Es fundador e integrante de la Universidad Trashumante, un proyecto itinerante que recorre distintas provincias argentinas llevando espacios de aprendizaje colectivo, reflexión social y construcción de conocimiento desde las comunidades. Su enfoque educativo combina ideología, política y metodología, promoviendo la autonomía de los participantes y la horizontalidad en la transmisión de saberes.
Aprender desde abajo, con cercanía y autonomía
En las Señales tenemos el placer de recibirlo. Tato ha dedicado su vida a aprender junto a las comunidades, viajando por barrios y pueblos con la Universidad Trashumante, y compartiendo saberes desde abajo, con autonomía y cercanía. Con él hablamos de su nuevo libro, Memoria circular, del país que estamos siendo, donde entrelaza historias, memorias y experiencias de los sectores populares, invitándonos a reflexionar sobre quiénes somos y el país que estamos construyendo juntos.
Origen de la Memoria Circular
La idea de escribir Memoria Circular del país que estamos siendo surge de décadas de experiencia como docente universitario y de la transformación de los contextos y los alumnos a lo largo del tiempo. Iglesias recuerda cómo eran sus clases antes de la dictadura: entrar a un aula era un desafío, porque todos los chicos tenían un compromiso político activo, discutían, traían bibliografía, cuestionaban el programa.
"Era hermoso, pero exigente: había que estar preparado", dice. Siempre aparecía algún alumno con un libro nuevo, dispuesto a sumar, a expandir la mirada de todos.
Después de la dictadura, los estudiantes tenían intereses distintos. Primero, porque habían sido privados de conocer lo que realmente había sucedido: "No sabían nada, absolutamente nada —como pasa ahora también, en parte—". Y segundo, porque querían hacer, trabajar en los barrios, dar catecismo, educación popular, lo que fuera. En 1983 formaron el Centro de Educación Permanente (CEP). Iglesias aclara que no le pusieron "popular" por miedo residual a la dictadura, pero fue allí donde comenzaron a trabajar en los barrios de manera libre, antes de que los partidos políticos se asentaran y las presiones llegaran, en San Luis, de parte de los Rodríguez Saá y otros.
Más tarde fundaron Sendas para la Educación Popular, entendiendo la vida como un proceso: vivir intensamente, reflexionar, hacerlo en colectivo, transformar lo que estaba mal. Así recorrieron el país con maestros, viajando en colectivos de línea, incluso en la famosa TAC, que siempre se rompía: "Decían 'Vaya donde vaya, TAC lo lleva', y yo respondía 'Vaya donde vaya, TAC lo deja'".
La Trashumante y la educación popular
En los años 90, los alumnos eran distintos; la posmodernidad había hecho su trabajo: poco interés, poca pasión por aprender. Entonces decidieron salir de la universidad y recorrer el país. Con un colectivo prestado por la universidad, el Quirquincho —un viejo Dodge 70 que transformaron en una precaria casilla rodante— partieron a dar talleres de educación popular. Iglesias y su equipo, entre ellos su hija y la compañera Ana Masi, organizaban todo: carpetas, planificación, logística, contacto con intendentes y secretarías de cultura. Pedían apenas lo justo para la nafta y los gastos. Iglesias enseñaba educación popular, otro hacía la parte artística, y otro registraba todo, hasta que se acababa el dinero.
En 1998 recorrieron Córdoba, el norte de Santa Fe, Misiones, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, San Rafael, Neuquén, Buenos Aires y La Pampa, dando talleres en cada provincia, sobre todo en universidades. Fueron entre 30.000 y 35.000 kilómetros, y de allí surgió la Universidad Trashumante, un modo distinto de pensar la universidad, desde lo popular.
De esa experiencia nació una red de educación popular que aún perdura: en 2000 fueron de San Luis a Neuquén, hasta la Patagonia, llegando incluso a Ushuaia. Hoy hay grupos Trashumantes en Río Grande y en varias provincias. Su funcionamiento se basa en la autogestión: autonomía que no depende de partidos ni sindicatos, ni económica ni ideológicamente.
