Por: Arthur Gregg Sulzberger
En 1896 mi tatarabuelo salió de su ciudad natal, Chattanooga, y viajó hacia el norte para comprar un pequeño periódico que languidecía en Nueva York.
Aquellos tiempos no eran diferentes a los de hoy: la agitación tecnológica, económica y social estaba alterando las tradiciones en el país. La gente que intentaba entender estos cambios y sus implicaciones se encontraba confundida por políticas polarizadas y una prensa partidista, más enfocada en sus propios intereses que en informar al público.
En este contexto, Adolph Ochs vio la necesidad de un periódico distinto y así comprometió a The New York Times a la idea entonces radical que aún lo anima. Prometió que el Times sería ferozmente independiente, que se abocaría a un periodismo con los más altos estándares de integridad y dedicado al bienestar público.
Su visión de la actividad periodística:
“Informar con imparcialidad, sin miedo ni favoritismos, sin importar qué partido, grupo o intereses estén involucrados”.
Su visión de la sección de opinión:Esta misión me parece especialmente urgente hoy que comienzo mi trabajo como director de The New York Times. Una vez más, nuestra sociedad está siendo transformada por fuerzas políticas, tecnológicas y ambientales que demandan un análisis profundo y una explicación meticulosa. Más de 120 años después de que la visión de Adolph Ochs se imprimiera en nuestras páginas, la necesidad de un periodismo independiente, valiente y confiable sigue siendo igual de grande.
“Invitar a una discusión inteligente de todos los matices de opinión”.
Este es un momento de crecimiento y de innovación fascinante en el Times. Nuestra actividad periodística es más fuerte que nunca gracias a la inversión en nuevas formas de hacer periodismo, como los interactivos, las audioseries (o podcasts) y el video digital, y a un gasto aún mayor en coberturas internacionales, de investigación y de denuncia. Nuestra audiencia, antes confinada en una sola ciudad, hoy se extiende por todo el mundo.
Por supuesto que también es un momento de profundo desafío para el Times — para los medios informativos en general — y para cualquiera que crea que el periodismo sostiene a una sociedad saludable.
Hubo una razón por la cual la libertad de expresión y de prensa ocuparon el primer lugar en nuestros derechos fundamentales. Nuestros fundadores entendieron que el libre intercambio y la capacidad de exigir al poder que rinda cuentas eran prerrequisitos para una democracia exitosa. Pero una confluencia peligrosa de poderes está amenazando el papel central de la prensa, que es ayudar a las personas a entender e involucrarse con el mundo que las rodea.
El modelo de negocio que sostuvo durante tanto tiempo al amplio y costoso trabajo del periodismo original está erosionado, lo que obliga a los medios de todos los tamaños y formas a reducir sus equipos de trabajo y sus ambiciones. La desinformación está aumentando y la confianza en los medios cae a medida que las plataformas tecnológicas dan prioridad a los clics, los rumores y la propaganda antes que a la investigación real; los políticos manipulan para sacar ventaja alimentando las sospechas sobre la prensa. La creciente polarización amenaza incluso la suposición fundamental de verdades en común, las que mantienen unida a una sociedad.
Al igual que nuestros antecesores en el Times, mis colegas y yo no cederemos ante esos poderes.
The New York Times seguirá buscando con curiosidad, valor y empatía las historias más importantes de nuestra era porque creemos que para mejorar el mundo primero debemos entenderlo. El Times continuará resistiéndose a la división y al pensamiento sectario dándole voz a un amplio abanico de ideas y experiencias, porque creemos que el periodismo debe ayudar a la gente a pensar por sí misma. El Times mantendrá sus más altos estándares de independencia, rigor e imparcialidad, porque creemos que la confianza es el bien más valioso que tenemos. El Times hará todo esto sin miedo ni favoritismos, porque creemos que la verdad debe perseguirse hasta donde sea.
Estos valores guiaron a mi padre y a quienes lo antecedieron como director, y guiaron a esta compañía a través de la guerra, de las crisis económicas, de la agitación tecnológica y los cambios más importantes de la sociedad. Estos mismos valores los sostuvieron cuando se enfrentaron a presidentes, cuando lucharon por los derechos de una prensa libre en la corte y cuando ignoraron los intereses financieros del negocio para favorecer nuestros principios periodísticos.
El reto que tengo frente a mí es garantizar que el Times asegure esos valores al mismo tiempo que abraza el imperativo de adaptarse a un mundo cambiante. He pasado la mayor parte de mi carrera como reportero, pero también he abogado por la evolución digital del Times: protejo nuestras mejores tradiciones, y miro hacia el futuro con entusiasmo y optimismo.
Muchas cosas cambiarán en los años por venir y creo que esos cambios llevarán a un trabajo periodístico más rico y vibrante que cualquier otro que hubiéramos podido soñar en tinta y papel. Lo que no cambiará: seguiremos brindándoles a nuestros periodistas los recursos necesarios para indagar en una sola historia durante meses; continuaremos apoyando a los periodistas en cada rincón del planeta mientras son testigos de sucesos en desarrollo, a veces con un enorme riesgo personal; seguiremos llenando de experiencia y conocimiento nuestro periodismo contando con abogados que cubran la ley, médicos que cubran salud y veteranos que cubran la guerra; mantendremos nuestra búsqueda de las formas más atractivas para contar historias, desde la prosa a la realidad virtual y lo que sea que venga; continuaremos dando prioridad a la justicia y a la veracidad en lo que publicamos por sobre todas las cosas, y en los inevitables momentos en los que no cumplamos con nuestro cometido, seguiremos reconociendo nuestros errores y nos esforzaremos para hacerlo mejor.
Creemos que este es el periodismo que nuestro mundo necesita y que nuestros lectores merecen. Esa ha sido la visión que ha guiado a The New York Times a lo largo de cinco generaciones y más de 120 años. Hoy renovamos ese compromiso.
Foto: Jeenah Moon
Fuente: The New York Times