Fue el 21 de mayo de 1969 a raíz de la feroz represión de la Policía contra obreros y estudiantes.
Por: Eduardo van der Kooy
La Argentina parecía estar esos días de mayo más atenta a lo que sucedía en la Luna que en la Tierra. Los diarios y la televisión se ocupaban embelesados del inminente ingreso de la nave espacial Apolo X a la órbita lunar. Dos meses después, con la Apolo XI, dos astronautas concretarían una hazaña para la humanidad al pisar aquel suelo desconocido.
Juan Carlos Onganía aceptaba una invitación del dictador de ascendencia bávara, Alfredo Stroessner, para visitar Paraguay. Medio país estaba asolado por lluvias e inundaciones, sobre todo el conurbano bonaerense. El fútbol venía a los tumbos por esas lluvias. El domingo 18 de mayo se habían podido jugar apenas dos partidos. Casi todas las canchas eran verdaderos charcos.
Uno de esos partidos se disputó en Rosario. Central empató sin goles con Boca en un duelo de estrellas añoradas: Rattín, Marzolini, Novello, Madurga por un lado; Griguol, Biasutto, Gramajo y Poy por el otro. El gentío que presenció ese partido en Arroyito pareció atrapado por la pasión, ajeno quizás a las consecuencias que tendría la punta de una mecha encendida el día anterior. El sábado había sido muerto por la policía el estudiante Adolfo Bello. Dos balazos en la frente destrozaron su cabeza delante de una galería comercial, a metros de una de las esquinas célebres de la ciudad: Córdoba y Corrientes.
Mezclada entre la marea informativa que generaba la aproximación a la Luna, los medios de comunicación informaban sobre la agitación estudiantil en el país. El autoritarismo de Onganía había cebado ese fenómeno que, con el tiempo, amalgamó un frente político y social variado que terminó con su corto reinado.
Rosario vivía todavía con la pachorra de una ciudad alejada. De una ciudad extendida pero no de una gran ciudad, como es en estos tiempos. Casas bajas y grises, apenas un puñado de edificios en la altura. Esa apacibilidad aparente ocultaba una vida cultural y política intensa que se desarrollaba sin las marquesinas de ahora.
Los estudiantes debatían, seguro con menos resonancia, lo mismo que en Buenos Aires y las principales capitales del mundo. Las convulsiones de París, Berkeley o México. La apelación del catolicismo tercermundista y su opción por los pobres. Los movimientos revolucionarios de sesgo nacionalista y antiimperial. La revolución de Fidel Castro en Cuba. La presencia del Che en Bolivia.
Rosario se había convertido en atracción para los inmigrantes del norte pobre que pugnaban por una vida mas digna. Los conflictos con los cañeros tucumanos fueron vividos como propios. En esos días de mayo se exhibía una muestra llamada "Tucumán Arde". Las insinuaciones de rebelión sindical en Córdoba, en la industria automotriz, también repercutían. Pero parecieron existir dos detonadores para las jornadas de mayo bautizadas como "el Rosariazo": la muerte del estudiante Juan José Cabral, en Corrientes por una represión policial; aquel par de balazos que liquidaron la vida de Bello en pleno centro rosarino.
Entre el asesinato de Bello y el miércoles 21 de la gran revuelta transcurrieron jornadas de tensión extrema que presagiaban la tempestad. Las facultades de la ciudad eran un hervidero. La asambleas estaban prohibidas. Los alumnos con pelo largo eran mal vistos o perseguidos. Las muchachas con minifalda también. Los estudiantes se congregaban en los comedores universitarios. Allí comían, debatían y hasta se echaban a dormir. Venían peleando por los cupos de ingreso restrictivos que había impuesto la dictadura. A esa altura peleaban por todo.
La CGT de los argentinos que respondía a Raimundo Ongaro decretó el martes 20 un estado de alerta y movilización. Y una huelga para el día 23. Los estudiantes dispusieron también un paro nacional y una marcha de repudio.
Los comedores universitarios fueron cerrados por las autoridades. Los estudiantes armaron una olla popular frente al local de la CGTA. La amalgama para la rebelión estaba sellada.
Bien entrada la tarde una columna de varios miles de estudiantes se agrupó en las escalinatas del Jockey Club. La discusión fue si continuar con una marcha, amenazada por un formidable dispositivo policial, o hacer una sentada. Triunfó la idea de la sentada.
La policía empezó disolverla con gases lacrimógenos. Una andanada de bombas provocó un desbande. Pero ocurrió lo impensado: desde las puertas de las casas, desde las ventanas de los departamentos comenzaron a arrojarse maderas, papeles, trapos, neumáticos para hacer barricadas, para la resistencia. Los manifestantes se reagruparon en varios sectores de la calle Córdoba. Un grupo intentó copar la radio LT8. Otro pretendió marchar hasta la jefatura policial. Una ráfaga de balas fue disparada por la policía para frenar la insurrección. Cuando se disolvió un poco la locura y el desorden, ya entrada la noche, yacía sobre la vereda Luis Norberto Blanco, un estudiante metalúrgico de sólo 15 años. Estaba mal herido. Murió poco después en un sanatorio.
Rosario fue declarada zona de emergencia militar. Diez mil personas asistieron al sepelio de Blanco. Muchos sacerdotes de la ciudad y los aledaños se negaron a oficiar el tedeum del 25 de mayo.
Apenas ocho días después un alzamiento de mayores proporciones aún, conmovía a Córdoba y a la nación. Se trató del Cordobazo y en opinión de uno de sus líderes, el sindicalista Agustín Tosco, tuvo una inocultable inspiración en aquellos días rosarinos de mayo.
Dos películas para recordar la revuelta
Los 40 años del Rosariazo serán evocados con dos novedades culturales. Hoy se presentará en Rosario la nueva película de Gustavo Postiglione "Días de mayo": una historia de amor entre dos jóvenes en la dictadura de Onganía y los días de la revuelta (ver video entrevista del Club del Fun abajo). Mañana a las 20, en el Centro Cultural Parque España, se presentará el documental "El Rosariazo", de Carlos López. Son 48 minutos de archivos fílmicos inéditos, testimonios de protagonistas y la dramatización de una historia personal, la de un artista plástico.
Fotos: Carlos Saldi para la Revista Boom
Fuente: Diario Clarín