domingo, 28 de septiembre de 2025

Cuando enseñar también es resistir: el profesor que quiere llegar al Congreso

Desde las aulas de Villa Gobernador Gálvez hasta el Congreso, Franco Casasola representa la lucha por una educación pública digna, la defensa de los derechos laborales y la construcción de una salida política real para los trabajadores frente al ajuste y la precariedad.
Hace algún tiempo, revisando archivos, rescatábamos unas palabras de Miriam Bregman —"la Rusa", como le dicen muchos— en las que hablaba de Franco Casasola. Decía que lo conocía desde hace años y que siempre lo había visto profundamente comprometido con la defensa de la educación pública, los derechos de los trabajadores y de los estudiantes. Franco es profesor de historia en la zona sur de Rosario, en Villa Gobernador Gálvez, una localidad donde se vive de cerca la precariedad edilicia de las escuelas, los bajos salarios docentes y el impacto concreto del ajuste.

Represalias por la lucha: detenciones y despidos
El año pasado, su casa fue allanada. Fue detenido, junto a otros compañeros, por oponerse a la reforma jubilatoria que, entre otras cosas, elevó la edad de retiro de las mujeres y recortó derechos a los docentes. A raíz de su militancia, también fue despedido de un instituto privado, donde había organizado a sus compañeras y compañeros para exigir el cobro en tiempo y forma de sus ya magros salarios y aguinaldos. Lograron el objetivo, pero a él le costó el puesto.

Su historia no es excepcional: es la de miles de docentes que, día a día, sostienen la educación pública mientras enfrentan condiciones laborales adversas y luchan por sus derechos. Hoy, Franco Casasola encabeza la lista del Frente de Izquierda Unidad en la provincia de Santa Fe; lo acompaña Carla Deiana.

Violencia y criminalización contra la protesta
Después de un tiempo sin pasar por Aire Libre, Radio Comunitaria, Franco vuelve a las Señales. Recuerda que está por cumplirse un año de aquellos allanamientos violentos, cuando los trataron como delincuentes, como si defender derechos fuera un delito. La causa judicial sigue abierta. Siguen imputados.

El allanamiento no fue un episodio más dentro del repertorio de prácticas policiales; fue una irrupción violenta que desnudó una lógica de amedrentamiento. No tocaron la puerta ni se identificaron. Entraron con arietes, como en escenas extremas, con cascos y rostros cubiertos, derribando la puerta de una casa como si entraran a un bunker narco y no al hogar de docentes. Los esposaron, los detuvieron. Algunos estaban con sus hijos pequeños en ese momento. El miedo no fue solo físico: fue también un mensaje.

Material de lucha secuestrado: una evidencia de militancia
Lo más ofensivo, sin embargo, no fue la violencia del ingreso, sino el contenido simbólico de lo que se llevaron. No encontraron drogas, ni armas, ni dinero. Se llevaron pecheras de AMSAFE, volantes sindicales, afiches con consignas históricas como "Son 30.000 los desaparecidos". No sustrajeron pruebas de un delito, sino símbolos de la lucha y de la memoria colectiva. Ese gesto –ese intento de borrar, de intimidar, de criminalizar la militancia– fue lo que más dolió. Porque nunca, ni siquiera en las huelgas docentes más duras desde 1983, habían detenido a trabajadores de la educación por el solo hecho de organizarse. Lo que ocurrió dejó expuesta una intención política clara: castigar la pertenencia a una historia de lucha.

Reclamos y denuncias frente al ajuste jubilatorio
Nos detuvieron por reclamar: por oponernos al aumento de la edad jubilatoria para las mujeres; por denunciar que no pueden seguir descontándoles aportes a los jubilados; por exigir que los aumentos se paguen en tiempo y forma. Con la ley que se aplicó, los jubilados comenzaron a cobrar los aumentos dos meses después que los activos. Eso es lo que estábamos denunciando.

Fue el gobierno provincial quien impulsó estas medidas, con el respaldo de la justicia santafesina y de la legislatura, encabezada por Clara García. La causa sigue abierta. De hecho, en los próximos días —justo cuando se cumple un año de la detención— tendremos una nueva audiencia. En esa audiencia buscan acceder a nuestros celulares. Nos oponemos, por supuesto.

Además, la misma justicia solicitó a Meta —la empresa que administra Facebook, Instagram y WhatsApp— las contraseñas del sindicato para ingresar a los mensajes entre el sindicato y sus afiliados. Eso es gravísimo. No solo viola leyes argentinas, sino también normas internacionales que garantizan la libertad sindical y el derecho de las organizaciones a defender y organizar a sus afiliados sin persecución.

