Por: Natalia Vinelli
En los últimos meses las televisoras alternativas, populares y comunitarias realizamos numerosas actividades en defensa del sector y en rechazo de las resoluciones 685 y 686, que llaman a concurso para la adjudicación de frecuencias en TV digital. Estas resoluciones son resistidas por los medios y organizaciones populares dado su carácter restrictivo: además del alto valor de los pliegos (hasta 140 mil pesos), las bases y condiciones ponen en desigualdad a estos medios respecto de otros considerados dentro de la figura “organizaciones sin fines de lucro”. La movilización en reclamo de concursos específicos, gratuidad en los pliegos y debate de jurados visibilizó la problemática y permitió confrontar posiciones alrededor de qué es la televisión popular y las maneras en que ésta viene funcionando.
Recordemos que los medios alternativos cuestionamos la figura “organización sin fines de lucro” durante el debate de la ley de medios en el Congreso, entendiendo que favorecía a las grandes cooperativas y fundaciones (pongamos por ejemplo la AFA o la fundación del Banco de Valores), y que no contenía las especificidades de los canales de TV y emisoras de radio alternativos, populares y comunitarios. Tampoco resolvía la ambigüedad de este tipo de prácticas en cuanto a su definición ni trazaba límites claros respecto de ellas. Los primeros concursos demuestran que no estábamos equivocados: hay una cómoda “incomprensión” por parte de los funcionarios del área acerca de qué es un medio comunitario, lo que favorece una idea acotada de lo que se entiende por democratización en materia de medios (que luego se traduce en pliegos concretos).
Si bien no nos proponemos acá debatir sobre cuáles son los elementos que hacen a un medio alternativo, popular o comunitario, nos parece importante destacar algunos aspectos que se nos presentan de manera conflictiva al leer las condiciones de admisibilidad para poder concursar por frecuencias y legalizar nuestras emisoras para crecer en aire y alcance. Resistimos que en nuestro nombre se beneficien las pymes, las fundaciones fantasmas de las grandes empresas, sindicatos burocráticos o las pequeñas quintas personales (que algunos tengan derecho a tener medios es otra cosa, el problema es que claramente no somos lo mismo y por lo tanto no podemos cumplir los mismos requisitos). Por eso salimos a reclamar concursos específicos y políticas de promoción y fomento, de manera de hacer efectivo y plural el 33 por ciento del espectro destinado para este sector por la nueva ley 26.522.
En este sentido decimos, aunque para nosotros suene obvio, que los medios en manos del movimiento social, los trabajadores y nuestro pueblo no nos regimos con la lógica patrón / empleado sino que funcionamos como militantes; en todo caso podríamos pensar en la figura del voluntariado social o mejor, en el trabajo voluntario. No perseguimos el lucro y nos financiamos con aportes voluntarios y donaciones de las organizaciones populares que nos acompañan. Trabajamos con copyleft y creative commons para nuestras producciones y para musicalizar los informes audiovisuales. Entendemos que la profesionalización hay que ensayarla desde la mirada de lo popular, construyendo nuevos géneros y formatos y no cercenando las posibilidades de participación por la obligación de contratar la voz de un locutor.
Estos elementos son indispensables para realizar concursos acordes a nuestra realidad, de manera que el acceso a la televisión digital sea para todos y no para unos pocos, y no se siga reproduciendo el sistema de medios que se decía superar. Porque hoy la presencia de los medios comerciales en la televisión digital no se puede pasar por alto: C5N de Daniel Hadad, CN23 de Sergio Spolsky, Gol TV de Paco Casal y Francescoli o 360TV no ganaron ningún concurso (ni en digital ni en analógico) y sin embargo ya están en el aire junto con la señal (tampoco concursada) de la UOCRA de Gerardo Martínez, a la postre denunciado como agente infiltrado del Batallón 601 del ejército entre los obreros de la construcción durante la dictadura militar.
Todos estos temas fueron parte de las discusiones que mantuvimos con funcionarios de la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual AFSCA (reuniones que llegaron luego de mucha insistencia y movilización); y también de los debates con estudiosos de los medios. En los foros que realizamos se pudieron escuchar variedad de posiciones, desde el apoyo a la ley de medios hasta de oposición por izquierda. Esta amplitud que saludamos nos permitió conocer lo que, dicho rápidamente, el oficialismo en medios y comunicación, con matices, “piensa de nosotros”. Eso que piensan de nosotros es parte de la argamasa desde la cual se formulan las traducciones de la ley de medios sobre la realidad concreta; en este caso, las resoluciones que llaman a concursos para la adjudicación de frecuencias en televisión digital.
