viernes, 8 de mayo de 2020

Tomás Felipe "El Trinche" Carlovich 1946 - 2020

Tomás Felipe Carlovich, emblemático exjugador de Central Córdoba y uno de los más habilidosos futbolistas argentinos, murió este viernes a los 74 años, tras sufrir un un violento asalto por el que debieron dejarlo en coma inducido en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez.

Carlovich, sufrió el asalto en manos de dos delincuentes el miércoles pasado, cuando iba con su bicicleta.  Bruno Carlovich, uno de los hijos del exjugador, explicó que su padre “venía en su bicicleta y se le pusieron dos pibes a la par para asaltarlo y uno le pegó un palazo en la cabeza”, lo que le provocó una fuerte caída.

“Mi papá tenía una bicicleta nueva, pero eso no es motivo para asaltarlo, ya que antes le habían robado también cuatro bicicletas viejas", se lamentó el hijo del exjugador, que en 1972 se sumó al Central Córdoba donde jugó en distintas etapas en los años 70 y 80 y se convirtió en un ídolo.
El Trinche era séptimo hijo de un inmigrante croata, comienza a acariciar la pelota en el camino y aprende a tratarla bajo la guía del maestro 'Vasco' Artola. Sus alabanzas comienzan a ser tejidas por los sectores juveniles, pero a diferencia de algunos conciudadanos más famosos (como Messi y Di Maria), el fútbol profesional lucha por aceptarlo. De hecho, para un juicio justo, es él quien lucha por aceptar el fútbol profesional. Jugará principalmente en los equipos de Rosario, entrenando apenas y casi nunca por la mañana. Nunca surgirá en la primera serie argentina, pero su nombre es un fantasma que gravita en los vestuarios de casi todos los clubes del país aún hoy", publicado en la revista italiana  
La gracia de los movimientos y el gesto técnico, las elecciones visionarias expresadas en el medio del campo; violencia libre, brutal e inmediata contra oponentes. La típica indolencia eslava hacia los deberes, el entrenamiento y el trabajo físico: todo lo que se cuenta sobre él contribuye a definir las características del jugador estético. Tomas Carlovich es Jackson Pollock proyectado en un césped con una pelota. Existe en la imaginación, es algo por lo que puedes optar por luchar pero que nunca se logrará. Nadie ha estado y nadie será 'El Trinche'", publicado por Antonio Alberti en la revista italiana La Notizia Sportiva: Tomàs ‘El Trinche’ Carlovich, il calcio come arte
También jugó en Colón de Santa Fe, Independiente Rivadavia y Deportivo Maipú.

Exentrenadores argentinos como José Pekerman y César Luis Menotti han destacado la elegancia y habilidad del Carlovich. Sus excompañeros se han lamentado de que su conducta poco competitiva le impidió alcanzar el brillo que merecía su talento.

Carlovich contó en una ocasión que recibió una camiseta autografiada del astro Maradona, cuando el excapitán de la selección argentina fue a Rosario para dirigir a Gimnasia y Esgrima de La Plata — del cual es técnico — contra Rosario Central, con una inscripción que decía: 'Trinche, vos fuiste mejor que yo’.
Acá en Rosario se han inventado un montón de cosas acerca de mí. Pero no son verdad... A los rosarinos les gusta contar cuentos. Algún caño de ida y vuelta habré hecho, pero no es para tanto”, dijo Carlovich alguna vez, ya con el mito a cuestas. El hombre que conserva la estética que tenía como futbolista –y la melancolía de ya no ser– dio más entrevistas una vez retirado que cuando su trabajo era jugar. Incluso hasta se hizo un documental sobre su vida
Imagen: Juanjo Vitiello
El señor Caño
El Trinche Carlovich, un paladín del fútbol romántico, un mito real, un jugador de ensueño, rescatado en una nota de 2006 junto a su imperdible documental
Por: Damián Didonato
A veces es difícil saber si el Trinche fue real o si sólo es una invención popular para convencerse de que la vida es un poco mejor de lo que en realidad es. Pocos lo vieron jugar pero todos sabemos cómo lo hacía. Todos lo soñamos. Todos sentimos el fútbol como él y todos vemos en él lo mejor del fútbol. Tomás Felipe Carlovich fue un fenómeno, un crack, un genio verídico, comprobable. Y también es una ilusión, un realismo mágico. Fue real, sí. Y eso lo hace todavía más grande. Pero si no lo hubiese sido, nosotros, como pueblo, lo habríamos inventado.