Iglesias recuerda también a los grupos autónomos del país: ambientalistas que resisten a Monsanto, la megaminería, el saqueo del litio, a todo. El libro refleja, dice, esa preocupación por los alumnos y por la sociedad: hoy, un estudiante no sabe quién fue Raúl Alfonsín, y eso tiene consecuencias graves, desde la política hasta la forma de vivir y pensar.
"Estamos viviendo con valores capitalistas, y nosotros queremos vivir —sin negar el sistema— con valores no capitalistas. Esa es nuestra opción".
La peña Trashumante y la práctica comunitaria
De la misma idea surge la autocrítica de la peña Trashumante, que se ha transformado en algo más que un espacio de encuentro: en un escenario donde trabajan compañeros y compañeras de los barrios, llevándose parte de lo producido para sus proyectos; donde hay stands de grupos críticos que resisten al capitalismo, y donde se canta, se baila y se comparte, con figuras como Raly Barrionuevo, pero también con muchos otros artistas. No buscan la fama, sino la comunidad y la práctica de sus ideas.
Así, en palabras de Iglesias, esta primera etapa del camino se resume en una breve síntesis de un largo recorrido: una vida dedicada a la educación popular, a la autonomía y al encuentro con otros que piensan y sienten lo mismo.
El libro de Iglesias, Memoria Circular del país que estamos siendo, llega hasta 2001, y él explica por qué eligió ese corte histórico: "De 1810 hasta el 2001. Yo no soy historiador, pero me interesa mucho la historia: la he estudiado y seguido con atención, porque me apasiona analizar los contextos y las coyunturas".
Su objetivo es claro: mostrar los hechos, identificar quiénes participaron y acompañarlos siempre con una mirada crítica. El recorrido va desde los momentos clave de los siglos XVIII, XIX y XX hasta la crisis del 2001. Iglesias no duda al calificar los años de Menem: "Fue terrible. Para Javier Milei, fue el mejor gobierno de la historia; para nosotros, el peor. El que más entregó el país, un proyecto neoliberal que terminó como todos: ellos se van, y nosotros quedamos en la ruina. No hay mucho tiempo después para levantarse".
Hoy, mientras escribe el segundo tomo, que empieza en 2001 y llega hasta los días actuales, aborda el kirchnerismo, consciente de que la historia más contemporánea es la más difícil de relatar.
Sobre el presente del país, Iglesias tiene una mirada lúcida y crítica: el escenario político fragmentado, el avance de la ultraderecha, todo eso ofrece abundante material para reflexionar. Sin embargo, dice, la presentación del libro es más que un lanzamiento editorial: es un espectáculo y, a la vez, un conversatorio. Se hará en la Biblioteca Popular La Vigil, en Rosario, un lugar cargado de historia y resistencia, con música, poesía, videos y participación de los grupos Rosario Trashumante y las agrupaciones vinculadas al Pocho Lepratti. Iglesias incluso canta: "Más o menos, pero canto", bromea. Lo importante no es la performance, sino el diálogo. La premisa del conversatorio es que nadie es dueño de la verdad, y que es posible pensar libremente, expresar lo que se siente, escuchar y confrontar ideas amorosamente, incluso debatir al final si hay tiempo.
Iglesias analiza la sociedad actual con rigor y preocupación: "Argentina es impredecible. Me pasa como en la época de Menem: todos decían que no lo habían votado, y sin embargo ganaban. La sociedad está fragmentada y contradictoria".
Observa las elecciones recientes en Buenos Aires, la reacción frente al kirchnerismo y el miedo de los votantes, y concluye que el futuro es incierto, con La Libertad Avanza como propuesta visible. Pero no son los partidos políticos ni los representantes quienes representan el mayor obstáculo: "Ya no creo en la democracia representativa. Hay que construir una democracia directa, pero para eso la población tiene que despertar".
En ese despertar, Iglesias ve un papel central para la educación popular: miles de educadores saliendo a los territorios, hablando con la gente, escuchando y haciendo reflexionar. Denuncia un "analfabetismo político enorme", presente no solo en los barrios sino también en universidades y escuelas. La clave, dice, está en actuar sin partidismo político, desde el amor a la patria, a la vida y a la gente. Avanzan despacio, son pocos, pero esa es la idea que guía su trabajo, y el libro lo refleja.