Intimidación y respuesta solidaria
Hasta ese punto llegaron. Fue un intento claro de aleccionamiento. No fue casual el nivel de violencia: todos los que fuimos detenidos teníamos presencia pública; éramos delegados o miembros de comisiones directivas. Si nos hubieran citado, habríamos ido. Nuestra actividad es pública, abierta y legal. Eligieron, en cambio, el camino de la intimidación. No lo lograron.

Ese mismo día, AMSAFE Rosario, ATE Rosario y el sindicato de Aceiteros hicieron un gran paro que fue un ejemplo de solidaridad. Las universidades también se movilizaron en medio del proceso de lucha contra la misma ley.

La fuerza de la solidaridad en las escuelas
En lo personal, lo que más conmovió fue lo que pasó en las escuelas donde trabajo: en Villa Gobernador Gálvez, en la Perito Moreno, en la Gurruchaga; en Rosario, en el Normal 3. Volver de la detención y encontrar a los estudiantes, al centro de estudiantes del Normal y al sindicato docente dándome la bienvenida fue muy fuerte. Y más aún saber que, el mismo día de la detención, los pibes y pibas de La Gurruchaga hicieron una asamblea espontánea en la puerta de la escuela.

Eso te toca el corazón. Muestra la fuerza del pueblo, de la juventud. Para quienes estuvimos detenidos, saber eso —aunque lo supimos después— fue profundamente emotivo. Fue un gesto de solidaridad que no se olvida.

La política actual y la necesidad de diputados honestos
En el escenario político actual, la consigna "diputados que no se venden", que suena en los spots del Frente de Izquierda, no es una frase vacía. Es una afirmación cargada de sentido en un Congreso donde la negociación y el pacto por lo bajo parecen haberse vuelto norma. Cada vez que se discute una ley clave aparecen los llamados desde Buenos Aires y las instrucciones para que los diputados esperen, se abstengan o salgan del recinto a la hora del voto. Así se cierran acuerdos que nada tienen que ver con los intereses del pueblo.

Reivindicar la honestidad, la coherencia y la firmeza es necesario y urgente. Pero también evidencia la decadencia de las fuerzas tradicionales. Los radicales facilitaron votaciones y gobernabilidad; el PRO muestra su historial de entrega; y el peronismo, que asumió con 110 diputados y hoy tiene 99, fue clave para aprobar las leyes del ajuste.

Elecciones legislativas y la urgencia de fortalecer la izquierda
Ahora se vienen las elecciones legislativas, y es fundamental fortalecer a quienes estuvieron desde el primer día, poniendo el cuerpo cada miércoles en las calles, participando de las asambleas y votando consecuentemente. Ningún otro bloque puede decir lo mismo. Maximiliano Pullaro, que ahora se muestra como opositor, fue parte del engranaje: firmó el Pacto de Mayo y, antes de los escándalos, llegó a defender públicamente a Javier Milei en la causa Libra. Eso no es menor: marca complicidad política. Pullaro ajustó salarios, educación y salud; ajustó a los jubilados con la reforma previsional y recortó programas de prevención de la violencia de género. En lo esencial comparte el mismo plan que Milei, solo con otro tono, más presentable para ciertos sectores del poder económico, especialmente el agronegocio.

En ese panorama, la consecuente intervención del Frente de Izquierda se vuelve un valor irrenunciable. Con Miriam Bregman, Nicolás del Caño, Cristian Castillo y Romina del Plá, la izquierda mantuvo una línea clara. Incluso desde sectores adversarios reconocen esa coherencia: "son cinco, pero parecen cien", dijo Martín Menem.

El desafío es que esos cinco se multipliquen. Que esa voz combativa llegue desde Santa Fe: que un docente que conoce desde adentro la educación pública ocupe un lugar en el Congreso. No alcanza con quién encabeza una lista: importa quién viene después. El peronismo presenta figuras como Agustín Rossi y nombres del gabinete de Alberto Fernández —Kelly Olmos, Nicolás Trotta— que ya fracasaron en sus gestiones; ya aplicaron el ajuste. Por eso es hora de apostar por una fuerza que no se venda y que tenga un plan claro, porque el resto no lo tiene: se unen para ganar y después no muestran un rumbo común que favorezca a las mayorías.

