sábado, 17 de mayo de 2025

Cincuenta mil pesos por mes, seis meses de demora: en Perfil, la precariedad se pone brava

Leticia Martin escribió una columna en Diario Perfil contando que hace seis meses no le pagan. Se la publicaron igual, quizás confiando en el título: "Nadie lee nada". Salió impresa en la página 47. Bien escondida aún sobrevive en la web como un acto de resistencia silenciosa. Hace dos semanas, en la Feria del Libro, trabajadores y trabajadoras de la editorial le dijeron en la cara a Jorge Fontevecchia que los sueldos que pagan no alcanzan ni para la canasta básica. Pero claro, mientras nadie lea nada, todo sigue como si nada
Nadie lee nada
Por: Leticia Martin
"Se viralizó. ¡Conseguiste tu objetivo!". Vivimos en una sociedad de logros medidos a partir de un término médico. Lo que identifica al éxito es la capacidad de contagio: que algo se difunda con gran rapidez en las redes.

Estaba a punto de escribir sobre esa desafortunada coincidencia entre el verbo adosado al éxito actual con el verbo que usamos para dar cuenta de una enfermedad cuando, de pronto, me asaltó una idea material y primigenia. ¿Por qué hago esto? ¿Se hará viral escribirlo?

Ya hace más de un año que escribo esta columna semanal para Perfil; un trabajo que implica compromiso, un deadline, tener palabra y encontrar una forma. Que también creí implicaba cierta trayectoria. Pero hace seis meses que no recibo el pago por mis servicios. Ni el pago ni un aumento, como si los servicios o el costo de vida no hubieran aumentado.

Valoro el espacio, el que me hayan abierto las puertas en un lugar prestigioso, la voz de alguien formado como el propietario de este grupo editorial, un profesional al que escucho como si no fuera el último responsable de la discriminación de la que soy parte. ¿O quizá no es por ser mujer que no me pagan? Ni idea. De eso no sé aunque me duele y con eso me pelee. A eso me respondo: "No te hagas la víctima, Leticia, y ponete a escribir". Sin embargo, cada jueves recuerdo a Fogwill levantando el teléfono para exigir su honorario antes de enviar la columna semanal para al fin cobrar.

No soy Fogwill y tal vez no exista –como se empeñó en señalarme sin que le tiemble la voz Gustavo Wald, el funcionario que el albertismo bancó hasta el último segundo–. Lo asumo, entonces. Si quieren, no soy, no sé, no existo. Pero acá estoy, y si escribo columnas que tal vez no me paguen, las escribo como si a alguien le importara leerlas, como si fueran un trabajo y recibiera a tiempo la remuneración por ser eficiente y responder, como si no me hicieran sentir que les da igual, que cualquiera estaría dispuesto a reemplazarme mañana mismo.

Pero hoy estoy demasiado triste y no tengo ganas de ir a votar mañana, ni ganas de conservar este trabajo, y quiero contar que hace siete meses que hago esta estupidez y que mañana por fin no voy a poner el despertador a las seis am para escribir los 2500 caracteres sin espacios de esta columna que ya escribí y que sigo honrando solo porque otros que me precedieron la han escrito, solo porque de esos otros algo he aprendido, y no me quiero rendir.

Cincuenta mil pesos de honorarios por mes con seis meses de demora. Cincuenta mil.
El periodista Agustín Colombo, delegado de Perfil en el Sindicato de Prensa de Buenos Aires, publicó en su cuenta de X @ahcolombo:
Creo que tengo algo para aportar sobre la columna de Leticia Martin. Estoy un poco enojado y angustiado, como todos los que hacemos el diario Perfil semana a semana. No sé si podemos detener la degradación de nuestro oficio, pero sí al menos visibilizar algunas cuestiones.

Lo primero: Los delegados de Perfil nos pusimos a disposición de Leticia desde que la columna se hizo pública, aunque antes también. Siempre reclamamos y empujamos para que la empresa salde deudas con sus colaboradores. Ahora es Leticia, pero son decenas los que cobran mal y tarde.

De hecho, Leticia Martin reemplazó hace un año a otro columnista, Rafael Spregelburd, que cansado de la mierda que le pagaba Perfil, le inició juicio. Los dos, en definitiva, dejaron de escribir por lo mismo: les pagaban mal y encima con demoras insólitas.