Al evaluar el momento histórico, Iglesias es contundente: "Estamos mal. Todos los gobiernos liberales en Argentina empiezan bien y terminan mal. Pero lo peor es que también terminamos mal nosotros, el pueblo. Nos dejan hechos polvo".
Menciona el menemismo como ejemplo devastador y critica leyes educativas que introdujeron de lleno la lógica capitalista en la educación, promoviendo competencia, producción y eficacia, mientras se oculta la realidad. Para él, la educación debe hablar de la realidad concreta, de lo que pasa, o de lo contrario nada cambiará.
Su crítica alcanza también al presente cultural impuesto por figuras como Milei, que reivindican personajes históricos responsables de masacres o injusticias, alterando la memoria histórica: Cristóbal Colón como héroe que "vino a matar salvajes" o Roca, cuya matanza de pueblos originarios está documentada, pero se omite en discursos públicos. Iglesias denuncia el poder del sistema de comunicación que impone esa versión y observa la pasividad de la sociedad: "Hace diez años, Argentina era un volcán. Hoy, silencio. Falta una protesta organizada, falta conciencia".
Por eso, insiste en la importancia de los conversatorios: invitaciones a pensar, decir lo que uno siente y escuchar a otros, incluso si no coinciden, porque solo desde el diálogo amoroso es posible construir conciencia colectiva y participación ciudadana.
En la batalla cultural que atraviesa Argentina, Iglesias comenta un hecho reciente: Patricia Bullrich anunció que la Escuela de Cadetes volverá a llamarse Coronel Ramón Falcón, y la de Suboficiales llevará el nombre del comisario general Alberto Villar, uno de los fundadores de la Triple A. La respuesta de Iglesias es inmediata y dura: "Patricia Bullrich es inimputable. No se puede ni hablar de esa mujer, porque su vida no enseña nada. Enseña a traicionar, a cambiar, a estar siempre del lado del poder. Ese es el ejemplo que están dando".
Luego, Iglesias analiza al presidente actual: un hombre que nunca manejó el Estado y que, aunque intente mostrarse distinto, no podrá cambiar su política económica, marcada por el ajuste que le exigen Estados Unidos, el Fondo Monetario Internacional y los poderosos de siempre. Su diagnóstico es contundente: si la sociedad no reacciona, el país podría convertirse en una colonia —si es que ya no lo es.
La crítica se extiende a la cooptación de los movimientos sociales. Iglesias recuerda que durante el menemismo surgieron casi todos los movimientos críticos: el MoCaSE, los piqueteros, Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, H.I.J.O.S. y numerosos colectivos anticapitalistas. Los conflictos reales, dice, están en la base de la sociedad: hambre, falta de salud, de vivienda, de cloacas, de trabajo. Los conflictos de arriba, por el poder, son distintos; los de abajo, por sobrevivir. Y mientras haya gente que luche con la gente —no por la gente ni para hacer carrera política—, habrá esperanza.
Sin embargo, una política del Banco Mundial cooptó movimientos críticos, incorporándolos al Estado. Así, organizaciones como Evita, MoCaSE, o las de Juan Grabois y Barrios de Pie perdieron credibilidad y se volvieron funcionales al sistema. Iglesias destaca un ejemplo de coherencia: Norita Cortiñas, que nunca se subordinó al poder y estuvo siempre donde había conflicto.
El relato de Iglesias se vuelve pedagógico: recuperar la capacidad de pensar y actuar colectivamente implica diferenciar entre valores capitalistas y no capitalistas: "La construcción empieza por ahí: analizar los valores, reflexionar y elegir en qué valores queremos vivir".
Y, sobre todo, se trata de acción concreta: palabra y gesto, pensamiento y práctica. La educación se vuelve inútil si no está acompañada de compromiso con la gente. Iglesias recuerda su experiencia como profesor universitario: treinta años enseñando, pero con la certeza de que "si no estás en la calle con la gente, el conocimiento se vuelve estéril".
