Esta semana el periodista Ariel Bulsicco reveló públicamente que le comunicaron su desvinculación de las mañanas de Radio Sí. El clásico Nadie es perfecto no volverá al aire. La emisora lo había presentado durante años como uno de sus líderes —un "frontman"— con "periodismo honesto y definido, y con el timing suficiente como para informar rápido y ameno". El envío tenía una propuesta clara: "Analizar los temas importantes del día, lo que va ocurriendo, con una identidad muy clara que la gente que nos acompaña hace años ya conoce: no maquillar lo que pensamos y que nuestros oyentes sepan desde qué punto hablamos y analizamos lo que nos ocurre". De este tema y otros dialogamos en Señales
El miércoles me informaron que no íbamos a continuar porque no tienen presupuesto, después de diez años. El tema es que nos estaban pagando los sueldos, pero sin poder hacer el programa, así que el argumento de que no había plata no tiene mucho sustento. Esa fue, en parte, la situación.
En los últimos dos años ya se me había complicado sostener el trabajo en la radio. Uno viene resistiendo, pero cuando llegan estos desenlaces, uno también analiza cómo fueron esos últimos años, y estaban bastante complicados. Porque, evidentemente, ya sabemos cómo funcionan los medios más grandes, más concentrados.
El problema es que las opciones que tenemos en Rosario y en la provincia para comunicar se vuelven aún más frágiles cuando se les agota o se les anula la posibilidad de la pauta que tiene que venir de los ámbitos oficiales. Y eso deja muy expuesta una realidad.
Entonces, más allá de este caso puntual, creo que es necesario hacer un análisis más amplio sobre cómo estamos con relación al periodismo en esta ciudad y en la provincia. Tiene que ver con nuestro trabajo, sí, pero sobre todo con la posibilidad que tiene el santafesino o la santafesina, el rosarino o la rosarina, de acceder a distintas opciones informativas, a distintos análisis. Y en ese sentido, me parece que estamos muy complicados.
Contabas el otro día que te referías a grupos de poder y gobiernos disciplinados. ¿Cómo le explicamos a la audiencia, a quienes por ahí no entienden a qué te referís?
Me refiero a algo que venimos viendo claramente a nivel nacional y que también se replica, y muy bien, en la provincia de Santa Fe: gobiernos que acceden al poder con mensajes engañosos o edulcorados, y que luego terminan defendiendo a los sectores más concentrados del poder. Son justamente esos sectores los que impulsan y acompañan estas políticas.
A nivel nacional, el panorama es clarísimo. No hay una sola medida que favorezca al pueblo o a la clase trabajadora. Todos los miércoles somos testigos de una brutalidad tras otra contra los jubilados. Se anula la ciencia, se desmantela la educación pública, la salud. Es un proceso de destrucción que agota.
Y en Santa Fe, el gobierno provincial viene haciendo muy bien los deberes. Tenemos un gobernador al que le cuesta mucho criticar al gobierno central, a pesar de que este ha castigado —y sigue castigando— duramente a la provincia y también a esta ciudad. Sin embargo, lo único que parece estar dispuesto a cuestionar son las retenciones al campo, precisamente uno de los sectores más concentrados.
Ahí es donde cuesta desentrañar lo que está pasando. La relación del poder político con sectores como la Bolsa de Comercio o la Fundación Libertad es estrecha y funcional. Lo que vimos recientemente con Vicentín es una muestra más. Lo mismo pasa con la llamada —o mal llamada— "hidrovía", que es un verdadero desastre. Pero nadie se mete a discutir esos temas.
Y cuando alguien intenta señalar que el problema está ahí —en el poder concentrado, y no en los pobres—, ahí es donde se empieza a complicar todo. La comunicación se vuelve difícil, aparecen obstáculos. Se instala un mensaje único que repite que los problemas son de los pobres o son los pobres. Cuando tenemos que invertir ese discurso. Cuesta cada vez más poder desarrollar esa idea, al menos desarrollar el debate. Pero ni siquiera eso se puede.
