Por: Josep Mª Casanovas
Pekín, capital del mundo. Los Juegos Olímpicos se han convertido en el evento mundial por excelencia. Es el no va más en todo, en participación de países, en número de deportistas, en medios informativos acreditados y en horas de transmisión por televisión. Nada en el mundo mueve tanta gente ni despierta tanta expectación. Esto tiene sus ventajas y sus peligros. Lo mas relevante es que durante dos semanas la actualidad mundial parece girar en torno a los récords convirtiendo a la ciudad organizadora en capital del mundo. En contrapartida, el mayor riesgo es que la propia dimensión del acontecimiento se desborde y la cita sea noticia por motivos al margen del deporte. Esto es ni más ni menos lo que ha pasado con China y Pekín en los últimos meses. La problemática política del país más poblado del mundo ha dado la vuelta al mundo enlazada a los aros olímpicos en forma de manifestaciones y amenazas de boicot. La represión que se vive en el Tibet ha protagonizado el recorrido de la antorcha olímpica.
El deseo y la realidad. Los Juegos tienen un impacto mundial asegurado pero no hacen milagros ni consiguen transformar por arte de magia lo que tocan. Pekín 2008 será un escaparate fantástico pero no cambiará el país, no traerá la democracia, no llevará la libertad deseada. Eso sí, se repetirá la historia vivida en Seúl en 1988, servirá para dar una imagen moderna de China mas allá de sus miserias internas, significará un punto y aparte para una población que vivía de espaldas al mundo. Desde que consiguieron la nominación olímpica en Moscú en el año 2001, China ha avanzado más que en todo el siglo anterior. Es su gran reto, su puesta de largo en el mundo, la confirmación de que son una primera potencia a nivel económico. Ya no son sólo noticia por su mano de obra barata, por la explotación de los trabajadores, por sus temidas y perseguidas imitaciones, ya son capaces de organizar unas Olimpiadas donde lucharán por desbancar a Estados Unidos en el podium del medallero. Por si fuera poco, preparan sin límite de presupuesto una ceremonia inaugural como no se ha visto en la historia, con un derroche de medios y efectos que pretende deslumbrar al mundo con una fachada de cine.
Deporte y política. Otra cosa muy distinta es que todo esto sirva para conseguir el objetivo de los dirigentes chinos, que la política no interfiera con el deporte. Esta es una batalla que van a perder, ya que va a ser muy difícil que los deportistas no se pronuncien en el podium como sucediera en 1968 cuando dos atletas negros levantaron el puño contra el racismo. Es tan clara y manifiesta la falta de libertad que hay en China, que ha bastado la polémica de unas webs prohibidas para que toda la red de Internet se haya puesto en pie de guerra contra una forma de censura intolerable en pleno siglo XXI. Los fuegos artificiales y la modernidad arquitectónica de unas instalaciones propias de los decorados de Hollywood no conseguirán el deseo soñado, que la realidad oculte un país más preocupado de la imagen que de los derechos humanos. Una cosa es aterrizar en el aeropuerto mas grande y espectacular del mundo diseñado por Foster y otra distinta es saber que en las cárceles hay cientos de periodistas condenados por defender la libertad de expresión. Unos contrastes brutales que tienen dos caras, lo que sale por televisión y lo que se oculta.
Fuente.: Sport.es
Imagen: Flirck