Su fútbol es una leyenda en las calles de Rosario. Todos y cada uno de los privilegiados que lo vieron jugar afirman que fue uno de los mejores de la historia. Al nivel de Pelé y Maradona. Eso dicen César Luis Menotti, Marcelo Bielsa, Jorge Valdano y José Pekerman, por ejemplo. Entonces, ¿por qué no fue una estrella mundial? Contestar esa pregunta es imposible. Ni siquiera el propio Trinche es capaz de hacerlo. Se pueden conjeturar motivos: que era vago, que no le gustaba entrenarse, que no tuvo la suerte necesaria, que le faltó constancia. Cada una de estas razones pueden ser verdad o mentira. Quizás el Flaco Menotti lo explica de la mejor forma: “A él le gustaba más jugar al fútbol que ser profesional”. Lo único que no es un misterio es su talento inconmensurable. Pasó de boca en boca como las fábulas. Pero ésta fue una fábula real.

“No le gustaba concentrar. Por eso una noche compartimos la habitación, me dijo que se iba a comprar el Patoruzito y no volvió nunca más”, afirmó alguna vez Ramón Chupete Quiroga, el arquero argentino nacionalizado peruano que jugó el Mundial 78 y fue compañero del Trinche en Rosario Central. En Arroyito jugó poco y se fue dolido: “Me prometieron que iba a ser titular, pero no me cumplieron y no quise jugar más. Me fallaron de palabra y eso me dañó mucho. Tenía 22 años y quería retirarme”.

El club de su vida fue Central Córdoba. Allí es un prócer. Muchos amantes del fútbol iban al Gabino Sosa para ver jugar a Carlovich. Como una salida de lujo. “Esta tarde juega el Trinche”, era la consigna. “Un día contra Platense, en la cancha de Atlanta, le metió dos caños a Bernabitti en la misma jugada. El Trinche estaba de espaldas y le metió uno, Berbabitti volvió a salirle y le hizo otro de frente. No lo podía creer y habla sólo: Qué hijo de puta, me hizo dos caños seguidos”, explicó Jorge Bocha Forgués, uno de sus socios en el conjunto charrúa. Aquella fue sólo una de las tantas veces en las que hizo el caño de ida y vuelta, quizás la jugada más hermosa de este deporte.

En la edición número 11 de la revista Un Caño, de julio de 2006, Julio Rodríguez escribió: En 1964 y tras un breve paso por las inferiores de Rosario Central, lo prestaron al Sporting de Bigand. Pablo Lozano fue su compañero y recuerda los tiempos en los que conmovía a esa localidad del sur santafesino: “Jugábamos el clásico contra Independiente y él ya llevaba siete caños al promediar el segundo tiempo. El partido lo ganábamos 2-0 y le dije que parara con los caños, que nos iban a matar. Luego, en la cena, me contó que había arreglado el sueldo fijo, el premio por ganar y además los dirigentes le pagaron cien pesos por cada caño”.

A pesar de que es una especie de Dios del fútbol en Rosario y de que cada una de sus acciones tienen un halo místico muy especial, el Trinche es un hombre común, humilde y sencillo: “La gente habló mucho de mis caños, pero eran un recurso más. Ojo que después de tirarlos, se venía la patada. Una vez, contra Estudiantes de Buenos Aires, el marcador de punta Bravo se tiró para embromarme y me clavó un tapón. Me empezó a salir sangre, pero lo eché al médico y seguí jugando”. Se dice que no asistió a una convocatoria de la Selección porque prefirió irse a pescar, pero él lo niega, como también niega su amistad por el vino. Es que muchas veces el pueblo toma como suyos a sus héroes y le otorga “poderes” que no tienen.
Otro fragmento de la nota de nuestra revista en 2006: El 17 de abril de 1974 nació el mito-mito. Cada rosarino que a uno se le cruza jura haber estado aquella noche en la vieja cancha de Newell’s. Los cálculos de la época habla de 30 mil hinchas en las tribunas. La Selección Argentina se preparaba rumbo al Mundial de Alemania y necesitaba amistosos. Un rejuntado rosarino se amró a las apuradas para recibir la visita del equipo nacional que presentaba figuras de la talla de Quique Wolff, Brindisi y el Loco Houseman. “Nos juntamos un par de horas antes y los técnicos (Montes y Griguol) me avisaron que iba de titular. Cuando salí a la cancha, había un marco espectacular. No estaba acostumbrado a ver tanta gente. ¿Y qué quieren? Quería tener la pelota a cada rato. Esa fue una noche que me salieron todas. Tiré un caño y cuando defensor se dio vuelta le tiré otro. La cancha se venía abajo y creo que fue la única vez que se abrazaban los de Newell’s con los de Central. La gente no se lo olvida más”.