Estamos en un proceso de concentración tan fuerte que ni el escaso 3% de opción en la comunicación en la provincia tiene margen para desarrollarse. Un 97% de concentración mediática va en la misma dirección, sostenida cada vez más por las pautas oficiales. Y ese 3% restante, que apenas logra sostener otras voces, otras opiniones, que a ver si desarticulamos el mensaje único, hasta eso atacan. Van por eso también. Ni siquiera aceptan que exista una mínima disidencia al mensaje dominante. A eso me refiero cuando hablo de grupos de poder y de gobiernos absolutamente disciplinados.
Tu salida fue una decisión editorial de la empresa, una decisión política, económica, o una mezcla de todo.
Y la verdad es que nunca te lo dicen directamente. Es políticamente incorrecto admitir que hubo presiones del poder político de turno, o que tu programa no recibe pauta oficial, y por eso sale del aire. Yo lo discutí el miércoles a este tema, porque por supuesto no va a llamar nadie diciendo eso, pero uno hace el análisis.
Hay programas que siguen y otros que no. Si el argumento para sacar un programa es la falta de presupuesto, ¿por qué entonces seguían pagando los sueldos, pero sin permitir que saliéramos al aire? Está claro: el mensaje es que "no se hable, no se diga".
Ahora, yo no quiero caer sobre este medio en particular, porque la verdad que yo entiendo también a los empresarios de los medios alternativos, les cuesta mucho llevar adelante un proyecto. Voy a las conductas que se reiteran. Las conductas que se reiteran tienen que ver con esto un poco que yo explicaba antes. Cuando te metes con determinado mensaje y te dicen no hables de eso porque se nos complica, lo mismo que me pasó en Canal 5 en su momento con el tema del narcotráfico. Cuando hablaba del narcotráfico, durante una tanda publicitaria, me pidieron que no opinara sobre el tema, porque "después nos llaman". ¿Qué tiene que entender uno cuando le dicen eso? Lo mismo que se entiende ahora, cuando prefieren pagarte el sueldo, pero sin que estés al aire.
Por supuesto que nadie te va a decir llamó tal funcionario. Pero los que estamos en esto hace años, que llevamos décadas en el periodismo —yo ya cumplo 40—, sabemos cómo se mueven estas cosas. Hablamos con colegas de otros medios que viven situaciones similares y no pueden contarlo públicamente. Incluso en los medios más grandes, más poderosos de la ciudad, también hay presiones. Llaman a los periodistas o a los dueños de los medios para que "aflojen" con determinada información.
El mensaje directo rara vez llega. No te van a decir de frente: "Nos llamaron para que no estés más al aire". Porque es políticamente incorrecto para los dueños de los medios porque hablaría muy mal de quienes toman esas decisiones. Pero hay mensajes, conductas que hablan claramente que pasa por ahí. "¡Che, no hables porque se enojan!", o "¡no hables porque no nos mandan la pauta!". "Aflojá un poquito con tal comentario". Y todos sabemos, aunque a veces nos hagamos los boludos. Que el municipio envía a determinados medios, digo determinados porque no conozco todos, pero la gacetilla ya armada para que después se publique. En algunos casos, antes de que salga algo al aire o en una web, pasa por una oficina municipal que hace de correctora.
Si queremos seguir haciéndonos los tontos, todo suena muy lindo. Pero creo que en el fondo lo sabemos. Y es ahí donde se vuelve tan difícil comunicar otra cosa.
Una censura más sutil que estamos teniendo en estos tiempos.
Sí, y además es un proceso que nos está generando un enorme daño en nuestra tarea. Lo veo, por ejemplo, en las propuestas que recibo. Algunas opciones quedan, muy pocas, pero son siempre en condiciones muy precarias, muy autogestivas. Todo suena a formato de pasantía permanente. Y eso refleja un proceso de deterioro profundo en nuestra profesión, un deterioro que está en línea con lo que ocurre en muchas otras actividades laborales, lamentablemente. Actividades que hoy también están siendo destruidas.
Por eso insisto: no quiero centrarme en lo personal o en lo particular, sino en el contexto general, en el agravamiento de las condiciones para ejercer esta tarea. A mí me han dicho directamente: "En tu horario vamos a poner a dos pibes jóvenes que no se comprometan con la opinión. Seguro ese espacio lo podemos vender".
