo alquilaba pese a su gigantesca casa de las afueras de Trelew. La calle, bastante iluminada y transitada. ¿Qué más podía pedir para sentirse protegido? Ya había pasado por un calvario un año atrás, cuando fue secuestrado por una banda que lideraba una mujer resentida por detalles de su vida publicados en el periódico. Esa vez pudo abrir la puerta, tirarse... y contarla. Desde entonces siempre llevaba un arma encima.
Estacionó. De la nada apareció un hombre. Le golpeó el vidrio, según delataron luego las huellas de sus nudillos. Se tranquilizó: una figura familiar. Confiado, bajó la ventanilla y hablaron. El hombre apoyado con uno de sus palmares sobre el techo. Gangeme con el auto en marcha en su incompleta maniobra de estacionamiento marcha atrás.
De pronto asomó el calibre 38. El balazo entró sin contemplación en el ojo izquierdo de Gangeme y se incrustó en el cráneo.
En su auto quedaron sin tocar 1.300 pesos y tres cheques.
Era la 1.28 y el viento se empeñaba en soplar con más fuerza.
Pasaron diez años desde el asesinato de Gangeme y no hay un solo detenido. La causa entró en una indolencia flagrante.
Con la presión de un caso que sonó fuerte en el país, primero apresaron a unos "perejiles". Más tarde, con el aporte de testigos protegidos, creyeron encontrar al instigador, al ejecutor y al partícipe primario. Los acusados eran Osvaldo Daniel Vitti, Gustavo Fabián Smith y Alejandro Zabala. Pero luego de tres años de instrucción y el pedido de perpetua de un fiscal, quedaron absueltos en fallo unánime de la Cámara Primera del Crimen. Se cayeron las pruebas: es que toda la imputación se basaba en la Smith & Wesson secuestrada a Zabala. Y los peritajes no pudieron determinar la identidad del proyectil que se alojó en el cráneo.
¿Por qué se creía que Vitti podía ser el instigador? Había siete testigos de identidad reservada y un policía que habían aportado indicios.
Vitti era consejero de la Cooperativa Eléctrica y con aspiraciones de recuperar poder dentro de la institución. Se lo señalaba como puntero del actual gobernador Mario Das Neves.
Hubo un episodio que fue considerado en la causa que imputó a Vitti. Apenas dos días antes del crimen, éste saludó a Gangeme con una palmada en la espalda ante Smith y Zabala. El detalle se interpretó como una contraseña. Entonces Gangeme le reclamó a Vitti facsímiles de facturas de la Cooperativa con sobreprecios, que quería publicar cuanto antes. Fue en Exedra. "¿Me los conseguiste?", preguntó el periodista. "Pará... estoy en eso", fue la esquiva contestación de Vitti.
Dos testigos hablaron en el juicio de la enemistad que había entre Vitti y Gangeme por las publicaciones de "El Informador Chubutense" que perjudicaban la campaña. Es más, uno de ellos relató ante la Justicia que el consejero le dijo: "Tu amigo me tiene podrido, le voy a pedir que Fernandes ponga dinero para que le peguen un tiro en la cabeza".
¿Y Fernandes?
Apenas se conocía la ejecución de Gangeme, estalló su nombre como posible "cerebro" de un crimen por encargo. Ya el día del asesinato había allanamientos en su casa buscando pruebas de lo que resultaba evidente: la enemistad, las amenazas y las publicaciones que ataban al empresario a la corrupción.
Fernandes no era sólo dueño de un corralón. Era protagonista de negocios de la obra pública de la provincia y tenía intereses en el periodismo: administraba espacios en cables de la Patagonia, incluido el de Viedma-Patagones.
Fernandes era amigo y socio de Carlos Spadone, ex dueño de "La Razón", que compró el diario chubutense Jornada y convocó a Gangeme para dirigirlo en 1992, cuando éste vendía cosméticos en la misionera ciudad de Eldorado, alejado del periodismo.
En realidad, el empresario de la construcción y el periodista ya eran amigos, tan amigos que pasaban las fiestas juntos.
¿Por qué una amistad tan entrañable se transformó en cerril desprecio? Todo indica que tuvieron que ver los negocios.
Hay que reconocer que el espíritu por el dinero estaba en la naturaleza de Gangeme.
Gangeme y Spadone venían de una intensa relación, desde los ´70, que terminó hecha trizas. Juntos hicieron negocios con obras de teatro. Tuvieron éxitos. Y fracasos como la idea de traer al país el robot de King Kong que De Laurentis usó para su filme.
Dicen también que con el dinero de Spadone, Gangeme "compró" La Razón de Buenos Aires. Él mismo cuenta que resultó engañado con la operación, pues Spadone "se quedó con el diario y -como opción- me propuso levantar un diario fundido".
Fue durante su permanencia en Chubut cuando Fernandes le pidió a Gangeme que le presentara a Spadone. Se dice que Fernandes y Spadone hicieron buenas migas con rapidez. Y que Gangeme quedaba marginado.
