lunes, 8 de marzo de 2010

"A Domoslawski a veces le sale el parricida que lleva dentro"

Ante la polémica generada por la biografía de Ryszard Kapuscinski, realizada por un discípulo del periodista que afirmaba que sus crónicas estaban falseadas, su amiga y traductora al castellano, Agata Orzeszek, desmiente éstas y otras acusaciones y tilda al autor de “parricida”. El debate ha devuelto la vigencia a su obra en Polonia y fuera de su país
La clave aparece escrita bajo el título del libro, pero nadie ha reparado en ella. “El hombre, el reportero y su época”. “Es la segunda vez que asisto a la defenestración de un hito de la cultura europea. La primera vez fue con Günter Grass. ¿Porque en su adolescencia cometiera un error va a resultar ahora que “El tambor de hojalata” tiene menos valor?”. Para Agata Orzeszek, traductora de la obra de Ryszard Kapuscinski en España y amiga personal del periodista, con el que comparte nacionalidad, lo principal es el contexto. Y el contexto es la historia. Hace tres años que el reportero polaco falleció de un infarto. Exactamente, el 23 de enero. Pero desde entonces, su figura ha sido sacudida de manera intermitente por críticas procedentes de diversas esferas. Parece que lo que nadie se atrevió a decirle en vida se lo quieren decir ahora que está muerto, y el capítulo de alegaciones y defensa resulta imposible.
Entender al personaje
Algunos le han acusado de colaborar con el comunismo, y una reciente biografía titulada “Kapuscinski non fiction”, firmada por Artur Domoslawski, discípulo y amigo del autor de “Ébano”, sostiene que muchas de sus crónicas no son “hechos sino literatura” y que algunos de los encuentros que mantuvo con personalidades forman parte de la “leyenda”.
Sobre estos pilares se ha erigido una polémica que promete perdurar y que para nada está preocupada en entender al personaje al que se demoniza. “Lo primero que hay que hace es comprender los condicionantes históricos –señala Orzeszek–. Kapuscinski salió de un país en guerrra. En aquella época tenías que elegir entre Hitler, con lo que el nazismo representó para Polonia, y el comunismo. En esos años, todas las personas que se consideraban decentes, y Kapuscinski era de las más decentes que he conocido, elegían el comunismo. Se adhirió a él, sí. Pero eso ya se ve en “La jungla polaca”. Era una generación traumatizada por la guerra. En ese periodo, además, no se llamaba comunismo, sino socialismo. De hecho, el partido en el que militó fue el Partido Obrero Unificado de Polonia. Ahí no aparece la palabra comunismo”, añade. ¿Pero qué quería Kapuscinski del comunismo? “Siempre fue a contracorriente. A su modo. Luchaba por un socialismo con rostro humano que favoreciera a las personas. Siempre estuvo del lado del oprimido”.
Agata Orzeszek es una de las pocas personas en España que han leído la biografía de Domoslawski. La pregunta es tentadora. ¿Es tan devastadora? “El autor intenta ser honesto, aunque a veces le sale el parricida que lleva dentro. Se nota que se pregunta por cosas que no se atrevió a hacerle cuando todavía vivía. Lo que hace es bajarlo del pedestal y mostrar a la persona de carne y hueso, pero en ningún momento le ha quitado la grandeza profesional”. Una de las consecuencias imprevistas de esta biografía es el debate interno que ha abierto en Polonia: “Los jóvenes de treinta años están encantados; los mayores, escandalizados. Más que la vida privada de él, lo que ha interesado a los jóvenes es que el libro, que está dividido casi por décadas, cuenta cómo funcionaba la censura y han descubierto una realidad nueva. Las reglas de un Estado, la relación entre la prensa y el poder, cómo eran las relaciones personales y cómo se movía pefectamente Kapuscinski.
Cuando se le sugiere a Agata Orzeszek si Kapuscinski cayó en la trampa de falsear o recalcar en exceso la realidad, contesta: “Recuerdo un pasaje de “Un día más con vida” donde se refiere a una serpiente. Kapuscinski se documentaba mucho, pero esa serpiente que menciona no vivía en África, sino en Brasil. Se confundió y se lo dijimos. Nos pidió que lo corrigiéramos. Se había equivocado. ¿Pero eso quiere decir que no había serpientes en África? Para mí, sin duda, continúa siendo una referencia. Un hombre capaz de una observación como ésta: en los restaurantes de Rusia no había cuchillos porque habían usado el metal para las alambradas de espino”.
“Un gran escritor”
La pregunta pendiente es: ¿Cuál es el límite entre el periodismo y la literatura? Para el periodista norteamericano John Lee Anderson, autor de “Che Guevara. Una vida revolucionaria”, no hay duda de cuál es el papel de un reportero cuando escribe un artículo: “Ser fiel a lo que presencia y recordarlo así para los lectores. Si el cielo es azul, en el periodismo no puedes decir que es negro. En la ficción, sí. En el periodismo, si no estabas en el sitio, no puedes decir que estabas”. Lee Anderson ha sintetizado su trabajo en una regla: “Mantener la ética de ser honesto con mis entrevistados y con el lector”. La impresión que guarda de Kapuscinski es que, “más allá de cualquier defecto que pudo haber tenido, era un formidable prosista y demostró que como escritor podía enfocar nuestra atención en lo supuestamente marginal y olvidado. Hablo de personas, conflictos y hasta de países enteros de África y América Latina. Esa fue su gran virtud. Si pensamos en la Angola revolucionaria de los setenta, inmediatamente nos viene la vision que nos dejó él, para bien o para mal; lo mismo podemos decir de Etiopía, Irán o El Salvador. No sé si era ficción o periodismo; ojalá él nos los hubiera dejado más claro y no tendríamos esta controversia. Pero sin duda era un gran escritor, y algunas de sus obras pertenecen a la categoría llamada “Literatura”“.

Domoslawski, “un mal discípulo”
Alicja, la viuda de Ryszard Kapuscinski, ha intentado parar la publicación del polémico libro. ¿Por qué? La respuesta la proporciona la traductora del autor, Agata Orzeszek: porque “le ha incomodado que entrara en la vida familiar del autor. En ese aspecto, estoy de acuerdo con ella. Artur Domoslawski ha sido un mal discípulo de Kapuscinski, porque Kapuscinski jamás hubiera perjudicado a nadie. El autor –prosigue Orzeszek– ha desnudado el monumento hiriendo a su viuda y a su hija. En ese aspecto me solidarizo con ellas dos”, dice la amiga del fallecido periodista polaco, en la imagen, en Oviedo, donde recogió el Premio Príncipe de Asturias. Y agrega que “Domoslawski ha contado la vida afectiva que mantuvo Kapuscinski al margen de su matrimonio. En una generación como a la que pertenecían él y su mujer, que es también la mía, el ámbito privado era el ámbito privado y no entraba nadie. En la vida todo se termina por saber, pero podía haber esperado veinte o treinta años para contarlo”, asegura. Ha resultado muy inoportuno”, concluye Orzeszek.

Fuente: Diario La Razón

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