A veces es difícil saber si el Trinche fue real o si sólo es una invención popular para convencerse de que la vida es un poco mejor de lo que en realidad es.

“Yo no sé, pero quizás algo de eso hubo”, responde el Trinche cuando le preguntan si es verdad que su pase a Cosmos de Nueva York se cayó porque un tal Edson Arantes do Nascimento le bajó el pulgar para que el talento rosarino no opacara su imagen. Nunca podremos saber si fue así o no, pero no es difícil pensar que es muy probable, dada la inseguridad de Pelé y la categoría de Carlovich.

En octubre de 1993, Maradona llegó a Newell’s. “¿Qué se siente cuando le dicen que es el mejor jugador de la historia del fútbol?”, le preguntaron los periodistas. El Diego se tomó su tiempo y sonrió con la respuesta: “Yo creía que era el mejor, pero desde que llegué a Rosario escuché maravillas de un tal Carlovich, así que ya no sé… me dijeron que la dejaba así de chiquitita”. El tal Carlovich recoge el guante, “los años que tengo y que se se sigan acordando de mí… No sé por qué será. Si yo fui un jugador más”.

El Trinche es sólo una ilusión para aquellos que no lo disfrutamos en vivo, porque no hay material fílmico de sus hazañas. No hay ni un video de su juego. Las nuevas generaciones sólo pueden conocerlo gracias al boca en boca, lo que lo hace todavía más mitológico. Lo mejor que se puede ver sobre Carlovich es un extraordinario documental de Canal+, realizado por el programa Informe Robinson. Media hora imperdible para conocer mejor a uno de los futbolistas más maravillosos que alguna vez jugaron en nuestro país.
Era tan bueno que un día le expulsaron y el árbitro tuvo que revocar su decisión por miedo a que las dos aficiones le lincharan. “Vuelve al campo o me matan”, parece que le dijo al futbolista. La única jugada suya que hay grabada –apenas jugó en primera y entonces no había Bein Sports– aparece en una película, Se acabó el curro (1983). El director necesitaba imágenes de un partido y fue a la cancha de Central Córdoba a rodar uno. En un momento de la cinta, entre el diálogo de dos de los personajes, se ve a un tipo tirar un regate fabuloso. Es el Trinche.
Hablaron de él:
César Luis Menotti: "Carlovich fue uno de esos pibes de barrio que, desde que nacen, tienen como único juguete la pelota. Entre él y la pelota había una relación muy fuerte. La técnica que tenía lo convertía en un jugador completamente diferente. Era impresionante verlo acariciar la pelota, tocar, gambetear... Claro que, al mismo tiempo, durante su carrera no encontró reservas físicas que sostuvieran todas las condiciones técnicas que tenía.

Además, desafortunadamente, tampoco tuvo a nadie que lo acompañara y lo comprendiera. Es una pena, porque Carlovich estaba llamado a ser uno de los jugadores más importantes del fútbol argentino. Me acuerdo que lo vi jugar en un combinado de Rosario contra la Selección Argentina y fue el mejor hombre de la cancha. Y eso que, entre otros, había monstruos como Miguel Brindisi. Verlo era un deleite. Después no sé qué le pasó. Tal vez lo aburría el fútbol profesional. A él le gustaba divertirse y no se sentía a gusto con algunos compromisos".
Roberto Fontanarrosa: "El Trinche era un fenómeno. Hacía cosas que nadie esperaba. Era habilísimo y le pegaba a la pelota, además de fuerte, con una variedad de golpes fabulosa. Anticipó cosas que después se le vieron a Borghi. Carlovich era un atorrante; cuando jugaba en las inferiores de Central, Ignomiriello tenía que ir a buscarlo a la casa para que fuera a entrenar. Coincido con los que dicen que fue uno de los mejores jugadores argentinos."

