Ella es, sin distinción de género, una de las conductoras periodistas más talentosas de la Argentina. Desde hace mucho más de una década, casi dos, viene penando por conseguir trabajo.
Por: Rodolfo Braceli
Me la crucé esta semana y le pregunté en qué medio estaba. “En ninguno. Pero sigo buscando. Mientras, estudio antropología”. Ella es Liliana López Foresi. Retomo lo que escribí hace casi tres años. No soy reiterativo, reiterativa es la realidad.
Atención con esta mujer. “Muchos minimizan su sólida formación intelectual diciendo algo que, por otro lado, es imposible negar: tiene un organismo desasosegante. Lo de siempre: ¿cómo puede ser tan culta si es tan bella? Y bueno, con López Foresi hay que resignarse. Voz, dicción, rostro, porte. Pero antes y después de eso: sintaxis, notable cantidad de libros leídos (y asimilados). Además: corajuda, adicta al estudio. No sólo es inteligente, cultiva su inteligencia. Como periodista radial y televisiva fue varias veces condecorada con despidos, censuras y amenazas”.
Esto lo escribí en el capítulo que le dediqué a López Foresi en mi libro “¿En qué creen los que SÍ creen?” (Aguilar, 2001). Pasaron los años para el país en el que respiramos. Ella sigue padeciendo censura no explicitada. Se le impide tener el sitio que sobradamente merece. Pocos periodistas más censurados que ella en la Argentina. Lo que escribí entonces, puedo repetirlo. Desgraciadamente para nosotros como sociedad y para esta frágil democracia que, desde 1983, nunca dejó de estar en la cornisa.
Solemos dividir entre medios de comunicación y de incomunicación. Habría que agregar los de descomunicación. La comunicación comunica. La incomunicación traspapela y distrae. La descomunicación descompone, pudre. Para los abundantes y exitosos medios de incomunicación y de descomunicación, López Foresi sigue siendo alguien intolerable. Mejor dicho, imperdonable. ¿Por qué? Porque es inteligente y encima cultiva su inteligencia; porque es sensible, porque tiene una cultura muy diversa, incesante, y no aprendida en las solapas de los libros.
Demasiadas virtudes inadmisibles: no se le perdona tanto y no se le perdona, sobre todo, su independencia de criterio, su renovado compromiso con las mejores causas, las que decimos perdidas.
Lógica, muy lógica la marginación que acciona sobre López Foresi. Porque alguien como ella mete miedo. Los mediocres, si algo poseen, además de una honda cobardía, es instinto de la conservación. Esto se traduce en una perfecta solidaridad. Solidaridad entre ellos.
¿Es inexplicable que una periodista como López Foresi no tenga trabajo? Es muy explicable: desde hace décadas navegamos las aguas de la mediocridad y de la imbecilidad. Asistimos a la apoteosis del descompromiso en esta, nuestra patria idolatrada. Oíd mortales el silencio, la censura sagrada.
Nada es casual. López Foresi emite opiniones como esta: “El menemismo fue el primer golpe de Estado votado por la gente. Esta sociedad votó su autodestrucción y recién en el 2001 empezó a enfrentarse con su sombra”.
Memoria: el dignísimo vía crucis de López Foresi tiene episodios dramáticos: durante el reinado del Señor de los Anillacos padeció atentados, casi la tragedia. Escuchemos su relato, aunque sea primavera: “Las que recibí, no fueron amenazas solamente. Me trataron de matar, aflojaron las ruedas de mi auto dos veces. Aparte, las constantes amenazas. La primera vez bajaba por la rampa del estacionamiento con mi hijo en el auto, me habían aflojado las dos ruedas de adelante. Diciembre del ’91. Mientras tanto iban dejando amenazas en mi contestador. A mi auto lo tenía en la cochera 87, en un primer piso de una playa de avenida Caseros... Chuni, mi hijo, tenía 6 años... Yo sentí el auto raro, pero seguí despacito hasta una gomería cercana. Pensé en una goma pinchada. El muchacho me dijo: ‘Están flojas las dos delanteras’. Y yo, que he sido una gran contrafóbica, desoí eso. A la semana, al salir siento el auto peor que la otra vez; por suerte iba sola. Bah, no por suerte: no lo subí más a Chuni. Fui hasta la gomería y le vi la palidez a ese muchacho: ‘Le aflojaron las cuatro ruedas esta vez’. Estaba de Dios, como dicen en el campo. La cosa fue para que me matara bajando por una rampa y entrando a la avenida… Tomé conciencia, ya no pude negar. Aprendí a ponerle las tuercas de seguridad, tenían el número 183. Pero la sensación de que me querían matar la tuve peor al tiempo, cuando entraron a casa. Ahí volví a fumar... fue lo peor que me hicieron estos desgraciados, después de la pérdida de un embarazo”.
Hace tiempo que a López Foresi no intentan matarla explícitamente. El recurso es más simple: no la llaman de las radios y canales de aire. Está “naturalmente” prohibida. De cuajo. Así como se da por sentado que el año tiene cuatro estaciones, así, con esa habitualidad, se da por descontado que esta mujer no debe trabajar en ninguno de los grandes canales y radios. Ni grandes ni chicos en realidad.
A todo esto, López Foresi, la imperdonable, sigue firme, entera, lúcida, alumbrada por el entusiasmo. Lee, investiga, estudia, estudia. Está convencida de que “si a la Tierra no venís para aprender, ¿para qué venís?”.
No hay caso con esta flor de mujer. Ella, porfiada, continúa linterna de nosotros.
Podría ser, algún día –eso le está pasando– que no tenga ni la más pequeñita radio para expresarse. Podría ser, porque todo puede ser en estos pagos de surrealismo desnucado. Pero tampoco en ese caso tan extremo, López Foresi habrá sido derrotada. La imagino haciendo una bocina con el cuenco de sus manos, y diciendo sus palabras en plena intemperie.
¿Qué a las palabras se las lleva el viento? Seguro que se las lleva, pero para arrojarlas como semillas. Y no hay, y no habrá quien pueda con la paciencia de las semillas.
Posdata: Mi abrazo, compañera del alma. Y gracias por tu luminosa tenacidad.