Hijo de emigrantes judíos ucranios, ejerció diversos oficios antes de dedicarse al periodismo.
Activista y militante comprometido, en 1955 fue miembro y cofundador de El pan duro (1955-1963), un grupo integrado por jóvenes militantes comunistas que proponían una poesía comprometida y popular.
A la edad de 15 años ingresó en la Federación Juvenil Comunista. A los 18 años, abandonó los estudios de Química en la Universidad de Buenos Aires para dedicarse de lleno a la poesía.
Publica con éxito Violín y Otras Cuestiones (1956). En 1963, con otros escritores, es encarcelado y sus escritos se convierten en símbolos de protesta y de solidaridad. Una vez consigue ser liberado abandona el Partido Comunista y se vincula a sectores cercanos al peronismo revolucionario.
En 1966 comienza a trabajar como periodista, profesión en la que ejerce de jefe de redacción en Panorama (1969), secretario de redacción y director del suplemento cultural del diario La Opinión (1971-1973), secretario de redacción de la revista Crisis (1973 - 1974) y jefe de redacción del diario Noticias (1974).
Por su actividad profesional y política vivió en el exilio entre 1975 y 1988, residiendo alternativamente en Roma, Madrid, Managua, París, Nueva York y México. Desde el exilio denunció las violaciones a los derechos humanos cometidos por la dictadura.
En 1978 Gelman supo a través de la Iglesia Católica que su nuera había dado a luz, sin poder precisar dónde ni el sexo.
El 7 de enero de 1990 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de su hijo Marcelo, encontrados en un río de San Fernando (Gran Buenos Aires), dentro de un tambor de grasa lleno de cemento. Se determinó también que había sido asesinado de un tiro en la nuca.
En 1998 Gelman descubrió que su hija había sido trasladada a Uruguay a través del Plan Cóndor, que vinculaba a las dictaduras sudamericanas y Estados Unidos, y que había sido mantenida con vida al menos hasta dar a luz a una niña en el Hospital Militar de Montevideo.
A raíz de ello exigió la colaboración de los estados argentino y uruguayo en la investigación con el fin de hallar a su nieta. Gelman topó con la oposición a investigar del presidente de Uruguay Julio María Sanguinetti, con quien entabló un debate público, en el que volvió a ser apoyado por destacados intelectuales y artistas como Günter Grass, Joan Manuel Serrat, Darío Fo, José Saramago, Fito Páez.
En 2000, al mes de asumir el nuevo presidente de Uruguay, Jorge Batlle, la nieta de Gelman, de nombre Andrea (Andreíta la menciona el poeta en varios poemas) fue encontrada6 y Gelman pudo reunirse con ella.7 Luego de verificar su identidad, la joven decidió tomar los apellidos de sus verdaderos padres, para llamarse María Macarena Gelman García.
En 1997 ganó el Premio Nacional de Poesía en Argentina; el premio Juan Rulfo en el año 2000; en 2004 el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde; en 2005 los premios Iberoamericano Pablo Neruda y Reina Sofía de Poesía. En 2007, ganó el Premio Cervantes.
La obra de este insigne poeta se ha traducido al menos a diez idiomas. La última etapa de su obra poética refleja el dolor por sus amigos desaparecidos y el desarraigo al que conduce el exilio.
El escritor, autor de más de treinta libros, se encontraba internado en esa Ciudad en la que vivía hace más de 20 años y desde donde escribía una columna semanal para el matutino PáginaI12.
¿Y por qué ha titulado Hoy su nuevo libro?
Pensé que usted me lo diría... (sonríe). No, simplemente me pareció que ese era el tema. Son 290 o 300 textos breves, muy condensados, para no molestar al lector. En prosa poética, o poesía en prosa, como prefiera. Lo del reposo… sirve para librarse de la calentura en el momento de escribir. Pero apenas los cambio. Cuando el poema se escribió, se murió. Con los arreglitos, y hablo de mi caso, me siento traicionando el mejor momento de la creación, que es de la escritura. Aunque uno escriba disparates.
¿Y desde qué sentimiento lo escribió?