Aldo Pedro Poy: "No entiendo por qué no llegó a jugar en algún club importante. Tenía unas condiciones técnicas extraordinarias. Era medio lento, pero muy hábil. Y guapo. Todavía no vi otro cinco como él. Aquel partido de la Selección con el combinado de Rosario, en el que yo jugué para la Selección, Carlovich la rompió. No lo podíamos parar, ni a él ni a sus compañeros. Nos ganaron 3 a 1 porque pararon la máquina y al "Trinche" lo sacaron a los 15' del segundo tiempo, si no..."

Ubaldo Matildo Fillol: "Descubrí a Carlovich en un amistoso de la Selección Argentina que se preparaba para el Mundial de Alemania -y que yo también integraba- contra un combinado rosarino. Ese día la descosió. Tenía un dominio de la pelota y un panorama increíbles. Fue el mejor cinco que vi en mi vida."

Eduardo Quinto Pagés (arquero, ex compañero en Central Córdoba): Yo en Central Córdoba tengo la valla menos vencida de su historia, 606 minutos. Tenía una defensa fantástica, pero ¿quién nos iba a hacer goles? ¡Si estábamos siempre en el arco de los contrarios! Nos llevaba el Trinche para allá… Entonces, yo tengo que pensar que eso que tengo es gracias a él.
Yo salí campeón con Central Córdoba y salí campeón porque el Trinche estaba en el equipo nuestro.
Carlos Timoteo Griguol: "Carlovich tenía condiciones técnicas únicas. Al marcarlo, el tipo desaparecía por cualquier lado y con él desaparecía el balón".

Mario Nicasio Zanabria: "Carlovich era el mejor resumen del potrero. Era zurdo, pateaba tiros libres, tiraba caños dobles, sombreros dobles, la pisaba de acá para allá, no se la podían sacar. Era desfachatado y pachorriento. Jugaba como si estuviera en el patio de su casa. Creo que nunca fue figura porque no le interesaba crecer profesionalmente y detestaba la alta competencia."

José Néstor Pekerman: "Tenía mucha elegancia y habilidad, era un artista encerrado en una jaula. Al Trinche le interesaba más disfrutar del juego que otra cosa. El mejor cinco que vi en mi vida, lo incluyo en mi once ideal"

Diego Armando Maradona: "El mejor jugador ya jugó en Rosario, y era un tal Carlovich"Enrique Wolff: “Un jugador de potrero, era de esos jugadores que tenían tierrita en los bolsillos. Tenía mucha personalidad, mucha técnica, y un gran dominio del balón”.

Alfredo Obberti: “Cuando agarraba la pelota era muy difícil sacársela, hoy no hay con quién compararlo. Los entrenadores y todo el mundo sabía como jugaba, pero él te colmaba la paciencia”.

Carlos Aimar: “Tenía movimientos que iban en contra de la ley de gravedad, lo veías y decías: ¿cómo hace eso? Cuando era joven, pensábamos que iba a tener una proyección muy importante”.

Mario Killer: “Si no jugó mucho tiempo en primera división fue porque él no quiso. El Trinche se divertía, no le interesaba tener un compromiso o una presión”.

Darío Grandinetti: “Típico jugador de barrio con calles de tierra, un Fernando Redondo, pero más elegante. Recuerdo una zurda mágica, te hacía un caño y te esperaba para hacértelo de nuevo”.
Eduardo Vega*: “Tomás era un jugador bárbaro. Era un placer para la vista verlo con la pelota en los pies, a pesar de su físico grande, tenía una técnica y una habilidad impresionantes. Con su zurda hacía cosas que no se las vi hacer a nadie, y además tenía una pegada bárbara.

