Mansilla había nacido en 1932 en Pirca, un pueblo de altura (2.500 msnm) a 150 kilómetros al norte de Lima, la capital donde también vivió y estudió. En el medio, el trabajo de su padre (sucesivamente maestro y director de escuela, comisionado escolar e inspector de educación) lo llevó a otros lugares.
Llegó a la Argentina con la intención de estudiar medicina en Universidad de Buenos Aires. Al principio cartoneó, después dio inyecciones y más tarde hizo comerciales, programas en radio y voces (el tío Antifaz de Anteojito). Mientras tanto estudiaba Medicina. Aunque siempre juraba que nunca dejó de estudiar, se recibió de médico clínico en 1992, especializado en acupuntura.
Sobre su tarea de locución, expresó en una entrevista con el diario Clarín: “Uno de mis profesores peruanos me dijo: tienes que mover exageradamente todos los músculos de la lengua y la boca, que son 27, pronunciar sílaba por sílaba, especialmente la última, y estar convencido de lo que lees. Otro, me enseñó: cuando el texto es romántico, ponte romántico; si en el texto tienes que gritar, ¡grita!, pero aléjate un poco del micrófono; y si tienes que gesticular, gesticula todo lo que quieras, nadie se va a reír de tí. Y con todo eso sentí que me dieron la llave del micrófono”.
Pedro Aníbal Mansilla conquistó a los argentinos con el exitoso programa “Modart en la noche”, que comenzó a emitirse el 27 de febrero de 1965 en las noches de Radio Excelsior, para luego pasar a Radio Libertad y finalmente a Radio del Plata, donde se mantuvo hasta su finalización, en 1986. La sastrería quebró en el 2008. “Modart en la noche”, uno de los ciclos radiales más recordados y donde pasó muy buena parte del rock nacional e internacional.
En 1964, empieza una nueva etapa, Mansilla recordó: "Comencé como locutor, trabajando tres veces por semana en un programa que conducía Carlos Medina (el “Negro” Medina). Iba desde las diez y media de la noche hasta la una de la mañana. El programa se llamaba ‘Excelsior en la noche’. Allí sólo locutaba la publicidad de las sastrerías Modart. Las sasterías Modart eran de Ricardo Kleiman, un empresario ambicioso que producía aquel programa y promocionaba su negocio (era su mayor objetivo)".
“Al año siguiente, el 27 de febrero del 65, el espacio de Medina se lo quedó Kleiman, y reemplazó la palabra Excelsior por Modart. Él era fanático de la música, un gran coleccionista. Tenía un buen pasar económico y esto le permitía viajar al exterior y volver con la valija llena de discos (lo último, lo que se escuchaba en los charts de todo el mundo y en Nueva York). Yo ocupé el lugar del Negro y pasé a ser el conductor, locutor de ‘Modart en la noche’”.
"El programa se destacaba porque teníamos el privilegio de contar con temas musicales inéditos. Era el primer programa con dicha característica, la exclusividad. En Modart decíamos: ‘Vía área: New York – Buenos Aires’. Así era la ruta de la música y luego a los oyentes. El programa trascendió efectivamente porque los temas llegaban antes”.
Su fallecimiento, se produjo durante una operación de vesícula a la que era sometido en el Hospital de Clínicas, dijo el locutor Roberto Saldí.