La deuda externa: el problema central del país
En medio de las acusaciones cruzadas, lo que falta es un proyecto concreto. El problema central del país es la deuda externa. Todo gira alrededor de eso. El Frente de Izquierda sostiene una posición histórica: hay que desconocer soberanamente esa deuda ilegítima. No hay proyecto de país posible sin romper con esas estafas: es una condición de soberanía básica.

Fuimos muy críticos cuando el gobierno del Frente de Todos reconoció la deuda de 45.000 millones de dólares de Macri con el FMI; esa decisión contó con la colaboración del peronismo, que permitió el tratamiento en comisiones. Por eso proponemos el desconocimiento soberano de la deuda como primera medida: recuperar esos recursos permitiría afrontar necesidades elementales —vivienda, trabajo, infraestructura, salud, educación— de manera inmediata.

El año próximo vencen casi 10.000 millones de dólares. Con esos recursos podríamos solucionar el déficit habitacional en todo el país o triplicar las jubilaciones durante tres años. Recuperar esas palancas es esencial. A eso se suman otras medidas: nacionalizar el comercio exterior y estatizar puertos e hidrovías. Si no se hace, proliferan los negociados: por ejemplo, siete grandes exportadoras se quedaron con un negocio de 1.500 millones de dólares tras la baja de retenciones anunciada por el gobierno. Estatizar esos sectores es recuperar soberanía y evitar que especuladores fijen el precio de los alimentos y decidan el futuro del país.

La lucha contra el narcotráfico no será efectiva sin tocar los intereses que lo sostienen. Los puertos privados son, a menudo, la salida de cargamentos de cocaína que terminan en Europa, en Medio Oriente u otros destinos. Por eso la estatización de puertos e hidrovías es también una medida de seguridad elemental.

Además, proponemos una banca estatal única: recuperar el ahorro de los argentinos y planificar la inversión para las necesidades sociales. En manos privadas, el ahorro se fuga o sirve a la especulación financiera: bicicleta financiera, bonos y negocios que enriquecen a muy pocos. Una banca pública permitiría planificar y dirigir la inversión hacia vivienda, salud, educación y producción.

Si hablamos en serio de soberanía, estas son medidas fundamentales. Frente a eso, ni Libertad Avanza, ni el PRO, ni el radicalismo, ni siquiera el peronismo plantean un plan alternativo coherente. Por eso el Frente de Izquierda dará la pelea por un programa de salida real, desde abajo y para las mayorías.

Esa pelea tiene que construirse desde la base. Las ideas están compartidas por muchos sectores, pero hace falta organización colectiva. Esa fuerza existe, aunque aún dispersa: está en los jubilados movilizados, en las universidades en lucha, en el movimiento de mujeres que enfrenta la violencia, y en las asambleas populares que frenaron impulsos autoritarios. Es la misma fuerza que empezó a emerger con más potencia frente a crímenes brutales como el reciente triple femicidio narco.
Carla Deiana y Franco Casasola

Hay que disputar el rumbo del país desde abajo, con un proyecto colectivo
La experiencia demuestra que se necesita una herramienta política propia de los trabajadores: un gran partido de trabajadores impulsado desde los sindicatos. La dirigencia peronista fracasó política, económica y socialmente y abrió la puerta a la emergencia de monstruos como Milei. Si los sindicatos que estuvieron en la calle durante este tiempo impulsan una herramienta propia, hay condiciones reales para construir algo nuevo. No alcanza con la lucha sindical: hay que disputar el rumbo del país desde abajo, con un proyecto colectivo.

Para eso se necesita también fuerza institucional. Una bancada del Frente de Izquierda más amplia —diez o quince diputados— sería mucho más que números: sería una herramienta concreta para fortalecer al movimiento popular. Especialmente ahora, cuando todo indica que después del 26 de octubre podría venir una nueva devaluación, más ajuste y más crisis.

Los trabajadores no solo deben estar preparados para resistir; tienen que estar listos para proponer una salida política distinta. Ese es el desafío y la oportunidad está en nuestras manos.

No hay diferencias de fondo entre Milei y Pullaro; solo cambian las formas. En el ataque a los jubilados, el ajuste de salarios y los recortes en salud, educación y programas de prevención de la violencia de género, hay una plena sintonía. Esto no es una lectura teórica: es la realidad cotidiana que veo en las escuelas de Villa Gobernador Gálvez, donde doy clases.