Muchos decían que era un loco, pero lo que pasa es que era de carácter introvertido, vivía en su mundo, pero hablaba con la pelota en los pies. Lo que me impresionaba de él era que aunque le tiraras una pelota complicada, no tenía problemas en pararla y dejarla bajo la suela en un sólo movimiento, ¡y los caños que hacía!

En Colón no tuvo continuidad, es que ese año había un equipo que jugaba de memoria, por eso Urriolabeitia no le daba la oportunidad, y entonces él no entrenaba como debía. Me acuerdo que entró de titular en un partido contra Huracán en Buenos Aires y a los 15 minutos se desgarró, pero porque no estaba bien entrenado. Hoy en día no hay un jugador con la técnica que tenía Carlovich”.
*Ex médico de Colón de Santa Fe, jugó con Carlovich en 1977
Dijo El Trinche
Es cierto que me sentaba en la pelota durante el partido. Pero no era una provocación. Por ahí ellos no presionaban y yo estaba un poco cansado.

Una vez me vinieron a buscar del Cosmos de Pelé. Estaba todo listo y se cayó. Después pasó lo mismo cuando estaba por ir a Francia. Igual, siempre disfruté de estar cerca de mi casa y jugando al fútbol.

A mí me sigue sorprendiendo la gente. En todos lados. La otra vez estuve en Mendoza que hace veinte años que no iba y salían de los negocios, en el restaurante que comía cuando jugaba allá me tenían la mesa reservada, había tres mil personas en el estadio. No es fácil todo eso. O por ahí viene un pibe que nunca te vio jugar, porque ni siquiera hay videos y te dice que sos su ídolo porque andá a saber lo que le contó el padre o el tío.

Los jugadores de la Selección Argentina se habían puesto nerviosos. Nos insultaban porque no les salían las cosas. Pero esos partidos son especiales. Capaz que jugás 200 y perdés todos. Aunque esa vez les ganamos 3 a 1.
En Central Córdoba me daban premio por los caños.

Con lo del fútbol espectáculo y todas esas cosas, me di el gusto de jugar con todos. Menos con ‘el Diego’. Jugué con Alonso, Bochini, Kempes, Fillol, con todos. Y de los de ahora me gustaría jugar con Pablo Bezombe. Me divierte, tiene calidad. No toca la pelota, la acaricia. Por él volví a la cancha. ¡En serio! Hace mucho que no iba y ahora voy todos los sábados. Me gustan los jugadores distintos y, lamentablemente, si antes eran diez buenos y alguno regular, ahora con suerte ves a uno o dos que jueguen lindo. Y encima al que tira un caño lo levantan por el aire… ¿qué es eso?”.

Mi principal virtud era querer la pelota a cada rato. Si no la tenía me desesperaba.

En Rosario Central sólo me pusieron en un partido de Primera, contra Los Andes. Pero en esa época no había lugar para mí. Era el final de los años sesenta y el técnico Miguel Ignomiriello prefería a otro tipo de jugador. Así que me fui a Central Córdoba.

Acá en Rosario, se han inventado un montón de cosas acerca de mí. Pero no son verdad... A los rosarinos les gusta contar cuentos. Algún caño de ida y vuelta habré hecho, pero no es para tanto.
Nunca me gustó cafetear en los bares o ir a los bailes… La única diversión mía siempre fue jugar a la pelota.

Central Córdoba es lo más grande que me dio la vida.

El otro día fui a la casa de un amigo que la hermana le había traído unos botines y una pelota de Estados Unidos. Los botines pesaban menos que cien gramos de mortadela (risas) una cosa de locos, le podías sacar la suela y qué sé yo. Me dijo que son los que usa Beckham, y lo que no entiendo es cómo alguien le puede pegar mal a una pelota con semejantes zapatos. Y un muchacho, que se operó las dos piernas, me contó que ya jugó dos partidos y yo no lo podía creer. Cuando pueda, me voy a operar la otra cadera y te aseguro que si puedo volver a jugar, aunque sea un ratito, me vuelvo loco. Creo que no aguantaría la emoción, ¡si hace como diez años que no toco una pelota! Bah, ese día, en la casa de éste amigo, la agarré un cachito, ¿viste? Pero no soy arquero, yo la tengo que tocar con los pies. El tacto yo lo tengo en el pie…
Anécdotas
La leyenda sobre el Trinche se afianza el 17 de Abril del 74, junto con un combinado rosarino -él era el único que no pertenecía ni a Rosario Central (Mario Kempes, era uno de los 5 jugadores de Rosario Central), ni a Newell's Old Boys (Mario Zanabria uno de los 5 que pertenecían a los leprosos), humilló a la Selección de Enrique Omar Sívori que se preparaba de cara al Mundial de Alemania 1974: "Fue raro. Ganamos 3-1 y nos salieron todas. Algunos hasta nos pedían que paremos un poco. Pero de 100 partidos de ésos, ganás uno. Por suerte lo jugué", Allí quedó patentada su jugada, el caño doble: "Tiré un caño y cuando el defensor se dio vuelta le tiré otro. Lo hacía seguido, aunque ese día la cancha se venía abajo. Fue la única vez en mi vida que vi abrazándose a los hinchas de Newell's y los de Central".