Radiohistorias
La Sociedad Argentina de Locutores y Comunicadores, compartió un reportaje publicado el en el diario Clarin donde "su genio y figura aparecen en todo su resplandor"Hubo un tiempo en la radio de Buenos Aires que la mañana era de Cacho Fontana y el resto del día de dos peruanos: en la tarde lideraba Hugo Guerrero Marthineitz y a la noche el estudiante crónico de medicina Pedro Aníbal Mansilla, al frente de un programa de música que fue mito: Modart en la noche. Aquella voz nocturna setentista nació en 1932 en Pirca, un pueblo de altura (2.500 msnm) a 150 kilómetros al norte de Lima, la capital donde Pedro también vivió y estudió. En el medio, el trabajo de su padre (sucesivamente maestro y director de escuela, comisionado escolar e inspector de educación) lo llevó a otros lugares, como Huacho, pegado a Huaura, la ciudad donde San Martín declaró la independencia del Perú –desde un balcón que se mantiene– en noviembre de 1820. De antepasados quechuas y formación marista, con facilidad para aprender y lector voraz (dice haber leído los 20 tomos de El Tesoro de la Juventud, una enciclopedia juvenil que hizo historia), se acercó al arte de curar ya de niño y a la locución de adolescente: a los 9 empezó judo con un maestro japonés que le iría enseñando los primeros palotes de la acupuntura; y a los 15, en el colegio San Isidro de Lima, relataba los partidos de sus compañeros con el micrófono del equipo de música que había armado el cura que les enseñaba Física. En 5° año estudió para locutor: de marzo a diciembre, dos horas por día, en Telecomunicaciones, gratis. Y, al mismo tiempo, se recibió de bachiller en el colegio y de locutor en el Ministerio. Lo tomaron en una emisora importante, donde llegó a grabar la característica. Con sus 6,200 litros de capacidad pulmonar y un histrionismo a flor de piel, vocalizaba: “En tu receptor y en todas partes, ¡rrradio Centralll!, la emisora más populaaarrrr!”.
Estuvo hasta los 18 años. Pero él quería curar, desde el día de la infancia que vio al médico de familia recetarle un medicamento “de memoria”.
“Me presenté a la universidad de San Marcos y no ingresé” . Ese fracaso definió su futuro: al año decidió irse a estudiar a la UBA de Buenos Aires, donde se enteró por amigos que no tomaban examen de ingreso. Con un compañero se lanzó a una aventura de 7 días: en micro, barcaza y tren fue bajando a Arequipa, al Titicaca, a La Paz, a Villazón y La Quiaca, hasta que en el ferrocarril Belgrano y con apenas 60 dólares llegó a Retiro. Al principio cartoneó, después dio inyecciones y más tarde hizo comerciales, programas en radio y voces (el tío Antifaz de Anteojito). Mientras tanto estudiaba Medicina. Jura que jamás cortó el estudio. Hubo materias que rindió hasta cinco veces. Y tardó ¡40 años en recibirse! Desde 1992 es médico clínico. Su especialidad: la acupuntura.
Pedro Aníbal Mansilla, "hermanito…" Médico de alma, locutor inolvidable. El mes pasado había cumplido 86 años. Con "Modart en la noche" puso un sello en la radio. Siempre te evocaré con afecto. pic.twitter.com/sCFDSrJgGZ— Julio Lagos (@lagosradio) 13 de marzo de 2018
¿Cuáles fueron las claves que te enseñaron para ser locutor?
Uno de mis profesores peruanos me dijo: tienes que mover exageradamente todos los músculos de la lengua y la boca, que son 27, pronunciar sílaba por sílaba, especialmente la última, y estar convencido de lo que lees. Otro, me enseñó: cuando el texto es romántico, ponte romántico; si en el texto tienes que gritar, ¡grita!, pero aléjate un poco del micrófono; y si tienes que gesticular, gesticula todo lo que quieras, nadie se va a reír de tí. Y con todo eso sentí que me dieron la llave del micrófono.
¿Acá cómo empezaste?
Fui a la Sociedad de Locutores. Me pidieron certificados, los pedí a Lima, y la secretaría de Comunicaciones me dio el carnet. Y salí a buscar trabajo.
¿Dónde fue tu debut?
Primero trabajé en radio del Pueblo y en Antártida. Anunciaba para vinos Peñaflor. Llegué por una agencia de publicidad del papá de Banana Pueyrredón. Cobraba 5 mil pesos. Yo pagaba 1.300 pesos en una habitación de pensión que éramos tres.
¿Cuándo arrancaste con Modart?
El 27 de febrero de 1965. De lunes a lunes, de 22.30 a una de la mañana.
Aquel programa siguió años.
Terminó en el 86. Los primeros seis meses en Excelsior, y después en Radio Libertad que era de Romay, y que después se llamó Del Plata.
¿Cómo siguió tu historia radial?
Seguí haciendo avisos comerciales.
¿Y programas?