Y no es por desmerecer a los jóvenes, para nada. Hay muchos periodistas que vienen y charlan. Pero acá, a lo que se tiende: que no se opine, que no se diga lo que está pasando.
A eso se tiende cada vez más. A un modelo de medios en el que se promueve él siga-siga, en el que se evita el conflicto, el análisis, la crítica. Un modelo que se refuerza a sí mismo, y que, al no permitir que se diga lo que ocurre, termina generando un vacío. Las cosas pasan, pero nadie te las cuenta.
Por eso creo que esto no es solo un problema del periodismo como oficio, sino también un llamado de atención y una señal de alarma para todos. Para quienes trabajamos en medios, sí, pero también para los oyentes, para los televidentes, para los lectores. Porque está en juego su derecho a conocer, a informarse, a poder elegir qué escuchar, qué ver, qué leer. Y cada vez hay menos opciones reales para eso.
Hoy es el Día Internacional de la Libertad de Expresión.
Precisamente estamos en riesgo, ¿no?
Estamos recibiendo muchos mensajes de oyentes: Nancy dice que te extraña mucho, "Ariel fue nuevamente silenciado". Escucho radio todo el día y no puedo encontrar a alguien que me informe; eso lo llamo censura para los ciudadanos. Germán lamenta mucho todo lo que te está pasando. ¿Cómo se sigue frente a todo esto?
Es difícil. Te digo la verdad: lo estoy analizando ahora mismo, y tal vez sea un error, pero veo muy complicada mi continuidad en el periodismo. Y eso que es lo que amo. Este año cumplo 40 años de periodista. Tengo 60, empecé muy jovencito en esta profesión. Por supuesto, no era este periodismo. Era otro, muy distinto, con sus pros y sus contras.
Pero hoy veo que las posibilidades se agotan. Un poco por lo que ya comenté: se vuelve una lucha cotidiana. Renegar todos los días, lidiar con autoridades que te dicen: "Che, ojo con lo que decís". Y mirá, ese no sería el problema, porque uno está curtido y sabe cómo viene el paño. El tema es que te desarticulan posibilidades, te desfinancian posibilidades para poder ejercer como laburante el trabajo de periodista.
Hoy, antes de ejercer el periodismo, tenés que ser comerciante de la pauta. Ver si conseguís apoyo, ver si podés pagar un espacio para poder decir algo. Ya no es solo enfrentar la línea editorial que baja un empresario o un dueño de medio. Ahora también tenés que estar todos los meses viendo cómo llegás a fin de mes para mantener tu espacio de una o dos horas y poder decir algo de lo que querés decir, de lo que sentís que hay que decir.
En este contexto, yo la verdad... estoy en una situación complicada. El 31 de enero tuve que cerrar mi negocio después de 12 años en Pichincha. Ahora me cierran también la posibilidad de hacer periodismo. Entonces, más allá de lo vocacional, hoy necesito trabajar. Trabajar de lo que sea. Primero, porque es una necesidad básica para subsistir, más aún en estos tiempos tan duros. Y segundo, porque siempre fui defensor del trabajo del periodista a sueldo.
Creo que el trabajo del periodista debe ser valorado, y que los empresarios que sacan un rédito de ese trabajo deben pagar un sueldo como corresponde. Pero claro, cuando todo pasa por la pauta, eso también te condiciona. Te condiciona en lo económico —porque tenés que andar todos los meses viendo si juntás o no juntás—, y te condiciona en la opinión, en lo que podés decir.
Ojalá aparezca algo, no lo descarto. He recibido algunas propuestas, incluso de streaming, que ahora están tan de moda. Y no tengo problema en hacer algo a pulmón —porque amo esta profesión—, pero antes necesito ingresos. Necesito vivir. Por ahí pasa la cosa.
La verdad es que no tengo mucha esperanza en la continuidad dentro del periodismo, al menos no en esta ciudad. Porque acá todo es tan claro, tan obvio, sin embargo, todo tiende a que miremos para otro lado. A que siga este sistema de concentración, de silenciamiento, de encierro cada vez mayor sobre la opinión. Así que estoy viendo. Todo esto es muy reciente, y estoy tratando de entender qué viene ahora, qué se puede hacer.
