domingo, 9 de noviembre de 2025

El ajuste invisible: Lavih Abraham y la radiografía del presente argentino

"Sin pan y sin trabajo", pintura de Ernesto de la Cárcova (1894), retrato de la miseria social en el mismo año que Javier Milei evoca como aquel en que la Argentina era primera potencia mundial

El Mirador de la Actualidad del Trabajo y la Economía —el MATE— publica cada mes informes de coyuntura. Pero Lavih Abraham prefiere hablar de "coyunturas encarnadas", porque lo que allí se mide no son solo variables económicas, sino la vida cotidiana de la gente común. Desde su mirada, los números del MATE buscan poner cuerpo a las estadísticas: traducir los gráficos en experiencias, los porcentajes en biografías.

En Señales, y en diálogo con Silvia Carafa, Abraham analizó el presente argentino atravesado por la gestión de Javier Milei. Mientras el presidente exaltaba en Miami "la superioridad moral del capitalismo", el economista del MATE advertía que el país atraviesa uno de los momentos de mayor desigualdad de su historia reciente. "El presidente —explica— se para en una discusión anacrónica: lucha contra falsos mitos y enemigos inexistentes, como si el mundo siguiera dividido entre capitalismo y comunismo. Argentina nunca dejó de ser capitalista; sin embargo, hay momentos de mayor y menor desigualdad dentro del mismo sistema".

Abraham sostiene que, incluso dentro del capitalismo que Milei reivindica, el libre mercado "sin control" tiende a concentrar riqueza. "El mercado se guía por la competencia y la búsqueda de ganancia. No es ni bueno ni malo, pero en ese juego quien tiene más capital siempre gana. Por eso —afirma— es importante dar la discusión de ideas: entender que hay otras formas posibles, dentro o fuera del capitalismo, para construir una sociedad más justa".

El último informe del MATE arranca con una constatación dura: la inflación no se detiene. Y lo que es peor, el costo de intentar frenarla ha sido "enorme", tanto en lo social como en lo productivo y financiero. Los recortes, dice Abraham, se sienten en los hogares: jubilaciones que no alcanzan, despidos en el Estado, paralización de la obra pública y pérdida de infraestructura para el desarrollo nacional. "La inflación volvió a niveles parecidos a los de los últimos veinte años —señala—, pero el sacrificio fue inmenso. Entonces, la pregunta es: ¿todo este esfuerzo para qué?"

Los salarios, advierte, se han estancado. "El salario privado lleva un año frenado. El público, directamente, quedó muy lejos de su nivel anterior", detalla. Y agrega que el deterioro salarial de los trabajadores estatales fue incluso más profundo que el famoso recorte del 13% impulsado por Patricia Bullrich en 2001. "A este gobierno se le escapó aún más: les quitó entre 18 y 25% a los estatales y un 22% a los jubilados", explica. El mecanismo fue distinto, más sutil: los sueldos y jubilaciones quedaron fijos mientras los precios subían, licuando el poder adquisitivo. "Es más elegante que un recorte directo —ironiza—, pero mucho más profundo".

Carafa le recuerda aquel episodio televisivo en el que Mirtha Legrand increpó a Bullrich por el ajuste a los jubilados. "Le dijo que era una medida necesaria". Hoy, Milei hace lo mismo, pero con una retórica de virtud: presenta el ajuste como un logro", observa Abraham. Según el MATE, el poder de compra de las jubilaciones cayó en promedio un 22% respecto de 2023. Y aunque los jubilados no figuran entre los sectores con mayor pobreza —los hogares más castigados siguen siendo los de parejas jóvenes con hijos o madres solteras—, el deterioro es innegable.

El discurso oficial, sostiene Abraham, "invierte los significados". "Superávit suena bien —explica—, pero hay que preguntarse de dónde sale. Sale de no pagarle bien a los jubilados, de paralizar la obra pública, de recortar los subsidios a la energía, que son una forma indirecta de salario. Es decir, el superávit se construye con el ajuste sobre la gente". En esa lógica, dice, también se han eliminado o desfinanciado programas sociales, territoriales y comunitarios. "Como dice el propio Milei, pasó una motosierra por todo", resume.

El informe del MATE marca en rojo una cifra que alarma: la transferencia billonaria de ingresos desde los trabajadores hacia otros sectores. Abraham lo explica con claridad matemática. "Si un trabajador del Estado perdió un 20% de su salario, son 200 mil pesos por mes. Multiplicalo por un año y medio, por millones de trabajadores, jubilados y empleados privados: la pérdida total asciende a 57 billones de pesos", calcula. "Esa es la plata que no entró en los bolsillos de la clase trabajadora. Plata que no fue al almacén, ni a la industria nacional, ni al comercio. Esa plata engrosó las ganancias de otros sectores".

La consecuencia directa, dice, es la caída del consumo y el cierre de industrias. "Cuando un comerciante vende menos que el año pasado o una fábrica suspende personal, eso es la transferencia en acción", explica. Y detrás de esa dinámica, Abraham ve un proyecto más amplio: "Este modelo no busca un crecimiento interno. Su apuesta está afuera, en el capital extranjero. Pero cuando la apuesta está afuera, no hay industria nacional. Y sin industria, no hay trabajo ni desarrollo".

Desde su oficina en el MATE, Abraham traza un diagnóstico descarnado pero necesario: el ajuste, aunque menos visible que el del 2001, es más profundo y estructural. "Lo que vemos —dice— no es solo un problema económico, sino un modelo de país que se aleja deliberadamente de las necesidades sociales. El gobierno parece no importarles si Argentina crece o no crece. Mientras tanto, los datos, y sobre todo las vidas, cuentan otra historia".
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