La violencia de género atraviesa las aulas. Son frecuentes los relatos de abusos y situaciones gravísimas que cuentan las y los estudiantes. Cada acta que redacté este año con denuncias de chicos quedó muchas veces sin respuesta: no hay equipos socioeducativos que aborden estas situaciones. Las familias están desbordadas, sobreviviendo con ingresos de miseria, y sus hijas e hijos quedan a la deriva.

El ajuste se implementa con una brutalidad silenciosa: se recortan programas y se vacían espacios de cuidado. En secundaria existe la "Rueda de Convivencia", un espacio donde los estudiantes pueden hablar de sus problemáticas y encontrar confianza para contar lo que les sucede. Pero cuando falta el docente responsable no se designa reemplazo. En la Perito Moreno, por ejemplo, muchos chicos pierden su única oportunidad para expresar lo que les pasa. La confianza y la escucha son parte del derecho a la educación; hoy son recortadas sin miramientos.

Fuera de las escuelas la situación es igual de grave. En barrios como el QOM, en la zona de Aborigen Argentinos y Rouillón, muchas familias no tienen agua potable: el agua está contaminada, es peligrosa incluso para bañarse o cocinar. Los vecinos deben caminar seis o siete cuadras con bidones para conseguir agua potable. ¿Y los jubilados? ¿Qué hacen las personas mayores ante esa situación? Nadie da respuesta desde el poder.

Mientras tanto, la costanera del río se habilita para torres de lujo: negocios para los ricos, abandono para el resto. Y en ese escenario de exclusión se afianza el negocio narco. Cuando un pibe puede cobrar más por ser soldadito que por trabajar en una metalúrgica, el camino está marcado. La narco-criminalidad avanza con un entramado de complicidades que incluye a la policía. No es un problema ajeno: es lo que vemos diariamente en Tablada, Villa Gobernador Gálvez y otros barrios.

Los casos recientes, como el asesinato de tres chicas en Buenos Aires, no pueden leerse sólo como femicidios aislados: son actos aleccionadores que muestran la violencia sobre los cuerpos de las mujeres más vulnerables, la marginación que las empuja a la prostitución y el entramado de bandas narcas que controlan barrios con complicidad policial. El crimen organizado sólo actúa con la connivencia del poder político, policial y judicial. Es la expresión más cruda de un modelo que desecha vidas.

Un mal necesario
Durante la entrevista se leyeron mensajes de oyentes que destacaban la constancia del Frente de Izquierda: su presencia los miércoles junto a los jubilados, en el Congreso y en la calle, incluso ante represiones. Otros remarcan: "son luchadores; son un mal necesario". Pero la preocupación común fue lo que viene después del 27 de octubre.

La situación económica está contenida artificialmente y se ha vuelto frágil. En días recientes, el dólar se disparó y el riesgo país se disparó; el gobierno pareció perder el control de las variables. Apareció entonces el gesto público con Donald Trump: Milei en la reunión, con un tuit impreso entregado como símbolo. Ni siquiera durante el menemismo se vio un grado tan explícito de subordinación.

Sin embargo, la ayuda internacional no está asegurada: el secretario del Tesoro dijo que la plata llegaría "si le va bien en las elecciones". Mientras tanto, las cerealeras aprovecharon para hacer un negociado: en 48 horas se llevaron 1.500 millones de dólares por la baja de retenciones, una transferencia desde los bolsillos populares hacia siete grandes exportadoras, en su mayoría multinacionales.

¿Qué se negoció a cambio? ¿Una base militar en el sur? ¿La privatización de empresas estratégicas como YPF? Hay que rechazar esto con fuerza: en las calles, en las urnas y fortaleciendo la bancada del Frente de Izquierda. No podemos esperar hasta 2027: este gobierno debe terminar porque cada mes más deteriora la vida de jubilados, personas con discapacidad, docentes, estatales, trabajadores del comercio, monotributistas y emprendedores.

La respuesta tiene que venir desde abajo, con una gran huelga general que imponga una reorganización nacional sobre bases de soberanía real e independencia económica, priorizando las necesidades sociales sobre la ganancia empresarial. Son días decisivos: los mercados dudan y la presión sobre el dólar puede aumentar, lo que hace probable una nueva devaluación tras el 26 de octubre. Eso sería otro saqueo al bolsillo popular.

Frente a eso, la herramienta efectiva es la movilización, la organización, las asambleas y el paro. Esa experiencia histórica es la que debemos retomar para frenar el ajuste y construir otra salida.