Efectivamente, en 1998 Spadone termina ahuyentando a Gangeme de Jornada. El diario venía abrumado de deudas. Buscó a otro director, probablemente contrariado con Gangeme, pese a que éste supo llevar al diario a buenas ventas con el estilo lacerante de su columna de chismes, que firmaba como "El fantasmita".
Al romper con Spadone (y con Fernández), Gangeme fundó su propio periódico: "El informador chubutense". Y se tomó desquite.
El periodista intuía su destino trágico. Se lo confesó a sus afectos.
Cuando a su segunda esposa -Norma de Benedetti- le avisaron de su asesinato, recordó aquellas extrañas llamadas hechas desde una cabina de Trelew con un único mensaje mafioso: la música de la película "El golpe". Esta mujer también había participado de los negocios con Spadone. Fue directora de una FM en Trelew.
Al llegar la corona de flores de Spadone al velatorio de Gangeme, la tiró envuelta en bronca.
Tras la absolución del tribunal, la causa entró en vía muerta.
No hubo más ruido, salvo el balazo que recibió por la espalda Jorge "El Turco" Castillo en enero de 2005. Este ex informante de la Policía fue quien facilitó siete detenciones. Se salvó de milagro.
Hay, no obstante, unas pocas personas que no bajan los brazos: la familia (en especial su hijo Pablo), su abogado Alejandro Vecchi (conocido por patrocinar a la familia del fotógrafo José Luis Cabezas) y desde hace unos meses un hombre menudo empeñado en que la causa no prescriba. Es José Luis Vera. Vivía en Trelew y ahora lo hace en el Alto Valle. Por sus relaciones, sabe mucho del pago chico de Trelew de entonces. Ya fue testigo protegido, pero no se le ha prestado atención. Daba "la vuelta del perro" en Trelew esa noche de perros en la que murió Gangeme. Y vio extraños movimientos de vehículos y personas segundos antes del disparo. Desde hace unos meses, decidió contactarse con Pablo Gangeme y dar a conocer su testimonio a "Río Negro".
Diez años sin Justicia es demasiado tiempo. Pero más preocupa la inmovilidad de la causa.
El crimen de Gangeme fue señalado por organismos internacionales como uno de los más emblemáticos de la brutal censura en el país, a la par del caso Cabezas y del secuestro y muerte de Mario Bonino.
Si el silencio cómplice y la inercia de todos estos años en Chubut se justificó por la personalidad, el tipo de periodismo y el tándem de enemigos creados por Gangeme, estamos en problemas. No hay discriminación posible en tanto hubo un periodista que investigaba, desafiaba al poder y lo ha pagado con su vida.
El objetivo mafioso fue disparar sobre la tinta para eliminar el mensaje. Fue logrado.
El relato de un testigo
Hacía frío esa noche. Igual andaba gente en el centro.
Yo paseaba con mi auto. Paso por detrás de la terminal por calle Alem y cuando llego a Italia doblo a mano derecha. Tomo por Italia y llego al semáforo. Delante de mí, viniendo por Urquiza dobla una camioneta Peugeot 504 color blanca con una compuerta roja. Hace unos 20 o 25 metros y se detiene.
Observo que el acompañante le indica con la mano al que conducía una vivienda con un cartel. Me llamó la atención la actitud, por la hora.
Cuando voy acercándome, alcanzo a leer "Chubutense".
Al pasar al lado de la camioneta, nos miramos un instante con el acompañante. Me resultó conocido, pero no lo ubicaba.
Seguí por calle Italia, llego al otro semáforo y miro por el espejo retrovisor: la camioneta ya no estaba. O se había estacionado por ahí cerca o se había metido en el pasaje Santiago del Estero.
Cuando cruzo la estación de servicio por calle San Martín, se pone a la par mía una F-100 gris clara con una franjas color verde agua y vidrios polarizados. De a poco se adelanta. Llego al semáforo de calle Belgrano, a la derecha de donde está la confitería Exedra, y quedo atrás de la camioneta.
Observo por el reflejo de la luz de la calle que adentro van tres personas y veo que en la compuerta de la caja de la camioneta, del lado izquierdo, hay una calcomanía que dice "Xtreme".
"Es el novio de mi vecina", pienso. A esta camioneta siempre la veo estacionada en la esquina de la casa de mi madre, por lo general al mediodía.
Me adelanto a la camioneta. Cruzó Ridavavia y de pronto la camioneta se adelanta rápido por mi derecha, frena y se detiene a mitad de la plaza. Alguien baja de la camioneta y yo paso de largo.
Llego al semáforo de Mitre y veo que una persona viene de campera roja cruzando, en forma apresurada, como que salía del pasaje y se queda parado en la esquina. Lo veo bastante retirado del cordón, mirando hacia calle Julio A. Roca. Me pareció extraño que no cruce, estando en verde el semáforo.
Al pasar el semáforo nos miramos un segundo, él baja su cabeza y la da vuelta mirando al suelo.