"Saquen a ese cinco"
La anécdota de color de aquel partido la brindó el entrenador de la Selección Argentina, Vladislao Cap. Según consignan los medios de la época, en el entretiempo se acercó a sus pares rosarinos para pedir que “saquen a ese cinco”, en referencia a Tomás Felipe Carlovich, a quien sus futbolistas no podían detener. Durante el complemento, Griguol y Montes hicieron caso al pedido y sustituyeron al “Trinche”

Estamos en los años 70. Central Córdoba está por jugar con Los Andes en Lomas de Zamora. Estadio "Eduardo Gallardón". Cuando van a presentar las planillas, Tomás Carlovich no tiene sus documentos, se los olvidó en Rosario. Entonces José Tarilo, dirigente del club local, se para ante la terna arbitral y les pide que lo autoricen igual, que él sale de garante de que ese tipo con los pelos larguísimos, ensortijados y bigotes mostachos es realmente "El Trinche". Y cierra con forma de plegaria el hombre de Los Andes: "Déjelo juez, por favor, es una de las pocas oportunidades que tenemos de verlo jugar en Buenos Aires".
Una vez fuimos a jugar a Buenos Aires contra Estudiantes y me hicieron un agujero en la pierna con tapones de aluminio cuando caminaba sentía "plaf-plaf" (como si los botines tuvieran agua) mire y era toda sangre, viene el médico y le hace la señal de cambio a Ricardo Palma lo miro y le digo "callate..."; agarré me puse una venda y seguí todo el partido.

En Colón de Santa Fe tuve mala suerte, porque las tres veces que me tocó entrar como titular, me lesioné el aductor de la pierna derecha. Y eso que nunca antes había tenido problemas físicos. Como el Vasco Urriolabeitia, que era el entrenador, creía que se trataba de un problema mental, pedí una junta médica. El doctor me hizo bajar los pantalones y cuando me vieron la pierna negra se quedaron mudos. Se dieron cuenta que yo les decía la verdad. A mí me molestó que no me tuvieran confianza y pegué la vuelta al barrio.

Mirá, mis mejores años de fútbol fueron en Mendoza, acá en Central Córdoba también tuve un campeonato parejo, pero en Mendoza fue lo máximo. Es más hace 28 años que deje de jugar en Mendoza y fui hace poco y parece que hubiese estado jugando ayer por el cariño de la gente jamás en la vida me había pasado algo así. Practicábamos en el Parque San Martín y el plantel salía para un lado y yo agarraba la pelota y me iba para un costado y para que… venían los periodistas, allá con el plantel no había nadie, estaban todos conmigo. Me pasaban cosas insólitas, me iba a comer con mi señora a una parrilla y cuando iba a pagar me decían, no señor ya está todo pago, lo mismo cuando me iba a comprar ropa ya está todo pago. Son cosas que nunca me habían pasado y bueno hace poco cuando estuve en Mendoza había gente que todavía se acuerda de mi a pesar que hace 28 años que deje de jugar allá y sabes qué lindo que es eso.