Esto en definitiva se puede resumir, sin pretensión de agotar ningún debate, en lo que entendemos son siete prejuicios o suspicacias contra la TV alternativa, popular o comunitaria. Estos saltan a la discusión muchas veces en forma de chicanas, otras implican desconocimiento y otras, directamente, desnudan cuál es el sistema de medios que algunos sectores (podríamos decir, los hegemónicos) dentro del kirchnerismo imaginan cuando hablan de democracia en esta materia. Esperamos que la breve sistematización que sigue sirva para continuar el debate y mejorar las argumentaciones de cara a la necesidad de ocupar desde nuestras televisiones un lugar en la pantalla.
I. “Los que cuestionan las resoluciones 685 y 686 son los que siempre ven el vaso medio vacío, y terminan siendo funcionales a la derecha”.
Deberíamos comenzar por decir que el pueblo en las calles nunca es funcional a la derecha, aunque parezca una verdad de Perogrullo, y que en el caso concreto de la ley de medios, no es Clarín quien está realizando la crítica y reclamando ser escuchado en sus reivindicaciones sino los medios populares. Nosotros denunciamos la concentración de la comunicación en pocas manos desde que se conformaron los multimedios con la ley de reforma del Estado de Menem y Dromi; realizamos campañas callejeras denunciando la tergiversación y el ocultamiento de la información durante el menemato y fuimos parte activa de la resistencia al neoliberalismo; estuvimos en la calle el 19 y 20 de diciembre gritando “que se vayan todos” y “nos mean y los medios dicen que llueve”, y generamos nuestros propios medios en articulación o como parte orgánica de las organizaciones sociales y políticas invisibilizadas por el fast food televisivo.
Además, participamos con nuestras propuestas en el debate de la ley, rechazamos el decreto 527/05 que en los hechos prorrogó las licencias a los grandes medios y denunciamos los puntos que, venimos verificando, siguen condenando a la marginalidad y a la alegalidad a los medios populares. La concepción del “paquete cerrado” que hay que tragar sin mayor trámite porque “lo otro es peor” ayuda muy poco a la democratización (aún cuando referimos a una democratización en el marco de la democracia burguesa); desnuda las limitaciones propias de quien lo enuncia y se cierra en el circuito de la soberbia y la obsecuencia perdiendo legitimidad. Entonces, ni el vaso medio lleno ni el vaso medio vacío: estamos peleando porque la televisión alternativa, popular y comunitaria, que fue el sector perseguido y postergado históricamente por la ley 22.285, ocupe el lugar que le corresponde en el espectro.
II. “La televisión alternativa no existe, no los mira nadie, a lo sumo 10 amigos”.
Esta afirmación es claramente una chicana (y es bastante gorila), sobre todo cuando transita los pasillos de las facultades donde se estudia Comunicación y donde existen materias y orientaciones denominadas “Comunicación Comunitaria”. Paradójicamente, muchos estudiantes se acercan a nuestras prácticas como parte de su formación, algunos se incorporan a este hermoso frente de lucha o construyen sus propias herramientas y muchos, más de lo que se piensa, imaginan sus futuros profesionales asociados a estas búsquedas (que, insistimos, se propagandizaron junto con la ley de medios, y ésta debiera promover). ¿Cuántas experiencias tienen su origen, o al menos vínculos importantes con las universidades nacionales? ¿Desde qué tradiciones se fundaron las carreras de Comunicación?
Además, si la radio y la televisión alternativa, popular y comunitaria no hubiese sufrido 30 años de allanamientos, decomisos y persecuciones seguramente estaría mejor equipada, y aún así estamos en el aire y comprobamos día a día nuestra llegada. Basta el ejemplo del Canal 4 Utopía en los 90: no sólo lo veían muchos más que 10 amigos sino que tuvo que enfrentar 14 decomisos, a los que respondió con la movilización del vecindario. A dos años de aprobada la ley, es cierto, no se produjeron decomisos. Pero se mantiene una situación de alegalidad que impide a nuestros medios crecer y desarrollarse en toda su potencialidad, condenándonos a la marginalidad.
Eso es lo que queremos superar: no existen hoy políticas de fomento de los medios en manos de los trabajadores y el pueblo que no sean aquellas que cercenan el sentido a lo pequeño. Tenemos derecho a que nuestras voces sean escuchadas, a tener alcance, a disputar masividad. Difícilmente lo logremos sin políticas igualitarias respecto de la migración tecnológica a digital, o emitiendo en análogo por aire en tiempos de apagón tecnológico y consumo masivo de TV por cable. Por eso la legalización es fundamental, y por eso nos censamos cuando el AFSCA lo solicitó (nos referimos a la resolución 3). De paso, ¿qué datos arrojó aquel censo? Todavía hoy no se conocen.
