Por: Robert Funk*
¿Quién lo hubiera pensado cuando salieron los niños a las calles a exigir una mejor educación? ¿Quién lo hubiera pensado durante ese largo verano de 2007, con las colas y los BIP y los cambios de ruta? ¿Quién lo hubiera pensado cuando el plato sí se repitió? ¿Quién lo hubiera pensado cuando la economía comenzó demostrar que, en realidad, no estaba tan bien protegida de los efectos de una crisis financiera al otro lado del mundo? ¿Quién hubiera pensado que, justo cuando nos estábamos recuperando del terremoto literal, nos llegó un terremoto litoral?
La verdad es que Michelle Bachelet ha tenido muy mala suerte durante sus cuatro años en La Moneda. Pero también es verdad que cada uno de los episodios recién nombrados fue exacerbado por malas reacciones políticas. Sin embargo, la Presidenta, que desde el terremoto ha tenido un performance ejemplar, deja La Moneda como la mandataria más popular en la historia del país. Es esta combinación de múltiples crisis y alta popularidad lo que hará que Bachelet sea recordada como una Presidenta de teflón, a la que nada se le pega.
Esto no es casualidad. Una interpretación es que es la cariñocracia – el carisma personal de la Presidenta – lo que la protege, y explica la diferencia en los niveles de aprobación entre la Presidenta y el gobierno en general. Otro análisis sería que las políticas de protección social le han otorgado a esta Presidenta una imagen de alguien que se preocupa por los más necesitados. Pero la reacción política al terremoto parece darnos otra pista para poder entender el fenómeno de la Presidenta de Teflón.
Se ha podido observar a lo largo de estos cuatro años, y especialmente en la reacción al terremoto, una lógica apicultural en la administración Bachelet. Cualquier gobierno, y especialmente los gobiernos presidenciales, están preocupados por la imagen del mandatario. Pero uno intuye que por diversas razones –por la relación poco profunda con los partidos políticos de la Concertación, para dejar abierta la posibilidad de un regreso en 2014, y ¿por qué no decirlo? por su género– la protección de la abeja reina parece haber sido una prioridad en este gobierno.
La política apicultural no es, en sí, algo negativo, ni significa que la Presidenta no goce, por mérito propio, de tremendas habilidades políticas. Si la política moderna se practica, en gran medida, a través de los medios de comunicación, las buenas estrategias comunicacionales son parte de una buena estrategia política. En este caso, qué duda cabe que sus altos niveles de aprobación le han ofrecido a la Presidenta cierto espacio de maniobra, cuando tal vez otro líder enfrentando tantas crisis se hubiera visto más dañado y por lo tanto con un poder disminuido.
Pero hay algunos riesgos. Tal como ocurren con las sartenes, el teflón a veces se empieza a desgastar. La imagen del primer presidente de teflón, Ronald Reagan, sufrió cuando dejó el poder y ya no gozaba con un acceso diario y directo a la ciudadanía. Segundo, uno de los grandes beneficios de la popularidad – la posible candidatura a futuro– la transformará en un blanco tentador para ataques desde la Alianza. Aspirantes concertacionistas también tendrán que despejar su camino.
Dudo que a Michelle Bachelet se le hayan olvidado los comentarios críticos que en varias oportunidades hizo el ex presidente Lagos. Eso, como la lógica apicultural, influirá en la actitud post-presidencial de la Presidenta Teflón.
*PhD en ciencia política. Subdirector Académico del Instituto de Asuntos Públicos, Universidad de Chile
Foto: Michelle Bachelet, en visita a la Región del Maule. Vía: Gobierno de Chile
Fuente: El Mostrador