Se sabe que el dengue es una vieja endemia en el Chaco. El virus circula hace once años, mientras que el vector (mosquita adulta) está entre nosotros desde hace veinte años, de manera que tuvimos tiempo para aprender y aplicar las reglas mínimas de vigilancia epidemiológica, hasta elaborar un eficiente sistema de controles y de prevención de esta enfermedad; sin embargo, no aprendimos nada, o casi nada. La epidemia así lo demuestra, de manera contundente.
La explosividad y masividad de la epidemia puso al descubierto todas las grietas y las innumerables fallas institucionales, políticas, sanitarias, sociales, culturales y comunitarias de los chaqueños. El dengue es la prueba de carga que logró sincerar el hecho concreto de que los chaqueños tenemos gobiernos, pero no quienes administren y gestionen de manera eficiente. Para confirmar todo esto basta con recorrer los discursos del actual gobierno y de la oposición; los primeros se autoponderan porque han hecho absolutamente todo="" en="" materia="" de="" n="">
Si estuviéramos en un país y en una provincia serios, la información recogida sería considerada científicamente como muy valiosa; y su estudio debería convertirse en una bisagra transformadora, de manera tal que nos permitiera en el futuro establecer nuevos programas y planes de vigilancia, control y prevención del dengue, como tarea continua e ininterrumpida que se debe llevar adelante a lo largo de toda la década que sigue. Esto se lograría a través de una correcta investigación epidemiológica, estudiándose caso por caso las historias clínicas de los enfermos por laboratorio, por nexo epidemiológico y sintomático, mientras encaramos la tarea de localizar a los asintomáticos, los cual se puede alcanzar universalizándose los estudios serológicos de las poblaciones expuestas a la epidemia; todas estas comunidades deberían ser estudiadas y notificadas en el caso de arribarse a resultados positivos de laboratorio, de modo que podamos entrenarnos en la prevención luego de la primer infección, dotando a cada chaqueño de los conocimientos apropiados para defenderse de la picadura del mosquito, haciéndose entender que la segunda infección conduce al dengue agudo o grave, en el cual el riesgo de vida aumenta y se potencia de manera extraordinaria. Es comprensible que esta tarea pendiente, que ya debería haberse iniciado, sincerará los verdaderos alcances de la epidemia porque a través de la comprobación científica se determinará el universo completo de enfermos de dengue y de fallecimientos producidos en el curso de la actual epidemia, lo que pondrá en evidencia todo un sistema de responsabilidades incumplidas de los sucesivos funcionarios públicos de Nación y de Chaco que estuvieron y están vinculados con el sistema sanitario y social.
Si buscáramos las verdaderas causas que determinaron que el dengue se transformara en epidemia en el Chaco, las encontraríamos. No sería una tarea imposible, ni difícil. Echar la culpa del dengue al virus (y mucho más al mosquito) es la expresión de una actitud notablemente reductiva e inconducente para resolver el problema y para encontrar las causas de la epidemia. Las evidencias demuestran que para que circule un virus, necesita de las condiciones favorables. Si bien tienen gran capacidad de supervivencia, dependen de tres factores para circular; necesitan una casa (el ambiente propicio), comida (los nutrientes) y una “zona liberada” (inmunología ineficiente). Estos tres factores abundaron y abundan en el Chaco; por lo tanto, causaron la epidemia. Esta es la respuesta de por qué el dengue se transformó en epidemia en nuestra provincia. La epidemia se desató porque el virus encontró casa, comida y zona liberada.
Resistencia, 5 de mayo 2009
Rolando Nuñez, Centro Mandela