Fuerte como Modart, ninguno.
¿Hasta cuándo seguiste?
Sigo trabajando hasta ahora. Si me vienen a buscar por un aviso, lo hago.
Con cierta regularidad, digo.
No, no tengo relación de dependencia con nadie. Y ahora quiero hacer radio desde el consultorio. Por Internet.
Sí hermanito . Y no estoy arrepentido porque hay cosas que sigo estudiando, cosas que no sé, y tengo que saberlas. Y hay cosas que sé y nadie les da importancia. Como el metabolismo del agua y los hidratos de carbono, que producen dolores que pueden ser confundidos con los del aparato cardiocirculatorio. Porque a Krebs le dieron un Nobel por decir que los hidratos de carbono (leche, frutas, harinas) uno los procesa en el cuerpo, y se transforman en agua, anhídrido carbónico y energía en forma de depósito de líquidos. Eso hace confundir a muchos médicos.
¿Por qué hacer acupuntura?
Para buscar armonía en la salud. Los alquimistas preguntarían cuándo se llega a la meta: cuando se la está buscando ya se está en la meta.
¿Hay que tener fe para que la acupuntura funcione?
No, no se necesita fe. Ir a un acupunturista que sea honesto, nada más.
¿Hay muchos deshonestos?
En la vida he aprendido que esto no es un valle de lágrimas, es un lugar que nos brinda un estado paradisíaco de la existencia. Pero para obtener eso hay que ser correcto.
Hacés eje en perdonar las ofensas.
La intención es ésta: decir sin que escuche el ofensor te amo mucho porque me enseñás a no ser como vos . Uno devuelve dignidad y en uno crece el cuerpo áulico. Y cuando le crece el cuerpo áulico, uno se mejora de todo o no se enferma de nada.
Explicame lo del cuerpo áulico.
Tenemos un aura, eso provoca vibraciones. Cuando uno está muy deprimido es porque no tiene vibraciones para entrar en equilibrio. Entonces tiene que mantener el mentón arriba. Caminar por el mundo como si fuese de uno.
Hablás de crecer como persona.
Crecer como persona es ser correcto. Nada más.
También, de tener paciencia.
Porque uno puede pensar que no ha llegado el momento en que haya encontrado conscientemente que esté en la búsqueda de la armonía en la salud. No se dio cuenta. Cuando uno se da cuenta que está buscando la armonía, ya está en la meta.
Tocás piano. ¿Te hubiera gustado ser músico?
Quiero saber tocar todos los instrumentos que existen y que existieron antes. Todos en la vida perseguimos algo y nunca lo alcanzamos. Pero en la medida que buscamos lo que queremos, ya nos podemos sentir bien.
¿Qué te alegra?
Tener buena salud. Y tengo buena salud, porque estoy en la meta.
Para tu salud cerebral, ¿jugaste ajedrez?
He jugado y es bastante difícil. Aprendí más o menos y a la condición que llegué, si juego con cinco reinas, no me gana nadie (se ríe).
¿Algo de lo que te arrepentís?
Tendría que hablar japonés perfectamente, y chino. Pero no los he practicado lo suficiente.
¿Qué aprendiste de tus oyentes y qué de tus pacientes?
Hermanito ... que tengo que ser cada vez mejor.
Pedro Aníbal Mansilla fue el locutor de “Modart en la noche”, un clásico de la radio que ofrecía estrenos que llegaban “vía aérea”. El programa estuvo tres décadas en el aire; su conductor ejerció la medicina desde 1992
Por: Eduardo Parise
De pronto, era como un aluvión que sacudía los transistores de miles de pequeñas radios. Entonces se escuchaba parte del coro de la Oda a la Alegría de la Novena sinfonía de Beethoven, esa misma que ahora utiliza como cortina un canal de deportes, en los partidos de la Copa Libertadores de América. Después, el operador bajaba el sonido y llegaba la frase: “En el viento... Mooodart en la noche, tu show nocturno exclusivo...”. El rito se cumplía de lunes a lunes, a las 22.30, y terminaba a la 1 de la mañana del día siguiente. Y en esos ciento cincuenta minutos, un “rey” de la locución se convertía en referente para esos jóvenes que, con la portátil bajo la almohada, querían conocer la música que sonaba en el mundo. El hombre era Pedro Aníbal Mansilla y aquello está en la historia de la radiofonía de la Ciudad.
