jueves, 2 de enero de 2014

Salvando al Pato Donald

La Ley dio visibilidad a sectores no comerciales de la comunicación. Generó un notable aumento en la producción de contenidos, afirma Peñafort Colombi, la abogada que sostuvo la postura oficial ante la Corte
Por: Graciana Peñafort Colombi
"Yo me crié viendo el Pato Donald y Disney.
¿Ahora qué tengo que hacer? ¿Ahogar al Pato Donald?"
(Arturo Miguel Heredia, diputado nacional por el Peronismo Federal)
Han transcurrido cinco años desde que comenzó el encendido debate alrededor de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Debate que encuentra sus orígenes en los inicios de la democracia recuperada en 1983, y en mucho tiempo de reflexión y trabajo acerca de construir colectivamente un nuevo paradigma que incorpore el concepto de la información como derecho y no como mercancía.
Hay quienes han olvidado que mientras las universidades, los organismos de derechos humanos, los sindicatos y los sectores alternativos de la comunicación reclamaban para todos los argentinos la plena libertad de expresión, desde la pantallas de la TV, algún importante directivo de algún importante grupo concentrado de medios de comunicación decía, entre ingenuo y cínico "no hay nada más democrático que quien quiera ver fútbol, pague". La libertad de expresión era en aquellos días apenas una imagen que podía ser codificada.
Y hubo gente hablando, acérrimos y extraños detractores multiplicados por pantallas casi infinitas diciendo que en la Argentina no había libertad de expresión y que si la había, estaba en riesgo terminal. Y hubo ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, y hubo juicios, audiencias y ausencia sin aviso de los presagiados jinetes del Apocalipsis... ¿pero qué más hubo en estos años?
En términos institucionales, el debate sobre la función social de los medios de comunicación, continúa. Al calor de las discusiones de la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual se pusieron en crisis los viejos principios que señalaban la comunicación como actividad eminentemente empresaria. Así han tomado visibilidad, empoderados de derechos, los sectores no comerciales de la comunicación audiovisual, cooperativas, radios comunitarias, el sector universitario, y las por muchos denostadas voces de los pueblos originarios que hoy tienen participación en la comunicación –no desde la marginalidad y los bordes incómodos de leyes antiguas– y ejercen estos derechos, aun para denunciar los laberintos de una burocracia que de a ratos encuentra dificultades para adaptarse a los nuevos tiempos y a los nuevos actores.
También ha habido una extraordinaria explosión en lo que se refiere a la producción de contenidos audiovisuales, fuertes programas de incentivo y financiamiento a la producción de contenidos, el resurgimiento de la producción local, las expresiones independientes, forman parte de la cotidianeidad de muchos argentinos
La diversidad y la pluralidad requieren un continente en el que haya espacio para los nuevos contenidos. Pero el continente audiovisual aun se encuentra parcelado, por ello estas nuevas expresiones aun atraviesan las dificultades de tener que insertarse en un universo audiovisual fuertemente concentrado. Bien vale como ejemplo el caso de la única señal de noticias producida en el interior del país, cba24n, señal producida por la Universidad Nacional de Córdoba, que apenas 24 horas antes de enviar esta nota a imprenta, y luego de un prolongado litigio, ha obtenido la orden judicial para que el principal operador de cable de la provincia, esto es Cablevisión, la incorpore a su grilla.
Las nuevas expresiones necesitan pantallas y éter para ser accesibles a todos los ciudadanos y también requieren que la oferta comunicacional del país, deje de estar "cartelizada", articulada por pocas manos que deciden qué vemos y cómo lo vemos. El desafío pendiente entonces es crear los nuevos espacios, otorgando más licencias, incentivando el surgimiento de nuevos emisores, y también desconcentrando el sector audiovisual argentino.
Y están los otros desafíos que también derivan de la nueva ley y de la democracia entendida como voces nuevas. El asumir como sociedad democrática que la diversidad, en algunos casos nos va incomodar, que vamos a ver y escuchar cosas que nos enojan, que nos desagradan y que nos sublevan. Un mundo plural es un mundo donde ya no tendremos la comodidad de las verdades únicas o las respuestas correctas. Donde se agotan las premisas hegemónicas y aparece lo distinto, lo que nos enfrenta con nuestros prejuicios y limitaciones, un mundo donde tendremos que desarrollar el juicio crítico y la tolerancia.
Asumir lo distinto y convivir con ello no significa asesinar a ninguna caricatura. Sepa, preocupado lector, que a cuatro años de la sanción de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, el bendito Pato Donald ha resultado ser mucho más tolerante que muchos políticos que decían defenderlo, y goza aun de buena salud. Afortunadamente la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual también.
Fuente: Diario Río Negro

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