He recibido algunas propuestas, algunas de streaming, que ahora están tan de moda, pero son todas a pulmón. Y la verdad es que yo amo esta profesión, no tendría problema en seguir, pero antes necesito ingresos para poder vivir. Por ahí pasa.
¿Quién es el dueño de Radio Sí?
Es un grupo de hermanos de Arteaga. Los Vignati*. Pero la verdad, me parece que no corresponde cargar exclusivamente sobre los dueños de un medio que, dentro de todo lo que tenemos acá, sigue siendo un medio pequeño. No me parece justo.
Ahora bien, coincido con uno de los mensajes que llegó por ahí, que decía que es notable el giro discursivo que ha tenido el medio en los últimos dos años. Yo también lo noté, sobre todo en este último tiempo. Un giro más alineado a ser funcionales o sumisos con la gestión municipal y provincial actual. Eso sí lo vengo observando con preocupación.
Me apena mucho, porque Radio Sí era uno de los pocos medios opcionales que hay, y realmente, cuando estuve ahí —si no, no hubiera seguido tanto tiempo— trabajé con absoluta libertad. Eso hay que decirlo. Fueron ocho años muy buenos. Más allá de estos últimos dos, donde ya empezaban a aparecer los comentarios: que aflojara con tal o cual tema, que mi programa era aburrido porque hablaba mucho de política, de economía… Ese tipo de discurso que uno ya conoce.
Pero en los primeros ocho años fueron fantásticos. Y por eso uno va viendo cómo viene la mano. No hace falta que alguien te diga directamente "che, me llamó tal o cual, aflojá con esto que si no nos sacan la pauta". No. No es tan directo. Pero sí empiezan los cambios de actitud.
Empiezan a llamarte más seguido. Si no, te mandan a alguien con algún mensaje. Te sugieren: "Hay que hacer cambios", "hay que poner más humor", "hay que hablar de cosas más livianas". Todo ese camuflaje discursivo que en el fondo apunta a lo mismo: que no se hable de lo que molesta. Y ahí decís: apa, algo está pasando. Está claro.
De todas formas, también entiendo —o trato de entender— que para los dueños de estos medios, la situación puede ser difícil. Sostener un medio cuando te presionan o te castigan quitándote la pauta no debe ser fácil. Qué sé yo... Es así.
¿Hay similitudes entre lo que ocurrió en 2012, cuando te tuviste que ir de Canal 5, y lo que pasó ahora con Radio Sí?
Sí, aunque aquello fue mucho más grave. Lo de Canal 5 habla de un multimedio muy poderoso, en el que los grupos empresarios no tienen el menor problema en entregar a sus trabajadores cuando se subordinan completamente a un gobierno. Si ya no les servís, sos un descarte. Así de simple.
Y eso es lo que lo hace más grave: esos medios tienen poder, tienen espalda como para plantarse frente al poder político o económico de turno y decirles: "ustedes acá no se meten con nuestros trabajadores". Pero no lo hacen. Al contrario, forman parte de esa estructura de poder, se integran a ella. Y no dudan un segundo en dejarte afuera, en tirarte a la calle como si nada. Hoy servís, mañana no, según las circunstancias.
Aquello sí es mucho más grave, aquello fue bravo. Y son precisamente esos grupos los que nos arrastran a este proceso de concentración del mensaje en pocas voces. Por eso, aquello (lo de Canal 5) lo considero mucho más grave, no solo por lo que significa para nuestro trabajo, sino por el impacto en el mensaje público. Son medios a los que no les importa; se disfrazan de 'periodismo independiente', de luchadores contra la corrupción o el narcotráfico, pero cuando un periodista intenta señalar —como en aquella época— cómo avanzaba la droga en esta ciudad y en esta provincia, y lo que eso implicaba, enseguida te dicen: 'No, no hables de eso porque después nos llaman'. Suena a mafia. Es un sistema mafioso, cómplice.