Mire, le voy a contar algo que está en el origen del libro. Entre los culpables del asesinato de mi hijo había un general que fue condenado a prisión perpetua. Cuando dictaron la sentencia algunos jóvenes que ni siquiera habían vivido la dictadura saltaban de alegría. Pero yo no sentí nada. Ni odio, ni alegría ni nada. Y me pregunté por qué y eso me llevó a escribir, para explicarme qué había pasado, aunque, como todos los libros, empezó de una manera y siguió por otra. Quité los textos iniciales, porque eran testimoniales y eso es periodismo. Pero surgió el tono poético necesario para escribir un resumen de lo que sé, o creo que sé, de los 35 años que pasaron desde la muerte de mi hijo.
A usted no le gusta el término “poesía comprometida”, aunque es una persona que en su vida se ha comprometido políticamente. ¿Se puede separar al autor de su ideología política?
El lugar que la ideología ocupa en la subjetividad de un escritor me parece pequeño, según los casos, claro. Y la relación entre la escritura y el pensamiento político tienen canales muy oscuros. Ezra Pound hizo propaganda para Mussolini pero también compuso un poema sobre la usura que ningún marxista-leninista-maoísta-fidelista hará jamás. Balzac era monárquico, pero los personajes más simpáticos de sus novelas eran republicanos. ¿Alguien conoce la ideología de Shakespeare? ¿Se sabe si era comunista o fascista?
Y eso explica que usted pueda admirar por ejemplo la obra de Borges, que fue cuando menos tolerante con la dictadura militar que tanto daño le hizo…
A mí la obra de Borges me parece extraordinaria, aunque no me gusta tanto su poesía como su prosa. De chico yo le defendía de mis compañeros comunistas que lo acusaban de “amigo de los terratenientes” y cosas así. La política no le interesaba, no estaba en eso. Se dejó condecorar por Pinochet, dijo que con Franco todo era mejor… Pero hay una cosa que apenas se sabe. A principios de los 80 firmó una solicitud de las Madres de Plaza de Mayo pidiendo la aparición con vida de los desaparecidos. Y cuando al final de su vida le preguntaron en la BBC por su apoyo a la dictadura, se le empozaron sus ojos ciegos y explicó que no había estado muy informado y que había vivido rodeado de cierto ambiente. “Ignorancia, como decía Samuel Johnson”, dijo. No hay nada que digerir de las ideas de Borges. Solo hay que comprender.
Decía precisamente Borges de uno de sus personajes: “Le tocaron, como a todos los hombres, malos tiempos que vivir”. Usted ha sufrido guerras, dictaduras, exilios, grandes tragedias en su propia familia… pero considera que los tiempos actuales son particularmente terribles…
Sí, este momento me atemoriza mucho. No solo por la crisis económica, sino la crisis espiritual, y no me refiero a la religión. Pareciera que se ha instalado todo un sistema para recortarnos el espíritu, para convertirnos en tierra fértil de autoritarismos. Y hay una especie de acostumbramiento, que es lo peor que le puede pasar al ser humano: al terrorismo, al genocidio por hambre, a la falta de educación para todo el mundo.
¿Y cómo ve la situación en su país, Argentina?
Yo apoyo al Gobierno actual, es el mejor en varias décadas. No quiere hacer la revolución socialista, sino volver al capitalismo clásico, basado en la producción y no en la especulación. Pero hay muchos intereses en contra, como los dueños de la tierra. No hay que minimizar las protestas de la oposición, pero lo curioso es que esa reacción no propone nada. Y sería muy bueno que propusiera algo, para cambiar lo que está mal hecho.
Han elegido Papa a un compatriota suyo. En un artículo periodístico publicado recientemente usted mostró sus reservas sobre el cardenal Bergoglio.
Sí, tengo mis dudas. Y cuento una experiencia personal: hablé con él cuando buscaba a mi hijo y me dijo que no podía hacer nada. Pero ante la justicia declaró otra cosa, que había hecho gestiones sin éxito. No me consta si las hizo o no. Pero dejó a la intemperie a varios jesuitas cuando era provincial.
Pero desde su puesto ¿Podría este Papa cambiar algo de este mundo actual que usted ve tan terrible?
Podría cambiar algo, sí. Wojtyla cambió las cosas en Polonia. Pero hay muchos problemas en el Vaticano mismo, intereses muy poderosos y no precisamente creyentes, salvo en el dinero. Por eso me parece muy difícil que arregle nada, aunque ponga la mejor voluntad.