Para él, la mirada del mundo debe ser desde abajo, desde la gente, no desde el poder. Cita al obispo Jorge Casaretto: "La Iglesia tiene que estar cerca de la gente, lejos del poder" y reconoce que la política del poder es capitalista por naturaleza y no busca cambiar la historia. Iglesias cuestiona la creencia de que se puede cambiar el mundo desde dentro de las instituciones: "El sistema te come. Las instituciones te devoran, porque te obligan a aceptar sus reglas, que son capitalistas".
Reflexiona sobre el contexto que permitió los movimientos sociales: sacerdotes del Tercer Mundo, teología y filosofía de la liberación. Hoy, dice, hay quietud y esperanza ingenua, una "conciencia mágica" que espera que alguien venga a dar soluciones. También observa fenómenos contemporáneos como los evangelistas, que en muchos países latinoamericanos ya son gobierno y actúan con una estructura ligada al poder capitalista.
Iglesias concluye con una mirada sobre la sociedad: somos una sociedad domada, que asiente sin pensar, sin reflexionar, que cae en manos de políticos o evangelistas por falta de conciencia crítica. Trabajar en educación popular, afirma, es crucial: cuando la gente piensa, se reconoce y comprende sus problemas, deja de ser tan fácil de dominar. La transformación social, para Iglesias, comienza con la educación que despierta la conciencia y moviliza a la gente desde abajo.
El arte y la educación popular van de la mano. Roberto "Tato" Iglesias recuerda esa unión como una de las experiencias más ricas del camino trashumante: "El arte de tapa de mi libro es de Rafael Taurillo Campos, un hombre fundamental en nuestra cultura. Era santiagueño, vivía en Córdoba, muy amigo nuestro. Cuando fundamos la Trashumante, él trabajaba la parte artística y yo la de educación popular. Nos nutríamos mutuamente. Lamentablemente se murió joven, pero uno de sus hijos sigue trabajando con nosotros".
El proceso comenzó hacia 1993 o 1994. "Andábamos por todo el país y una de mis hijas, junto a una amiga, propuso hacer un taller coordinado por ellas. En ese espacio aparecieron chicos que bailaban folclore de una manera distinta, con una rebeldía que no había visto antes. Sin cambiar las formas, el fondo era otro. Esa manera de danzar me impactó: expresaban libertad. Entonces nos propusimos recorrer el mundo artístico desde la Trashumante, porque el arte tenía mucho que aportar a la educación popular, y la educación popular, al arte".
Movimiento cultural y experiencias compartidas
En esos años floreció un movimiento cultural poderoso que bajaba desde Santiago del Estero y Tucumán hacia Córdoba y La Rioja. "Fue la época de Los Compañacu, de Raly Barrionuevo, de Juan Saavedra, el bailarín de los montes. Había una energía colectiva impresionante: talleres en cooperativas, fiestas en las que trescientas personas esperaban que alguien tocara para empezar a bailar".
Una anécdota lo marcó: "Una vez detuve a un muchacho que bailaba de una forma increíble —hoy es un bailarín reconocido internacionalmente— y le pregunté por qué bailaba. Me dijo: 'Porque me gusta. Soy sodero, pero cuando termino de repartir, vengo a bailar'. Eso me hizo un clic. Me pregunté: ¿qué tiene para darle el arte a la educación popular, y la educación popular al arte?".
Así nacieron nuevas experiencias compartidas. En Córdoba conoció al Chiqui La Rosa, hoy un bailarín consagrado. "Lo vimos por primera vez en Los Quirquinchos, cuando fuimos a dar un taller. Él bailaba, pero al ver cómo trabajábamos, cambió radicalmente su forma de enseñar. Empezamos a entrelazarnos".
Iglesias cita con emoción a Raly Barrionuevo y a Peteco Carabajal: "Raly tiene muchas canciones vinculadas con la Trashumante. Y la canción de Peteco que pusiste —habla de Camino al amor— me emociona, porque refleja lo que proponemos: el encuentro permanente con la gente".