Lo que pasó ahora con Radio Sí, sin quitarle gravedad —porque al fin y al cabo también se trata de sacar a alguien por su mensaje—, es diferente. Tiene que ver más con un grupo chico, que tiene muy poca capacidad de defensa frente a la presión. Cuando intentan hacer algo distinto, tienen pocas herramientas para resistir los embates de los sectores de poder. Porque si te metés con la Bolsa de Comercio, con la Fundación Libertad, sabés que se viene la embestida. Y si no tenés cuero para bancarla, se complica.
No digo que esté bien, para nada. Pero marco la diferencia. No es lo mismo un grupo como el de Telefe —del que dependía Canal 5 en aquel momento—, con todo el poder que eso representa, que una radio pequeña como Radio Sí.
Vos te acordarás, hubo una época en la que los Pedro Simoncini y los Alberto Gollán, dueños de Canal 5 y Canal 3, directamente disciplinaban a los gobiernos de turno en esta ciudad y en esta provincia, les daban órdenes, y los gobernantes estaban sumisos a lo que decían estos dueños de estos medios.
Yo empezaba en el periodismo por entonces, hace 35 o 40 años. Ahora, eso se invirtió. Los que quedaron al frente de esos grandes medios, como Canal 3, Canal 5 o el Grupo La Capital, se volvieron sumisos frente al poder político. Hoy reciben las órdenes, no las dan.
Lo del Diario La Capital, por ejemplo, es escandaloso. ¿Cómo se ha invertido eso? Los dos casos son peligrosos. Tanto cuando los medios subordinan al poder político como cuando se subordinan a él. En ambos casos, perdemos todos.
Volvemos a repasar decenas de mensajes de oyentes que transmiten preocupación y solidaridad por lo ocurrido.
Muchas gracias. Gracias a ellos y a ellas, que están siempre, que sienten la necesidad —como me pasa a mí— de buscar mensajes alternativos. Porque si no, todo queda en manos de lo que estos medios y estos poderes quieren instalar, y después se repite en la calle, se escucha lo mismo por todos lados. Es preocupante.
Para cerrar, ¿sentiste la solidaridad de tus colegas o creés que todavía falta más compromiso entre nosotros cuando a alguien lo corren de un medio?
Cuando uno toma una decisión como esta, sinceramente no espero ese tipo de rebote. No por desconfianza, sino porque lo hace por convicción, sin pensar demasiado en las consecuencias. Igual, está claro que nuestro ambiente es muy disperso.
Hay colegas que se solidarizan, que acompañan —y eso, como decías, pasa también en todos los ámbitos de la sociedad. Pero también hay otros que creen que el problema soy yo, que el conflicto está en uno. Y por supuesto, hay quienes no coinciden con lo que uno dice o piensa.
A mí ya me pasó algo parecido en Canal 5. Cuando me tenía que ir, yo tenía el 95% de los compañeros en contra, estaban a favor de la empresa. Es entendible, a veces es más cómodo, o simplemente están cuidando su trabajo. Pero muchos de esos compañeros que en su momento me criticaban por lo que yo hacía o por lo que decía, ahora están pasando muy mal. Algunos incluso están con problemas muy severos, otros se han tenido que ir, y otros aguantan lo que pueden aguantar, justamente por necesidad laboral.
Creo que si fuésemos más solidarios, los resultados serían distintos, pero es muy disperso. Pero es así. En cada trabajo, en cada actividad, se repite esta lógica: a la hora de acompañar a un compañero o compañera que la está pasando mal, muchos prefieren quedarse del otro lado, en la comodidad o no compartir.
Tras tu posteo sobre la decisión de Radio Sí, varios colegas expresaron su solidaridad
Yo no soy de leer comentarios en redes, la verdad. Me gustaría hacerlo, pero hay tanta agresividad... amenazas, violencia. Es todo muy hostil. Aunque también es cierto que hay mucha gente —como decís vos— que acompaña, que es solidaria, que entiende. Pero el ambiente laboral es ese. Difícil. Como la vida misma.
Y si mirás más allá, ves que es un reflejo general. Mirá lo que pasa con los jubilados cada miércoles, cómo los cagan a palos. Si fuésemos capaces de unirnos, de dejar de lado intereses mezquinos que no son el fondo de la cuestión, y nos uniéramos, este tipo de políticas que nos arrasan, nos destruyen, colapsan el país, lo entregan, lo regalan, no podría serles tan fácil llevarlo adelante.
