Por: Marco HochgemuthDespués que fueran rechazadas peticiones anteriores para hacer una entrevista, los dos periodistas decidieron en 2009 aventurar una visita al ex miembro de las SS, Heinrich Boere, quien huyera a Alemania después de la guerra. Allí fue condenado por la muerte a tiros de tres holandeses en 1941.
Puertas cerradas
Con una cámara oculta, los periodistas entraron a la vivienda de Boere en un asilo de ancianos de Eschweiler. Uno de los profesionales, Jelle Visser, cuenta: “El haber entrado con una cámara fue el último recurso ya que habíamos intentado por todos los medios regulares conseguir una entrevista. Llamamos a Boere, enviamos cartas, pero todas las puertas permanecieron cerradas.”
Después de emitida la entrevista por la televisión holandesa, Boere, de 90 años, presentó una querella por invasión de privacidad, en primera instancia a Consejo Holandés de Periodismo. Éste dio la razón a los periodistas. Debido a la enorme importancia social del caso resulta legítimo utilizar una cámara oculta. Sin embargo, la Justicia alemana posiblemente lo vea distinto.
“Si el juez condena a los holandeses sería una enorme vergüenza para Alemania, Europa y quizás el mundo”, dice el periodista alemán, Günther Walraff, quien se hiciera mundialmente famoso en 1985 con su libro Ganz Unten/Ik Ali, (Abajo del todo/Yo soy Alí), en el que describe sus inhumanas experiencias cuando se hizo pasar por trabajador turco en una fábrica alemana.
Interés público
Walraff reconoce que el uso de cámaras ocultas es “desde el punto de vista jurídico formal, algo prohibido”. Pero por otra parte hay que evaluar la importancia de la información que otorga.
El uso de cámaras ocultas en el periodismo holandés no es inusual. Existen numerosos programas de televisión en los que estafadores o empresas fraudulentas han sido desenmascarados con cámaras ocultas. Mundialmente famosa se hizo la emisión de televisión en la que Joran van der Sloot (el holandés condenado en Perú por asesinato) es captado por una cámara escondida cuando confiesa su participación en la muerte de la muchacha norteamericana Natalee Holloway.
En Alemania la situación es más difícil, dice Walraff, a pesar que con imágenes parece ser más delicado que con la palabra escrita. Debido a su trabajo periodístico clandestino, Walraff fue llevado ante el juez en varias oportunidades, pero nunca fue condenado. El diario sensacionalista alemán Bild estuvo persiguiendo durante años a Walraff debido a que, disfrazado y con un nombre falso, trabajó durante un tiempo en la redacción del periódico para sacar a la luz las dudosas prácticas de Bild.
“Fui condenado por instancias menores pero el más alto tribunal decidió que el derecho del público a ser informado cuando se trata de serias irregularidades era decisivo. En ese caso no se trató de cámara oculta sino de los documentos falsos y la apariencia distinta que utilicé para desenmascarar las manipulaciones de la 'fábrica de mentiras', como yo califico a Bild en mi libro.”
Actualmente hay otro proceso contra Walraff debido a que, también de forma clandestina, trabajó y captó imágenes en una fábrica de pan de la cadena de supermercados Lidl. Su propósito era denunciar las malas condiciones de trabajo.
Privacidad
A menudo, el fin justifica los medios de los periodistas de investigación que trabajan de forma clandestina, aunque Walraff pone un límite claro: “Donde comienza la vida privada, aunque sea mi peor detractor, allí hay un límite. Mi trabajo termina donde comienza el del diario Bild. (…) En mi trabajo me he encontrado con serias revelaciones sobre la vida privada de personas influyentes pero nunca las he hecho públicas.”
Los dos periodistas que presuntamente violaron la privacidad del convicto nazi Heinrich Boere, serán sometidos a juicio el 9 de Febrero en Eschweiler. Los profesionales corren el riesgo de ser condenados a 3 años de cárcel.