La memoria circular
"Memoria circular del país que estamos siendo" es, en palabras de Iglesias, una mirada sobre la historia argentina como un proceso que se repite. "Nuestra vida como argentinos es circular: los problemas siempre son los mismos. Alsogaray decía en los sesenta 'hay que pasar el invierno'; Menem decía 'síganme, que no los voy a defraudar'. Todos los planes de ajuste fueron contra la gente, nunca a favor. A nadie parece importarle lo que le pasa al pueblo: lo importante es tenerlo comprado".
Esa lógica —advierte— reaparece hoy con fuerza. "Lo dramático es ver a la gente de abajo votando a Milei. La mayoría de los jóvenes, que antes eran rebeldes y transformadores, hoy están adaptados. No se animan a cuestionar nada. Eso lo generó la cultura y también el sistema educativo, que se volvió cómplice. Si la educación fuera rebelde, si encendiera el pensamiento, el país sería otro".
El libro busca precisamente eso: recuperar la conciencia crítica, volver sobre la historia para entender quiénes ganan y quiénes pierden. "Después de tantos gobiernos y de haber recuperado la democracia, volver a un modelo de ajuste es un espanto. Argentina está cada vez más abajo. Lo que intento mostrar es esa decadencia, y cómo nuestros representantes, en su mayoría, se enriquecen impunemente. Casos como el de Insaurralde son apenas la punta del iceberg. Roban y siguen libres, mientras el pueblo se hunde. No es justo —dice— que veinticinco tipos vivan como dioses y millones en la pobreza".
Recuerda un ejemplo personal: "En los años sesenta, con dos trabajos —mi compañera médica y yo— pudimos comprar un departamento en Buenos Aires en cinco años y hasta un autito. Hoy eso es impensable. Les digo a mis alumnos: hablen con sus padres o abuelos, comparen. Van a ver la decadencia con sus propios ojos".
La presentación de Memoria circular del país que estamos siendo será el sábado 8 de noviembre, a las 18, en la Biblioteca Popular Vigil (Gaboto 450, Rosario).
"Los espero a todos —dice Tato Iglesias—. Vamos a conversar, a bailar, a pensar juntos. Porque el país que estamos siendo todavía puede cambiar, si nos animamos a hacerlo desde abajo, cerca de la gente y lejos del poder".
"Escribo desde la sinceridad absoluta, es decir, digo todo lo que pienso sobre nuestra realidad histórica, política y social. Sé que no es la verdad, sino una parte de la misma y que tiene que ver con mi mirada del mundo: desde las mayorías y desde abajo. Sinceramiento necesario principalmente con quienes compartimos el sueño grande y profundo de querer seguir haciendo este mundo más digno y amable para las mayorías postergadas desde siempre.Escuchá la entrevista completa:
Decidí comenzar este libro con un recuento breve de la historia que me trajo hasta acá, que, si bien es mi historia personal, también se entrelaza con la historia social y política de nuestro país. Por eso escribo desde mi propia experiencia de vida, como educador popular y sociólogo.
Me parece interesante desandar y desentramar cómo la formación, las experiencias, las opciones individuales y las colectivas van conformando nuestras miradas sobre el mundo. Y sobre todo cómo las diferentes coyunturas históricas y políticas condicionan nuestra historia como país y modifican las miradas del mundo.
Seguido de lo anterior, propongo un breve recorrido de hechos o situaciones históricas, políticas y sociales desde 1810 hasta la fecha, que es necesario conocer para comprender nuestro destino como país.
No soy historiador. Hago mi propia interpretación de los acontecimientos, partiendo desde mi subjetividad y buscando la mayor objetividad posible, para poder dialogar, escuchar, aprender, en fin, encontrarnos con las y los que nos sentimos críticos en la palabra y en el gesto.
Estoy obligado desde mi consciencia a volver al pasado para entender el presente e imaginar el futuro. Creo que esta es una de las formas de encender la llama para cambiar el mundo".
Roberto Tato Iglesias, en la contratapa de su libro "Memoria circular del país que estamos siendo"
Fotos: Universidad Trashumante