Hace pocos días se encontraron toneladas de droga, de falopa en Vicentín, y no pasó nada. Ni una reacción. Pero sí vemos todos los lunes un gran despliegue policial para romper un búnker, con cámaras, ministros, patrulleros, y ahí están: un pibe o una pibita esposados, exhibidos. ¿Te das cuenta de la hipocresía? ¿Hacia dónde va el discurso?
Lo de Vicentín —y no es la primera vez— pasa como si nada. La ministra Bullrich va, monta un circo, un show patético. Pero el lunes siguiente los medios están todos ahí, convocados por el gobierno provincial, mostrando cómo destruyen otro búnker y a un pibito o pibita esposados. Y muchos, desde sus casas, repiten: "Sí, metelo cana, hijo de puta".
¿Qué es eso? Es producto de la concentración del mensaje. Ese pibe que señalan es una víctima, pero la concentración del mensaje hace que lo veamos como el enemigo. Lo de Vicentín pasa como si nada. ¿Y quién controla eso? La Bolsa de Comercio, la Fundación Libertad, las Vicentín de la vida... y no pasa nada. En cambio, el problema parece ser el pobre pibe o la pobre piba que muestran las cámaras de la tele los lunes a la mañana, convocadas por el gobierno de la provincia de Santa Fe para decir: 'Miren, acá destruimos otro búnker, vamos bien'.
Bulsicco, por Bulsicco
Estudió en el Colegio Teodelina Fernández de Alvear, una escuela religiosa que marcó el inicio de su secundaria con más dudas que certezas. "Era un momento de muchas preguntas, típicas de la adolescencia, en una familia como tantas otras de la época: padres que hablaban poco, casi nada. Con una revolución interna respecto a cómo seguir, qué hacía ahí, y los miedos que generaban los exámenes". A eso se sumó un episodio de hepatitis A en primer año que lo dejó fuera del colegio por tres meses. "No conocía a los profesores, tenía que rendir varias materias, era un escenario difícil. Viéndolo ahora, digo: cuántas revoluciones al mismo tiempo".
El contexto político también calaba hondo. "Era una época jodida, de militares. Un viejo peronista, una vieja radical yrigoyenista, bastante típico (risas). Yo en el medio, sin entender demasiado. Recuerdo a mi viejo diciendo que había que esconder las fotos de Eva, y yo pensaba: ¿qué será esto? Me daba miedo. Se escuchaba Radio Colonia, siempre hasta la madrugada. Ahí empecé a entender que vivíamos una situación peligrosa".
La vocación por la comunicación surgió casi sin proponérselo. "No sé por qué, pero me ofrecí o me ofrecieron para conducir un acto escolar. Ahí se me despertó algo. Lo relaciono directamente con la necesidad de comunicar lo que no se decía, lo que estaba censurado o se evitaba hablar".
Terminada la secundaria, ingresó a la carrera de Comunicación Social en la Facultad de Ciencia Política (que por entonces funcionaba en Derecho), justo cuando comenzaba el regreso a la democracia. "Venía desde Villa Gobernador Gálvez y fue como descubrir otro mundo, muy distinto al que los curas me habían enseñado. Empezamos a vivir una etapa de mucha movilización, con docentes cuestionados por su vínculo con el proceso militar. Yo empecé a militar en la Unión Cívica Radical, con las Boinas Blancas, en plena efervescencia alfonsinista. Era otra educación, otro país, otra energía".
Las aulas estaban colmadas y los estudiantes reclamaban cambios profundos. "El plan de estudios era muy pobre, arrastraba estructuras de la dictadura. No rescato mucho de lo académico, pero sí la militancia, la lucha por una comunicación distinta, más comprometida".
Su primer trabajo fue en Radio Nacional Rosario. Había presentado, aún como estudiante, un proyecto sobre los pueblos originarios que fue rechazado por no alinearse con la línea editorial de la época. "La directora era vecina de mis viejos, venía de la etapa militar. No encajaba mi propuesta, pero quedó mi currículum. Ya con la democracia, Carlitos Mut me llamó para hacer tareas periodísticas. Ahí empecé, redactando con una Olivetti".
