Por Luciano H. Elizalde
¿Cuáles son las obligaciones de comunicación pública que tiene un gobierno nacional? ¿Hasta dónde esta obligación puede condicionar el éxito de la gestión de las políticas públicas y en qué medida el Poder Ejecutivo debe o puede elegir entre la necesidad de legitimarse o la de exhibir mejor y con más claridad ciertos procedimientos y metas del gobierno para beneficio de la ciudadanía?
Más allá de la aporía que parece presentar esta pregunta, lo cierto es que se podría resolver por medio de un acoplamiento entre el camino del consenso fáctico y la vía de la mayor exposición y transparencia posibles como la manera normal de control que los ciudadanos tienen sobre sus gobiernos. Sin embargo, el problema que presenta esta solución ni siquiera es de orden teórico, en realidad, la situación problemática la origina el propio contexto. Y se encuentra marcado por el hecho, por ejemplo, de que haya sido noticia el anuncio de una conferencia de prensa de la Presidenta; esto es, por lo menos, una alerta acerca de lo que sucede en el proceso de comunicación institucional del Gobierno nacional.
Para algunos, por supuesto, el debate sobre qué, cómo, cuándo y dónde debería comunicar el Poder Ejecutivo es una especie de lujo discursivo o de ejercicio mental carente de utilidad si se compara con los problemas sociales y económicos por los que pasa el país. Pero el tipo, la modalidad y la práctica de la comunicación de la actual Presidenta -como de otros jefes de Estado- es algo que debería ser tratado no sólo como un mecanismo de nuestra cultura política sino también como un medio de gestión de las políticas públicas del Poder Ejecutivo.
Comunicación K
En los últimos seis meses, el Gobierno cometió ciertos errores estratégicos en sus decisiones sobre la comunicación pública con la ciudadanía. Tanto es así que algunas de las reacciones de repudio más emocionales en contra de la política gubernamental se originaron en discursos de la Presidenta. A su vez, durante estos meses se experimentó un "vacío de significados", es decir, un "grado cero en la significación" del comportamiento del Gobierno, reflejado en dos acontecimientos: en relación con el voto del vicepresidente Cobos y "su" solución en el Senado, por un lado; alrededor de la renuncia o de la salida del Jefe de Gabinete, Alberto Fernández, por otro. En ambas situaciones, hubiera sido conveniente para la ciudadanía escuchar directamente algunas palabras de la Presidenta, conocer su modo de razonar, saber qué pensaba en relación con estos acontecimientos, qué expectativas serían válidas y cuáles no para el futuro cercano.
Las dos situaciones eran suficientemente centrales y relevantes para la política nacional como para que "clasificaran positivamente" -dentro de cualquier manual de procedimiento- a la Presidenta como la encargada de comunicarse con la ciudadanía. No había peligro de desgaste de la imagen; al contrario, eran momentos de alta relevancia política: la relevancia del contexto hubiera enmarcado a la persona de la Presidenta con el mismo tipo de relevancia.
El problema de la aparición debe de haber sido el posible desgaste de la reputación de la Presidenta. Sin embargo, no deja de hacer apariciones en inauguraciones de obras, en algunos casos un tanto insignificantes para la preocupación presidencial. Desde mi punto de vista, hay un error de criterio al evaluar esta situación: el desgaste mayor no es producto de apariciones en contextos negativos, sino en contextos "insignificantes". El problema no sería tanto lo "negativo" o "positivo" del contexto como lo "relevante" o "irrelevante" de la situación o del motivo.
En ambos ejemplos, como sabemos, se optó por la no aparición de la Presidenta y, como consecuencia, por dejar que otros interpretaran y canalizaran el significado de los acontecimientos. En realidad, se perdieron dos buenos momentos para que la Presidenta mejorase su imagen y para que se aumentara el valor de la institución presidencial en una cultura y sistema político presidencialista.