Voy por San Martín. Cruzo Pellegrini y a la altura del badén escucho un estampido.
Paro, abro la puerta y miro debajo del auto. Pensé que había saltado una bujía, acelero; no, mi auto no tenía nada.
Más adelante, veo que viene un patrullero a contramano: un Renault 12 azul con las puertas delanteras blancas.
Se detiene a mitad de cuadra, justo detrás del galpón de la Ford, baja un policía con una linterna y comienza a revisar detrás de un árbol.
En 9 de Julio con Rivadavia, donde está Tía, a mi derecha viene bajando un auto a mucha velocidad, freno, y cruza el semáforo en rojo un Renault 12 color blanco (era del personal de civil de la Seccional Segunda, conducido por García alias "Charly" acompañado por el oficial Videra alias "Pato"). Al cruzar me miran y siguen velozmente por Rivadavia.
¿Qué hacía este móvil fuera de su jurisdicción? ¿Qué pasó? Algo jodido, pienso.
Cruzo Rivadavia, sigo por 9 de Julio y cuando llego a Mitre va llegando una ambulancia al edificio. Delante, en contramano estaba parado en la calle, el móvil que yo había visto antes: el Renault de Charly y Videra, y más arriba, el patrullero que vi detrás de la Ford, ya cortando en la Roca.
Eran los únicos policías, que estaban en ese lugar, siendo que a 150 metros de ahí está la Unidad Regional, el personal de civil de la Seccional Primera, la Brigada de Investigaciones y el Comando Radioeléctrico. Todo en ese perímetro. Ninguno de ellos está.
Me llama la atención; el único móvil que está es el del personal de civil de la Seccional Segunda y un patrullero de la Seccional Primera.
Para entonces se había formado un tumulto. Reconozco a un chico, el hijo de un amigo. Lo llamo, y al acercarse al auto le pregunto:
- ¿Qué pasó?
- No sé. Parece que se suicidó un viejo...
Pienso que el hombre debió tirarse desde el edificio.
Llego a mi departamento, y sin prender la luz, miro por la ventana. En eso pasa el Renault 12 con Videra y Charly: pasan despacio, mirando mi casa. Me llamó la atención eso, me quedé ahí aproximadamente diez minutos, pegado a la ventana y vuelven a pasar. ¿Me venían siguiendo? ¿Andan atrás mío?
Al día siguiente, voy a casa de mi hermana.
La tele estaba encendida.
- ¿No te enteraste?
- No, ¿de qué?
- ¿De que mataron a un periodista? Gangeme.
- ¿Quién es Gangeme?
- El del Informador Chubutense.
No sabía quién era Gangeme. Pero por la televisión pasan una foto grande de él.
¡Lo conozco. Es el fantasmita!
El relato corresponde a José Luis Vera, quien fue uno de los testigos protegidos de la causa.
Se hacía notar
La carrera periodística de Ricardo Gangeme fue tan llamativa y expuesta como la empresarial, de la que nunca terminó enriqueciéndose. Sí se daba gustos: buena ropa, auto de alta gama y algunas propiedades.
Se inició con referentes del periodismo de la talla de Arturo Jauretche, Rogelio Frigerio y César Tiempo. Vivía rodeado de poetas y escritores. Pasó por varias publicaciones, entre ellas "Clarín", "Noticias gráficas" y "La opinión", hasta que se fue a trabajar con Héctor García en "Así". Después contribuyó a la fundación de "Crónica", que dirigió durante 16 años. Fue de alguna manera mentor del estilo sensacionalista que al diario le reportó notables tiradas.
Con Spadone incursionó en el teatro en Mar del Plata, en televisión por cable y en la compra de "La Razón" (ver central). También adquirió y vendió luego "Radio Argentina". Fue el empresario quien lo llevó a Trelew para dirigir "Jornada". Tras romper relaciones, Gangeme fundó "El informador chubutense". Escribió tres libros de historias de vida: las de Eva Perón, Ringo Bonavena y el papa Juan Pablo II. Tenía 51 años.
¿Una pata policial?
Un aspecto desarrollado pero luego abandonado fue la "pata policial" del caso Gangeme. No fueron pocos los indicios para considerarla. Las dudas continúan abiertas:
¿Era policía el hombre de campera roja que se alejaba a la carrera de la escena del crimen? ¿Se estudió la coartada del entonces señalado por testigos, el policía Juan Grenillón, cuando dijo que estaba a 200 metros del lugar y se dirigía a visitar a su novia al hospital, en lugar de actuar frente al disparo?
¿Se investigaron las intimidaciones imputadas a dos suboficiales -Ricardo Salomón y Claudio Gajardo- hacia dos testigos?
¿Se investigó la denuncia del periodista Hugo Vidal, amenazado por "delincuentes disfrazados de policías", según dijo?
¿Por qué no había uniformados la noche del crimen, considerando que había tres unidades cerca? ¿Había zona liberada?
Fuente: Diario Río Negro