Y movimientos como el de los indignados en España o el Yosoy132 mexicano… ¿Pueden ellos modificar las cosas?
Me parece bien que la juventud se mueva. Pero por poca experiencia que tenga el observador se veía que eso se iba a desvanecer. Por falta de experiencia política, de objetivos claros. Es difícil luchar desde el llano. Antes la política dirigía a la Economía pero ahora es al revés. Me reía para mis adentros viendo a los jefes de Gobierno de Europa reunidos con la directora del FMI, el del Banco Mundial y el del BCE. Estos dictando políticas y los otros, aceptando.
Entonces ¿No tiene esperanzas?
No. Por ahora no. Tengo la confianza lastimada. Algo cambiará pero yo ya no lo voy a ver.
¿Aunque viva cien años?
No creo que llegue a los cien años. Y eso que soy un pretencioso, cuando alguien me da la mano para bajarme de la camioneta le digo que no estoy tan viejo. No desdeño la vida, quiero ver casarse a mis nietos, ver si me dan algún bisnieto… Pero también creo que Dios, si existe, debe estar aburridísimo de su eternidad.
Del SupMarcos a Juan Gelman
El calibre de la mentira
5.56 mm. NATO
(Carta 6.a)
5 de enero de 2000
El tiempo resbala de las manos
sin tiempo de los hombres.
Llena su historia, la contradice,
la equivoca o la liberta.
José Revueltas
Para: Juan Gelman, Latinoamérica
De: SupMarcos, México.
Don Gelman:
Tiene días que esta carta me anda cosquilleando en las manos. Uno y otro vientos la arrebataron, pero no la llevaron muy lejos. Hoy parece que al fin se deja hacer, y así, como su empecinada lucha, con rabia y digno empecinamiento, empiezan a salir las letras, las palabras, los sentimientos. Tal vez me recuerde: usted me entrevistó en aquellos tiempos del Encuentro Intercontinental y me hizo hablar de poesía y otras anacronías. Yo lo conocí a usted a través de sus poemas, en uno de esos libros que solíamos cargar en los primeros solidarios años de la guerrilla que después el mundo conocería como Ejército Zapatista de Liberación Nacional.
Sé bien que el título sonará extraño para muchos, pero no para usted, avezado como fue y es en su largo ir de arriba a abajo levantando esos recuerdos y memorias que algunos llaman noticias. Como quiera, parece excéntrico titular una carta con la medida de una bala: "5.56 mm. NATO". Así que permítame extenderme un poco sobre el tema, después de todo no soy sino un soldado, un soldado muy otro, pero soldado al fin y al cabo.
"5.56 mm NATO" es la notación militar para referirse a la bala que usan, entre otros, el fusil M-16 (y sus variantes A-1 y A-2), el AR-15 ambos de fabricación estadunidense, del Galil israelí, la Steyr Aug austriaca y otras armas. La notación comercial es "calibre .223". Sí, es la misma bala, pero una es de uso militar, muy frecuente en los ejércitos de América Latina, y la otra es para cacería.
La historia de esta bala es la historia de una mentira. Cuando las grandes potencias militares incurrieron en el despropósito de humanizar la guerra (primero en las convenciones de La Haya, después en la de Ginebra), se a cordó la prohibición de las balas expansivas o dum-dum. El razonamiento fue impecable: el objetivo en una guerra es causarle bajas al enemigo, y por bajas se entienden muertos, heridos, desaparecidos y prisioneros.
Ergo, para humanizar la guerra lo que hay que hacer es reducir el número de muertos aumentando el número de heridos. Por eso se pronunciaron por el uso de "balas duras", que simplemente perforan la carne humana pero, si no tocan ningún órgano vital, no provocan la muerte, y si la provocan no causan "excesivo dolor". De ahí que se prohibieran las balas expansivas que, al perforar el cuerpo se florean o se fragmentan, es decir, "se expanden", y el daño que causan es mayor que el de las balas simples, pues no sólo afectan por donde penetran, sino una área mayor.