III. “La televisión alternativa es berreta, desprolija y mal hecha, incapaz de producir contenidos de calidad ni de cumplir los requisitos de programación diaria”.
Este prejuicio no es más que eso, un prejuicio por desconocimiento; otras veces pura hipocresía. Es cierto que algunos medios cultivan un gusto por la artesanalidad (lo cual no quiere decir todas las veces mal hecho), pero la mayoría de los colectivos que se dedican a la producción audiovisual vienen demostrando la calidad de sus trabajos y toda la potencialidad y frescura que podría desatarse si se contara con un plan de fomento. Si no, ¿para qué solicita el Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentinos BACUA nuestras imágenes? Además, ¿qué entendemos como parámetro de calidad?
Es cuestión de encender la pantalla para asistir a una catarata de basura informativa, como decía Rodolfo Walsh, o al entretenimiento vulgar, sexista y grosero que copa la TV. Junto con esto decimos que el desafío de la programación diaria se resuelve con aire real, y que hoy, con lo poco que tenemos, logramos cubrirla bastante bien gracias a la colaboración entre los colectivos, la cooperación y la apertura de las emisoras a voces mucho más diversas de las que transitan por los medios oficiales. Claro que siempre podemos mejorar, de hecho estamos aprendiendo todo el tiempo, pero estamos en condiciones y queremos asumir el desafío.
Asimismo no podemos dejar de subrayar que a veces en la discusión, “sin querer queriendo”, se nos exige a nosotros lo que la industria cultural resuelve apenas (la repetición, los enlatados, los programas ómnibus que requieren poca producción, la entronización de los chimentos son la materia prima de la TV actual). El problema de los contenidos entonces no es nuestro, sino principalmente de ellos. La televisión es un monstruo que fagocita imágenes de manera permanente, y es ese esquema televisivo unidireccional y comercial el que le quita la historia a las imágenes y las vuelve viejas antes de tiempo.
IV. “La televisión alternativa es local, no hace falta demasiada potencia”.
Hay una tendencia importante a cercenar lo alternativo, popular o comunitario a lo chiquito, a lo inmediatamente cercano, a los márgenes abandonados por el sistema. Incluso hay prácticas que se sienten más cómodas en esa pequeña dimensión. Todas aportan a la construcción de otro discurso, es cierto, pero si hay algo que está haciendo falta desde hace rato son medios populares que disputen masividad y, en definitiva, poder. ¿Por qué nos tenemos que conformar con llegar a 1, 5 o 10 kilómetros (o con que nos vean los famosos “convencidos”)? ¿Por qué las luchas que transitan por nuestras pantallas deben quedar acotadas a un alcance ínfimo? La respuesta es obvia. Buscamos disputar sentido, construir una nueva subjetividad, crear colectivamente una opción, una alternativa comunicacional y sobre todo política. Limitar nuestras posibilidades a los márgenes molesta tanto como la llegada mínima a la que se nos condena.
V. “La televisión alternativa no es sustentable: si no pueden pagar pliegos, no pueden sostener un canal”.
Esto no es cierto. Los canales de televisión alternativos, populares y comunitarios venimos emitiendo hace 5, 3 o 2 años, algunos más y continúan las primeras experiencias de los 80 y 90. No tenemos que demostrar que podemos sustentarnos porque ya lo hacemos en la práctica, con muy poco, sin ningún apoyo por parte del Estado y sin perseguir el lucro. Invitamos a todo aquel que le interese a conocernos, acercarse a los estudios que construimos desde abajo, levantando paredes, poniendo pisos, levantando decorados, armando puestas de luces. Nos financiamos con nuestros propios aportes y los de las organizaciones que entienden la importancia de defender estos medios que arman al pueblo. Nos sostenemos porque sabemos la importancia del esfuerzo y de la urgencia de levantar herramientas propias en el camino de la construcción de poder popular. Además cabría preguntarse si son sustentables los nuevos canales oficiales más allá de la publicidad oficial; si los estudios cumplen las normas que nos exigen a nosotros y por qué han llegado a la televisión digital sin ningún concurso que los avale.
