Por: Marcela Tarrio, editora jefa de Semanario
Siempre llego a esta página en primera persona. Cuento mis sensaciones sobre un hecho del espectáculo, la sociedad o la política, un programa, una obra de teatro, o vivencias que en algo se relacionan con el hecho más importante de la semana. Y no voy a dejar de hacerlo hoy, cuando la revista que estamos cerrando es la última. No voy a entrar en temas editoriales, financieros y mucho menos en discutir los porqué, los cómo o los cuándo. Voy a hacer lo que hice siempre. Y hoy, les aseguro que mi corazón libra una batalla entre la pena, la nostalgia y la incertidumbre, porque se terminan veinte años de mi vida. La revista Semanario tiene 37 años, y el que menos tiempo hace que está aquí del reducido equipo actual, lleva nueve, como es el caso de mi subeditor, Diego Iljutko. El resto, somos añejos…

Todos los que hacemos Semanario tenemos ya nuevos rumbos dentro de la editorial, y estaremos mañana mismo trabajando como siempre, pero cada cosa que hicimos esta semana, lo hicimos por última vez. El último horóscopo, la última doble central, la última moda, la última tapa… Y ¡cómo lo vamos a extrañar! Personalmente, me preparo para el síndrome de abstinencia del día después, cuando no tenga que armar la pauta, ubicar los avisos, las secciones fijas y empezar a darle forma a esta señora de 37 años que hoy pasa a retiro.
Quizás un día regrese, algo difícil con el diario de hoy, pero no imposible. Por eso, por ahora, mi equipo y yo les decimos hasta siempre. Y sepan que hemos dejado aquí mucho más que la fuerza de trabajo: hemos dejado el corazón, la pasión y la indestructible voluntad de hacer un buen producto, contra viento, marea, gobiernos, economías y tempestades. Gracias por acompañarnos hasta esta edición, la numero 1940. Mil novecientas cuarenta veces gracias, de todo corazón.