Por: Iván Schargrodsky
El escritor y periodista accedió a un reportaje con Política Argentina, e hizo hincapié en los temas más sensibles del proceso iniciado en 2003.
Fustigó a la Televisión Pública y, principalmente, a 678, por ser un aparato que se usa para “criticar a quienes no estén cien por ciento de acuerdo con su discurso”, se distanció de la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) por elegir el camino del matrimonio igualitario, y pronosticó que volvería a votar a Pino Solanas. Además, se prestó a un interesante intercambio sobre la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual.
Hay algo de nihilismo en Martín Caparrós. En la hora que duró la entrevista, el escritor y periodista, vitalicio de la pléyade de literatos argentinos, se mostró visiblemente molesto con los medios públicos afines al oficialismo nacional, y no advirtió ninguna medida positiva de los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández. Definió a la ley de Servicios de Comunicación Audiovisual como “una pelea entre ricos argentinos” y se refirió al kirchnerismo como “un grupito político que no ha producido ninguna transformación, ni siquiera relativamente significativa de la estructura social y económica de la Argentina”.
Ley de medios.
En el caso de la ley de medios, hablé a favor de ella en varias oportunidades, con los reparos que tenía ya entonces, sobre todo el tema de quién es la Autoridad de Aplicación. Ahora, si la ley de medios se hizo con la justificación de democratizar el acceso a la difusión de la palabra, y si el ejemplo de qué es lo que esa ley va a conseguir, son los que ya están en la esfera pública…tengo que pensar en el Canal 7, que es un engendro de propaganda rencorosa de un pequeño sector, encabezado por su estandarte 678, digo “¡ay, Dios mío!”, la ley de medios es, otra vez, una truchada bajo pretexto de democratización, lo que se hace es concentrar en el Gobierno el control sobre esos medios para utilizarlos como armas contra cualquiera que no esté un cien por ciento de acuerdo con su discurso.
Hablabas de Canal 7 como un aparato de propaganda. ¿No es un error detenerse en esa señal sin siquiera analizar el mapa de medios hegemónico de los medios privados?
Los medios privados son un aparato de propaganda de sus dueños, de sus empresas y de los sectores a los que esas empresas representan. El Estado no puede ser eso; a mí no me parece mal que un sector político que ocupa el Gobierno tenga su aparato de prensa. Entonces, que se busquen la vida, que busquen dinero –no público-, tienen muchísimo de todas maneras, no hay que preocuparse por su salud financiera. O que hagan medios sin dinero; supuestamente son tan militantes. No estoy de acuerdo con que los medios del Estado, que son de todos los ciudadanos, sean copados por cuatro o cinco, que los usen para atacar a una buena parte de sus ciudadanos. No veo por qué eso se justificaría por el viejo curro de que los enemigos son esto y lo otro. ¡Sí, los enemigos son una mierda! Cuando ellos estaban viviendo de Clarín, de La Nación, y de todos esos grupos a los que vos no querés nombrar, habíamos algunos que ya lo decíamos, que lo dijimos siempre. Que esos grupos de presión son nefastos para el funcionamiento de la Argentina; pero que no me corran más con que como ellos se pelearon como un socio comercial que tuvieron durante varios años, ahora hay que aplaudirlos y apoyarlos. Son problemas de plata, de negocitos, entre ricos argentinos.
Justo vos, que durante mucho tiempo dijiste que esos grupos eran nocivos para la calidad democrática de la Argentina, cuando viene un programa como 678, que ante esas empresas funciona como contrahegemónico, presentás críticas furiosas.
Yo no hice críticas al medio público…
Hace dos minutos dijiste que era un aparato de propaganda rencoroso.
Sí, lo estoy diciendo ahora, y por eso pongo énfasis en la palabra rencoroso, después de que se han pasado casi un año dedicándome una cantidad de insultos, que se los agradezco, pero soy lo suficientemente modesto como para saber que no merezco tanto. No creo haberme ocupado demasiado de ese aparato, antes que ese aparato se ocupara de mí, y ahora tampoco quiero ocuparme demasiado. No me interesa ceder a este chantaje por el cual los enemigos de mis enemigos –todo con muchas comillas- son mis amigos, esa idea es absolutamente peligrosa. El ejemplo es muy extremo y quiero que aclares que lo es, pero cuando en los primeros ’40, algunos nacionalistas argentinos encontraron que había un alemán que se oponía al gran enemigo de la nación Argentina, que siempre había sido Gran Bretaña, y entonces les pareció que tenían que hacerse amigos de Hitler, me parece que se equivocaron. Que un gobierno que durante cinco años hizo todo tipo de negocios con el monstruo monopólico, que de pronto un día se despierte y descubra que en el año ’76 el diario Clarín hacía tapa a favor de los militares -aunque era la época en que Kirchner y compañía tampoco estaban muy incómodos con los militares, pero ése es otro problema-, por un problema que nunca sabremos cuál es… ¡no me jodan!
Está claro que Néstor Kirchner impulsa la ley de medios por la pelea con Clarín, a partir del conflicto con las patronales agropecuarias. ¿Pero importa tanto el por qué o habría que darle más relevancia a que se haya hecho? La ley es un proyecto que llevaba 26 años de elaboración.
Por supuesto que importa por qué se hizo, porque al analizar por qué se hacen las cosas, se puede llegar a vislumbrar cómo se van a hacer las cosas.
Pero el Gobierno puede perder las elecciones.
¿Y?
Que puede asumir uno de distinto signo que maneje la ley…
…que maneje los medios públicos para su conveniencia particular.
No, que aplique la ley de un modo que, en este caso vos, lo consideres apropiado, y la ley es la misma.
Sí, pero eso no quita… yo no digo que la ley es una mierda. En estas circunstancias, con este Gobierno que hace este uso de los medios públicos, me parece que los efectos de esta ley no son los que uno esperaría que tuviese. Vos me decís: “¿importa por qué se hace?”; claro que importa.
¿Y qué importa más, el por qué o el qué? Me resulta curioso que estén al mismo nivel de relevancia.
No, no están al mismo nivel, importa más el por qué que el qué.
¿Más el por qué que el qué?
¡Sí, porque el por qué define el qué! El qué no es la ley como texto; si vos te fijás en el texto de la Constitución del ’94 este país debería ser una mezcla de socialismo, ácrata, gobernado por instituciones maravillosas con trabajo para todos, vivienda para todos, bla bla bla. El texto es el texto. El qué no es el texto; el qué es la forma en la que ese texto puede aplicarse en la práctica, y eso está homogénea y completamente definida por el por qué.
Lee la nota completa acá
Foto: Fernando de la Orden
Fuente: Política Argentina