VI. “La TV alternativa es crítica pero le pide al Estado que la reconozca”.
Nosotros invertimos esta afirmación para que quede clara la postura: ¿Por qué el Estado reconoce, a través de la publicidad por ejemplo, a los medios concentrados? ¿Por qué el mercado y el propio Estado ya experimentan en TV digital sin haber concursado y los medios populares seguimos esperando? ¿Por qué somos nosotros los que nos debemos enfrentar a condicionantes económicos, jurídicos y políticos que en los hechos nos dejan fuera de concurso o nos limitan al bajísimo alcance cuando la ley de medios se presentó al debate como una ley democratizadora, garante de la pluralidad y defensora de la diversidad? “La ley de medios te da el poder a vos”, decía una publicidad de la Presidencia de la Nación tras convocar: “Hablemos todos”. ¡Hagamos efectivo el 33 por ciento!
Los canales y los medios alternativos, populares y comunitarios expresamos las voces silenciadas o tergiversadas por los multimedios, a los que dice contraponerse el espíritu de la ley. Aprendemos de las luchas del movimiento piquetero, de las organizaciones sindicales, de las cooperativas populares, del movimiento de fábricas recuperadas. Pensamos que el Estado debe promover el trabajo recuperado a través de un apoyo real (de paso, hoy 10 mil trabajadores y trabajadoras ganan su sustento en fábricas sin patrón), y no subsidiar a las grandes empresas capitalistas para que sigan enriqueciéndose a costa de los salarios y la desinversión de los servicios. De la misma manera pensamos que el Estado debe fomentar las experiencias de comunicación articuladas con el movimiento social, los trabajadores y el pueblo. Si no es como cambiar algo para que el sistema de comunicación, en lo estructural, no cambie.
VII. “Reclamar el ingreso al cable implica avalar el sistema de televisión paga”.
Dejamos esta opinión para el cierre, porque es como volver al principio. Es notable la lista de exigencias a la televisión alternativa que esquivan sin problemas los canales estatales, oficiales y privados. La comunicación alternativa, popular y comunitaria fue la principal afectada por la autoritaria y excluyente ley 22.285 de 1980, que tuvo muchos más años de democracia que de dictadura. Esta postergación histórica no puede seguirse prolongando. ¿Cómo puede ser que la TV alternativa tenga que conformarse con seguir emitiendo por aire, en análogo, cuando el 70 por ciento de la población por lo menos en la Ciudad de Buenos Aires hoy mira televisión por cable?
Reclamar la legalización para exigir el ingreso a la grilla de cable es completamente justo y lógico ya que implica aire real, y nos moviliza contra las cableras que, nos dice la ley, están obligadas a integrar a su dieta a los canales de aire legalizados en su zona de cobertura. El gobierno dio una batalla contra Cablevisión para que incorpore Paka Paka. ¿Esta señal sí merece ingresar al cable pero los medios en manos de los trabajadores no? Entonces el problema no está en si se avala el sistema de televisión paga (justo a los medios alternativos, que siempre quedamos afuera, que somos los sectores más débiles de la comunicación), sino que se trata de un problema político que tiene que ver con los discursos, con la subjetividad y el tipo de relaciones que se ejercen y construyen desde y con nuestra pantalla.
Para terminar
Y para que quede claro: creemos que esta ley de medios es mejor que la 22.285, y que en ese sentido es progresiva en cuanto a democratizar las instituciones mediáticas en el sentido que lo hicieron otras instituciones desde la apertura democrática de 1983 (por ejemplo la educativa). También pensamos que el debate sobre el modelo de comunicación en nuestro país –fogoneado por un contexto regional que puso en cuestión el tema de la concentración de medios y su rol como actor político-, genera un piso propicio para el surgimiento de nuevas experiencias comunicativas populares y alternativas. Pero que esta potencialidad aporte realmente al surgimiento de una alternativa y no quede reducida a la mera autorrealización comunicativa o a la religión de lo pequeño depende de nuestra intervención en conjunto con otras expresiones organizativas del campo popular.
La ley de medios abre el abanico para avanzar en reivindicaciones concretas en la medida que nos movilicemos e intervengamos de manera organizada, como viene sucediendo con el rechazo a las restrictivas resoluciones 685 y 686 y a otras que se prometen para los próximos meses pero que amenazan con cercenar la TV popular a la baja potencia y el mínimo alcance (es decir, a no disputar nada). Esto es algo que ya planteábamos durante la discusión de la ley en el debate hacia otros sectores del campo popular. Hoy lo seguimos sosteniendo: es momento de avanzar hasta lograr el reconocimiento, es momento de organizarnos para disputar masividad. Ésa es la gran tarea de la TV alternativa, popular y comunitaria en estos días. Por eso llamamos a todos los sectores, a las organizaciones sociales, políticas y sindicales, a los referentes del mundo de la cultura y el arte a sumarse y colaborar con esta lucha.
Fuente: Revista Documental para re-pensar el cine hoy, Año 4 nro.3 - oct. 2011