Por Omar Tobío *
El ministro Juan Carlos Tedesco afirmó en una entrevista (PáginaI12, 28/07/08) que los medios le están haciendo el juego a la indisciplina que los chicos plantean con la difusión de sus filmaciones colgadas en Internet. Lo dicho es cierto, aunque es importante destacar que los hechos difundidos son situaciones de excepción, de conflictos de “alta intensidad” frente a un permanente conflicto de “baja intensidad” presente en gran parte del sistema educativo. En efecto, los profesores de distintas escuelas señalan en sus relatos que a los alumnos “no les interesa nada”, pero que la situación, aunque fastidiosa, es manejable. Pero esto no es lo novedoso: siempre hubo materias (a veces todas) que resultaban insoportables para los alumnos. Hasta hace tres décadas a un profesor le bastaba con saber la propia disciplina y algunos rudimentos de pedagogía y didáctica para sentirse útil en el marco de la ficción compartida que aseguraba que en la escuela se aprendía. Esa ficción requería y se apoyaba en un potente sistema coercitivo para los alumnos, siendo en realidad ahora lo novedoso la caída de ese dispositivo y no que a los chicos “no les interese nada”. Esta caída, a su vez, arrastró consigo a la palabra autorizada de los saberes disciplinares instituidos, quedándose los docentes sin ese respaldo. Ante la crisis de la educación enciclopédica hubo que salir a emparchar la situación enseñando procesos históricos o dinámicas sociogeográficas, con la nueva dificultad que impone la actualidad massmediática: en el mejor de los casos los documentales por cable pueden competir con el discurso docente y en el peor será el movilero de los canales de televisión quien cree que explica complejos procesos sociales (como las rutas que se cortan, el problema de los pueblos originarios tras la tala en la selva o los pasajeros enfurecidos por un paro de transporte) diciendo cualquier disparate “desde el lugar de los hechos”. Así, el saber docente se torna banal para los alumnos y ya ni siquiera merecedor de respeto. El profesor, destituido, canaliza como puede el conflicto de baja intensidad emergente: pocos escuchan, otros hablan, se paran, salen, entran, tiran papeles, se graban... Hasta que, a veces, se produce un desborde: la imagen difundida por la televisión de la emergencia de un pico de “alta intensidad” en el conflicto escolar con una profesora intentando seguir dando clase fingiendo ignorar a un alumno que le faltaba el respeto lo expresa cabalmente.
Se impone, entonces, una pregunta: ¿cómo hacer para promover un cambio de la posición docente a fin de bosquejar la elaboración de un nuevo dispositivo pedagógico democrático en este contexto, independientemente de esperar algún tipo de consideración ética por parte de los canales de televisión frente a la difusión de la “alta intensidad”? Además de agregar formación en valores, adicciones o convivencia, convendría preguntarse cuáles son las posibilidades reales que tuvieron y tienen los profesores para pensar el sentido de su accionar porque ahora, además también se hace evidente la necesidad de constituirse en un sujeto político comprometido para formar a otros sujetos políticos por medio de la propia disciplina, ya sea esta Geografía, Historia o cualquier otra, lo que implica recuperar la propia palabra. Esto también significa poder decir algo frente al festín con el que se han regodeado algunos animadores de noticieros televisivos entrevistando a la profesora de la escuela de Temperley a la cual sus alumnos intentaron quemarle el pelo y le colocaron un preservativo en la cabeza, quien, frente a las cámaras, apenas pudo balbucear alguna explicación confusa y contradictoria sobre lo sucedido, lo cual no pudo ser contrastado con otro discurso docente potente que produjese otros efectos de sentido frente a lo acontecido.
No obstante, lejos de las cámaras y los micrófonos, hay indicios concretos, claras señales, de intentos de colectivos docentes de tomar la palabra. No como retórica vacía sino como posibilidad de explorar y construir un pensamiento elaborado desde cada experiencia puntual puesta en diálogo y articulación con la de otros compañeros docentes, en una tarea de búsqueda de equivalencias entre las experiencias para –desde allí– llenar las palabras vaciadas en esta destituyente conflictiva escolar. Este trabajo continúa sin perder de vista que acaso, alguna vez, llegue un acompañamiento desde las más altas esferas gubernamentales para contribuir a que este frágil florecimiento pueda aportar materiales simbólicos para la construcción de una política de Estado tanto en lo relativo a la formación inicial docente como para facilitar el tender una mano a quienes ya están constreñidos por las redes destituyentes de los conflictos de baja intensidad escolar.
* Docente-investigador. Director de la Licenciatura en Enseñanza de las Ciencias Sociales, Escuela de Humanidades, UNSAM.
Fuente: PáginaI12