La mayoría de los medios tradicionales se acostumbraron a bastardear y precarizar hasta el límite de lo imaginable nuestro laburo. Eso, más los cambios en hábitos de consumo más la crisis económica en loop de la Argentina, armó un combo letal.

No es solo una cuestión salarial, es algo más profundo: condiciones de laburo terribles, multitareas sin recursos y sin tiempo porque todos tenemos tres, cuatro o cinco trabajos. Una corrosión, un goteo incesante que anda a saber cuándo o cómo te lo factura el cuerpo.

Por eso es una canallada cuando Milei habla de periodistas ensobrados. La mayoría de los periodistas no llegamos a fin de mes por lo que pagan los empresarios de medios y también porque su Gobierno (y los anteriores) pulverizaron el poder adquisitivo de los laburantes.

¿La columna de Leticia salió por esa precarización? En alguna medida, sí. Aunque es falso que nadie la leyó. Salió también porque en Perfil vivimos de conflicto en conflicto. Y eso también atenta contra los procesos y la cadena de trabajo.

El viernes, cuando se hizo la edición del sábado, fue un día agitado en Perfil. A Jorge Fontevecchia se le ocurrió que la redacción del diario -achicada a la mínima expresión- debía venir el domingo a hacer una edición electoral impresa. Trabajar en nuestro franco gratis.

Fontevecchia dice que hay que venir por vocación. El problema es que la comida no se paga con eso. Esta vez le dijimos que no: editores, redactores, correctores y todo el diario (menos Diseño) expresó que solo trabajaría si se nos pagaba una jornada extra. Lo que corresponde.

Esas idas y vueltas generaron problemas y reuniones que atrasaron y complicaron, aún más, los contenidos del diario. No hubiese habido columna si a Leticia le pagaban como corresponde. Tampoco hubiese habido columna si el dueño de Perfil respetara nuestros derechos.

Sobre Fontevecchia, un último punto. Vi muchos tuits de personas valiosas que saben muy bien lo precarizador que es, pero que lo entrevistan y lo elogian. A esas personas, un pedido: la próxima, pregúntenle por algo de todo esto. Basta de ensalzar a los verdugos de nuestro oficio 
El periodista especializado en deportes, Alejandro Wall, pasó por Perfil y también publicó desde su cuenta en X, @alejwall:
Siguen paseando a Fontevecchia por programas para hablar de periodismo libre sin jamás preguntarle por la situación en sus medios. No es nuevo: cualquiera que haya pasado por Perfil sabe que es de los peores lugares para hacer periodismo. Precarización, maltrato y autoritarismo.

En abril de 2007, un mes después de que naciera mi primer hijo, Fontevecchia ordenó mi despido como editor de la web de Perfil en represalia por haber adherido a un paro votado en asamblea. Sostenía que los editores no paraban. Los editores, mal que le pese, están en convenio.

Trabajo indicó mi reincorporación porque la medida era ilegal y discriminatoria Como no tuvo otra instancia que acatar, comenzó una persecución laboral y psicológica con el fin de quebrarme para que renuncie. Me quitaron claves de accesos y me prohibieron todo tipo de tareas.

Sólo podía sentarme a mi escritorio y cumplir la hora. Fueron importantes mis compañeros, y la comisión interna (el gran Rubén Schofrin) que me habían defendido en el cargo con distintas medidas de fuerza. Incluso hubo jefes que buscaron la manera de que cese esa situación.

Por ese tiempo, mi hijo comenzó con problemas respiratorios. Tenía cuatro meses y medio y pasó algunas noches internado al no saturar bien. El 9 de septiembre de 2007, Perfil publicó en su tapa una denuncia de Juez contra De la Sota. ¿Qué tiene que ver?

Juez cuenta que De la Sota lo apretaba con la necesidad de la obra social para su hija. La denuncia de Perfil sirvió de inspiración a Fontevecchia. Al otro día, el jefe de RRHH me convocó para decirme que si aceptaba irme me mantenían la prepaga de mi hijo, que yo necesitaba.

No acepté la extorsión. Así que al otro día me prohibió el ingreso a la editorial. Consiguió despedirme con la complicidad de la UTPBA, que nos entregó en el ministerio y con una patota le pegó a mi compañero Tomas Eliaschev. Así que ese es Fontevecchia y tiene más historias.

Dicho todo esto, celebro que haya tenido un fallo a favor en la disputa legal con Milei. Y lo defenderé en cualquier pelea que tenga que ver con la libertad de publicación y opinión, y ante cualquier ataque estatal.

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