domingo, 20 de octubre de 2019

Hay que cambiar de estrategia en las narrativas sobre violencia machista

Rocío Ibarra es cofundadora de la Asociación de Periodistas por la Igualdad. "Tenemos el deber de crear una conciencia social y de contextualizar estas noticias en el marco de la lucha contra este grave problema social", dice y agrega: "Violencia familiar, violencia contra la mujer, violencia machista, violencia sexista, violencia doméstica, crímenes de género, terrorismo de género, violencia de género… todo esto sirve para definir lo que, simplemente, es un asesinato”
Rocío Ibarra, cofundadora de la Asociación de Periodistas por la Igualdad
Por: Ana Sánchez Borroy @asborroy
Rocío Ibarra (Granada, 1979) ha participado esta semana en una mesa redonda organizada por la revista Crisis en Zaragoza sobre “La presencia del género en las noticias”. Como cofundadora de la Asociación de Periodistas por la Igualdad, tiene claro que es necesario seguir concienciando siempre que sea posible sobre cómo deberían tratarse las noticias sobre crímenes machistas. De hecho, esta asociación está preparando una jornada en diciembre que contará con voces expertas en todas las etapas por las que pasan las víctimas de violencia cuando son atendidas: personal del teléfono de asistencia, policía, sector sanitario, trabajadoras sociales, sector jurídico y periodistas.

¿Cuáles serían los errores más graves que siguen apareciendo en las noticias sobre crímenes machistas en algunos medios de comunicación?
Sobre todo, en la Asociación de Periodistas por la Igualdad denunciamos que seguimos identificando a la víctima en lugar de al agresor. Ocurre especialmente en las imágenes que normalmente utiliza la televisión: las fachadas de las casas, la mancha de sangre, los féretros… Esto provoca problemas. En primer lugar, que no conseguimos ver al agresor, identificarlo, saber su nombre, tener incluso su ficha policial... con lo que estamos invisibilizándole. Por otra parte, es una incongruencia porque, aunque es cierto que, desde hace años, los asesinatos por violencia machista ya no entran en las páginas o en los bloques de los informativos de sucesos, que les hemos dado más importancia a nivel jerárquico; los seguimos tratando con una narrativa visual que sigue siendo propia de los sucesos: una narrativa que condena a la víctima a ser la protagonista de un drama que ocurre porque sí. Por tanto, lo primero sería que no nos estamos focalizando en el agresor, que es lo que deberíamos hacer, por mucho que tengamos en cuenta las cautelas judiciales de anteponer el “presunto” cuando el agresor no ha sido juzgado.

¿Qué más errores detectan?
Otro error que seguimos viendo son los prejuicios de valor en la adjetivación. No quiero mencionar medios de comunicación concretos, pero desde la Asociación de Periodistas por la Igualdad hemos creado una iniciativa, que es #labtitulares, con la que intentamos corregir y visibilizar en redes estos errores. Hace poco leíamos en un titular que un caso de violencia machista era “por celos”. Ese titular después se cambió, pero todavía hay que insistir en que esto no se puede hacer porque, al final, supone justificar, encontrar alguna razón que justifique la conducta violenta. El resultado es que se minimiza la culpa del presunto asesino. Por otra parte, entre las voces que suelen aparecer al tratar una noticia de asesinato por violencia machista, nos faltan las voces expertas. Y, en concreto, ¿por qué no?, las voces de mujeres expertas. Necesitamos escuchar a los servicios médicos, a psicólogas, a sociólogas, a gente experta en el ámbito jurídico y no quedarnos sólo en las voces secundarias, que son el vecino o la vecina de turno que poco tiene que aportar a la información. Esto, es verdad que va cambiando, pero nos siguen faltando esas voces expertas. Otras veces, el error es por falta de información: por ejemplo, se acordó poner el cintillo del teléfono 016 de atención a las víctimas de violencia de género, diciendo que no deja rastro en el teléfono, cuando en realidad sí existe huella digital en el registro llamadas. En definitiva, se trata de que, como medios de comunicación, tenemos el deber de crear una conciencia social y de contextualizar estas noticias en el marco de la lucha contra este grave problema social. En 2007, la vicepresidenta María Teresa Fernández de la Vega ya firmó con las principales cadenas un decálogo en el que se apostaba por erradicar algunas prácticas, pero seguimos viendo tanto en titulares en prensa como en cadenas de televisión que siguen los errores. Ahora mismo, hay papeles, hay documentos encima de las mesas de las redacciones, cada medio tiene una autorregulación… pero falta que verdaderamente se apliquen. Hace falta muchísima formación, más perspectiva de género y más periodismo feminista; pero, sobre todo, hace falta que esas recomendaciones se sigan en el día a día. Necesitamos dar un paso más porque, según el último barómetro del CIS, la violencia de género no está entre los principales problemas para los ciudadanos. Esto quiere decir que no lo estamos haciendo bien. No estamos creando esa conciencia social tan necesaria.