La Organización del Tratado del Atlántico Norte (NATO, por sus siglas en inglés), encabezada por Estados Unidos, adoptó la bala de calibre 7.62 mm., que fue conocida desde entonces como "7.62 NATO". El Pacto de Varsovia, encabezado por la entonces URSS, adoptó el mismo calibre, 7.62 mm., pero con el cartucho más corto que el del 7.62 NATO (51 mm. el NATO y 39 mm. el soviético). El arma básica de infantería que usó el Pacto de Varsovia fue el fusil automático Kalashnikov (AK) cuyo último modelo, el AK-47, prolifera en el mercado negro. Por su lado, la OTAN (y los países periféricos) adoptó diversas armas para el calibre 7.62 mm. x 55 mm. o 7.62 NATO. Entre ellas estuvo el Fusil Automático Ligero (FAL), de fabricación belga, y más reciente el G-3, de patente alemana. El Ejército Mexicano cambió el FAL por el G-3 y llegó a fabricarlo después de adquirir los derechos.
Pero en el auge de la Tercera Guerra Mundial (como la llamamos los zapatistas) o guerra fría (como se conoce en la historia actual), los estadunidenses buscaron la forma de hacer más letales sus armas, al mismo tiempo que burlaban los tratados que ellos mismos firmaron. Fue así como nació, entre los años 1957-1959 y a solicitud del Comando de la Armada Continental (USA), la bala de calibre 5.56 mm. (regularizada en 1964). Más delgada que la 7.62 y mucho más rápida, la 5.56 mm. no sólo representaba ventajas en su acarreo (un infante podía llevar hasta el doble de parque de 5.56 mm. que de 7.62, pero con el mismo peso y en menor espacio), también significaba grandes ganancias para las empresas bélicas estadunidenses (tan inocentes como la General Motors, la General Electric, la Ford, etcétera), porque su aprobación significaba cambiar totalmente el armamento de la infantería de Estados Unidos (formado en ese entonces por las carabinas M-1 y M-2, el viejo Garand y la Thompson), es decir, más ventas.
Una nueva bala significaba una nueva arma, y toda la industria militar se concentró en demostrar las bondades del nuevo calibre. Para convencer al Pentágono presentaron la mejor característica de la bala calibre 5.56 mm.: era de punta blanda. ¿Qué quiere decir esto? Bueno, pues que una bala del tipo de la de 5.56 mm., con punta blanda, se dobla al hacer contacto con la carne y empieza a girar erráticamente dentro del cuerpo. ¿Resultado? Más terrible que la expansiva, si el orificio de entrada de la bala era, en efecto, de 5.56 mm, el de salida (si lo había) era hasta 10 veces mayor. Si la bala no salía, destruía huesos, músculos, órganos. En conclusión: sin usar balas expansivas, el ejército estadunidense empezó a utilizar una bala más letal, con más capacidad de matar y que dejaba con menos oportunidad de vida al blanco humano que la recibía (además de que aumentaba considerablemente el sufrimiento del herido).
Estoy hablando del auge de la guerra fría. En ese entonces, Estados Unidos imaginaba el futuro escenario de guerra mundial en tierras europeas y con los ejércitos del Pacto de Varsovia como enemigos. El futuro "teatro de operaciones" estaba perfectamente ubicado en la larga línea que separaba Europa Occidental de la Europa Oriental: grandes ciudades, amplias y rápidas vías de comunicación, muchos espacios abiertos, etcétera. Según eso, la lógica del Pacto de Varsovia era simple: lanzar oleada tras oleada de infantes y blindados hasta vencer la resistencia enemiga. Por eso los ejércitos de los dos pactos (de Varsovia y la OTAN) cambiaron sus armas básicas de infantería por fusiles de asalto (gran volumen de fuego a rangos cortos, menores de 500 metros). La Guerra de Corea había demostrado las limitaciones del M-14 (versión semiautomática del Garand M-1). Fue así como nacieron los prototipos de lo que después sería llamado M-16, fabricado por la Colt en Connecticut, Estados Unidos.
Pero tanto la nueva bala como el fusil de asalto necesitaban ser probados "en condiciones reales". Así que el gobierno estadunidense decidió que su traspatio incluía el sudeste Asiático e intervino militarmente en Vietnam. Con los nuevos M-16 y su flamante calibre 5.56 mm., las tropas de EU invadieron Vietnam, y en los combates probaron que el M-16 y el calibre 5.56 mm. no eran tan buenos como decían. La bala es extremadamente veloz y ligera, así que cualquier roce con una hojita o rama cambiaba radicalmente su trayectoria (y, como era de esperarse, en la jungla asiática abundaban las hojitas y las ramas); además, el fusil era muy afectado por la humedad, un deficiente mecanismo del cerrojo provocaba que se atascara, con la consiguiente falla en el disparo.