En Mendoza hicieron un combinado y llega el Milán de Italia invicto y jugamos allá en el estadio mundialista “Malvinas Argentinas” y también paso lo mismo le pegamos una milonga…, y te pegaban como locos me querían matar me querían cortar las piernas, y le hice un caño a uno y cuando vuelve le tiro otro, después le hice dos más y el tano me mira y me dice “allá no” como diciendo acá lo podes hacer pero allá no y le digo “pero estamos acá”. Voy a buscar una pelota cerca del córner, solo, no había nadie hice dos pasos y siento “paf” acá arriba (señala la espalda) con las dos piernas, casi me matan estaban enojadísimos, verdes, y le ganamos 4 a 1.
Trinche ¿y la anécdota de la barba? Es cierta. Fue en San Telmo, ¿sabés lo que es jugar ahí? Vinieron a jugar acá y choqué con uno, se me fue la mano y lo corté en la ceja, lo sacaron al jugador, en ese partido Walter Mainonis y yo teníamos barba; y no era por nada pero me afeité y Walter se dejó la barba. Bueno y allá, cuando vamos a jugar la revancha, para entrar a la cancha, te bajás del colectivo y tenés como un pasillo y la hinchada de ellos de un lado y del otro; ¡ay… las cosas que nos decían!, pero le gritaban al Walter porque pensaban que era yo, y me pegaba y me decía Trinche y me puteaba "deciles que sos vos", "callate, callate" le decía yo. La verdad que encontrás de todo, había cada personaje en Central Córdoba…"

Cuenta un ex colaborador Menotti: "El Flaco estaba deslumbrado con Carlovich, pero sabía de su bohemia. Entonces lo llamó para integrar la preselección del interior, para llevarlo de a poco a la mayor. El Trinche se vino para Buenos Aires respondiendo a la convocatoria, pero se colgó pescando en la Costanera ¡y nunca se presentó a jugar!"

Hugo Mémoli, que fue compañero del Trinche en independiente Rivadavia, cuenta. "Jugábamos contra San Martín en su cancha. Tomás se quería ir esa misma tarde para Rosario. Pero si jugaba el partido entero perdía el micro. Así que se hizo expulsar en el primer tiempo. Se bañó y salió corriendo. Fue el mejor jugador que vi, a la altura de Diego y por sobre Francéscoli. Pero no se lo tomaba muy en serio".
"El querido "Trinche" Carlovich no pudo gambetear el guadañazo artero que lo esperaba hace décadas. Desigualdades planificadas, violencias desbocadas. Ahora estarás en la bandeja de arriba esperando que las mayorías cambiemos las reglas de juego en la cancha grande de la realidad para que nadie, nunca más, mate para robar. Absurda, traicionera y dolorosa muerte que debe ser mucho más sentida en el querido barrio Tablada".

"La vida y la muerte del Trinche forma parte de la síntesis del barrio y la ciudad. El largo y doloroso viaje desde los años setenta al presente. Cancha chica del fútbol, cancha grande de la realidad. En aquella ciudad obrera, portuaria, ferroviaria e industrial y capital nacional del fútbol, el Trinche brillaba de una manera fenomenal. La planificada desindustrialización y desocupación cambió la piel de la ciudad. Piantó la ciudad obrera. Piantó la magia y también la pierna fuerte, si hacía falta, del Trinche. Y acá estamos. Mordiendo la bronca por el asesinato del Trinche, en una ciudad que debe, indefectiblemente, recuperar aquello que le fue robado para que el presente sea distinto", Carlos Del Frade
La bici del Trinche, motivo de la foto y de la agonía
En diciembre de 2014, Enrique Rodríguez y yo fuimos a la casa de Carlovich para entrevistarlo. Y allí Quique tomó la foto que hoy ilustra las noticias sobre su agonía.
Por: Laura Vilche lvilche@lacapital.com.ar
“¿Cómo que el Trinche está en coma porque le quisieron robar la bicicleta? ¿Cómo que lo golpearon?”, me pregunté ayer. Enterarme de esa noticia me partió al medio. Lo primero que sentí fue indignación por la ferocidad y cobardía del ataque: un palazo en la cabeza a un tipo de 74 años, en bici. Luego pensé qué injusticia y qué desenlace poco épico para el ex 5, zurdo, leyenda de Central Córdoba y del fútbol nacional. Para el tipo que el propio Diego Armando Maradona apuntó como el mejor jugador de Rosario.