Han pasado ya más de 20 años desde el asesinato de Ana Orantes, ¿no sorprende que esos avances sean tan lentos?
Si echamos un vistazo a cómo está el panorama mediático, nos damos cuenta de que sigue habiendo machismo en las redacciones. Sólo hay que fijarse en cómo se está construyendo la imagen de la mujer en los medios de comunicación. O en quién está tomando las decisiones. Tres cuartas partas de los cargos de máxima responsabilidad gerencial en los medios de comunicación están ocupados por hombres y dos terceras partes de los puestos de toma de decisiones sobre contenidos están también ocupados por hombres. Por eso, sigue faltando esa perspectiva de género. Y, por eso, asociaciones como la Asociación de Periodistas por la Igualdad y otras asociaciones que están luchando a nivel local o a nivel autonómico estamos pidiendo más herramientas y, sobre todo, que se apliquen. Tenemos decálogos, sabemos que se está haciendo mal, por supuesto se puede mejorar la formación, pero lo que hay que hacer ahora sobre todo es cumplir esos decálogos.

¿Le preocupa que algunos medios busquen estas prácticas periodísticas -no recomendables-, porque son bien recibidas por una parte de la audiencia?
Sí, preocupa y mucho. Porque, desde luego, lo que algunos medios hacen no es un ejercicio de periodismo ético. De hecho, por eso creamos la iniciativa de #labtitulares, para condenar públicamente a los medios que todavía no utilizan bien el lenguaje o las herramientas con las que se tiene que abordar la violencia machista y a los medios que utilizan un lenguaje sensacionalista. Poco más se puede hacer, más allá de concienciar desde las asociaciones y de concienciar también a la ciudadanía, que al final es quien está consumiendo nuestro contenido. Es una labor pedagógica que tenemos los medios de comunicación de cara a la sociedad, hacer presión. Los términos son importantes: violencia familiar, violencia contra la mujer, violencia machista, violencia sexista, violencia doméstica que ya se deja de utilizar, crímenes de género, terrorismo de género, violencia de género… todo esto sirve para definir lo que, simplemente, es un asesinato. Vamos a llamar a las cosas por su nombre.

Dejando de lado los errores más garrafales, no siempre los periodistas tienen disponibles algunos datos que apuntaba antes como el nombre, la imagen o la ficha policial del agresor... ¿Qué más dificultades se encuentran los periodistas que sí intentan redactar bien este tipo de asesinatos?
Sí, no siempre contamos con esa información, pero por ejemplo podemos hablar de las penas y de las condenas a las que se enfrentan. O deberíamos contar cuántas personas están encarceladas por violencias machistas. El problema es que tenemos que cambiar la estrategia a la hora de hacer estas narrativas. Vamos a lo fácil, que es llegar a la puerta de la casa de la agresión, grabar cuatro planos, el féretro saliendo... Podemos, por ejemplo, usar imágenes de archivo de la policía cuando no tenemos otras imágenes disponibles. Desde la asociación, también tenemos pendientes reuniones con diferentes sectores que tienen que ver con el tratamiento de este tipo de violencia y uno de ellos es Delegación del Gobierno porque necesitamos estrechar lazos, tender puentes para ver cómo podemos tratar mejor estas informaciones. Si no, al final, seguimos haciendo todos lo mismo. Algo tenemos que hacer. Como decía Einstein, si queremos resultados diferentes, tenemos que hacer las cosas de forma diferente. No decimos que sea algo fácil, porque es una inercia de muchos años, pero sí que es algo que tenemos que cambiar.

¿Hasta dónde estamos dibujando el perfil de la víctima para hacerla cercana a la audiencia? ¿Cuándo empieza a ser morbo?
Siempre hay que preguntarse hasta qué punto cada dato es necesario. ¿Es necesario decir que le ha apuñalado 50 veces? Quizá no. Lo que tenemos que intentar conseguir es narrar estas violencias de forma noticiosa, con los datos meramente informativos, dejar de lado todo aquello que pueda resultar sensacionalismo. Por ejemplo, no hay seguimiento explícito de las condenas a los culpables que han sido sujetos informativos por haber asesinado a sus parejas o exparejas. Las noticias siempre las estamos contando igual y se quedan ahí. No estamos creando una narrativa disuasoria para los posibles asesinos.
Foto: Ana Sánchez Borroy
Fuente: El Diario.es

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