Desde esta doble función -el fortalecimiento de la reputación - credibilidad de la Presidenta como persona, y la institucionalización del presidencialismo en nuestro sistema político-, la comunicación directa del Poder Ejecutivo con la prensa no es un asunto menor. Sea en el plano institucional como en el de la gestión política, el cuidado de la imagen presidencial es central. La "institución presidencial" es clave para el funcionamiento del resto de las instituciones políticas y económicas en la Argentina y, por lo tanto, termina siendo relevante el cuidado de la imagen de cualquier presidente en particular.
Desde el punto de vista de las instituciones políticas de la Argentina, la Presidencia de la Nación es central por la tradición que representa, por los valores que la constituyen y por los modelos de decisión y de coordinación política que genera para los electores, para las diferentes fuerzas políticas y para los partidos en el sistema político argentino. Por lo tanto, la imagen de la Presidenta es un capital simbólico suficientemente relevante para mantener en ciertos niveles la confianza en el sistema político y en el funcionamiento del sistema económico. Este parece un enunciado que se cierra en un círculo, parece un juicio autorreferencial: la imagen presidencial debería ser sólida porque la cultura política argentina tiene como central la institución presidencial; y la institución presidencial se fortalece porque la imagen personal de los presidentes es demasiado central.
Por otro lado, sobre todo en ciertos contextos, la comunicación presidencial es una función del consenso que necesitan las políticas públicas gestionadas desde el Ejecutivo. El diálogo racional, motivado por argumentos, la posibilidad de aclaración de los puntos de vista del Presidente, pueden ser modalidades para aumentar el consenso racional y crítico sobre las decisiones, los fines, los medios y los efectos de una política pública específica. En ambos contextos -en el institucional y en el de la gestión política- las conferencias de prensa son encuentros más "controlados" que se pueden dar entre los presidentes y los ciudadanos como telespectadores, gracias a la prensa y a los medios.
Repasemos algunas de las funciones que las conferencias de prensa cumplen en la comunicación política actual:
- Personalización del liderazgo. La conferencia de prensa es una instancia en la que la comunicación gubernamental se personaliza en las palabras de la máxima autoridad de gobierno. La sinceridad, la credibilidad, la confianza y la corrección en el trato con la prensa son parte de la percepción ética que los ciudadanos pueden tener de la persona que comanda el Poder Ejecutivo.
- Un mensaje con menos interferencias. Es una situación de exposición pública omnipresente: todos saben que están observando lo mismo y los ciudadanos cumplen diferentes papeles, primero como telespectadores, después como lectores y, finalmente, como evaluadores. De este modo, la conferencia de prensa permite que ni el discurso ni la imagen corporal del presidente se encuentren transfigurados por la misma prensa, sino que lleguen hasta las audiencias con menos posibilidades de manipulación o de distorsión no buscada.
- Conocimiento del líder como persona. La conferencia de prensa permite desarrollar una relación personal o intersubjetiva mediada entre el presidente y los ciudadanos. Aunque algunos sean escépticos en relación con este mecanismo, los medios técnicos de comunicación no son un freno perfecto para el desarrollo de una relación personal o para la elaboración de la imagen o representación de la persona que aparece; en algunos contextos es muy importante esta imagen personal. La conferencia de prensa colabora en diseñar una percepción más realista de la figura personal del presidente, con lo cual también permite aumentar sus rasgos de liderazgo.
- Más credibilidad, mayor legitimidad. La conferencia de prensa es una instancia en la que se puede aumentar el proceso de legitimidad de las decisiones de gobierno en la medida en que aumenta la credibilidad de la persona del presidente. La credibilidad es un mecanismo complejo que permite que el interlocutor relacione lo que el otro dice con las intenciones que percibe y los hechos finalmente que resultan o han resultado en el pasado. La persona que cuenta con más credibilidad posee competencias para conseguir mayor legitimidad social, es decir, para aumentar el consenso.
- Diálogo y motivos internos. La posibilidad de un diálogo, de preguntas respondidas y de preguntas a otras preguntas, hace posible que la audiencia conozca razones y motivos de las decisiones, con lo cual permite una mayor comprensión de las propias determinaciones. También aumenta la confianza en las decisiones posteriores, en la medida en que los ciudadanos terminan asimilando una imagen más realista, acabada y precisa del líder.
El autor es profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad Austral e investigador del Conicet
Fuente: Diario La Nación