Más tarde pasó a Radio 2, también de la mano de Mut. Cubrió tribunales y policiales, y luego ingresó a Canal 5, donde trabajó durante más de dos décadas. Por un tiempo combinó ambos medios hasta que debió optar. "Después llegó Radio Sí, con otro espíritu. Dije en ese momento: Vamos a ser naturales, vamos a ser nosotros. Vamos a hablar sin vueltas y con todas las palabras... Nadie nos podrá decir "eso no se dice, eso no se hace". Ya estamos grandes para que nos marquen lo que hay que hacer."
En su recorrido profesional, Bulsicco nunca dejó de vincular la comunicación con la política. "Muchos nos etiquetan como 'periodistas K'. Yo reniego de las letras. Es una forma vacía y mediática de clasificarte. Yo vengo pensando así desde antes del kirchnerismo, y cuando llegó, me sentí representado. Sigo creyendo en el rol del periodismo comprometido, con ideas y posición".
Bulsicco no es solo una figura referencial del periodismo rosarino. En 2012, logró cumplir otro sueño: lanzar su propia marca de ropa, Cristiano Tizzero. Diseñaba y confeccionaba personalmente sus prendas. En enero de este año, a través de un video publicado en su cuenta de X, comunicó el cierre del local ubicado en Pichincha: "Nacimos en 2012, y en 2014 abrimos el segundo local en el centro, que cerramos en 2017. Hoy nos toca cerrar aquí, en Pichincha, producto de la economía y de las políticas municipales que no acompañan a los vecinos y a los comercios de día. La imposibilidad de pagar los alquileres, porque tuvimos entre un 300% y un 400% de aumento en este último tiempo; otro tanto en los servicios; y la caída del 20% en las ventas hacen que hoy las estanterías estén peladas, vacías".
En octubre de 2012, cuando trabajaba como conductor del noticiero de Canal 5 (hoy Telefe Rosario), escribió un posteo en su cuenta de Facebook que sigue vigente por su crudeza y vigencia: "Podrido estoy de no poder laburar libremente en esta Provincia donde 'casi todos' venden que acá sí se respira aire libre. Estoy cansado de aguantar y bancarme lo que pasa... Me pasa a mí y a otros en el periodismo. Hoy se me dijo que no opine en el noticiero del canal sobre el caso Tognioli y sus derivaciones... como viene ocurriendo, una persona del gobierno provincial 'llama para hacer callar'. Puedo tener paciencia en muchos temas, soy de respirar hondo antes de reaccionar, pero no soporto que me jodan con la libertad de hablar. En estos años me banqué no poder tener laburo en muchos ámbitos, lo sigo padeciendo todos los días, pero que ahora me frenen en el noticiero que conduzco hace 18 años y en un tema tan denso, ya es mucho... y saco el pecho para lo que venga tras esto. Insisto, no soy el único... desde la circunstancia que les da el poder, pretenden que todos opinemos y tengamos el mismo discurso. Para eso ya tienen los espacios que les son afines en radio y TV... conmigo abstenerse. Antes me voy a casa a producir mi ropa. Dejen de perder el tiempo y limpien la mugre que tienen adentro. Me importa nada que ahora salten los adulones de siempre... y solo espero que no anulen esto, que es mi muro".
Hoy, con décadas de trayectoria, reafirma que lo marcó no fue tanto el aula, sino la calle, la lucha, la necesidad de compartir lo que otros no podían decir.
*Los Vignati de Arteaga: Roberto (46), María Isabel (44), Julián (43), Gabriel (41) y María Eugenia (41) integran una familia con protagonismo en el sur santafesino. Julián Vignati es actualmente presidente comunal de Arteaga por el Partido Justicialista (PJ). La familia controla el Grupo Plus, un multimedio rosarino que reúne a Radio Sí, Radio Casilda FM 91.1, y los portales Rosario Plus, Casilda Plus y Santa Fe Plus. Al frente del conglomerado mediático está María Eugenia Vignati, quien se desempeña como directora general.