Todo empezó con un programa titulado “Excelsior en la noche”, que se trasmitía por esa emisora, auspiciado por las sastrerías Modart, “a la vanguardia de la moda masculina”. Lo conducía Carlos Medina, y Mansilla se encargaba de las tandas publicitarias. Pero al comienzo de 1965 Medina dejó el programa y la producción del espacio quedó a cargo de Ricardo Alejandro Kleinman, el hijo del dueño de aquella empresa. Por eso, el 27 de febrero de ese año, no sólo cambió el título sino también el conductor: surgió la voz de “vuestro amigo, Pedro Aníbal Mansiiia”, como se anunciaba el hombre nacido en Pirca, Perú, en febrero de 1932.
Mansilla, quien ya había trabajado en radios de su país, había llegado a la Argentina en 1951, después de una travesía de siete días que incluyó micro, barcaza y un tren que lo dejó en la estación Retiro. Su objetivo: estudiar Medicina en la Universidad de Buenos Aires. Ese sueño, con mucho esfuerzo, le llevó 40 años de su vida (se recibió en 1992) y hoy trabaja como médico clínico especializado en acupuntura. Pero su calidad de locutor también le reservaba esa otra tarea que desarrolló en Radio del Pueblo, Antártida, Excelsior y Libertad, después devenida en Del Plata. Su perfecta dicción y el excelente manejo de todos los músculos de la boca y la mandíbula, pronunciando sílaba por sílaba, fueron su mejor aval. Tanto fue así, que hasta le sirvió para hacer las voces de Antifaz y el millonario Gold Silver, en los dibujos animados de Anteojito.
Pero el éxito de “Modart en la noche” (que duró hasta los años 80) no sólo se basaba en la melodiosa voz de su conductor. También se debía a que Kleinman viajaba en forma permanente hacia Estados Unidos y Europa y desde allí traía los discos de vinilo que luego se escuchaban en el programa. Hoy se bajan de Internet, pero en ese tiempo los discos, como anunciaba Mansilla, llegaban “por vía aérea”. Cuando el programa creció, aparecieron los corresponsales: Fabián Ross, en Los Angeles; Tomás Cutora y Jerry Masucci, en Nueva York; Alberto Valverde en Madrid y “los informes exclusivos de las revistas Records World, Cashbox y New Musical Express”. Era lo máximo que se podía pedir. Para completar, cada sábado estaba la media hora dedicada a The Beatles, que hasta incluía estrenos de los muchachos de Liverpool.
Por allí también pasaron The Beach Boys, Carpenters, Bee Gees, The Archies, Tony Orlando, Hervé Vilard, Johnny Halliday, Los Shakers, The mamas and the papas y tantos otros long plays que después, comprados en las disquerías, eran la base musical que surtían a los tocadiscos en cada “asalto” (bailes donde los muchachos llevaban la bebida y las chicas algo para comer) que se realizaban en la terraza o en el patio de alguna casa del barrio. La elección se hacía después de que Mansilla contaba la historia de, por ejemplo, aquel “Ata una cinta amarilla al viejo roble”. Y todo con el apoyo “de la sastrería número uno de la Argentina... Sastrería Mooodart... tu sastrería exclusiva... en las principales esquinas de Buenos Aires y en las principales ciudades del interior del país”. Ahora, a cinco décadas del comienzo de “Modart en la noche”, no sólo la sastrería no existe: en un mundo globalizado la música llega por otros canales. Tal vez algunos también recuerden otros programas de radio que quedaron en la memoria. Por ejemplo, “Las siete lunas de Crandall”, un éxito de Radio Continental que, en sucesivas etapas, tuvo tres conductoras: Nucha Amengual, Betty Elizalde y Nora Perlé, cada cual más seductora. Pero esa es otra historia.
Fotos: Guillermo Rodriguez Adami, SALCo
Fuentes: Clarín, Señales