No fue nada agradable para los soldados estadunidenses ver venir una oleada de vietcongs (como llamaban a los guerrilleros vietnamitas), apuntarles con su M-16, disparar y oír sólo "clic". Al Pentágono no le importaba mayormente que algunos de sus muchachos perdieran la vida y los combates en las selvas vietnamitas. Después de todo, ni arma ni calibre tenían como escenario esa guerra, sino la futura en territorio europeo y contra el Pacto de Varsovia. Conforme avanzó la guerra en Vietnam, se fue modificando el fusil: se reforzó la recámara para resistir la corrosión de la pólvora, se le instaló una palanca extra al cerrojo para asegurar su cierre y se ajustó el resorte recuperador para reducir la cadencia de tiro. Así nacieron el M.16 A-1 y el M-16 A-2. Con el calibre 5.56 mm. y el fusil M-16 como arma básica de su infantería, el ejército de Estados Unidos estaba ya listo para la nueva guerra mundial.
Paralelamente al M-16, se desarrolló el AR-15 (versión semiautomática de aquél), que luego habría de ser exportado a los países de América Latina, más concretamente a sus policías y sus escuadrones contrainsurgentes.
En México, el AR-15 es el arma predilecta de las policías de Seguridad Pública estatal. Especialistas en asesinar campesinos e indígenas, la policía de Seguridad Pública de Chiapas probaba alegremente, en los cuerpos morenos de sus víctimas, los efectos del calibre 5.56 mm. Cuando bajamos de las montañas, el primero de enero de 1994, nos encontramos con muchos AR-15 que los valientes policías dejaban abandonados en su apara tosa huida; pero eso es otra historia.
Cuando el señor Zedillo toma el poder en México, previo asesinato de su predecesor (Luis Donaldo Colosio), y fracasa su ofensiva militar de febrero de 1995, él y el Ejército federal deciden activar grupos paramilitares para combatir al EZLN "sin el desgaste en la opinión pública por la actuación directa de tropas federales" (Memorando interno de la Presidencia a la Sedena, documento clasificado, marzo-abril, 1995). Los detalles fueron resueltos por el experto en contrainsurgencia general Mario Renán Castillo, bajo la supervisión de su superior, general Enrique Cervantes Aguirre, por el entonces gobernador de Chiapas (y hoy agregado de la embajada de México en Washington), Ruiz Ferro, y el Partido Revolucionario Institucional (PRI). El acuerdo estuvo así: el Ejército pondría la instrucción y la dirección estratégica y táctica, el PRI pondría la tropa y el gobierno estatal pondría el armamento y el equipo. Así que, pronto, los flamantes grupos paramilitares en Chiapas se vieron provistos de fusiles de asalto AR-15 y AK-47 (conseguidos en el mercado negro que patrocinan los militares).
Acteal es la palabra que define cabalmente la estrategia gubernamental en Chiapas. Las balas que destrozaron a los 45 hombres, mujeres y niños en esa comunidad, el 22 de diciembre de 1997, eran, en su mayoría, calibre 5.56 mm., algunas 7.62 mm. y una que otra .22 largo rifle. Los tres niños que, hace unos meses, fueron a Estados Unidos a ser atendidos por cirujanos especialistas, presentan los efectos del calibre de la mentira: el 5.56 mm.
El día de hoy, 5 de enero de 2000, 30 indígenas zapatistas del municipio de Chenalhó, Chiapas, fueron emboscados por policías de Seguridad Pública y priístas. Fueron atacados mientras salían a cortar su café. Después de horas de tortura, el gobierno liberó a 27 y dejó prisioneros a tres, acusados, dice, de provocar la matanza de Acteal. El ridículo gubernamental no detiene ante el hecho de que es de todos sabido que Zedillo es quien provocó la matanza del 27 de diciembre de 1997, tampoco ante el despropósito de querer responsabilizar a los zapatistas, que no son sino las víctimas de los paramilitares. No, va más allá porque la detención se da en el contexto de una supuesta iniciativa de paz del gobierno federal que ofrece, entre otras cosas, liberar a zapatistas presos. Y no sólo no los libera, sino que aumenta su número con los pretextos más ridículos. Una mentira hace que hoy se sumen tres indígenas más a los cientos de zapatistas presos por el simple e imperdonable hecho de ser eso: zapatistas.