La disputa por bancas en Santa Fe: un desafío clave para la izquierda
En el escenario santafesino, la izquierda tiene una oportunidad concreta para ganar bancas. Apostamos con todo: la elección en la constituyente fue muy buena y queremos replicar ese resultado para ingresar con al menos una banca. Santa Fe necesita una voz de los laburantes: el resto de las fuerzas políticas forma parte de la misma casta que nos trajo hasta aquí. Agustín Rossi integra el gabinete de Alberto Fernández; Gisela Scaglia, del PRO, va integrada con Libertad Avanza y ocupa un lugar testimonial como vicegobernadora.

El Frente de Izquierda mantiene coherencia, perspectiva y convicción: no nos vendemos. Nuestros legisladores cobran como una docente y destinan el resto de su sueldo a causas populares. Mientras tanto, otros se enriquecen y acumulan escándalos, como el caso de Armando Traferri y los negociados vinculados al juego clandestino. Traferri ingresó a la constituyente con la lista de Juan Monteverde y formó parte del apoyo que permitió la reelección de Pullaro. Cuando alguien vota al Frente de Izquierda, sabe lo que vota. Esta vez tenemos la oportunidad de que un docente trabajador llegue al Congreso, alguien que trabaja todos los días y hace campaña desde el día a día, algo que no puede hacer cualquiera de los otros candidatos.

Los docentes afrontamos además el castigo del presentismo, que representa entre el 15 y el 20% del salario. Con sueldos tan deteriorados hay presión para no faltar: compañeras y compañeros en avanzado embarazo o enfermos muchas veces siguen yendo por miedo a perder ese adicional. Si tenés cáncer o necesitás quimioterapia se puede perder ese plus. La realidad es la del pluriempleo: muchos trabajan toda la jornada y además complementan con otros trabajos para llegar a fin de mes.

Para acercarse a la canasta básica, que está muy por encima de lo que pagan los cargos docentes, muchas y muchos deben cumplir doble cargo: entrar a las siete y media y salir a las seis, con horas de corrección, planificación y capacitación fuera de la escuela. Un cargo docente representa cerca de 800.000 pesos; así, incluso con más de un cargo, el salario queda lejos de cubrir la canasta. Lo mismo ocurre con trabajadores municipales o del puerto, que terminan haciendo Uber o vendiendo productos caseros para completar ingresos. Por eso es hora de votar a quienes laburamos, no a las figuritas políticas que viven de la política y no muestran trabajo real.

Si ingresamos al Congreso no será para quedarnos cuatro años atornillados a una banca. El Frente de Izquierda tiene un mecanismo de rotación que representa a toda la fuerza. No estamos en política para perpetuarnos en cargos, sino para ponerlos al servicio de la lucha colectiva. Esta práctica arrancó en Neuquén con Raúl Godoy y Alejandro "El Conejo" López, obreros de la fábrica Zanón (FaSinPat), y la sostenemos. Mientras otros se cruzan de bloque en bloque o terminan votando con Milei tras haber sido electos por otro espacio, en el Frente de Izquierda eso no sucede. No vamos a ver a nuestros representantes con millones cruzando fronteras como en casos de corrupción que conocemos.

Si ingreso al Congreso, mi banca rotará con Carla Deiana (segunda), Adolfo Colombich (tercero) y Fernanda Gutiérrez (cuarta). Es un compromiso colectivo y transparente: somos una fuerza distinta porque entendemos la política como herramienta de transformación, no como un privilegio personal.

Recibimos también el afecto y el reconocimiento de compañeros: "Franco es un docente con coherencia, es el maestro pueblo, el que se compromete con el acto político que es enseñar", escribió un compañero; otros mandaron saludos y palabras de aliento que nos llenan de fuerza para seguir.

Vamos con boleta única: en ese formato horizontal aparecerán las dieciséis listas con los logos y las dos principales candidaturas por fuerza. La lista del Frente de Izquierda está situada del medio hacia la derecha; ahí me encontrarán encabezando con Carla Deiana. Estamos dando esta pelea electoral con esfuerzo porque es fundamental que el pueblo trabajador tenga representación real. Invitamos a participar, a ir a votar y a hablar con compañeros de trabajo, vecinos y amigos: muchas veces la gente no nos conoce; cuando nos conoce, se siente representada.

Tenemos el desafío de que esa voz crezca y llegue al Congreso para fortalecer nuestras bancas. La pelea no termina el día de la elección: ahí empieza otra etapa, que exige más organización para frenar el ajuste y construir una salida desde abajo, para que esta vez los laburantes tengamos la palabra. La vamos a pelear desde abajo, con convicción y con el compromiso de quienes no se venden.

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