Pero, tras el estupor, me pregunté por qué no le iba a pasar a él, si hace tiempo es un tipo como tantos en esta ciudad y que se gana su subsistencia pedaleando.

Entonces recordé una nota que se publicó el 28 de diciembre de 2014 en este diario. El título era: “El Trinche Carlovich, la leyenda viviente de Central Córdoba”.

Mi compañero fotógrafo Enrique Rodríguez y yo fuimos a la casa del Trinche en barrio Belgrano para entrevistarlo. Sólo quería darme el gusto de conocerlo personalmente y escucharlo confirmar o negar muchas de las cosas que se dijeron siempre de él, ladrillos con los que se construyó el mito.

Nos atendió en un hogar sobrio, junto a sus hermanos Eduardo y Juan, y nos cebó mates. Grandote, canoso, esquivo a las confesiones.

La anécdota que no conocía y más ternura me dio fue la que me contó ese día:

"Una vez tomé un taxi acá en mi casa hacia el Gabino Sosa. Y el taxista mientras me llevaba me dijo: ‘¿Sabe a quién conozco yo de allí? Al Trinche Carlovich‘. Y me habló todo el camino de mí. Lo dejé y cuando me bajé, le dije: ‘Por favor cuando lo vea al Trinche mándele mis saludos”.

Nunca sabré si fue verdad, pero eso es lo que menos importa.

Durante la nota y al final también, Enrique le sacó decenas de fotos. Lo hizo posar en la vereda, tímido, tal vez molesto. Nos pidió que le mandáramos la nota y también le envió saludos al por entonces dueño del diario (Daniel Vila), hijo de un hombre que él había conocido cuando jugó en Mendoza.

“Ojalá el hijo me pueda dar una mano como su padre en aquellos tiempos”, nos dijo. Ya por entonces repartía pan en dos ruedas.

Nos subimos al coche para regresar y lo vimos subirse a la bicicleta y hablar con vecinos. Con Quique nos miramos y dijimos: “¡Esa es la foto!”. Quique se bajó y le tomó aquella hermosa imagen con la que se ilustró la nota. El Trinche despeinado, con camisa escocesa de colores bien charrúas, jean y zapatillas blancas mira a la calle antes de arrancar. “¡Click!”

El Trinche con toda su inmensidad sobre la bici que fue motivo de la foto y, desde ayer, de su agonía.
Matar lo sagrado
Por: Adrián Abonizio
Teníamos trece años y con Osvaldo, mi primo Rubén y yo nos fuimos a probar a Central Córdoba. -Como nos conocemos juguemos entre nosotros así quedamos - dijo mi primo con certeza. Las pruebas de admisión son terribles y hay que demostrar en minutos lo que llevan horas y horas de destreza, buena fortuna, campitos, sudor, patadas, pelotas rasposas y madres enojadas por el desapego al estudio más que a una redonda. Los tres quedamos. Cuando volvíamos Osvaldo señaló un pasillo grisado -Ahí vive el Trinche, ese sí que sabe. Lo buscan una hora antes del partido y está durmiendo la siesta; no entrena casi nunca, sale de noche, casi ni habla pero el tipo es un genio. Una luna llena enorme parecía asentada sobre el techo de su casa. Con mi primo éramos fanáticos del atletismo, la concentración, la disciplina. Pero sin conocerlo lo empezamos a querer. Luego, con el devenir, más anécdotas jugosas. Una tarde lo vimos entrar a un boliche. Alto, envarado, pelo a lo rocker, manos en los bolsillos, fumando. Faltaba aún el partido del baile a la Selección, faltaba la leyenda, faltaba verlo jugar, faltaba todo. Ninguno continuó en el club pero el Trinche se convirtió en un semidios de extramuros, un ídolo honorable, misterioso, inapresable, lejano y cercano a la vez. Hoy que me he enterado de su adiós, pienso que justo él que se lucía haciendo bicicletas sobre el césped murió por una. El pibe que lo atacó seguramente ignora la magnitud del asesinato cometido y que ha propiciado la extinción de una especie. No sabe que mató al último animal sagrado.
Fotos: Juan José García, Clarín
Fuentes: Señales, Cuentos de la Pelota, La Notizia Sportiva, La Capital, El Ciudadano, Un Caño, RosarioI12

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