La Presidenta de la Nación apeló constantemente al sarcarsmo para evitar las preguntas más comprometedoras y corrigió a sus interlocutores siempre que pudo.
Por: Octavio Tomas
Aunque los funcionarios kirchneristas se empeñen en remarcar que la apertura de la presidenta Cristina Fernández a la prensa es real y sincera y no algo que responde a la necesidad de un cambio de imagen, la primera mandataria dio este sábado, en su primera conferencia de prensa, claras muestras de intolerancia para con los medios presentes. Eso sí, como bailarina después de un tropiezo, a pesar del malestar nunca se olvidó de mostrar una sonrisa.
Desde el comienzo quedó claro cuál iba a ser el tono de una conferencia arbitraria y sin repreguntas. Lo primero que hizo Cristina Fernández, desde su atril en el salón de Olivos, fue señalar que esa no era solamente la primera conferencia en la Era K, sino la única desde 1999 hasta la fecha. “O sea que no fue solamente el ex presidente Kirchner quien no las hizo”, aclaró, como si las falencias por ser colectivas dejaran de ser falencias.
La Presidenta escuchó todas las preguntas alternando ceño fruncido con sonrisa irónica y, en general, sus respuestas comenzaron con una broma o una descalificación a su interlocutor. Así, elevada como espíritu de maestra ciruela, prefirió hacer hincapié en las falencias ajenas antes que contestar con exactitud lo cuestionado: una pequeña muestra de la imagen que esta conferencia pretendía modificar.
Cuando le señalaron que decidió defender al cuestionado secretario de Comercio, Guillermo Moreno, dijo: “Me llama la atención el verbo utilizado, usted dice ‘defender a un funcionario’, no tengo por qué defenderlo, a no ser que ustedes lo hayan atacado, cosa que no creo”.
Con esa evasiva, la Presidenta justificó su defensa a “Patota”. Como no se podían hacer repreguntas, nadie tuvo oportunidad de señalarle que las defensas no se hacen sólo ante ataques, sino también ante denuncias o acusaciones, y sobre Moreno pesan unas cuantas.
Al periodista de Radio 10, por ejemplo, lo interrumpió en plena pregunta porque la llamó “Presidente”: “¿Por qué los de Radio 10 insisten en llamarme Presidente si La Nación ya explicó en un artículo que me pueden llamar Presidenta? Y usted sabe que en materia de tradición La Nación es decana”. A la colega Gisela Marziotta del canal América, que, es cierto, se extendió bastante en la formulación de su pregunta, se le rió y exclamó, mirando para otro lado: “Ya no sé qué contestar, hizo un tendal de preguntas”.
Lo destacable de Cristina Fernández, en este caso, es que no distinguió entre oficialistas y opositores: al periodista de Todo Noticias que le preguntó si Cobos tenía perfil de traidor lo esquivó con un ultrasec: “Yo respeto mucho a las instituciones”. Y al cronista de Página/12 qué se interesó por los “cambios de aquí en adelante” en el Gobierno le dijo: “Sí, los cambios para atrás serían complicados”.
Los periodistas extranjeros, por su parte, fueron cuestionados en todas sus apariciones. A uno y cada uno de los que intentó ser algo punzante, los subestimó con la siguiente pregunta: “¿Hace cuánto que sos corresponsal en el país?”. Y seguido a la respuesta del periodista les explicaba que si hubiesen estado desde antes entenderían algo que sólo ella puede entender. Incluso a una colega la mandó “a buscar un poquito en Internet”. Con la periodista de Reuters, que se interesó por el futuro de la moneda argentina, al menos intentó ser graciosa: “Si supiera qué va a suceder con las monedas en un futuro estaría en cualquier otro lado, pero no en Olivos”.
Otros momentos cumbre de la conferencia de Cristina, que no escatimó en “hociquitos” para las primeras filas mientras otros hablaban (léase “hociquitos” como esa manera de sonreír con complicidad hacia sus espectadores que ella tiene, frunciendo un poco la nariz y achinando los ojos), fueron cuando despachó a una periodista con un “seguí participando” tras contestarle con un simple “no” cuando le preguntó si habría más cambios en el Gabinete; o cuando respondió con un “it’s too much”, cual Moria Casán, al pedido de un cronista de repetir semanalmente las conferencias; o cuando calló a los presentes con un “¿por qué tanto murmullo? estoy contestándole a un compañero de ustedes” (el murmullo era porque se había anunciado el fin de la conferencia y más de 70 periodistas se quedaron con las ganas).
Ni Miguel Núñez, vocero presidencial y moderador de turno, se salvó de la acidez de la Presidenta. Cuando intentó hacerse el gracioso anunciándole que la periodista de apellido Cavallo nada tenía que ver con el ex ministro de Economía, lo frenó sin escrúpulos: “No entiendo el chiste. No veo a qué viene la aclaración, si tuviera que ver no habría problema tampoco”. Núñez entendió, entonces, que él debe seguir siendo, como más de una vez le dijeron, el vocero que no habla.
Cristina reservó la buena onda, por así decirlo, para sus preferidos: Caiga quien Caiga. Ignorando los esfuerzos de Núñez por mantener el orden, dijo en voz baja, riéndose y moviendo la boca como Patricia Sosa: “¿Quién esta ahí? ¿El de CQC? No, a vos no, ¡es en serio esto!”.
Para terminar, y por si a alguien no le había quedado claro, la Presidenta repitió lo dicho al comienzo: “Encantada de recibirlos y acuérdense, era desde 1999. Gracias, gracias”.
Fuente: Critica de la Argentina