Yo sé que, a estas alturas de la carta, se pregunta por qué lo tiene a usted como destinatario. Bueno, resulta que hace meses leí en la revista Proceso que usted derribó a un general argentino, cosa poco frecuente, y que lo hizo con palabras (algo inaudito). La causa del empeño de usted fue entonces tapada por el escándalo del affaire Clinton-Lewinski (no sé si así va, el porno escrito no es mi especialidad). Pero ahora, más reciente, es mundialmente conocida su campaña para encontrar a su nieto (a). Ahora se sabe en todo el mundo que su hijo y su nuera fueron asesinados por la dictadura militar argentina (tal vez con una bala calibre 5.56 mm.), y que el hijo (a) de ambos fue vendido en el mercado negro de infantes que, además de la tortura, parece ser la especialidad de los ejércitos latinoamericanos. Y eso de la compraventa de hijos de desaparecidos políticos viene teniendo el mismo efecto del 5.56 mm.: no sólo penetra hiriendo, sino que gira dentro y causa más y más daño. Como si el desaparecido heredara a sus hijos la misma condición. Es decir, un crimen que padece la víctima... y quienes le siguen en descendencia.
Vi su carta al gobierno de Uruguay y leí su respuesta a la respuesta de ese gobierno (en La Jornada). Las leí y entendí por qué había caído ese general argentino. Estoy seguro de que nunca imaginó que un día se iba a enfrentar a un poeta y, lo que es peor, a un poeta necio. Porque usted es eso, un poeta (aunque a veces se disfrace de periodista), y es necio porque ahora, en estos tiempos, así se les llama a los que no se rinden ni se conforman.
En fin, yo lo que quería decirle es que nosotros, los zapatistas, lo apoyamos a usted, que deseamos que lo o la encuentre, que su nieto o nieta (que ya deben ser un hombre o una mujer hecho o hecha) merece saber que tuvo los padres que tuvo y su historia. Y, sobre todo, merece saber que tiene un abuelo que siempre la o lo buscó, que nunca se rindió, que tumbó a un general con unas palabras y que conmovió al mundo con su causa, y que el mate ya no es tan amargo si se toma con alguien que queremos, y otras cosas que, es seguro, usted querrá que ella o él sepan.
Y todo esto del calibre 5.56 mm., y Acteal, y los paramilitares, y su lucha de usted vienen a cuento porque, ahora que está la polémica de si el segundo milenio ya terminó en 1999 o terminará hasta que finalice el 2000, algo hay que decir.
Y nosotros los zapatistas decimos que no, que ni el milenio ni el siglo han terminado. No terminarán hasta que haya justicia y vida y libertad. No terminarán hasta que la justicia se cumpla, se castigue a los verdaderos culpables y sea así imposible otro Acteal. No terminarán hasta que usted encuentre a su nieto o nieta. No, ni el siglo ni el milenio pueden darse por terminados con esos pendientes. Es una vergüenza para la humanidad decir que ya entró en un nuevo milenio mientras sigue pendiente Acteal en la memoria, y un poeta-abuelo busca a su nieto desaparecido. No terminará nada mientras los calibres de las mentiras de este siglo y este milenio sigan dando vueltas dentro nuestro, destrozándonos, matándonos.
Así que, don Gelman, esta carta era sólo para decirle que, de veras, esperamos poder algún día decirle: ¡Feliz siglo nuevo! ¡Feliz nuevo milenio!
Vale. Salud y que el tiempo al fin liberte nuestra historia.
Desde las montañas del sureste mexicano
Subcomandante Insurgente Marcos
México, enero de 2000
PD Armamentista. Por cierto, el arma que cargo es una carabina AR-15, calibre 5.56 mm. Se la pedí prestada a un policía el primero de enero de 1994. Claro que corría tan rápido que no alcancé a escuchar su respuesta. Aquí la tengo, ayer servía para matar indígenas, hoy sirve para que no los maten, o ya no impunemente.